martes, 6 de julio de 2010

Contra Gombrowics

Contra Gombrowics

Pterocles Arenarius

Para María

La poesía es la única
prueba fehaciente de
la existencia del hombre.

Luis Cardoza y Aragón



“Los versos no gustan a casi nadie”, dice con singular desparpajo Witold Gombrowics (WG). Sí, lo creo. Las grandes multitudes se informan (¡y creen lo que les notifican!) por los noticieros de la televisión, esa bestia embrutecedora, vendida al poder y también, dado caso, compradora de poder en sus peores versiones. Bestia que hoy mismo anuncia productos que en quince días nos rejuvenecen diez años, zapatos que al usarlos diez minutos cada tres días nos harán bajar dos kilos y medio por semana y miles de mentiras a cual más delirante. ¿El objetivo? Ganar dinero que, si pensamos un poco, es algo así como robar, abusar de la estupidez de su público. Y esto sin contar con sus “noticieros” que son más bien una sarta de mentiras y manipulaciones para allegarse el poder político o servirse de él. Hoy la televisión es ama del poder, el presidente su sirviente y la ciudadanía su campo de experimentación y explotación. La televisión, hoy, en México, es la verdadera Secretaría de Estupidización Pública.
La televisión es una bestia hambrienta de dinero, entre más sucio, mejor. ¿Quién va a leer poesía de esos millones de idiotizados por tanto programa para insultar y degradar a la inteligencia?
Es cierto lo que afirma Gombrowics: “Los versos no gustan casi a nadie”, excepto a aquellos a quienes (y conozco decenas) algunos versos, la obra de algunos poetas, les han cambiado la vida.
Aunque WG confiesa que “cuando la poesía aparece mezclada (…) tiemblo como cualquier mortal (primero digamos que se permite a los más feroces detractores de la poesía, hacer poesía para atacar a la poesía, ¿o no WG?).
WG tiene un grave problema , aunque encuentra la poesía, la distingue e incluso reconoce que la poesía lo ha tocado, le choca, dice, la “poesía pura”. Es como en el oficio de cocinero; hay platillos para gourmets, incluso para chefs y no para legos. O como lo dijo Borges, los libros (la poesía) nos encuentra, no la buscamos. En otras palabras, hay poetas para poetas: grandes autores que suelen ser extremqadamente fuertes para los diletantes (como parece empeñado en exhibirse WG).
Pero también abundan e incluso en la más ultramoderna creación poética, los autores sencillos, transparentes. Afirmar lo contrario es simplemente ignorancia y desconocimiento temerario. ¿Alguien puede acusar de extremadamente técnico a Alberti:
ALGUIEN
Alguien barre/ y canta /y barre /(zuecos en la madrugada). / Alguien /dispara las puertas. /¡Qué miedo, /madre! /(¡Ay, los que en andas del viento, /en un velero a estas horas /vayan arando los mares!)/ Alguien barre /y canta /y barre. / Algún caballo, alejándose, /imprime su pie en el eco /de la calle. /¡Qué miedo, /madre! / ¡Si alguien llamara a la puerta! /¡Si se apareciera padre /con su túnica talar /chorreando!... /¡Qué horror, /madre! / Alguien barre / y canta / y barre.
O quizá a sus paisanos y correligionarios Miguel Hernández “Vientos del pueblo me llevan/ Vientos del pueblo me arrastran/ me esparcen el corazón y me aventan la gargantaLos bueyes doblan la frente,// impotentemente mansa, /delante de los castigos: /los leones la levantan /y al mismo tiempo castigan /con su clamorosa zarpa.”
O García Lorca o León Felipe (pero no teman, no los citaré). Y es que una rápida semblanza de la poesía en español hace ver a WG como un aficionado bisoño, desinformado e ignorante, como él mismo lo admite al inicio de su texto. Só, porque decir lo que ha escrito en su texto Contra los poetas, que se publica en este blog, implica su ignorancia acerca de Borges, de Huidobro, de Vallejo o, peor aun, de Darío, de Nervo, de Díaz Mirón de Tablada, de López Velarde y luego desde Alfonso Reyes pasando por Carlos Pellicer, José Gorostiza, Xavier Villaurrutia y hasta Efraín Huerta. Ninguno de los cuales (googleénlos, por favor, lean un poco de su obra) puede ser acusado de inentendible por persona alguna que haya cursado los normalísimos seis años de primaria.
Poesía pura y azúcar puro (sic) titula un capítulo WG. Si bien tiene la humildad de admitir que es un profano en español. Que bueno que así lo hace, porque incurre en el error craso de los españoles al cambiar el género de la palabra azúcar. Y lo hace tratando de no parecer tan lego en español. En efecto, las palabras que empiezan con “a” tónica cambian de género cuando son femeninas; como el agua, el arte, el águila, el ala. ¿Por qué? Porque de no hacerlo provocan el efecto fonético de que el artículo suena pegado a la primera sílaba: “láguila, lagua, larte, lansia, lala”. Pero eso no ocurre si la primera “a” no es tónica, como en azúcar. Ahí tenemos que decir la azúcar porque no ocurre el efecto fonético (lazúcar). Error que los españoles llevan a todas las palabras que empiezan con “a” como la armadura.
Pero, un contraejemplo, ¿por qué no dicen el abadesa siguiendo su implacable costumbre?, o el antena, en vez de la antena. La proporción áurea y no el proporción áureo (lo cual constituye una excepción). Ni tampoco cambian de género la aura. Lo cual demuestra la torpe ridiculez de decir el azúcar moreno. Cuando que acá toda la vida hemos cantado “En el agua clara que brota en la fuente…” y no “el agua claro”.
Pero así como WG no entendió (ni millones de españoles) estas sutilezas del idioma (los españoles se atreven a decir y aun a publicar frases como “voy a por mi madre”, contra la expresa regla sintáctica que prohíbe dos proposiciones seguidas. O se empeñan en “salir para afuera, entrar para adentro, subir para arriba y bajar para abajo” y hasta le achacan estos brutales pleonasmos a los autores de otras lenguas que traducen allá. Pero sigamos con el inefable Gombrowics.
Cambiarle el orden a las palabras en un verso es un bueno truco… para descubrir a los esnobs, a los lectores chafas.j pero mucho cuidado cuando estás frente a un adorador de algún poeta. “A la cálida vida que transcurre canora/ con garbo de mujer/ A la invicta belleza que salva y que enamora”, suele brindar mi querido compadre Jorge Borja citando a López Velarde. Por cierto, ¿alguien negará que esos versos llevan al lenguaje a sus cumbres y se ameritan como para brindar siempre? Y si alguien se atreve a cambiar el orden de las palabras a esos versos ante diletantes fracasados… bueno, que lo haga. Ese sujeto sólo estará mostrando su monstruosa incapacidad en varios ámbitos, su sensibilidad obtusa, su inteligencia mendicante, su lenguaje ínfimo. Para confundir a alguien un poco más torpe que él.
De igual manera al brindis lopezvelardiano, muchos poetas se han ganado el quedar perennemente en la memoria colectiva, cuando sus versos se han vuelto refranes. Recordemos a Amado Nervo “Arquitecto de su propio destino/ Vida, nada me debes, vida, estamos en paz”. O bien a Díaz Mirón “El ave canta aunque la rama cruja/ como que sabe lo que son sus alas”. No menos que “Hay aves que cruzan el pantano y no se manchan/ mi plumaje es de esos”…
Recordamos que en un encuentro de poetas en el año 1986 el público que llenaba totalmente (¿pues no que a nadie le gustan los versos?) el Teatro de la Ciudad en el DF, el público le pedía, como si fuera cantante, sus poemas gritándole el número de la página de su Nuevo recuento de poemas, del cual leía Jaime Sabines.
Pero basta, hay muchos más ejemplos que restregarle a Gombrowics. Porque ahora quiero argumentar en otro terreno. WG, lo dijo, “cuando la poesía aparece mezclada” ahí sí le gusta. Más: lo hace “temblar, como a cualquier humano”. Ah, pues mi querido WG, es que la poesía se encuentra en todas partes, en todo arte, como afirma Octavio Paz en su El arco y la lira. “La poesía está en un hermoso paísaje”, el poeta percibe la belleza, la transforma en lenguaje. Si logra la comunicación (estamos hablando de un poeta, no de un aficionado al que le impediría la comunicación su pobre ―o inexistente― destreza verbal) o no la logra es otro asunto. La logrará, sin duda. Sólo tiene que encontrar a su lector. La poesía es, finalmente, el espíritu que hace intensa, conmovedora, profundamente humana a toda obra literaria. Así, todos los que escriben literatura, en un amplio sentido, son poetas.
El problema de WG es que, la poesía ―como el cine erótico, por ejemplo― exhibe ocultando (a propósito, lo contrario es la pornografía: veamos una película porno y las habremos visto todas). La poesía suele definir sugiriendo. Llega a ser tan precisa como la matemática; pero no por el camino racional (aunque también puede hacerlo y con frecuencia lo hace) sino por el intuitivo. No necesariamente por el raciocinio recto, sino por la analogía, por la sinuosa ruta de la imprecisa, la polisémica palabra). Porque la poesía es una epistemología (es decir, una teoría del conocimiento)
La poesía es una ética, una manera (la más humana, la más humanista, lo menciona WG) de estar en este mundo. La poesía es mucho más sutil que la ciencia cuyos métodos son burdos, pero cuando la ciencia, en cualquiera de sus ámbitos llega a se3r sutil, refinadísima, coincide con la poesía. Se vuelve dudosa, postula la incertidumbre, la dualidad, la polisemia. ¡No me digas! ¿¡Igual que lo ha hecho siempre la poesía!?
WG peca de dos maneras en su texto: generaliza cuando le conviene. Y también particulariza cuando así le resulta apropiado para denostar a la poesía. Quién sabe a qué poetas habrá leído para sentir que comía azúcar a puños para encontarlos ininteligibles.
Su argumento del ajedrez es una mistificación perversa. De acuerdo, el ajedrez es una actividad (aunque sea lúdica) importante. Lo es tanto para el intelecto como para el futbol lo es para el cuerpo físico. Pero la poesía ―por si no lo sabe alguien― también es un juego, pero es más. También es una actividad intensamente intelectual, jpero también es más que eso. “Vivo sin vivir en mí/ y tan alta vida espero/ que muero porque no muero”, canta Santa Teresa, conduciendo al lenguaje a vislumbrar el otro lado de la realidad, el otro mundo. “He sido un perro, he sido un río/ he sido un tronco podrido en medio de un bosque/ una fiera y un chubasco he sido” nos estremece el poeta anónimo precristiano, panteísta sin denominación. O bien la chamana María Sabina nos informa que “Hay un mundo más allá del nuestro, un mundo lejando cercano e invisible. Ahí vive Dios, viven la muerte, los espíritus y los santos; es un mundo donde todo ha sucedido y todo se sabe”.
Es decir, la poesía va más allá de la razón y llega a la espiritualidad. Vislumbra El Otro Lado, el más allá. Y con ello la a la divinidad. La poesía se toca con lo que suelen llamar el conocimiento oculto, el agnosticismo o el esoterismo y no pocas veces, ese conocimiento ha abrevado en la poesía y viceversa, ciertamente. La pesía no menos se intersecta constantemente con la ciencia y, en general, con las más elevadas virtudes humanas, también con el ajedrez. Y la poesía no es, ni procura, convertirse en una religión (una estructura que se ha embarcado desde hace siglos en la lucha por el poder: lo contrario de la poesía), aunque la poesía nos re-liga mucho más que los rituales ya vacíos y las sucias (perversas e ilegales) prácticas de la religión imperante en (casi) todo el occidente.
En los párrafos finales WG nos pone a los amantes de la poesía por debajo del nivel de “los que aman y gozan la intensidad del futbol”. Como seres incapaces de pensamiento y víctimas de la incercia, la tradición y los vicios, los atavismos de la academia más ramplona o al menos de los mitos. Precisamente los lectores de poesía son exactamente lo contrario: la gente más lúcida, la que más ha reflexionado, la más exigente y conocedora de las palabras y su lenguaje (tan desgastado y pervertido por el poder político y el religioso).
Y en cuanto a mitos, reconozcamos que en el territorio de la poesía abundan y , más aun, se crean constantemente. Recordemos el hermosísimo mito de la Diosa Blanca, traído a la memoria humana moderna ―desde los tiempos anteriores a la civilización― por Robert Graves. Todo poeta, todo escritor; más aun, todo artista, incluso más todavía, todo creador (esto es, todo benefactor de la humanidad) es un servidor de La Diosa Blanca.
Finalmente, Witold Gombrowics, luego de mostrar sus pobres argumentos y su extraña mala fe contra la poesía amén de su vasta ignorancia al menos en la poesía en español, se merece mis más altos respetos como persona, pero también mi convencida e intensa descalificación por poner en manos (y consciencias) ineptas su ineficaz diatriba seudoargumentativa contra una de las más grandes y nobles hazañas del intelecto y el espíritu humanos.