viernes, 17 de septiembre de 2010

Pe cuadrada

1.- Carta (privada) de Pablo Paniagua (PP)(*)

Estimado Pterocles.

Ya te comenté que me parece lamentable que nos estemos comportando como verduleras, y por ello te ofrezco un trato:

Contestas de manera educada mi comentario a tu carta, entrando en el debate de las ideas (donde corresponde: en la sección para los cometarios), y borramos el resto de las entradas.

No se vale que ataques personalmente a alguien por no tener tus mismos puntos de vista, es un comportamiento autoritario carente de toda moral. Yo me sé defender, y si me exhibes, a mí y a mi familia, yo hago lo mismo contigo, y me parece penoso que otras personas tengan que saber de problemas personales, y, a este respecto, te pasaste del la raya (yo no inicié este enfrentamiento).

Sólo te pido un poco de cordura e inteligencia, dejar a un lado la soberbia para no quedar en la web, ante los ojos de todos, como un par de pendejos.

Ahí está la oferta: borras las entradas ofensivas de ranaculta y de tu blog, y yo hago lo mismo.

Un cordial saludo y, desde aquí, te tiendo la mano.

Pablo

PD: Compórtate como una persona adulta.





Respuesta:





Pe cuadrada

Pterocles Arenarius

Bueno, para defender lo poco bueno que queda de este país yo sí me rebajo a que un imbécil —Pablo Paniagua (PP = P2 = pendejo al cuadrado)— se atreva a decirme verdulera. Más todavía, a que este pendejo al cuadrado me llame —aunque se incluya él mismo quizá como un “gesto de buena voluntad”— pendejo. Y a mucho más. Incluso a que me conmine con lecciones de moral invitándome a portarme como adulto. Este pobre imbécil sólo causa una risa de lástima. Veamos.
En mi país que se despedaza por lo malo que hacen y por lo bueno que se niegan a hacer algunos perversos servidores del dinero que dicen que nos gobiernan, recuerdo Alta traición, de Pacheco:

No amo a mi patria
su fulgor abstracto
es inasible
Pero aunque suene mal
daría la vida
por diez lugares suyos
cierta gente
puertos, bosques de pinos
fortalezas, una ciudad deshecha
gris, monstruosa
varias figuras de su historia
montañas
y tres o cuatro ríos.

Varias figuras de la historia de mi país, dice Pacheco. ¿Debo permitir que un escritorzuelo de undécima categoría, con todo desparpajo, venga y se cague en esto, diga que uno de esos personajes es un corrupto? ¿He ido yo a su tierra a hablar de su apestosa reina Isabel, eso sí, muy católica; de su obispo criminal y torturador Torquemada; del rey idiota Carlos IV; de su capitán genocida Hernán Cortés, del general hitleriano Francisco Franco, etc? Que no me venga un pendejete a hablar de Juárez. Lo he llamado pendejo, porque a un pendejo hay que llamarlo pendejo con todas sus letras, cuando con una de sus salvajes pendejadas nos ofende apelando a la vieja tradición de “Calumnia, calumnia que algo quedará”. Este pobre hombre ha demostrado reiteradamente su discapacidad argumentativa, a cambio exhibe una ejemplar vocación para enmierdar. Examinemos. Primero dijo que soy un mal padre (¡¿eso qué tiene que ver!?), luego dijo que si yo he ganado premios es porque son amañados. Eso sí me da risa. Pues quien lo desee puede comunicarse con Guillermo Samperio, Gerardo de la Torre, José Luis Rivas, Lazlo Moussong, Silvia Molina (hay facebook, twitter y blogs), quienes, que yo recuerde, han sido jurados de mis premios, ¡a los españoles del premio Irreverentes de Madrid cuyos nombres ni siquiera conozco! Sí, capaz que soy tan importante y poderoso que los soborné para que me otorgaran los premios. Estos escritores ni siquiera han de recordar mi nombre y si acaso el título de aquel cuento que, cada uno en su caso, premiaron. Es que P2 (*) no gana ni siquiera un puto premio de los amañados; ni siquiera en su país que hay cientos o miles de premios literarios.
Luego dijo que soy un cuentista mediocre o no sé qué. No defenderé mis cuentos, ellos se defienden solos. Todo lo que ha dicho no son argumentos, son maneras de enmierdar el mundo. Parece que su lema es “enmierdar, enmierdar y enmierdar pues cargo mierda que estoy a punto de reventar”. Su verdadera vocación es la de ser un mediocre lanzador de mierda. Es que para eso también se necesita inteligencia.
Como los políticos corruptos (“Todos los políticos somos corruptos, Juárez fue político, ergo, Juárez fue corrupto”), este P2 se aproxima —a través de sus balbuceos— a algo que él cree que es la literatura. Su problema es que lo hace con escasísimo talento pero armado de una inmensa soberbia y una incomprensible, insaciable urgencia de notoriedad. Y por ahí lo hemos visto en Guanajuato deshocicándose para que alguien lo considere artista en alguna actividad.
Dios santo, pero en fin, en esta vida hay que lidiar con los pendejos y cuidarse de ellos porque suelen hacer más daño con sus pendejismos que los malvados quienes, además, suelen utilizarlos. Yo me pregunto quién le manda al P2 meterse en lo que no le importa, entiéndase, atacar a Juárez sin tener vela en este entierro. Eso lo ha hecho merecedor de que le diga lo que pienso de él y la estatura que, por sus hechos, considero, se merece.
Su gran consuelo es lanzar mierda. Ahora me llama imitador de Bukowski y frustrado sexual. Esto, pienso, a nadie le importa. Aunque P2 regurgite tales sandeces, los cuentos, la novela, los premios ahí están. ¡Y vienen más!
Este imbécil o —si él prefiere P2— no debe sentirse ofendido, mis textos para él no son ataques, son parte de su diagnóstico. Yo sólo quería decirle su verdad en esta vida, verdad de la que no escapará ni con sus charlatanerías “plásticas” ni con sus tontos mamotretos quesque literarios. Para que no se meta en lo que no le importa.
P2 debe entender que lo dicho está dicho. Puede seguir basqueando tanta mierda que carga. Pues sí, lo he exhibido, para que sepa lo que pienso de él y para que, repito, no se meta en lo que no le importa y para que se le quite lo P2. A propósito, si alguien lo desea, puede “goglear” Madreardiendo y Bailarás; Por un pecilgo; La palabra escarnio; La fiesta; Memoria del Tártaro; Santo es el Señor; Santa sesión; La sacrílega victoria; Naturaleza moribunda frente a dos jóvenes…; El mensajero; Breve introducción al demonismo… ; La experiencia; Dos miradas, La niña de los besos; Papas, amor mío; Ese conecte; Preferir el mundo; Una muerte inmejorable; cualquiera de esos títulos junto con Pterocles Arenarius y se abrirá la narración correspondiente, de las que recuerdo que están en línea. Para que comprueben si lo que regurgita P2 es verdad o bien que se dedica sólo a enmierdar.
PS: Que no me estime P2, alguien que le diga que no me llame estimado, que no sea hipócrita. Por un lado lanza mierda y por otro pide paz.

(*) Léase pendejo al cuadrado.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Pablito balbució un textito

Pablito balbució un textito

Pterocles Arenarius

¡Era Pablo, hombre, qué mala memoria! Bueno, Pablo, cuyo intelecto se ha mantenido toda su vida a Pan y Agua, por eso está tan endeble, se encabronó porque dije lo poco que sé de él. Y dale con los agujeros. Híjole, ojalá que no nos recete otra maravillosa exposición de hoyitos en cuadros en blanco. A propósito, el primer poeta que le dijo a una mujer que tenía dientes de perlas y labios de rubí era un genio. El segundo era un pobre pendejo. Duchamp tenía momentos geniales. Toda la caterva de "genios" que, imitándolo, han tratado de sorprender son... ¿qué serán?
Pablito me llama mediocre. No es la primera vez. En su aborrecible texto que él llama algo así como Cuento-ensayo ya lo hizo, para exhibir en lontananza su extraordinaria brillantez le atiza el vocablo a todos los millones y millones de sus estoicos lectores que han de aguantar a ojo atento la runfla de ofensas de Pablito. ¿Eso es literatura para él?
Ahora bien, yo soy, en ciertos ámbitos, extremadamente mediocre. Los premios Alaíde Foppa, bueno, ese me lo dieron en la universidad, cuando era estudiante de ingeniería, para reconocer mi inmensa mediocridad. El nacional de cuento Edmundo Valadés, porque mi estatura de mediocre adquirió dimensiones justamente nacionales. En Madrid, capital de la patria de este sedicente escritor a Pan y Agua, también reconocieron la gran mediocridad de mi novela Una muerte inmejorable, la encontraron entre las diez más mediocres de 174 otras, ésas sí novelas (no como las de Pablito) de sendos brillantísimos escritores de 16 países. Y hay otros premios dedicados a exaltar mi notabilísima mediocridad. Pero, bueno, ya...
Todos somos mediocres, exceptuemos a García Márquez o a gente de esa estatura. Pero ¿qué tanto lo será cada quién, Pablito? ¿Qué tan mediocre eres tú?
Sobre Juárez, en el fondo de todo, ¡salió el peine!, lo que le arde a los católicos ¿también al genial hartista Pablo Pan y Agua? es el hecho de que haya sido masón. Pues quién sabe, pero los masones son los que han escrito las mejores páginas de la historia de este país, como la de muchos otros. Ah, no, pero perdón, todo esto es parte de la conjura mundial de los masones, judíos, comunistas (en stand by, ¿no?) y ahora agreguemos a las feministas y los homosexuales, todos aliados contra el imperio de Diosito lindo.
Pablito acusa de manera por demás confusa a Juárez de ser similar, si no es que idéntico a ¡Carlos Salinas de Gortari! Lo que no dijo este inocente es que Juárez jamás tomó un centavo del erario y todos los liberales de aquel momento murieron en la pobreza. Claro, igualito que vive Salinas. Lo que hay que aguantar, que un pendejito españolito, autonombrado escritor, llame corrupto a Juárez. La pobrecita Santa Iglesia de los pederastas fue sumida en la total pobreza por el Diablo Juárez, sí, desde entonces esos santos señores viven muy humildemente, como los más pobres de México, ¿eso te duele, Pablito? Digo, porque tú lo traes a cuento.
Sobre el asunto de mis hijos, bueno, hay una pequeña diferencia, yo jamás he escrito una novela sobre mis "tragedias" personales, en cambio él me llevó hasta mi casa un confuso tabique de lamentaciones que él llamaba novela. Te digo, Pablo, te dije, no te pelees con tu mujer, o si lo haces no escribas de eso. O si lo escribes no lo andes enseñando. Hay que tener un poquito de vergüenza. Sobre si soy buen padre o no o si abandoné a mis hijos, pues ya rebajaste esto al nivel de chisme de pueblo. Eso es muy personal y nunca lo he andado divulgando como otros. Es que eso era su "novela" y Pablito cree que todos somos iguales.

domingo, 12 de septiembre de 2010

Primero Benito Juárez García... Y luego...

Primero Benito Juárez García

Pterocles Arenarius

Para Zoe
Para David
Para Violeta
Para María

“Mis dichos son hechos” es una de las frases más grandes de Benito Juárez. Lo más importante de su vida es que las cosas que dijo las llevó a la práctica y a la concreción, se volvieron verdades tangibles. A Benito Juárez debemos ser un gran país, a pesar de tantos ladrones y asesinos priístas e hipócritas, raterazos y persignados panistas.
Porque somos un gran país. Entre los diez más grandes de territorio y de población en el mundo y nuestra cultura, como la de casi ninguna otra nación en el mundo, data de hace más de tres mil años.
Juárez y el grupo de los liberales lograron que lo mencionado se integrase formalmente en una nación, se consolidara como la patria de (hoy) 100 millones de personas, se diera una norma legal que por primera vez nos rigiera y nos hiciera iguales, nos diera ciudadanía y nos incluyera en el concierto mundial como una nación civilizada.
Luego de una lucha desigual y que en algunos momentos parecía perdida contra el más grande poder existente en México: la iglesia católica, los ricos de aquel tiempo e incluso el ejército, en la Guerra de Tres Años, las fuerzas liberales, con Juárez al frente de ellas, consiguen una gran victoria; una de cuyas últimas batallas o al menos la última gran victoria ocurre precisamente en Silao, hecho al cual este municipio debe su nombre oficial Silao de la Victoria.
Juárez acumula las dotes de los hombres verdaderamente grandes. Pocos protagonistas de nuestra historia se han enfrentado a más grandes adversidades. Su serenidad ante las más adversas condiciones nos dan una idea de su inmenso poder espiritual. El mismo Guillermo Prieto, cuando narra en sus memorias la ocasión en que, en Guadalajara, al caer en manos de soldados enemigos, Juárez, de frente ante la muerte, se mantiene impasible, mientras Prieto apela a sus propias emociones aunque también a un valor suicida no menos que al amor y la admiración que siente por Juárez y en un arranque de retórica, de gran valor y no menos fuerza espiritual, logra conmover a la soldadesca y le salva la vida. Hasta esos extremos de desamparo llegaron estos grandes hombres en aquella lucha. Pero su grandeza explica su victoria. El grupo de los liberales colaboradores de Juárez eran verdaderos gigantes que lo mismo trabajaban como legisladores, ministros, militares, gobernantes, diplomáticos, administradores, políticos y, ya en sus ratos de ocio, fundaron la literatura mexicana. Y todo en un mismo sujeto, como Ignacio Ramírez o Guillermo Prieto o Melchor Ocampo, etc. Más sucintamente digamos que los liberales, con Juárez a la cabeza, crearon a este país. Antes de ellos México no existía. Es con los liberales cuando se concibe por primera vez en la historia lo que habría de ser hasta este momento el país que habitamos.
Benito Juárez García, proviniendo del estrato social más marginado y paupérrimo de este país asciende en la escala social hasta la cumbre más alta. Pero no sólo eso, termina siendo, hasta este momento, el más grande estadista, de nuestra historia. A Juárez debemos el inicio de la construcción de lo que hoy es México y que —debido a lamentabilísimos retrocesos— no ha terminado ni siquiera de cumplir con las tareas que ya Juárez previera e iniciara a resolver.
Si en su vida pública sus actitudes validan su grandeza, no hay mejor que las opiniones de la intimidad para tener una estatura de don Benito. Nos dice su esposa Margarita Maza que “Benito está muy feo, pero es muy bueno”.
Las reformas realizadas por Juárez luego de la Guerra de Reforma, provocaron un fervoroso odio entre los conservadores (por cierto, todos ellos miembros de la religión esa que predica “amar a tu prójimo como a ti mismo”: la católica).
Hay una falacia que hasta la fecha los católicos que no han dejado de respirar por la herida esgrimen contra Juárez: los famosos tratados McLane-Ocampo. Según eso, los gringos recibirían ad aeternum la concesión de transitar por el istmo de Tehuantepec y derechos sobre otros territorios nacionales. La paga de los gringos sería de cuatro millones de dólares. ¿Dónde están los usufructuarios de esta ventajosa transacción? ¿Dónde los gringos invasores y transgresores de la soberanía nacional? No hay tales. Porque el tratado no se llevó a efecto. Eso no existe, se quedó en el territorio del hubiera.
Al final, los tratados McLane-Ocampo son simplemente un cálculo político muy bien hecho por Juárez quien, al final, se salió con la suya (para nuestro bien) y no pagó la ciertamente onerosa concesión. Es, ¿por qué no?, una hazaña más del Benemérito. Los católicos siempre dicen “Si se hubieran realizado los Maclein-ocampo”. Si se hubieran, pero como no se hubieron, eso no existe. Lo que no se quedó en el “hubiera” fue la invasión francesa, facilitada y prohijada por los conservadores católicos, la que le costó a México su soberanía durante los tres años que duró el llamado imperio y la sangre de miles de los habitantes de este país. Por fortuna —y una vez más gracias a Benito Juárez— ese imperio fue destruido y el invasor expulsado.
Esto es lo cierto y esos los hechos. Por eso recordamos a Benito Pablo Juárez García, como uno de los grandes benefactores de nuestro país y el verdadero padre de la patria. Como lo escribí en la carta al alcalde de Silao de la Victoria, Benito Juárez es el único de nuestros grandes hombres que no fue derrotado. Esta nación ha dado grandes hombres, quién lo duda, desde Cuauhtémoc, Juana de Asbaje, Hidalgo, Leona Vicario, Morelos, Guerrero, Gertrudis Bocanegra, Zapata, los Flores Magón, Villa… y muy pocos más. Pero todos derrotados, asesinados, traicionados. Juárez es el único victorioso. Curiosamente, revisemos la historia, contra todos ellos estuvo siempre la iglesia católica, esta de los cientos de curas pederastas en todo el mundo. La iglesia católica siempre, a lo largo de nuestra historia, ha estado en favor de las peores causas y contra los intereses de los mexicanos. No han fallado ni una sola vez.

Y luego para un tal Paniagua

Bien, pues a raíz de la carta dirigida al alcalde de Silao, un señor de apellido Paniagua escribió unas líneas contra Juárez recordando el susodicho tratado McLane-Ocampo. Con lo cual, sin duda, le hace el trabajo sucio al panista alcalde de Silao de la Victoria. Y si no era esa su intención, eso es lo que está haciendo. Con un pequeño agravante, ese señor Paniagua no es mexicano. Es español, según entiendo.
La primera noticia que tuve del individuo de apellido Paniagua que vive en Guanajuato capital, fue por allá del año 2003, cuando la brillante poeta, hoy maestra en ciencias y candidata a doctora en letras, Asunción Rangel, quien trabajaba en el diario Correo, lo entrevistó y, rigurosa, pero también visionaria, publicó que este señor desconocía quien era Juan Rulfo. Recuerdo que la entrevista se publicaría en dos partes, pero Paniagua se enfureció al ser evidenciada su ignorancia y la Choni, Asunción Rangel, evitó publicar la segunda parte de la entrevista.
Un segundo encuentro con Paniagua (perdón pero he olvidado su nombre de pila), ocurrió cuando éste realizó una exposición, ah porque era ¿o es? hartista plástico. Yo publicaba en el periódico Correo un artículo semanal sobre temas de cultura. Paniagua, si no mal recuerdo, envió una carta al periódico para invitar a que se hiciera una reseña de su exposición. Me mostraron fotografías de los cuadros de Paniagua. Eran lienzos en blanco con agujeros. Me pregunté ¿qué es esto? “Es la obra plástica del señor Paniagua”. Ah, cabrón, me dije y me puse a pensar, no vaya a ser un genio y haya en estos agujeros algo prodigioso. Revisé bien las fotos y, cuando sentí estar listo para ir a ver la exposición, llegué a una serie de conclusiones. Sí, concluí que, en efecto, había algo en los agujeros esos: charlatanería, unos deseos inmensos de notoriedad, una gran hambre de fama, por favor, en ese pueblo. Pero además, mucha ingenuidad y una pretendida astucia para tomarnos el pelo. Nunca fui a la exposición. Pero escribí, como no, una reseña que se llamó Los hoyos de Paniagua. Si alguien quiere, puede buscarla en la hemeroteca de la Universidad de Guanajuato, está en el periódico Correo, allá por el año 2004. La exposición paniaguadesca era una tomada de pelo. Yo escribí y publiqué un artículo de puras mamadas, lo reconozco. La exposición no daba para más.
Recuerdo que Paniagua no entendió mi artículo o no lo leería, porque cuando me lo encontré en la calle me saludó muy sonriente y agradeciéndome la reseña. Pocas semanas después alguien le explicaría (o sería que al fin lo leyó) y me retiró el saludo. Yo viví compungido un par de años.
Pero Paniagua se retiró de las artes plásticas y, ¡qué creen?: ¡Se volvió escritor! Un mal día, quizá por el 2005 me otorgó otra vez el privilegio de su saludo, el interés tiene pies y me llegó con un mamotreto. Era una “novela”. Quería que la leyera y le dijese mis más encendidos elogios. Le dije que sí. Aunque desde el título me hizo desconfiar: “Cómo perdí a mi hijo”, o algo así era su prometedor encabezado. Consistía en una lastimera historia de la forma en que su ex esposa le quitó la patria potestad de su hijito. Lo cual se infería antes de la primera cuartilla de lamentable prosa lloriqueante. Me pregunté “¿qué le digo?”. Lo más sensato era decirle, “Pues para qué te peleas con tu mujer, pero, oye, procura no escribir eso. O si lo escribes, no se lo enseñes a nadie”.
Ya como en el 2008, y siguiendo su fulgurante carrera literaria, escribió una historia (otra “novela” que por cierto puede leerse en internet), sobre un personaje entre Cristo, Supermán o Batman, como se prefiera y Paniagua. El personaje tenía algunos defectos (graves) de construcción: además de ser mariguano, salvar al mundo, tener una amante de raza negra y madrear —a punta de karatazos— en la calle a los borrachos que le insultaban a su amada, era monstruosamente ingenuo. Ridícula, estúpidamente ingenuo. Pero, bueno, salvaba al mundo en contra de los malos. Ay, cabrón.
Paniagua hizo el tiraje de mil ejemplares de esa “novela” y también quería que la leyera y le hiciese la consabida reseña. ¡Pero además quería venderme su libro en 80 pesos! Le dije que no, que no se lo compraba. Que sí le haría la reseña, pero no se lo compraba. Hice bien en no pagarle los 80 pesos, lo hubiera lamentado. Intenté leerla, pero no pude pasar de dos cuartillas y me metí otra vez en el brete. Me dije: “Yo no voy a leer esto. Ni siquiera lo haría si me pagaran. ¿Y ahora que le digo?” La reseña (todavía) me niego a hacerla, de hecho ya le dediqué estas líneas. Es demasiado.
Luego escribió algo que llamó cuento-ensayo, o algo así. Tengo idea que el texto llegó a mis manos. Pero se permitió el señor enviármelo por correo electrónico. Era una confusa diatriba en la que expresaba sus terribles frustraciones por su gran fracaso en la vida o la larga serie de éstos. Pero de alguna manera se manifestaba agresivamente acerca de “mis” fracasos dirigiéndose a mí como lector y llamándome mediocre. Yo dije “este pobre güey trae demasiada mierda adentro y con este texto hediondo me la quiere echar encima”. Dejé de leer esa porquería agresiva y frustraneogénica. En este texto Paniagua si logró romper con todo. Se lanzó a insultar a sus supuestos lectores y a vacunarlos contra toda prosa o leyenda que proviniera de su aturdida autoría.
Yo siempre he pensado que el arte, la literatura, es seducción, es algo muy cercano al amor. Más todavía, pienso que es amor, pero expresado en letras o en imágenes o en sonidos, etc. El espectador se convierte en un ente pasivo, dispuesto a ser seducido, a que el autor de una obra plástica, musical, dancística, literaria, se apropie de él para hacerlo gozar espiritualmente en una especie de clímax, de orgasmo del alma. El espectador, en actitud femenina, se entrega al que lo sedujo, lo ama, porque el acto creador es un acto de amor, más aun, de comunión. Y corresponde a los dos re-crearla, autor y espectador, ambos, crean la obra. Si un imbécil no sólo no pretende seducirme, sino trata de cometer un acto de violación, de echarme encima sus frustraciones, su odio y su incapacidad de lidiar con sus propios fracasos y mediocridad… pues simplemente lo mando mucho a la regran chingada. Ese era el principal defecto de aquel Cuento-ensayo o algo así.
Por ahí escribió un cuentito chistoso, del absurdo. Jorge Olmos Fuentes, el poeta, tuvo a bien incluirlo en su antología del cuento guanajuatense Una cierta alegría de no saber a donde vamos. Está bien. Es valioso que también este tipo de autores se encuentren en las antologías.
Ahora, el insigne creador de aquel Cristo-superbatman-mariguano-cogelón y madreaborrachos callejero, pretende opinar sobre Benito Juárez. Y, erudito, nos quiere recordar los tratados McLane-Ocampo. Yo me pregunto, ¿por qué un español bastante charlatán, advenedizo en sus intentos “literarios” y con falsas pretensiones de artista se atreve a opinar sobre Benito Juárez? ¿Quiere limpiar las cloacas de los gobiernos panistas guanajuatenses para congraciarse con ellos? ¿Sabe Paniagua que si se mete en asuntos políticos en México está violando la ley de nuestro país?
¿Qué le parecería a este español hartista (porque muy pronto deja hartos a sus espectadores) que un mexicano opinara sobre la limpieza étnica y expulsión de judíos, islámicos, gitanos y todo sujeto con “impureza” de sangre que hicieron los reyes católicos —por cierto, Isabel, es fama, se bañó dos veces en su vida: a qué apestaría aquella mujer, la reina de los que vinieron a “civilizar” a una de las culturas primigenias de este planeta—, o de la catástrofe demográfica (exterminaron a unos veinte millones de indígenas en menos de un siglo) que en su inmensa estupidez, su monstruosa crueldad y su ambición sin límites por el oro provocaron sus antepasados en estas tierras? Y, ¿para qué? Para que en los tres siglos de dominación colonial en América, España se volviera un país de tercer mundo luego de que las inmensas riquezas robadas en América, los españoles permitieran que ingleses, holandeses y franceses se las arrebataran para convertirse en las primeras naciones del mundo en el siglo XIX.
Aceptaría que un conservador católico mexicano —alguno de estos panistas ignaros que dicen gobernar Guanajuato, empezando por el gobernador Juan Manuel Oliva o sus adláteres— acometiera contra Juárez. Que me recordara, para refutárselo, los famosos tratados multimencionados. Pero de un pseudo artista extranjero, ignorante y que además está violando la ley mexicana, simplemente no lo acepto e invito a las autoridades a que procedan según lo conducente. El pleito es político y es con el alcalde de Silao de la Victoria (de los liberales).

jueves, 9 de septiembre de 2010

Carta al Johnny, alcalde de Silao

Carta al alcalde de Silao

C. Juan Roberto Tovar Torres, presidente municipal de Silao de la Victoria, Guanajuato. Señor:

Veo con asombro que su gobierno ha decidido retirar el monumento al Benemérito de las Américas (la América hispanoparlante, la francófona y la anglófona) que se encuentra en la entrada de Silao, en territorio de este municipio. Esto me ha provocado las siguientes preguntas:

1. ¿Piensa que retirando el monumento a nuestro más alto prócer conseguirá demeritar la inmensa estatura de Benito Pablo Juárez García, segundo padre de la patria?

2. ¿Supone que al retirar este monumento logrará que los mexicanos que admiramos al más grande político y estadista mexicano de la historia –único de nuestros héroes victorioso– dejemos de venerar su memoria?

3. ¿Cree usted que no reclamaremos este dispendio sin más objetivo que satisfacer su odio (risible si no fuera porque usa los dineros del erario) y su intolerancia proveniente de su catolicismo trasnochado?

4. ¿Por qué sembrar más enconos, por qué ofender a los juaristas con este alarde de autoritarismo barato?

Responda, señor presidente municipal, o aténgase a que los que no estamos de acuerdo con esta barbaridad, en uso de nuestros derechos constitucionales, organicemos actos de protesta para reclamar esto que es un agravio, un acto de voluntarioso autoritarismo y un despilfarro.

A sus órdenes.

Pterocles Arenarius (Jesús Ortega Rodríguez), escritor