lunes, 11 de febrero de 2019

Richard Stallman, Ubuntu y los Bastardos


Entre Ubuntu y los bastardos

Pterocles Arenarius
Dios prefiere a los bastardos. Gonzalo Trinidad Valtierra. Editorial Vodevil 2019.

El cuento es un artefacto exigente. Tiene que estar sustentado, más que nada, en la anécdota. El cuento es anécdota. Todo lo demás está sujeto a ella. La estructura, la atmósfera, la mínima descripción de sitios u objetos y personajes esbozados o dibujados tan sólo con los detalles en la medida en que sirvan a la anécdota. En este sentido el cuento es rigor. Sin embargo, un exceso de petrificación perjudicaría a la narración cuentística, así, el cuentista tiene que conseguir que se perciba la fluidez de la vida, ya con su impasibilidad, ya con sus momentos terribles o bien con las tremendas intensidades de los humanos sentimientos. De este lado opuesto, el cuento tiene que ser soltura, suavidad, incluso velocidad y ligereza si no es que vértigo y hasta violencia. Sólo la sabia combinación, el equilibrio, de ambos grupos de conceptos harán del cuento algo inolvidable. Así lo estipuló el maestro Edmundo Valadés: “Un gran cuento se lee de una sentada y se recuerda toda la vida”.
Los Bastardos, preferidos por la divinidad

Sin embargo, lo anteriormente dicho es técnica. Como toda obra de arte, el cuento tiene que ser producto de un gran oficio. No hay manera de evitarlo. No hay manera de escribir un gran cuento sin haber probado el trago amargo, tan lento, de transitar por los largos caminos de la artesanía, el oficio. Casi.
Porque existen los genios. Y es que dijo el filósofo: “Hay hombres que no requieren que nadie les enseñe, ellos descifran la naturaleza con su aguda inteligencia; los hay que requieren de manera indeclinable de un maestro que los guíe, tal somos la gran mayoría; y no dejan de existir algunos que por fortuna también son escasos― para quienes es tan inútil enseñarles como que la naturaleza les muestre sus prodigios, porque no aprenderán”. Cualquier arte sólo puede ser alcanzado por el amor. Es el amor el que permite a un simple ser humano elevarse hasta las inmediaciones de lo divino, que no otra cosa es acceder a la realización de la gran obra. Aún para los genios, a quienes la musa se les entrega sin que se esfuercen ―en aparienciademasiado. La obra siempre está por encima del autor. Los seres humanos normales y corrientes tenemos que llevar a cabo una gran construcción, realizar la autotransformación. Nosotros hacemos literatura: la literatura nos hace. “Lo que tú buscas existe por estar buscándote”. La frase que ha terminado por ser altamente denostativa: “Tú trabajas por amor al arte”, es la consigna que el real artista asume sin siquiera cuestionárselo. Lo han pagado caro familiares y parejas, incluso amigos del condenado ―¿o será bendecido?― por el rayo de la creación. Pero es la manera de encontrarse a sí mismo. La única forma de encontrarse con los otros. En este mundo hay que ser. Aunque cueste.
En la Fundación Cultural del México Contemporáneo

  

Ahora, con la venia de ustedes, amigos, cedo a la tentación de incurrir en una flagrante pero, así lo siento, imprescindible digresión.
Ubuntu es una palabra del lenguaje bantú que usa Richard Stallman, un gran héroe de nuestros días. Este gringo de melena descomunal, encanecidas y abstrusas barbas, dotado además de la rebeldía más prístina y una solidaridad sin límites con el género humano, es el creador del sistema operativo Ubuntu-Linux de software libre gracias al cual, agrego, se han escrito estas líneas. Stallman ha creado algo similar a lo que hizo Bill Gates aunque Stallman lo ha hecho sin todas las trampas y robos que le sabemos al megamillonario de Microsoft―, con la minúscula diferencia de que Stallman ha renunciado a convertirse en un hombre rico. Y, sabiamente, escogió la palabra Ubuntu, que significa “Soy porque somos”.
La literatura, el arte…, concretamente el cuento eso es: soy porque somos. Dice aquel poeta: “Somos, siempre somos. Los otros que no son si yo no existo. Los otros que me dan plena existencia”.
Buda observa: el texto se lee
El narrador se nutre de la realidad. Luego la procesa en sí mismo. La reelabora a partir de sus propias percepciones, de su mirada, incluso de sus obsesiones; en otras palabras, la revuelve con él mismo, la transforma y hace que ella lo transforme. Y luego la devuelve al mundo. Sin duda alguna, la obra lleva el indeleble toque personalísimo del creador. Para bien y para mal. Un cuento es un retrato del que lo escribió. Es el encuentro de un hombre consigo mismo en el que descubre que es la única y por eso la mejormanera de encontrarse con los otros. Ubuntu.
Eso es el libro de Gonzalo Trinidad Valtierra.
Aproximadamente o incluso de manera escueta esbozamos la técnica del cuento. Pero una obra, por más técnica que demuestre, si carece de lo humano se convierte en un simple objeto de curiosidad o de notoria extravagancia; el capricho de un excéntrico. Es más, cuando un cuento se narra con el corazón en la mano puede hacer las veces de la obra de arte. Requerimos el temblor, la sangre, el palpitar, los sacudimientos, las hecatombes interiores. El cuento la obra de arte en general tiene que aproximar a su espectador a los infiernos. O a los paraísos. La técnica puede ser prescindible pero sólo cuando el genio está detrás de la obra.
Pero no somos genios.
Gonzalo Trinidad Valtierra ha realizado un tránsito ingente. Sus cuentos son los de un escritor que ha desarrollado un notable oficio. Pero además tiene la veta, la emoción del artista. En sus cuentos encontramos con frecuencia el lado oscuro, lo siniestro y lo sórdido.
Hemos dicho que la misión del artista es aproximarnos al esplendor que prefigura lo divino: la belleza. O bien, instalarnos de cara al espanto, lo oscuro, incluso el horror. “El camino de arriba y el de abajo son uno y el mismo” (el viejo romanticismo de la vetusta Europa hace unos tres siglos atrás nos regaló esa herencia para ampliar nuestra estética no menos que nuestra ética: sólo la oscuridad permite apreciar el fulgor esplendoroso de la luz).
En Dios prefiere a los bastardos deambulan los malvados abusando de quien pueden. Eso, hasta que los débiles cobran venganza. Llaman la atención dos cosas, al menos. Una, es la estructura sinuosa de los cuentos y la otra es la frecuencia de los finales inesperados.
El temblor de lo humano vibra en cada narración. ¿Qué sería de los santos si no hubiera malvados que calaran sus magnas virtudes? La gente que sufre se redime por el dolor. Pero no hay nada escrito que nos garantice ni la justicia ni la opresión ni el pecado ni el crimen. Los personajes de pronto parecieran habérsele ido al autor de todo control y actúan como mejor se les antoja para que los cuentos desconcierten, incluso abrumen. ¿Qué autor no quisiera que sus personajes hablen, se muevan y actúen lo más lejos posible de conseguir su permiso?
No menos es notable la influencia de lecturas policiacas norteamericanas de la mejor tradición de la literatura de aquel país. Resulta refrescante encontrar un par de cuentos que parecieran creados en la atmósfera de los buenos años para la creación literaria del país del norte.
Una sorpresa muy agradable es la aparición de mi querido compadre Jorge Borja como personaje de un cuento. Si bien secundario, se encuentra en su papel vitalicio, repartiendo la alegría, el bienestar, la buena vida a través de cierto elíxir mágico que, se cuenta, aunque es de su personalísima creación, no menos ha acompañado a la humanidad a lo largo de su existencia. Las drogas maravillosas son un invento de cada cerebro y, a la vez, somos un invento de ellas, de su influencia.
Dios prefiere a los bastardos que se mueven en la más flagrante libertad para proporcionarnos el supremo goce de la literatura.
Borja y Pterocles, hace pocos ayeres

lunes, 4 de febrero de 2019

Lo blanco de la página

La contradicción certera

Pterocles Arenarius


Lo blanco de la página, Dorian Antuna, Editorial Eterno Femenino, 2018.

En la búsqueda de la verdad en la materia sólo
se encuentran verdades acerca de uno mismo

Werner Heisenberg

Demócrito, el abderiano, dice:
“Todos los abderianos son mentirosos”.
Si Demócrito dice la verdad, entonces
miente.
Si Demócrito miente, entonces está
diciendo la verdad.

Cuando el martillo da en el clavo todo se desintegra. Cuando el poeta encuentra el verso descubre que está más extraviado que nunca.
Lo blanco de la página es el manifiesto del silencio, el inaudible grito de un buscador de paradojas en el territorio de una metafísica contradictoriamente certera.
La búsqueda del poeta es la paradoja. El encuentro consiste en extraviarse.
Su descubrimiento es que este mundo es una apariencia. ¿Para qué sirve volar si es reptiliano este destino nuestro? Pero la lagartija alada, volando contempla los asideros de los dioses.
En Lo blanco de la página el poeta nos invita a contemplar su deslumbramiento. El acceso a los descubrimientos metafísicos es la paradoja. Hay una especie de locura que con frecuencia harta se nos muestra como la lucidez extrema, deslumbrante. La oscura luminosidad de este libro, su música sorda es tanto la invitación a la reflexión como el desconcierto frente a la intransitable paradoja que siempre surge en estos versos.
El mundo firme y sólido se desmorona o, peor, se vuelve un holograma cuando el poeta examina las circunstancias de la existencia.

Del 1. Germinal

Dos peces de fuego ahogándose en sus propias lágrimas
Mis ojos lloran pólvora

Por más que no deja de haber conceptos de estatura filosófica, la poética de Lo blanco de la página no deja de incurrir en imágenes de humor incluso grotesco:
Los cerdos nos paseamos desnudos embarrándonos sobre los muebles y las estrellas…
El poemario, ciertamente, visita diversos territorios de lo espiritual, así no podía dejar de lado lo que aquí se nombra

2. Tonantzina

¿Es verdad lo que se dice
que todo el Universo estalla?
La vida es un estallido en medio del oscuro vacío y la verdad si existe procura siempre estar oculta en los desvanes de la relatividad, los marcos de referencia.
Tonantzina es nuestra madre:
Y nosotros, tu sangre, tu color:
¿es verdad que nacimos de la tierra alegre
de tu flor y de tu canto?
Seamos sólo un canto. Una alabanza a la belleza y al amor. Seamos la tribu que veneró a Tonantzina aunque hoy la llamen con otro nombre.
¡Mis motitas de cielo, mis hijitos los más pequeños!

La apuesta del poeta transita desde el aforismo hasta no dejar de asestarnos versos tremendos en

3. El sol como araña teje las sombras del mediodía
Así, acude al aserto aforístico cuasi descubrimiento:
Los hijos son maestros de sus padres
Para, algunos versos después acceder al asombro con la imagen devastadora:

las palabras caen sobre las páginas como cuerpos suicidándose
Y, por fin, establecer la paradoja que confronta a un absoluto con la escena tan trivial.

Nos dibuja el ojo ciego del cosmos
¡La cena está lista ―grita mi madre―

Pero nos deja ante la cuestión inefable de discernir cuál de los dos actos es más trascendente. Al transitar en este mundo vamos modificando al universo.

4. El espejo reflejado al reverso del ojo

Te lleva al reencuentro con esa mirada de la infancia
la que sólo recuperamos al momento de la muerte

En cada vida se le muere un dios al hombrecillo
La iluminación no está al alcance de los que no han avanzado en la construcción-destrucción de su mundo. Los que no podrían soportar la contemplación espantosa del inmenso vacío, de la gran nada.
5. Cuando un espejo se contempla

Cuando el silencio que soy se expresa ¿dónde queda lo que soy?
Cuando un espejo se contempla ¿dónde está su reflejo?
(…) aprendemos muriendo.


Porque la evidencia nos demuestra que habitamos en la solidez de un vapor sutil, existimos con la anuencia de dioses fantasmales.

6. Ojo

En el fondo del pozo ves tu reflejo: pero no ves nada,
Ves un saco lleno de agujeros tirando agujeros en el hoyo del cosmos
Ves a tus hermanos, a tu madre y a tu padre arder en la esfera
Pero no te ves
No eres el que sentado a la mesa piensa y escribe que nada piensa y nada escribe

Por más que esculpas la escultura de lo afuera en tu interior

El fin de un círculo que no comienza
impulsa al geómetra a dibujar curvas en la nada.

La verdad se forma con algunos millones de mentiras. Una sola gran mentira imprescindible, ya que nadie es capaz de soportar ni una dosis mínima, tremenda, de una verdad muy simple.

En el poema 7. Flor y canto anunnaki refulge un verso que, por sí mismo, hace las veces de aforismo:
de mi cuna me derramo hasta el sepulcro

Porque a cada segundo de nuestra existencia nos vamos aproximando a la muerte. Desde la dulce, múltiple mentira de lo que es la vida hasta la tremenda, brutal y única verdad de la muerte.
Importa señalar un ámbito más que resulta notable en la poesía aquí contenida. Vale mucho que el que escribe amplíe sus límites.
Lo sostiene en el poema 10. ¡He aquí cuanto sé que es cierto!, invoca:
Demonios me rezan
Porque un auténtico demonio sólo puede ser venerado por demonios. Si el poeta no es un demonio, de ninguna manera podrá jamás llegar a ser un ángel. Tiene la obligación de ser ambos, y si no, que renuncie a la posible salvífica condena.

Alberto, Coyote, Ruz; Dorian Antuna, poeta; Pterocles.
La alta dignidad se vuelve incontrovertible aun en el despreciable ente porcino:
El honor del cerdo es intachable cuando va directo al mataderoPero el poeta, sonámbulo, avanza fuera de la realidad para afirmarla. Es el que se ve con otros ojos y, con ellos, se palpa.
Tan lejos de mí como el sendero que uno recorre para llegar a la nada
Soy el sendero
Tan mío que me he olvidado
Tan cerca de mí que estoy hecho de lejanías
Se es por no ser. Él lo sabe. No existo puesto que aquí estoy. Soy un fantasma enamorado de la carne y mi conflagración interna, un estallido. El universo habita al poeta pues decreta:
(…) mi amanecer interior como un fósforo alumbrando estrellas
La terrible consciencia de que la negrura es imprescindible para apreciar la luz. La necesidad de que exista el lado negro.

En el poema 14. Un mar de perros ladra desiertos, el oscuro iluminado descubre que

Escribir es la desgracia por exceso de espíritu.Por eso invoca en el número 16. Dios, esclarecido de filosofía en su territorio espiritual:
Soy la metafísica del chocolateEntre la paradoja fluye de manera simultánea en dos direcciones:
Soy el insomnio de MorfeoPorque fluir es el oficio del que busca entre instrumental tan imperfecto, como es la palabra, las complejidades del alma ingente que anima al cosmos.
El monstruo que he creado para proteger al niño que llevo dentro, es fácil de asustar
La ausencia que soy le nace como un hongo infeccioso a la nada
Soy tejido sideral humanizado
Entrar en el poema 24. Entropía, es no salir limpio. Significa el tránsito desde el hundirse en sí mismo para descubrir la sinigual grandeza del universo en el que no hubo espacio para Dios.
De tal suerte que al ingresar al 25. Comiendo unos tacos en la esquina (…), polimorfo, luminscente / entre los ámbitos de un sol negro que amanece // Marchitarnos es la prueba mortal de nuestra inmortalidad. Es así, lo discierne en el número 30. Metempsicosis, que le permite establecer que Morir es nacer hacia afuera.


Entre el pulque y el espíritu
Buscarse es extraviarse, lo ha postulado, sin embargo, hay caminos todavía más breves
33. Atajo

Aquello que buscas te busca
Quien busca la salida no conoce el laberinto
Cuyas murallas están hechas de lo externo,
de mi carne y de mis huesos yo soy el afuera,
El atajo está en perderse en uno mismo
No encontrar lo que se busca es encontrarse.
Porque así, inquieto, observando hacia el abismo interior se descubren los hilos que habrán de dar las pautas para el avance. La permanente fugacidad deja, sin embargo, atisbar hasta la sinrazón de lo que creemos la razón.
37. Evolución 2.1
Hay un instante en que Dios, la nada que habita animando a esto que no existe se descuida, se hace evidente y los humanos, esos fantasmas de microbios, habitantes en medio de los 90 mil millones de años luz en que aquel fantasma alojó su obra alcanzan a vislumbrar la esencia:
A veces puedo ver mis hilos moviendo al titiritero:Porque al fin
(…) soy una máquina de movimiento espiritual
El amor por la paradoja, el sentido de la trascendencia, nos conduce a que se diga que

El sauce llorón
se muere de la risa
mientras lo corto

Por primera vez
Todo fue como siempre
muy diferente

Callar es gritar y no caber entre las voces que expresan lo mucho que ese grito calla…

Diría que Lo blanco de la página es el libro de la contradicción exacta, de la paradoja inextricable, de la filosofía empantanada. Un libro habitado, sin duda, por el surrealismo en sus más atrevidas expresiones. La espiritualidad viene aquí exaltada para conducir a las intransitables paradojas aparentemente del lenguaje, lo cual sería altamente desconsolador si no supiéramos que fenómenos de la física cuántica se pueden equiparar muy justamente con tales silogismos y ello en la más materialista de las ciencias, la Física. El asunto no es nuevo. Ya los místicos de todas las épocas visitaron la paradoja y, con una seguridad de sabio, han roto con una razón encerrada sin salida. Los sueños de la razón engendran monstruos. Pero la razón se anula a sí misma porque de no hacerlo se suicidaría por navegar por los terrenos de la irracionalidad.
Los místicos, los magos, las brujas ―aunque hay filósofos que se han atrevido― más los poetas se han dado acceso a la aventura espiritual a que convoca este libro.
En este mundo que pareciera creado y dirigido por la supremamente maligna entidad del universo, el atrevimiento metafísico es la gran osadía incluso ―y más aun quizá― desde el poema.
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