jueves, 13 de diciembre de 2018

¿Qué pasa en la humanidad cuando leemos?


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¿Qué pasa con la humanidad cuando leemos?

Pterocles Arenarius

Leer es una función superior de la especie humana. El homínido (autoclasificado) homo-sapiens-sapiens (hss), ha adquirido ante otras especies semejante estatus por algunas razones, entre las cuales anotemos las que quizá sean más importantes. La primera es que alcanzó la hegemonía en el planeta. Más importante incluso que la anterior, es que ha adquirido consciencia planetaria. La relación entre ambas cuestiones anteriores es que nuestro género es el responsable ―y así lo asume― tanto del planeta como de las demás especies que en él habitan.
Con Pancho Villa y Una muerte inmejorable
La adquisición de la consciencia es la facultad más importante y junto con ella aparece la cualidad suprema de nuestra especie: la razón, es decir la función intelectual. Digamos, la capacidad de elevar el pensamiento hasta la abstracción y a través de ella alcanzar incluso lo sublime, la estatura espiritual o la conmoción ante la obra de arte, la capacidad de encontrar la belleza tanto en el mundo natural como en la humanidad (algunos escépticos me dirán, por esto, ingenuo o quizá iluminado, pero la belleza, incluso entre los humanos no sólo existe, sino que es abundante: un día paséense por un barrio de gente clasemediera o, en otras palabras, afortunada y bien alimentada. Las muchachas hermosas abundan entre tal tipo de población y suelen convertirse en una fiesta de placer para los ojos); no menos que lo anterior, la creación de una metafísica personal o la adopción de una, ya sea filosófico-científica o incluso religiosa pero difícilmente de las religiones-institución que actualmente predominan y padecemos. Las anteriores son, junto con unas cuantas circunstancias más, los motivos de una vida humana feliz; pero, además, el desarrollo en grande de una de ellas nos da incluso la trascendencia como individuo.
Los libros, nuestra civilización
La consciencia humana, quién lo duda, es ―digamos en el lenguaje de los biólogos― la más grande adquisición evolutiva de cualquier especie en la Tierra. Casi no hay duda que todo empieza cuando el pensamiento se convierte en lenguaje. En el momento más remoto, cuando por un lado el pensamiento apenas rebasa lo que serían las emociones, los sentimientos y por otro lado el lenguaje no iba más allá de gritos de alarma o de terror para salvar al vida y alertar a los congéneres tribales. Pero el pensamiento se intensifica con tal de vencer las dificultades, por otra parte, el lenguaje se amplía para describir, o intentar hacerlo, tanto las dificultades como las emociones que provocaban las “grandes hazañas” de los cazadores. El lenguaje le pone un escalón al pensamiento y éste la da uno más al lenguaje. Uno al otro se crean, se apoyan, se generan mutuamente. De igual manera que el trabajo hace al hombre, cuando el trabajo es hecho por el hombre.
El lenguaje necesitó miles de años para ir creándose, para volverse muy refinado hasta que llegó el momento en que requirió convertirse en lenguaje escrito. Se dice que tal ocurrió porque, una vez concretada la revolución del neolítico, con el descubrimiento de la agricultura, la propiedad privada, la dominación masculina y la acumulación de bienes (granos, animales domesticados, etc.), fue imprescindible la cuantificación de lo poseído. El uso de los números y las operaciones más sencillas entre ellos. Y si esto volvía natural la creación de una bitácora económica, ¿por qué no una cotidiana? Podríamos decir que así nació la historia, o la documentación de la existencia.
A lo que se desea llegar es a la idea de que el lenguaje escrito ―y de manera irrenunciable― la consciencia humana actual y la hegemonía planetaria de la especie. Es decir, la escritura y, antes, la lectura o bien al revés, esto es la vieja discusión de “el huevo y la gallina”, pero lectura y escritura ponen las bases del descomunal despegue del que fuera en cierto momento un simio desamparado y en grave peligro de extinción.
La escritura, la lectura como resistencia

La lectura, sin duda, nos convierte en gente con vivencias mucho más amplias, variadas y de múltiples registros. Si mirar en la realidad un asesinato nos provoca un grupo de tremendas emociones, la gran hazaña es que una novela pueda causar el mismo estado emotivo sin todas las desventajas de hacer acto de presencia ante un homicidio. Y puesto que la obra literaria ha logrado eso, ¿cuál es la diferencia entre ambas situaciones? La diferencia es sólo en grado de intensidad. El que lo vivió tiene algunas ventajas, si es que sobrevive; el que lo leyó tiene la más grande, que puede vivir muchas más, por miles, circunstancias como ésa de intensas pero eludiendo los riesgos de la realidad. Entonces, es cierto, el cerebro no distingue, si acaso en grado, los sucesos reales de los leídos.
La lectura estimula la imaginación. No hay duda, todos hemos dicho que “vemos la imagen” gracias a alguna descripción muy precisa, evocadora, sucinta e inteligente. La imaginación es una de las facultades de mayor importancia para los humanos. Entre otras maravillas de que nos provee, es la de “saber ponernos en los zapatos de los otros”, lo que da origen a una de las más humanas virtudes, la compasión, o facultad de compartir con otros lo que les pasa. Se dice que los criminales más despiadados, los torturadores, los tiranos, en general no son gente mala, sino soberbia y sin imaginación, es decir, incapacitados para la compasión.
En cuanto al desarrollo del hipocampo y la corteza cerebral, el primero, se dedica a los asuntos del aprendizaje y la memoria en relación con las emociones. Este órgano cerebral pertenece al llamado circuito límbico, que es el sitio en donde se producen las emociones. Tiene que ver con el aprendizaje y la memoria, por supuesto, ¿qué es lo que siempre se recuerda si no lo que nos provocó violentas emociones? ¿Qué es lo que mejor se aprende si no lo que está relacionado con las más hermosas emociones que nos provocaron los grandes profesores que todos llegamos a tener alguna vez en la escuela? En otras palabras la lectura nos convierte en sujetos más inteligentes, puesto que este órgano fundamental del aprendizaje es fuertemente estimulado por esta actividad.
Este momento es prodigioso. Porque es el resultado de miles de millones de circunstancias ocurridas en el pasado para que este instante fuera exactamente como es. Eso me recuerda dos grandes obras de la literatura, una, el poema Las causas, de Borges. Un recorrido por la historia de la humanidad en unos treinta versos más o menos. Para concluir “se precisaron todas esas cosas / para que nuestras manos se encontraran”. La emoción es un escalofrío que nos recorre todo el cuerpo, como Borges recorrió desde “La frescura del agua en la garganta / de Adán. El ordenado paraíso” hasta “los rastros de las largas migraciones /.../ la conquista de reinos por la espada / la brújula incesante, el mar abierto /.../ el polvo incalculable que fue ejércitos /…/ cada remordimiento y cada lágrima”. El estremecimiento emotivo no es más que el descomunal peso de la historia sobre nuestra consciencia. Ray Bradbury va más allá al menos cuantitativamente, aunque sea menos lírico, mucho menos sensible y aunque la evocación es de otra índole, no deja de ser brutalmente intensa en su cuento El ruido de un trueno, en donde aquel personaje palurdo compra un viaje por el tiempo a una empresa turística en un mundo mucho más avanzado tecnológicamente que este en que vivimos. El hombre acude al recorrido en donde se simula la caza de un dinosaurio con las correspondientes fotos para asombrar a los amigos. Este perdulario desobedece las rigurosísimas indicaciones y mata a una mariposa. Las consecuencias son atroces. Regresan a su época y el mundo es mucho peor de como lo dejaron. Una causa muy simple, la muerte de la mariposa, provocó efectos acumulativos en millones de años, el efecto es devastador. El encargado del peregrinaje ejecuta sumariamente al necio, de ahí el título del cuento. La literatura trata ―¿cómo podría no hacerlo― la relación causa-efecto. Las obras maestras de Borges y Bradbury le dan sentido a millones de sucesos con la realidad actual, aunque sea ficticia. En efecto, la estructura principio (o introducción)-(planteamiento)-nudo-desenlace potencia el pensamiento secuencial y la vinculación causa-efecto, es decir, la manera como transcurre este universo.
Al final, lo más importante, quizás, de todo, es que la lectura genera y fortalece la empatía, esto es, una manera benévola de mirar a los seres humanos. Eso es ser más humanos. Porque gracias a aquella benevolencia se asegura la preservación de la especie. Motivación esencial, por lo menos hasta este momento, de la existencia del hss mencionado, con sus asegunes más bien muy graves. La otra opción es ser más animales. Lo que entre humanos significa “ser peores contra los propios humanos”, puesto que la consciencia es irrenunciable. No pocas veces en la historia, la existencia de la humanidad se ha visto en peligro.
Quizás esto no tenga sentido. Quizás no haya objeto para la existencia. Sin duda el universo continuará su movimiento si la vida en la Tierra desaparece. Pero sería muy lamentable. Al final, como dice la teoría científica llamada principio antrópico: “El universo es como es para que en cierto momento, la materia llegue a un grado de organización tal que pueda tomar consciencia de sí misma”. La materia del universo sabe que existe, tiene conocimientos del propio universo gracias a que está aquí eso que se autonombra homo-sapiens-sapiens. No podríamos ser tan irresponsables como para autodestruirnos. Eso sería fallarle al universo que, dicen los científicos, nos construyó en 15 mil millones de años de ensayos. Pero eso parecen pretender los políticos, los financieros, los militares.
Pero nosotros seguiremos leyendo, escribiendo, pintando, bailando, actuando, esculpiendo, en una palabra, documentando nuestra existencia y haciéndola digna de existir e incluso bella.

lunes, 24 de septiembre de 2018

Atentar contra el arte


Atentar contra el arte

Pterocles Arenarius

El grandioso oficio del artista, la experiencia forjada en años de, primero, aprendizaje y luego de ensayo y error, de autoforjarse, autoconstruirse como artista con base en la creación sin cesar; el conocimiento de cuanto implica la lenta, la amorosa, la inteligente elaboración de una obra de arte que habría de quedar a la intemperie y no menos el conocimiento de lo que significan los símbolos, tanto el de el saludo de manos tan peculiar como el de los objetos que están de fondo, una escuadra y un compás, un símbolo que ya es secular y, me atrevo a decir, arquetípico. Una obra de arte, una exquisita creación... Para que aparezca un idiota amparado por la oscuridad de la noche y la inoperancia, la abulia y la corrupción de la autoridad y perpetre esta inmensa estupidez. Destruir por destruir. Romper, quebrar, aniquilar. Cuando ocurre un acto de estos ―destruir una obra de arte― perdemos todos. Se me ocurre pensar qué debe haber en la mente, en el corazón de alguien que es capaz de destruir algo así. Pienso en una persona inconsciente, en alguien que no ha avanzado mucho más allá de la bestialidad. Pienso en que el gobierno, la autoridad en general, ha fracasado de la manera más dolorosa, primero en vigilar, en cuidar el orden y luego en garantizar la seguridad de nosotros y de nuestros valores. Pero también pienso en cuanto hemos fracasado como sociedad para que hayamos dado productos como la lamentable persona que fue capaz de perpetrar un acto como el que se ve en la fotografía. Somos víctimas de una decadencia atroz. Un país cuyos ciudadanos actúen así no tiene salvación. Esto me hace recordar al pobre imbécil que incendió el Templo de Diana en Éfeso, una de las siete maravillas del mundo, sólo para que la historia lo recordara (como una bestia, pero lo recordara); pienso en el oscuro comerciante que robó el frontispicio del Partenón con la complicidad de los corruptos invasores turcos para despojar al pueblo griego de una de sus prodigiosas joyas históricas. Pienso en la destrucción, la quema de la Biblioteca de Alejandría y el asesinato de la científica Hypatia que Carl Sagan comparara, por la inmensa pérdida de joyas de la literatura y en general del conocimiento humano, con una trepanación de la humanidad de aquellos tiempos. Pienso en la quema de libros por los nazis y el asesinato de poetas, García Lorca, Miguel Hernández, por lo menos, por parte del régimen fascista-católico de Francisco Franco; conjunto de hechos que sumió a España en medio siglo de cretinismo cultural y un siglo de penuria económica de la que no terminan de salir. Pienso no menos en la inmensa destrucción de una avanzada cultura, la mesoamericana, a manos del imperio español y conducida por el fanatismo religioso y genocida más intolerante de la historia.
La obra original

En fin, pienso que entonces para qué putas pagamos miles de policías que deambulan haciéndose pendejos en patrullas que siempre traen la torreta encendida y son incapaces de evitar este acto monstruoso. ¿Cuánto tiempo tuvo que estar el delincuente realizando “su creación” y qué tanta preparación, vigilancia y materiales tuvo que contar para dañar la obra de arte?
Ahora, por lo que anota Daniel Barrera acerca de que también sufrieron atentados imágenes de Cuauhtémoc Cárdenas y de Porfirio Muñoz Ledo, creo que no hay que descartar un atentado ya no desde la más vulgar inconsciencia de plebeyos idiotas, sino en que éstos hayan sido pagados por otros que sí son muy capaces de este tipo de actos. Hablo en específico de los ultraderechistas católicos que envenenados desde su infancia odian a la masonería y a todo lo que tenga el más mínimo halo de aquella.
Es como el ataque de un animal

Es triste si este acto de bestialidad se perpetró por inconsciencia. Por los datos adyacentes no lo parece. Lo que me consuela es que los odiadores de la masonería y lo aledaño a ella no saben hasta dónde la tienen metida ―digo a la masonería―, porque tendrían que destruir casi toda la literatura moderna, gran parte de la pintura del siglo XX y XXI de toda Europa y ya no digan de la mexicana y mucho, muchísimo más de lo que no tienen ni idea. Este atentado es como quitarle un pelo a un gato. Y lo que más me consuela es que el autor de la obra afectada, el gran pintor Daniel Barrera, puede crear cientos o miles de obras más.
Es decir, como lo dijo quien ya saben ―el del siglo XIX y el de este momento―: “No le han quitado ni una pluma a nuestro gallo”.
Inadmisible realidad


viernes, 10 de agosto de 2018

Tres hazañas policiacas

Tres hazañas policiacas

Pterocles Arenarius

                                                                                    Hay un lema que siguen todos los                                                                                    que practican este oficio:
                                                                                   “Si quieres llegar a policía viejo                                                                                         hazte pendejo".

Hace un par de semanas vi un pleito en el metro. En realidad no fue pleito sino una pequeña golpiza que un policía vestido de civil le atizó a un viejo pendejo (y, quizá, borracho). Los hechos fueron como sigue:
El policía era un muchacho que acaso alcanzaba los 30 años. El viejo pendejo era un bien entrado sexagenario. El joven policía iba sentado casi dormido y, aplastado medio horizontal sobre el asiento, hacía que sus rodillas casi tocaran el lugar frente a él, con lo cual provocaba que nadie pudiera sentarse ahí.
El viejo, seguramente borracho, se empeñó en sentarse en el asiento que el policía obstruía con sus rodillas.
El viejo se metió casi a fuerza y se apoltronó. El policía se hizo el molesto, es muy seguro que trajera encima 24 horas sin dormir, pues suelen trabajar 24 horas (de actividad) por 24 horas (de descanso).
El viejo traía un paraguas, una mochila y un libro. Desafiante (quizá borracho, ya se dijo) se sentó frente al policía. Se miraron feo los dos y noté que se empujaban belicosamente con las rodillas. El viejo se puso a leer el libro que llevaba. El policía siguió dormitando. Así se fueron desde Pino Suárez hasta Moctezuma, íbamos en la Línea Uno. Ahí el viejo se puso de pie para salir, pero las largas piernas del policía le estorbaban el paso. Lo empujó, le pegó con las rodillas para hacer a un lado las piernas del estorboso policía y salió. Empezaron a insultarse. Se mentaron la madre mutuamente. De pronto, el viejo le tiró un sombrillazo al policía. Éste, un joven, lo esquivó. Se levantó furioso y se abalanzó contra el viejo que esgrimió valerosamente su paraguas como defensa y le tiró un tremendo golpe. Pero el otro era un joven, fuerte, policía y, por lo menos, unos diez centímetros más alto que el viejo pendejo y borracho. El policía detuvo el golpe con asombrosa facilidad interponiendo el antebrazo. En ese momento su reloj salió volando y nadie se percató. Le quitó el paraguas al viejo pendejo, le dio un par de golpes en la cara, en la cabeza, lo tiró al suelo de un aventón y le dio una patada en la espalda. Luego, olímpicamente, se metió en el carro del metro que se había detenido y, quizá, el conductor veía la riña. El viejo no estaba de ninguna manera a gusto. Se levantó del suelo, empezó a gritar “¡Policía, policía!” y fue corriendo a jalar la palanca de emergencias del metro que así no puede avanzar.
Llegaron cuatro policías. El viejo borracho les dijo “Aquí el muchachito me agarró a patadas en el suelo; agárrenlo”. Uno de los policías obedeció, pero el policía golpeador no perdió el tiempo, le dijo por lo bajo “Bríndame la atención, pareja, hazme el paro”. Que no otra cosa se dicen los policías cuando cometen un delito o le pegan a un viejo, para que sus “parejas” no los detengan.
Y, ciertamente, lo soltaron cuando ya hasta lo habían agarrado. Y el policía que apaleó al viejo se fue caminando como si no hubiera pateado en el suelo a un hombre que, por la edad, podría haber sido su abuelo.
El viejo gritó a los policías “¿Por qué lo dejan ir?, ¿le tienen miedo?”, y le gritó al que huía: “¡Ven a seguirme pegando, cobarde, hijo de tu puta madre!”. Lo dejaron ir.
El viejo borracho (y pendejo) se puso a recoger su mochila, su libro, su gorra (traía una cachucha que no se había mencionado), su paraguas y, ¡oh, sorpresa!, el reloj que, nadie lo notó, se le cayó al policía a causa del sombrillazo que le dio el viejo.
Cuando terminó les dijo “Ya lo dejaron ir, ¿verdad?”. Los policías, haciéndose pendejos, no le contestaron. Uno le dijo: “¿Cómo pasó todo?”. El viejo pendejo (y borracho casi seguramente), indignado contestó: “¿Ya para qué me preguntas?, ya lo dejaron ir. ¿Para qué sirven ustedes? Son servidores públicos y no sirven para nada”. Y se fue.
La historia no acaba aquí.
Salimos juntos del metro Moctezuma, del lado de la colonia del mismo nombre. Hablamos:
―¿Cómo ves?, hijos de su reputa y rechingada madre ¿no? ¿Por qué dejaron ir al hijo de su puta madre que me pegó?, ―el viejo, borracho, no se había dado cuenta que el que lo golpeó también era policía (pelón, joven, desvelado y, lo más importante, conocedor de los códigos para que sus “parejas” no lo detuvieran). No se lo dije.
―Ssssí, son cabrones. Ps ya se querían ir a dormir…, por eso lo dejaron ir. Y es que luego se tardan mucho en los trámites y levantar acta y todo eso, cuatro, cinco, hasta ocho horas. Y ellos ya se querían ir a descansar.
―¿Y por eso ya te pueden matar a chingadazos en el metro sin que se pongan a hacer su trabajo los hijos de su chingada madre? ¿Entonces para qué putas sirven?
―Así son, mi amigo… ―en ese momento una patrulla apareció dando vuelta con sirena abierta por la esquina atrás de nosotros.
―¿Y estos hijos de su puta madre qué…?, ―dijo el viejo borracho. Pensé un par de segundos y le dije:
―¿Sabes qué, compadre…? Así como ves capaz que vienen por ti. Pero no tienen evidencia de que tú eres, nada más recibieron la llamada por radio, nos quieren asustar a ver si nos echamos a correr o les tenemos miedo. Tú tranquilo ―no era necesario que se lo dijera, sino al revés, el viejo estaba encabronado y más bien había que tranquilizarlo para que no insultara a los policías. No les tenía miedo―. Si nos caen tú eres un ciudadano que no sabes ni madres de lo que pasó ahorita en el metro, porque por áhi nos van a tratar de cinchar.
Como vieron que no huimos apagaron el puto escándalo de la sirena, pero aminoraron la velocidad de la patrulla y se pusieron al parejo de nuestra marcha. No podíamos verles la cara por las luces azul y roja que emite el penacho de la patrulla, pero sin duda nos veían como su botín. Detuvieron el vehículo, se bajaron de la patrulla que atravesaron prácticamente en nuestro camino. Con la mano en la funda de la pistola, como amenazando con sacarla, llegaron hasta nosotros.
―Usté, caballero ―nos dijeron con la extraña y puta maña de los policías de llamar caballero a todo el mundo―, tiene que acompañarnos. Identifíquese. Tiene el reporte de que participó en una riña en el metro y se escapó de la autoridá ―completaron señalando al viejo borracho que me acompañaba. El viejo dejó de parecerme tan pendejo por la manera en que reaccionó:
―Mire usted, señor, ignoro a qué se refiere. No tengo idea de lo que dice. No sé ni de lejos de qué riña me está hablando. Pero sí le recuerdo que la Constitución Mexicana dice dos cosas que ahorita caben muy bien, una, que ningún acto ni reglamento ni operativo, como ustedes les llaman, está por encima de sus leyes y, dos, que también dice que ningún ciudadano puede ser molestado en su persona, propiedades o tránsito si no existe una orden judicial ex profeso que así lo establezca. ¿Puede enseñarme la orden judicial que lo autorice a interrumpir nuestro tránsito?
―No, mire, a nosotros nos dan un aviso de que un sujeto agredió a un pareja, digo a un policía en las instalaciones del metro estación Moctezuma. ―Dijo el policía como si leyera de una pequeña libreta en la que habría apuntado lo que le dijeran por radio―. Y el retrato hablado es igual a usté.
―Le repito, nosotros no sabemos nada. Lamento que su colega haya sufrido una agresión y, si no tiene orden judicial que lo autorice a interrogarnos, su retrato hablado no tiene validez y hasta se me hace que no existe, así que le pido que no moleste nuestro tránsito y cumpla con la ley. Con su permiso. ―Y echó a caminar. Los policías no se atrevieron más que a, primero, quedarse parados mirándose uno al otro y, luego, regresar a su patrulla. Todavía alcancé a oír que dijeron:
―¿Cómo ves, pareja, les damos en su pinche madre?
―Yo creo que no, pareja, se ve que estos rucos se la saben y pa’qué quieres… ―y se fueron.
Caminamos un poco, unos cincuenta metros. El viejo no tan pendejo, pero sí borracho me dijo:
―Cabrones, hijos de su chingada madre. Pobres imbéciles. ¿Quieres un pegue?, ―mientras me ofrecía una anforita de anís El Mico.

jueves, 12 de julio de 2018

3, 4 y 5: Números pitagóricos

Tres, cuatro y cinco; Números pitagóricos
Uno de los más grandes. Ciego deslumbrante. En la ciudad sagrada.


Tres de siete.
Ficciones, Narraciones, Jorge Luis Borges.
Una vez, hace muchos años, el poeta Francisco López Rodríguez me dijo que cuando leyó el cuento “Tlön, Ukbar, Orbis Tertius” sintió, más que pensar, que este cuento lo había escrito un loco. Me lo dijo con una actitud de tremenda extrañeza. Casi me parecía que la locura que él creyera encontrar en el cuento se le hubiera contagiado. Alguna vez leí algo parecido que escribió Borges sobre Emmanuel Swedenborg, anotaba que este autor describía con gran racionalidad, incluso con suma inteligencia y con una prosa notable por elegante, pero los objetos descritos sólo podía haberlos visto un loco. Swedenborg habla de los ángeles, de su observación del paraíso, de la vida después de la muerte y también de los seres que habitan sitios que posiblemente llamaríamos infernales. Objetos y seres que no se encuentran en este mundo.
Borges es un escritor así. Él escribe, por ejemplo, sobre un libro infinito, ¡en serio!, un libro que no termina ni empieza jamás y dura eternamente. Nos cuenta sobre aquel hombre que recordaba todo, absolutamente todo lo que percibía. Justifica incontestablemente el porqué Judas es el verdadero mártir en la pasión llamada cristiana y no el mismísimo Jesucristo. Nos cuenta como una secta intenta crear un universo, humildemente, sólo un universo como este en el que vivimos, sólo que ellos lo tratan de hacer en un libro, por supuesto. O bien encuentra un punto en donde es posible ver todos los sitios que existen en este planeta; y eso lo hace en dos cuentos. Nos demuestra que la muerte es un tesoro escondido y que, finalmente, es lo que le da su gran valor a la vida. Un día, cuando es un hombre mayor y ciegose encuentra con un muchacho treinta años menor que él, ¡pero es él mismo! ¡Borges habla consigo mismo en un mutuo sueño de joven y de viejo! Hay un cuento de Borges que parece una broma muy pesada, dice que Pierre Menard es el autor del Quijote, lo cual usa para probar que ese libro es tan nuevo como su autor francés Menard, y tan antiguo como un tal Miguel de Cervantes. Cosas así escribe Borges, quien murió en el año 86 del siglo pasado, pero, como Gardel quien cada año canta mejor, igualmente Borges, cada que lo leemos se supera notablemente. Yo creo que es muy difícil encontrar en la historia mundial de la literatura un escritor más original que Jorge Luis Borges Acevedo.
Borges es inagotable. Sus ensayos destilan sabiduría, erudición y bondad, a pesar de que sus posturas políticas no fueron las más deseables.
Hay frases tremendas en todas las narraciones de este gigante argentino, recordemos unas cuantas: “Los espejos y la cópula son abominables, porque multiplican el número de los hombres”; “La candente mañana de febrero en que Beatriz Viterbo murió, después de una imperiosa agonía que no se rebajó un solo instante ni al sentimentalismo ni al miedo, noté que las carteleras de fierro de la Plaza Constitución habían renovado no sé qué aviso de cigarrillos rubios; el hecho me dolió, pues comprendí que el incesante y vasto universo ya se apartaba de ella y que ese cambio era el primero de una serie infinita”. “Esta Ciudad (pensé) es tan horrible que su mera existencia y perduración, aunque en el centro de un desierto secreto, contamina el pasado y el porvenir y de algún modo compromete a los astros. Mientras perdure, nadie en el mundo podrá ser valeroso o feliz”.
Borges es un escritor inaudito. Sus fantasías no son ciencia ficción, son imaginaciones extravagantes y siempre debidas a las obsesiones de este autor. Lo fascinante, lo increíble, es que el escritor sostiene las fantasías imposibles a punta de palabras. Borges es tremendamente filosófico. También obsesivo. Hay un pequeño grupo de objetos que sin duda son recurrentes de manera permanente en su obra. El infinito, los libros, el laberinto, el otro que es él mismo.
Suele sentirse, al leer a Borges, que uno está leyendo a un hechicero. El embrujo Borgiano empieza por una gran extrañeza. Este argentino altamente europeizado es un alma extraña. Sus narraciones destilan sabiduría. Él escribe para la inteligencia, para el pasmo, para invitar al lector a la fascinación por las ideas trascendentes incluso esotéricas. Lo dicho, es un mago.
(Un día leí que un escritorzuelo había viajado ex profeso a Ginebra, Suiza, donde está la tumba de Borges, para mearse en ella. Y he leído de otros aspirantes a escribir que han dicho estupideces del estilo. El ciego argentino es inmune a bajezas así que sólo degradan a los de por sí ya miserables a quienes Borges les parece inmodesto o, más bien soberbio: son personas que leyeron, o intentaron leer los cuentos de Borges y no los entendieron, son los insectos de la podredumbre ante el gigante).
Escribir sobre este gran autor no es enchílame otra. Lo supe cuando intenté sacar algo rápido y simple. No, Borges es otra cosa. Por eso me tardé tanto que no terminé en el lapso del tercer día, sino en la madrugada del cuarto día del reto. Pero en fin. Aquí va el tercero de siete. Y convoco a Enrique Ramírez.

En primer plano Sabato. Atrás Allen Gingsberg y Nicanor Parra.

Cuatro de siete.
Sobre héroes y tumbas, Ernesto Sabato.
Leí Sobre héroes y tumbas, por primera vez, quizá como por el año 87. Antes de la página 50 ya había notado que era un platillo demasiado fuerte. La novela es muy dura. Había un personaje terrible y atormentado hasta la más radical esquizofrenia, pero dueño de una inteligencia muy superior. A ese hombre le hacía daño el mundo. Sus más que clarísimas luces le indicaban que este es un mundo atroz, un lugar en el que no exista el perdón y sí la crueldad y los actos despiadados. La novela adquiere una altura sin mesura cuando Sabato (pronúnciese sábato porque la ortografía, nos indicó Sabato, es italiana, sin acentos) introduce el capítulo llamado Informe sobre Ciegos. Desde el epígrafe notamos la espantosa grandeza del texto: “¡Oh, dioses de la noche!¡Oh, dioses de las tinieblas, del incesto y del crimen,de la melancolía y del suicidio!¡Oh, dioses de las ratas y de las cavernas,de los murciélagos, de las cucarachas!¡Oh, violentos, inescrutables dioses del sueño y de la muerte!”.
Y de ahí, que es el clímax, la novela vuela o, sin duda, deberíamos decir penetra hasta la parte más profunda y siniestra de los que formamos esto que llamamos la humanidad― y avanza devastando. Sobre héroes y tumbas” es una gran novela. Es como Shiva el destructor. Sabato considera que en este mundo hay demasiada porquería y, simbólicamente, purifica a tal orbe, condena a morir incendiándose al personaje: la purificación suprema por el fuego.
El escepticismo de Sabato no reconoce nada. Cuestiona, a través de su personaje, incluso a Dios: o bien no existe, o bien es un inepto, o bien es un perverso, o bien es un imbécil; o bien es bueno, pero no tiene el control del universo, o bien fue derrotado por el Diablo antes de los tiempos y es Satanás quien pergeñó este mundo calamitoso y se lo atribuyó al derrotado Dios. La más grande blasfemia jamás pronunciada.
Sabato es una inteligencia privilegiada. Llegó a ser un científico en el ámbito de la física. Los tormentos que padecía su alma lo llevaron a la literatura. Él cree que la literatura está mucho más allá de la diversión, incluso del conocimiento. Considera que la literatura es la más importante actividad para explorar el alma humana. Psicología pura y masiva. Su visión del hombre es dolorosa pero no deja de ser esperanzada, compasiva como quizá ningún artista lo haya manifestado en la historia. Pero también es terrible y siniestra. Sabato sabe que somos entidades demoniacas y que muy capaces somos de autodestruirnos.
Sobre héroes y tumbas, en lo personal, me provocó una depresión de un par de meses. No es exageración. Con esta novela nos duele la humanidad y nos duele el ser humano. También nos hace entender que somos un milagro o millones de ellos. Sus palabras vienen desde un científico que abjuró del conocimiento “cierto” que proclamaba hasta hace muy poco la ciencia. Sabato se refugia en la letra y el arte para desgarrarse, para demostrar que es más valioso el ser sucio, pequeño, contradictorio y hasta mediocre que es el hombre de la calle. Sabato el ácrata, el desesperanzado escéptico, el hombre de la gran inteligencia, el científico, renuncia al mundo purísimo de las matemáticas, de la ciencia, para descender a una literatura que, paradójica, increíblemente, lo coloca en las grandes alturas de la mejor literatura.
Este es el cuarto libro de siete. Y convoco a Jonathan Zavala para que nos diga de dónde ha abrevado para la buena poesía que nos ha dado.

Genio francés


Cinco de siete.
Gargantúa y Pantagruel, François Rabelais.
Hoy recomiendo esta obra que, en realidad, está formada por cinco libros escritos a lo largo de treinta años.
Tengo que decir que Gargantúa y Pantagruel es uno de los libros que más he gozado en mi vida. Es uno de los que me ha hecho pensar que la literatura es una de las más grandes hazañas de la humanidad y además en una de las actividades en las que es posible que un humano se proyecte a planos superiores de la existencia. Una de las circunstancias más impresionantes de Gargantúa… es el hecho de que fue escrito a partir de un cuento medieval muy ingenuo, pero con toda la picardía del pueblo francés (y de todo pueblo que vive y goza o sufre la existencia). La fascinante historia de dos gigantes Gargantúa y Pantagruel, de autor anónimo, fue el punto de partida para que el fraile y médico François Rabelais (pronunciemos fgansuá gabelé), que además era un erudito, un desaforado lector de los clásicos griegos y latinos, conocedor de la herbolaria de su patria, de la historia europea, de la filosofía completa hasta ese momento histórico, de las plantas sagradas de otras latitudes y, en fin, de múltiples saberes del mundo. Es notable que cuando uno lee este libro ―o esta gran saga de cinco libros en uno solo― tenga la impresión de que está leyendo a un contemporáneo. Y al darse cuenta que el libro tiene unos 500 años no cabe más que asombrarse de la inmensa sabiduría del autor. Rabelais se adelantó en muchos sentidos, en muchos ámbitos a su época. Bueno, los surrealistas de cuatro siglos después lo nombraron un miembro de su escuela, el surrealismo.
Pero lo más importante de Gargantúa y Pantagruel son dos cosas, una es el desaforado sentido del humor. El libro nos lleva a punta de risotadas por una serie de aventuras con harta frecuencia disparatadas, monstruosas, cargadas de imaginación, cochinas o escatológicas como dirían los culteranos. La otra es la desmesura en todos sentidos. Este libro es una de las más grandiosas hazañas de lo escrito, un tremendo atrevimiento y la manifestación más absoluta de la libertad de un espíritu demasiado grande. Me impresionó una de las arengas más simples del libro. Hay una parte en donde ocurre una gran guerra, llamada la guerra picrocolina porque el enemigo a vencer era un rey así llamado, Picrólo. En esos combates participa Gargantúa quien se encuentra como estudiante en la abadía de Theleme. Lo muy notable es que para ingresar como monje en esa abadía es que hay que cumplir con todo rigor su única regla, el mandato solitario de este sitio es “Haz lo que quieras”. Para cumplir con el más alto mandato de tal abadía tenías que hacer eso. Lo que quieras. Me pareció que para muchos que conozco eso sería casi como una maldición. Haz lo que quieras es el mandato de que seas libre sin cortapisas, es el mandato supremo del anarquismo, es la responsabilidad extrema, como no hay otra en este mundo. Si haces lo que quieras te responsabilizas con tu propia vida de cada acto realizado en tu existencia. Porque tuviste la libertad de hacerlo o no. Me di cuenta de que eso es terrible, pero más es maravilloso porque implica la suprema libertad y también sus límites. Es decir, la más grande consciencia posible. Y es tan simple. Y jamás lo había pensado. Y siempre había querido hacerlo y muchas veces lo he hecho y he batallado tanto en mi vida por ello. En fin.
El libro tiene miles más de sorpresas. Siempre son risibles. Desde el principio el autor nos advierte en el prólogo que su objetivo no es el de ser didáctico ni sabio ni culterano ni erudito ni soberbio, sino sólo quiere que nos divirtamos, que gocemos y que nos riamos. Pero de pronto nos damos cuenta en la lectura que estamos frente a un monstruo de conocimiento, un auténtico erudito. Más todavía, estamos frente a un hombre de inmensa estatura, un sabio.
Es notable, no menos, que los gigantes no tienen una medida determinada. A veces el autor nos hace imaginarnos a un hombre muy alto. Muy alto, como de 2.5 metros de alto. Pero a veces hay narraciones en donde tiene que tener por lo menos 30 metros de estatura. Y el colmo es que en una ocasión, uno de los personajes, Panurgo, el políglota y loco y desesperado por casarse y también por no casarse, ese va a dar a una circunstancia en que Pantagruel se lo traga. Panurgo se encuentra en un torrente de líquido que llega al aparato digestivo del gigante. ¿Será quizá su estómago? Está a un lado de un gran lago de mierda (sic). Luego echa a andar y encuentra una ciudad y se topa con los habitantes del pueblo. Uno dice no mames, este güey debe medir por lo menos lo suficiente como para que su tamaño sea comparado con un planeta pequeño.
Gargantúa y Pantagruel, faltaba más, fue como todo lo sabio, lo inteligente, lo libre, lo bueno y lo maravilloso prohibido por la iglesia de su tiempo. Rabelais fue amenazado con la hoguera e incluso perseguido cuando se dieron cuenta de que él había escrito el libro. Los doctores de la Sorbona, que ya existía y los jerarcas de la iglesia no podían soportar las justas y carcajeantes burlas que les dedicara Rabelais. Por esta razón, el gran escritor, conocedor de cómo se las gastaban, publicó los dos primeros libros con un seudónimo que no era otro que su propio nombre trucado en un anagrama: “Alcofribas Nasier, extractor de quintaesencia”, se nombró. Con el tiempo y la fama que alcanzó su maravilla de narración, el rey de Francia, Francisco I, protegió a Rabelais y así el autor pudo publicar los siguientes volúmenes de su creación con su propio nombre e incluso incorporar los anteriores.
Gargantúa y Pantagruel se convirtió en un referente de la gran literatura francesa. Sin embargo, el espíritu de esta nación viró en su literatura en otra dirección, ciertamente opuesta a la que marcaba Rabelais. Existió un Michel de Montaigne, no menos grato que Rabelais, pero muy en otro sentido, mucho más racional, mucho más mesurado, sereno y meditativo. A largo plazo, la literatura de ese país adoptó en gran medida el racionalismo de otro gran francés, Renato Descartes y esta obra grandiosa se quedó en un sitio aislado, como una estrella solitaria de la más grande literatura de la historia.
Voy a decir algo que me atraerá condenas e incluso maldiciones. Va: Gargantúa y Pantagruel es una obra muy superior a una obra titulada El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Sin que considere al Quijote una obra menor ni mucho menos, para mi gusto, Gargantúa… acumula valores superiores a los del Quijote. Siento que la novela francesa es mucho más honesta porque resulta menos moralina que el Quijote. Sin embargo, cuando en la española se le van a Cervantes ―porque quién duda que se le fueron―, los actos canallescos del protagonista en su cautiverio en tierras musulmanas, es cuando muestra el rostro verdadero del héroe. En cambio en Gargantúa… no tenemos ese problema. Los gigantes son borrachos siempre, sus mujeres no son bellas y honestas y pudorosas como las de Don Quijote, sino suelen ser locas, putas y borrachas o brujas, cuando llegan a aparecer, porque ciertamente es una novela muy de hombres incluso de machos.
Tengo que anotar que suspendí tantos días las entregas de los siete días de tu vida y siete libros de tu vida porque estaba como ido. Ido de la realidad. Todavía no acabo de aceptar que la izquierda ganó las elecciones. Siento que tengo que decirle a alguien que me haga el favor de pellizcarme. Por momentos no lo puedo creer. Quiero decirles que luego de medio siglo de luchar contra el gobierno, de padecer las atrocidades, los abusos, los robos de toda índole, incluso la persecución y al mismo tiempo ver el gran poder corrupto y corruptor de la gente del poder, derrotarlos parecía imposible. Al mismo tiempo se observaba la dejadez, la desidia de la gente, su aguante que parecía imposible y suicida. Era fácil pensar que jamás los venceríamos o que si lo hacíamos faltaba mucho tiempo. Simplemente recuerdo que gente como Carlos Monsiváis, Rogelio Naranjo, Miguel Ángel Granados Chapa, Julio Scherer García; el inefable Eduardo del Río, Rius. Se nos fueron. Han dejado un país más empobrecido por su ausencia. Pero la grandiosa victoria electoral nos muestra que su obra no fue en vano. Ellos ayudaron a despertar a las consciencias durante toda su vida. En fin. Hoy, por fin, retomo en el quinto libro las recomendaciones porque es un compromiso conmigo mismo y les digo que si las suspendí fue por cumplir compromisos con otras personas y también por la tremenda, la casi insoportable alegría de la gran victoria, emoción que me mantenía pasmado, abrumado e incrédulo. Y convoco a Aydeé Bravo para que nos diga siete de sus autores amados, uno por día. Aunque no lo haga diario, ni se lo tome tan en serio como lo hemos hecho algunos, basta con unas cuantas líneas. Pero que nos comparta sus grandes lecturas.

Atrás corazón de amor, adelante 52 consejos para escribir correctamente, de Eusebio

jueves, 5 de julio de 2018

La victoria inverosímil


La victoria inverosímil

No hay medicina que cure
lo que no cura la felicidad.
Gabriel García Márquez

Pterocles Arenarius

México ha vivido una larga tiranía ―casi centenaria― con un lapso de excepción en el sexenio del general Lázaro Cárdenas. Los gobiernos “emanados de la Revolución” creían que por ello heredaban el derecho de eliminar a sus contrincantes políticos por medio del asesinato. Pero tuvieron la cautela de que, antes de matar, intentaban el soborno, la cooptación, el cochupo o hasta un acuerdo sensato y ventajoso con los disidentes. Luego, los herederos de los regímenes de generalato cuando empezó la licenciadocracia con Miguel Alemán, después del último presidente-general Manuel Ávila Camacho, no perdieron la maña asesina.
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"Dios, Zapata y Jaramillo" decía la canción
López Mateos mandó asesinar ―no lo olvidemos― al líder campesino zapatista Rubén Jaramillo con toda su familia. Luego vendría al gobierno el genocida Gustavo Díaz Ordaz y su sucesor, no menos criminal, Luis Echeverría Álvarez. Primeros mandatarios mexicanos que a la vez eran agentes de la Agencia Central de Inteligencia (CIA por sus siglas en inglés). Después vino José López Portillo que terminó siendo llamado por el pueblo El Perro Llorón. Le siguió Miguel de la Madrid Hurtado con una hazaña inédita contra los mexicanos: alcanzar una inflación del 5 mil por ciento y una devaluación de mil 500 por ciento. Eran gobiernos que, en los hechos, actuaron como si fueran regímenes de ocupación cuyo trabajo fuera someter a una nación derrotada. Era la dirección de nuestro país al servicio de los gringos, pero tal mando era ejercido por mexicanos desnaturalizados; sátrapas se llamaban en otro momento histórico.
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GDO, LEA, JLP, dieciocho años de desgracia económica y asesinatos

Todo parecía indicar que su misión era llevar al país a tocar fondo. Pero hacían tan bien su trabajo que encontraban profundidades cada vez más abismales.
Pero el que llevó las cosas mucho más allá fue Carlos Salinas de Gortari. Si los anteriores gobiernos mencionados habían sido traidores a México, Salinas se voló la barda, por usar un término beisbolístico que empezará a volverse de moda ya saben por quién. Salinas se jactaba de haber desmantelado la economía mixta al malbaratar miles de empresas propiedad de la nación. Él sería el precursor de la locura neoliberal de entregar en venta de garaje, todos los bienes nacionales mientras se iba depauperando el salario y se instalaba una revolución de los empresarios. En los años 70 si tenías la fortuna de contar con un empleo de salario mínimo y no eras casado con familia te alcanzaba para tener automóvil propio. Hoy el salario mínimo no alcanza para mantener ni a una sola persona.
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Gran saqueador. Demonio del crimen. Jefe de la mafia del poder.
Salinas, un auténtico demonio del crimen, llegó al poder mediante el fraude electoral más grande de la historia nacional hasta aquel momento. Ahí empieza la trayectoria del que en aquellos tiempos era un joven dirigente político que estudiara ciencias políticas acá, en la UNAM, con grandes dificultades, al grado que, como universitario, vivía de gratis en la Casa del Estudiante Tabasqueño y se la pasaba en las más rudas condiciones de estudihambre. Tan la padeció ese chico de nombre Andrés Manuel López Obrador, que, nomás terminar sus estudios, se fue a su tierra a trabajar sin titularse. Y lo haría 15 años después asunto que tanto le reclamaran, incluso de manera enfermiza muchos de sus detractores. Lo cierto es que estudiar en tales condiciones fue un hecho heroico. AMLO fue secretario particular del gran poeta Carlos Pellicer, quien fuera senador de la República, en efecto, por el PRI. (Si yo hubiera tenido la oportunidad de ser secretario del grandioso poeta iguana sin duda habría incidido en el pecado mortal de ser miembro del PRI). La relación entre el poeta y el entonces joven AMLO se debió a que Pellicer gestionara ante el gobernador de aquel estado el sostenimiento económico de la casa del estudiante tabasqueño que le diera posada al joven Peje. De su chamba como asistente de Pellicer debe Andrés Manuel su afiliación al PRI. Después sería director del Instituto Nacional Indigenista de Tabasco. Pronto llegó a ser presidente estatal del PRI en Tabasco. Para 1988, cuando Porfirio Muñoz Ledo y Cuauhtémoc Cárdenas se separan de ese partido, también lo hace López Obrador, de paso se convierte en un joven candidato a la gubernatura tabasqueña. Tenía 35 años.
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Pellicer, iguana; Andrés Manuel, Peje.
De esa época de militancia en su tierra recordamos las dos marchas por la democracia que encabezó contra sendos fraudes electorales y también la fama de que se fue haciendo acreedor por el excelente trabajo que realizara. El Éxodo por la Democracia le costó la gubernatura a Salvador Neme Castillo quien realizara un gran fraude electoral en las elecciones a gobernador de Tabasco contra AMLO.
Después, en 1995, hizo la Caravana por la Democracia cuando Roberto Moretón en la Jeta (alias Madrazo Pintado) le robó una vez más la gubernatura de Tabasco. Esa marcha lo proyectó como un político de dimensión nacional. Así llegó a postularse, en 1994, como candidato a la presidencia del PRD que había nacido en 1989, luego del megafraude de Carlos Salinas de Gortari. Andrés Manuel le ganó esta elección, dentro del PRD, ni más ni menos que al histórico dirigente de la izquierda mexicana Heberto Castillo. Y llegó a dirigir al partido del sol azteca.
Si hay un político que haya vencido adversidades en la historia de México, Andrés Manuel tiene que ser considerado en uno de los primeros lugares.
Desde que lo descalabraron de un macanazo en Tabasco por defender al pueblo contra los abusos y la destrucción que provocaba Pemex, hasta los dos robos electorales cuando fuera candidato a gobernador de su estado, pasando por las dos marchas por la democracia desde Villahermosa hasta el Zócalo del DF, pasando no menos por la negativa para darle registro como precandidato a la Jefatura de Gobierno del DF en el año 2000 hasta el desafuero en 2005, incriminándolo en una falta inexistente con tal de cercenarle sus derechos políticos para que no fuera candidato el año siguiente, 2006, de nefanda memoria por el fraude electoral que dejó chiquito al de Salinas para entronizar en el poder a un sujeto que convirtió al país en una masacre sin límites. Felipe del Sagrado Corazón de Jesús Calderón Hinojosa, mejor conocido por el acrónimo que forma su nombre de pila con su primer apellido, Fecal, convirtió a México en un lugar en que imperaba el asesinato, la guerra entre sicarios miserables, la ejecución de inocentes por error o por sevicia de los soldados del ejército o policías judiciales, el secuestro, la entronización del crimen organizado para exigir cuotas por “derecho de piso” y la pérdida cada vez mayor del control del territorio nacional por parte del gobierno.
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Carlos Pellicer, poeta. Andrés Manuel, político.
Los desmanes, asesinatos y latrocinios de los priístas de los años 60, 70 y 80 terminaron pareciendo cosas de niños en comparación con las matanzas del sexenio infame de Fecal.
Dos veces le roban la gubernatura de Tabasco, una vez le aplican el desafuero, dos veces le roban la elección presidencial, una vez lo golpea algún anónimo policía tabasqueño y lo deja descalabrado.
Nunca ha habido, desde Francisco I. Madero, un político que haya sido más brutalmente atacado que Andrés Manuel López Obrador”, dijo Carlos Monsiváis en alguno de los momentos de guerra sucia contra AMLO. Considerando su trayectoria podemos ver que muchas más son las derrotas que ha experimentado y soportado y resistido. Eso me recuerda al entrañable general de las derrotas, Santos Degollado, uno de los más grandes próceres de la Guerra de Reforma; derrotado decenas de veces, pero cada batalla perdida lo llevaba a levantar un nuevo ejército y regresar al combate, hasta que un par de victorias definieron esa guerra en favor de los juaristas y fue gracias a tantos enfrentamientos perdidos por este héroe.
No es exagerado decir que así es Andrés Manuel López Obrador. Hoy se levanta con una victoria exagerada. Llegará a la presidencia de la República con la mayor legitimidad que haya tenido un presidente en la historia nacional en la segunda mitad del siglo XX y lo que va del XXI. Parece casi imposible su victoria. Arrinconó al PAN en Guanajuato Puebla está todavía en veremos, pero el Congreso de este estado será con mayoría de Morena y dejó moribundo al PRI que perdió hasta en Atlacomulco, carajo.
La victoria de Andrés Manuel es un fenómeno insólito. Ganar en 30 estados de la República no tiene parangón ni siquiera en los más negros tiempos del partidazo único. Eso es lo que logró López Obrador. El Peje rompió con todo el esquema político nacional. Habrá una reconfiguración radical de la clase política en México. Estoy seguro que no exagero al decir que es un milagro. Tampoco lo hago al anotar que la mayoría de los mexicanos no se da cuenta de lo que está viviendo.
El asunto empieza, digamos, al considerar que Andrés Manuel hace la estratagema de Juanito, aquel triste borrachín que AMLO usó para que Los Chuchos, esa pandilla que se apropió del PRD, no le robaran la candidatura a la Delegación Iztapalapa a Clara Brugada. Gracias al apoyo de AMLO ganó Juanito, pero panistas, priístas y perredichuchistas fueron y le calentaron la cabeza al llamado Juanito y el señor ya no quería renunciar al cargo, como lo había prometido y era condición para ponerlo como candidato. Ahí intervino Marcelo Ebrard, entonces jefe de Gobierno del DF y… algo pasó: Juanito llegó a la oficina de Ebrard y habló con la prensa muy seguro de sí mismo, muy propio él. Pero cuando salió estaba pálido y tembloroso. Algo le dijo Ebrard que lo puso así, Juanito en ese momento aseguró que ya había renunciado al cargo que ganara legalmente en elecciones y ya había declinado en favor de Clara Brugada. Así se salió con la suya Andrés Manuel.

Entonces el senador perredista René Arce y otros exigieron que AMLO fuera expulsado del PRD con la condición de que si no lo hacían ellos renunciarían al partido. Los chuchos, sabedores de que no podían expulsar a Andrés Manuel, se hicieron de la vista gorda ante la amenaza y Rene Arce se fue del partido. Intentó crear un nuevo partido, pero comprobó que se necesita muchísimo más que lo que él acumula de capital político para hacerlo. Hoy milita en segunda fila de un membrete político llamado Panal.
Los Chuchos, un grupillo de políticos de la peor ralea, apropiados del PRD condujeron al partido a todo tipo de pequeñas y grandes transas, cochupos, componendas y raterías. El Peje los abandonó y se aplicó a la tarea como si fuera enchílame otrade fundar un partido político nacional. Realizar al menos 20 asambleas constitutivas estatales con un mínimo de algunos miles de afiliados, todo ante notario público. Y también algunos cientos de asambleas municipales en que se demostrara bajo declaración de fedatario oficial, que había habido un número de cientos de afiliados. Lo han intentado una y otra vez en décadas. Sólo dos personajes han conseguido la hazaña. Heberto Castillo que en los años 70 fundó el Partido Mexicano de los Trabajadores (que luego se fusionó con el PSUM para formar el PMS que luego del fraude salinista del año 88 se convirtió en el PRD) y el otro es Andrés Manuel López Obrador. Fundó el partido Movimiento de Regeneración Nacional, Morena en acrónimo, partido con reminiscencias de la más recalcitrante fe guadalupana, pero también, cómo no, la tradición atea y anarcosindicalista de los heroicos hermanos Ricardo, Jesús y Enrique Flores Magón, creadores del periódico Regeneración, tabloide que combatió la tiranía porfiriana y fue difusor de las más avanzadas ideas políticas y sociales, además, precursor de la Revolución Mexicana. Por supuesto, el periódico oficial de Morena se llama Regeneración.
Está bien, aunque sea medio raro, incluso chusco y hasta oportunista incluir conceptualmente así un tanto clandestinamente a la Morenita del Tepeyac al lado de los más indomables anarquistas ateos. Lo increíble es que en tres años Morena se haya levantado desde la inexistencia hasta la victoria más total de los últimos tiempos para hacerse de la presidencia de la República.
Luego de los fraudes electorales de 1988, 2006 y 2012, parecía imposible que la izquierda llegara al supremo poder de la nación. ¿Por qué esta vez no intentaron un gran fraude, total, que diferencia hay entre tres o cuatro grandes fraudes electorales?
Hay varias razones.
Una. El gran fraude se intentó. Pero por muy grande que se haga, el cochupo electoral no alcanza para robarse más allá de 4 o 5 millones de votos. Entonces, la estrategia era tener a un candidato que pudiera acercarse hasta 8 o 10 puntos porcentuales a López Obrador que son equivalentes a aquellos 4 o 5 millones de votos. El robo de votos, aunque ha venido siendo cada vez más novedoso, está limitado. Existen cinco o seis trucos para robarse los votos y no es tan sencillo aplicarlos. Para hacerlo se requiere, asimismo, una estructura humana muy bien entrenada, bien pagada, experimentada y dispuesta a la violencia dado caso. La tiene el PRI, pero no para alcanzar más allá, insisto, de cinco millones de votos.
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1 de julio 2018. Juego perfecto.
Dos. El desprestigio del régimen de Enrique Peña Nieto es abrumador. Si a los mexicanos les ofrecieran votar por el diablo antes que por EPN, casi seguramente lo habrían aceptado. Una buena cantidad de los votos por AMLO son, en realidad, contra EPN, contra lo que este presidente más demostrara odiar. Henry Monster, como le dice Brozo, llegó a la presidencia con un déficit intelectual absolutamente asombroso. Quizá esté enfermo, como se ha dicho, sólo eso explicaría su increíble ineptitud, su ignorancia, su franca estupidez. Eso por una parte, por otra está su astucia. Tantos años en el gobierno toda su vida, de hechosi no le dieron conocimiento y mucho menos inteligencia, sí lo volvieron mañoso y ratero. Su voracidad fue ejemplo entre los gobernadores y de 20 de ellos, hay siete prófugos de la ley, cinco en la cárcel y el resto incriminados por robo al erario. Este gobierno fue una feria del saqueo y del crimen. Hubo asesinatos masivos al menos en Tanhuato, Tlatlaya, Apatzingán, Nochixtlán y el crimen que conmovió a México fue el de la desaparición forzada de los 43 estudiantes de Ayotzinapa. Tal parecía que el plan de gobierno de Peña Nieto era el robo al erario hasta su agotamiento. La mentira sistemática y la eliminación de sus contrincantes por asesinato directo, por desaparición forzada, por cese laboral o por prisión con cargos falsos. El desprestigio del régimen se extendió a todos sus aliados. El PRI se encargó de corromper todo lo que tocara y la gente se dio cuenta de eso. Los insultantes salarios de toda la clase política provocaron la ira del ciudadano. Andrés Manuel olió la oportunidad y de los dineros que recibe su partido Morena por prerrogativas, entrega la mitad para sostener cuatro universidades que fundó en los lugares en donde triunfó el partido en 2015. Y ni siquiera tuvieron que publicitarlo ni mucho menos hacer alharaca. El mensaje del voto es claro: la gente odia a una clase política parasitaria e inepta.
Los poetas y el diablo

En algún momento, AMLO ganó un millón de pesos por regalías de uno de sus libros. Y donó la mitad para los damnificados. Es casi común ver fotos del Peje comiendo en fonditas a veces muy humildes o acaso normales, como las que visitamos los simples mortales. Y no es propaganda. Todo eso lo ha ido sabiendo la gente. Suele llamarse populismo. Pues sí, es populismo. Pero ¿por qué no lo hacen los demás? Por una razón muy sencilla, porque no están acostumbrados a ese nivel de vida.
Tres. AMLO organizó un equipo que ha terminado siendo un verdadero trabuco. Agarró gente de la derecha como Germán Martínez Cázares, un duro derechista ex panista; Gabriela Cuevas, presidenta del parlamento mundial; del PRI, como Napoleón Gómez Urrutia, hijo del líder charro del mismo nombre, pero que se reivindicó al defender por más de una década ya a los mineros de Pasta de Conchos. Del movimiento social, como Nestora Salgado, una admirable mujer que fue líder de las policías comunitarias de Guerrero; José Manuel Mireles, líder de las autodefensas michoacanas contra el narco; Tatiana Clouthier, ex panista y gran lideresa; Yeidckol Polevnski, ex presidenta de la Canacintra; la senadora Layda Sansores, hija de un ex presidente del PRI; Gerardo Fernández Noroña, uno de los diputados más valientes que ha visto la cámara respectiva. Claudia Sheinbaun, una científica que participó en la comisión que ganó el Premio Nobel de Física. Y hasta su propia esposa, Beatriz Gutiérrez Müller, escritora, doctora en letras, cantante. Como en el concepto de Morena que incluye a la virgencita y a los Flores Magón, también la organización demuestra que cabe de todo. Y hasta el momento, parece que para bien.
Cuatro. Un elemento importante de la coyuntura fue el hecho de que el presidente gringo Donald Trump tiene como principal objetivo y promesa para sus electoresevitar que más mexicanos se introduzcan en su país. Sin que se hayan puesto de acuerdo ni mucho menos dialogado, las señales son claras. Trump desea que no pasen más mexicanos a su país. AMLO también. Los gringos no intervinieron para que ganara el candidato de lo que se llama PRIANRD. Dejaron al régimen a que jugara con lo que tenía contra AMLO. Y lo que tenían era realmente muy poco.
Andrés Manuel llegará a la presidencia con un amplio margen de maniobra, con mayoría en las dos cámaras y con una legitimidad de más de la mitad del electorado además de 19 legislaturas estatales, por si quiere cambiar la constitución, lo que requiere dos tercios de la aprobación en los congresos locales: lo tiene.
Cinco. La popularidad de AMLO ha ido in crescendo. La gente terminó por darse cuenta que sí es un hombre que vive con un salario relativamente parco, que no es corrupto lo que han reconocido hasta sus enemigos―. Que sí hizo un gobierno de excelencia en la Ciudad de México entre 2000 y 2005 y que su discurso es sincero. Ha dicho que quiere ser uno de los mejores presidentes de México. Intenta parangonarse, Dios del cielo, con Benito Juárez, con Francisco I. Madero, con Lázaro Cárdenas. Sí es muy ambicioso. Pero en buen plan. Es la antítesis de Salinas, el demonio.
Finalmente, este fenómeno inverosímil, esta victoria gigantesca es, en realidad, una revolución. También es un castigo del pueblo a un régimen que actuó como si estuviera en los años 60 y que intentó tratar a los ciudadanos como menores de edad o como imbéciles.
La izquierda fue derrotada mundialmente con la caída de la Unión Soviética. Los movimientos políticos organizados que actúan en favor de los pobres están arrinconados. Nos han dicho y es ciertoque Andrés Manuel es un priísta nacionalista. Pues sí, eso es cierto. La izquierda marxista o del ismo que se le quiera dar está tan diezmada que hoy resiste gracias a un político que, cuando mucho, será populista socialdemócrata. Pero una cosa es imposible de negar, es bien intencionado.
Y un factor más para la gran victoria fue el de las redes sociales que rompieron el cerco informativo. Hoy las dos televisoras duopólicas de México no sólo no lograron vencer la avalancha informativa, democratizadora de las redes sociales, sino que están en franco declive. ¿Quién que tenga internet y computadora en su casa se conformará con ver lo que a su arbitrio le programe televisa o Tv Azteca? Nadie. Es mucho más entretenido, divertido, excitante, generoso, múltiple, informativo, certero, etc., el internet que el capricho de los dueños de las televisoras.
El mensaje histórico del régimen contra la izquierda era “Si pierdes pierdes y si ganas pierdes. Siempre perderás”. Lo asombroso es que con todas las trampas la victoria izquierdista ocurrió por nocaut en el primer asalto. Fulminante. Es como si al primer golpe el contrincante hubiera sido derribado y en el suelo convulsionara por conmoción cerebral.
Por último, si en Estados Unidos hubiera un consenso de que el Peje fuera peligroso para ellos, sin duda hubieran intervenido de alguna manera, o de muchas, bueno, incluso militarmente, para evitar que llegara al poder. Incluyendo un golpe de estado. Pero no es así. Y la oligarquía mexicana no alcanzó a influir tanto en EU como para convencerlos de que AMLO es peligroso. Y Andrés Manuel se salió con la suya. Al final eso es la política, el uso inteligente, el aprovechamiento de las coyunturas.
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Victoria total, dramático nocaut efectivo.
Finalmente, hay en algunas personas de nuestro país un odio racista y clasista contra el tabasqueño. Lo odian porque no pronuncia las eses, se han atrevido a decir que no habla bien el español y que no es capaz de hilar dos ideas seguidas aparte de que habla muy lento y está muy viejo. Eso es un conjunto de prejuicios a cual más estúpido. Lo que debieran decir en realidad es que no quieren que un prieto con sangre de indio y capaz que hasta de negro dirija el país. Creen que debiera ser un güerito que hable inglés aunque sea ratero y/o estúpido pero que haya sido de buena cuna. Les duele en el alma que un jodido llegue a la presidencia. Son sin duda las más pútridas reminiscencias racistas que no han terminado de irse de México desde la colonia.
Los ciclos sangrientos de México, 1810-1821, con el costo de más de medio millón de muertes. El de 1910-1921, década en que bajó el número de mexicanos en un millón. 2010-¿2021?, se viene dando sin muertes al menos no provocadas desde el movimiento revolucionario. Esto es una revolución que, alabado sea el cielo, llega al poder sin violencia.
Algunos hemos peleado contra el gobierno desde la adolescencia. Hemos sido derrotados una y otra y otra vez. Como Santos Degollado. Esta victoria nos llena de una felicidad que nos ha hecho derramar lágrimas. De pronto no nos atrevemos a creerlo.
Hemos cambiado al mundo. Esto ya no es lo mismo que antes.
Ahora, el tiempo de la transición, es demasiado largo. Son cinco larguísimos meses. ¿Se atreverán a intentar una estupidez? ¿Se pondrán como cuchillito de palo que no corta pero qué bien chinga? ¿Intentarán en este tiempo desprestigiar al ganador? Pues aquí estamos para defenderlo mientras no llegue al poder. Y también cuando llegue y así lo merezca.