jueves, 9 de abril de 2020

Apostatario, segunda edición


Prólogo para Apostatario a su segunda edición y primera digital

(Y después un breve texto sobre el mismo libro)


Pterocles Arenarius


Apostatario surge como la recopilación de cuentos acerca de la blasfemia. Aunque en realidad quizá debía anotarse como herejía en lugar de blasfemia, ya que ésta es un elemento de aquélla. Si es así, el libro debería llamarse Blasfematario, o conjunto de textos en los que se incluye blasfemias. Ocurre que si uno niega la existencia de Dios y lo llama “dios”, así, con minúsculas, eso es una blasfemia. Si una persona manifiesta su propia idea de dios y ésa no es exactamente igual al dogma impuesto por la Santa Católica y Apostólica Iglesia de Roma, eso, ¡por supuesto!, es una blasfemia. Manifestarlo es la blasfemia, pero pensarlo es la herejía. Y hay numerosas más formas de blasfemar, muchas de las cuales el pueblo católico ni siquiera conoce. Ahora bien, el libro también se llama Apostatario, lo cual afirma que es una colección de textos apóstatas o bien que implican la apostasía, que no es otra cosa más que renunciar por voluntad a los bienes espirituales que nos procura la iglesia de marras, autonombrada santa, católica, apostólica y romana. Bien, eso ―la blasfemia, la herejía, la apostasía―, en otros tiempos, solía costar la vida cuando los representantes de la santa, católica... etc., se enterasen de semejantes prácticas. De hecho millones de personas fueron llevadas a las cámaras de tortura y a la hoguera en leña verde por haber sido denunciadas de cometer estos tan terribles como nefandos pecados. La blasfemia, si bien puede salvarse de la condenación mediante un sincero arrepentimiento y una humilde petición de perdón, la apostasía no y la herejía tampoco. La primera puede ser resultado de un arranque de ira o incluso de desesperación, por su parte la herejía podía ser involuntaria incluso por ignorancia, porque cuando era consciente pasaba a llamarse apostasía. Pues la apostasía es una manifestación razonada, una renuncia bien pensada y elegida. Si bien la blasfemia podía llevar a la hoguera del Santo Oficio de no ser perdonada, la herejía consciente o apostasía no contaba con solución. El apóstata automáticamente estaba (está) condenado. Por fortuna hoy el Santo Oficio ―que sigue existiendo, aunque tiene otro eufemístico nombre: Congregación para la Doctrina de la Fe― ya no cuenta con el inmenso poder que ostentó en otros siglos, el que ejerció para asar vivas a ―calculan algunos― unos siete millones de brujas europeas y otros herejes a lo largo de cinco o seis siglos. 

Portada para la segunda edición

Seis libros. Falta Cualquiera puede matar

La antigua portada del Apostatario (Con un cuadro abstracto de Capelo)


La condena al sufrimiento eterno en los ardorosos infiernos es ridícula porque es monstruosamente desmesurada. La eternidad. “No hay acto humano de bondad o maligno que merezca la eternidad como premio o como castigo. Las religiones tienen un error grave al considerar que de esta vida efímera depende la eternidad, pues eso significaría que es más importante nuestra estadía infinitésima en el mundo que el tiempo infinito”, algo así dijo Jorge Luis Borges. Para mi gusto y entendederas ocurrió que los jerarcas de las religiones no tenían idea de lo que significa el infinito ni la eternidad, ergo, no tenían idea de la ciencia matemática. 

Entrevista en radio UNAM

La más reciente "hazaña" de la Santa Iglesia, Apostólica... etc.

Con el Santo Padre (Bueno, es que así nos llevamos)
 
Yo he sido un precoz herético. Cuando tenía nueve años, en cuarto de primaria, el profesor se aplicó, en clase de Geografía, a hablar de las religiones y un poco de la estadística. Habló de que en México había un pequeño número de religiones como práctica espiritual de nosotros, los habitantes del país. Explicó la circunstancia y terminó preguntando quién de nosotros era católico. Casi todos los niños levantaron la mano. Luego preguntó quién pertenecía a otras religiones. Algún niño dijo que en su familia eran prosélitos de una religión cristiana no católica. Y yo no levanté la mano. Lo cual notó el profesor y me dijo “Y tú no levantaste la mano, ¿por qué?, no perteneces a ninguna creencia religiosa?" Y, mientras se me ponían las mejillas de color cada vez más subido dije que no. Y me insistió “¿No crees en Dios?”. A lo que contesté con mi cara tan roja como un semáforo: “No”. Y era cierto. Yo no creía en dios. Encontraba al mundo tan concreto, tan verdadero, tan palpable y tan naturalmente terrible que me parecía imposible la existencia de eso que todos llamaban dios. Así. El profesor movió la cabeza como diciendo “Este escuincle no sabe lo que dice. Capaz que en su casa no le han enseñado que tiene que creer en algo. Pero, bueno, ya se le quitará”. 

Violetón, Alex, Borja y...

Pterocles, morenista, leyendo en la sala Manuel M. Ponce de Bellas Artes

Con Borja y Griselda Gómez de Argentina


En el medio siglo que ha transcurrido desde aquellos lejanos tiempos las cosas han cambiado mucho. La santa, apostólica... ha perdido mucho terreno. Incluso ahora está a la defensiva, intenta, desesperada, ocultar su más reciente crimen como institución: la pederastia de sus ministros ejercida por décadas contra su propia grey. Y, además, hoy el pueblo católico hace lo que más se le antoja. Blasfeman alegremente, tienen prácticas heréticas ―abortan sin más autorización que su propia necesidad o conveniencia, tienen sexo sin más control que sus urgencias y llevan a cabo una vida que la iglesia puniría― y no tienen empacho en seguir haciéndose llamar católicos. La libertad ha ganado incluso con los costos que conlleva.

Fusilamiento en la Guerra Cristera

Entrevista banquetera luego de poner en su lugar al PAN guanajuatense

En las sabias manos de don Regino Burrón



El libro Apostatario (Tres ejercicios de blasfemia) se publicó en el año de 2005 en la meca del catolicismo mexicano, en el mero Guanajuato capital. Contenía seis cuentos que son relacionados con la blasfemia espontánea, con la herejía o bien con la apostasía. No tengo idea de cómo se fueron escribiendo cuentos con tal temática. Peor aun, para esta edición se agregan dos más ―Hijos míos: (Por el bien de todos) y el otro es Fe (Nuestra interminable cagarruta)― cosechados en los años posteriores a la aparición de Apostatario. El tiraje de mil ejemplares de la primera edición llevó el sello de una pequeña editorial que fundara en aquella ciudad el escritor Ricardo García Muñoz y que llamara Editorial Arengador. Ese tiro se agotó allá, sólo unas decenas de ejemplares llegaron a esta Ciudad de México. En ese tiempo yo trabajaba en el periódico estatal Correo y éste costeó la impresión de los interiores del libro pues yo pagué los costos de la portada. El artista plástico Javier de Jesús Hernández, Capelo, me donó un pequeño cuadro como premio a una reseña que hice de una de sus obras y tal fue la portada de Apostatario.

Todo era maravilloso, pero no tanto. En ese año de 2005, se gestaba el desafuero de Andrés Manuel López Obrador como jefe de Gobierno del entonces Distrito Federal. Una bancada, la del PAN, en el Congreso Legislativo local se agregó al linchamiento contra AMLO y publicaron en Correo una carta a plana completa para apoyar el acto de traición a la democracia del entonces presidente Vicente Fox en contubernio con el procurador Macedo de la Concha, el secretario de Gobernación Santiago Creel, el ex presidente Carlos Salinas de Gortari, el llamado Jefe Diego Fernández de Cevallos y otros. Lo que pasa es que el desplegado estaba redactado quizá por un chico de secundaria. O quizá por los propios diputados locales panistas, aunque con sus patas. Yo escribía una columna que se llamaba Caza de Citas, que se burlaba de todas las tonterías que publicaban los políticos. Los panistas se pusieron a tiro para ser víctimas de la cacería. Les recomendé que “Contrataran a un corrector de estilo con secundaria terminada para que no hicieran el ridículo público con esa redacción tan lamentable”. Y también les recordé que “Ser diputado dura tres años, pero el oprobio, toda la vida”. El director del periódico a quien sus empleados secretamente apodaban El Platanote, Arnoldo Cuéllar Ornelas, organizó contra mí un despido “limpio”. Es que a él lo llamó el dueño del diario quien a su vez había recibido la queja del mismísimo gobernador, un hombre muy mediocre de nombre Juan Carlos Romero Hicks. Pues la cadena funcionó y, como dicen en mi rancho, el dueño “lo meó, lo cagó y lo basqueó” al Platanote por la falta de respeto que perpetré contra la H. bancada de inútiles que representaban al PAN que no a la ciudadanía en el Congreso local. El director del periódico puso a una mujer siniestra, una especie de bruja: flaca, colérica, atrabiliaria y enferma, cuya misión era hacer mi vida miserable en el trabajo. Para empezar ella me puso como jefe a un chico, estudiante de la Universidad de Guanajuato, quien intentó llamarme güey a la primera instrucción que tenía que darme. Lo reconvení exigiéndole que no me llamara así. Y él fue a decir que había intentado golpearlo. Total que el periódico y yo tuvimos un pleito que duró casi todo el año 2005 y que llegó hasta los tribunales. Les gané, pero no supe ―como casi todo lo que he hecho en mi vida― convertir en metálico mi triunfo. Lo único que me consuela es que pagaron el primer libro que había escrito yo solo. Antes publiqué en varios libros colectivos, en revistas y en el diario Correo, además de que hice un libro, en edición de autor, al alimón con Octavio Hernández, decano militante de la izquierda en México. Escribimos y publicamos El trabajo era una fiesta. Hoy, Apostatario, está en su segunda edición gracias a Solar, la casa editorial que es capaz de fabricar libros en unos cuantos minutos.

Pterocles Arenarius

Cerca del final del Invierno de 2019, es decir, 2020






Sobre la segunda edición de Apostatario

Literatura en tiempos de pandemia

En el año ya no tan cercano de 2005 publiqué en Guanajuato, bajo el sello de la Editorial Arengador que fundara el escritor Ricardo García Muñoz, el libro Apostatario (Tres ejercicios de blasfemia). Ahora, la editorial Solar me hace la segunda edición aunque con el añadido de dos cuentos, Hijos míos (Es por el bien de todos) y Fe (Nuestra interminable cagarruta).

XXXII Feria del Libro de Ocasión, Alameda Central, Ciudad de México

Con Baudelio Camarillo y Juan Rico, hermanos

Bajo la égida de mi general Francisco Villa

 

La apostasía, hace apenas unos 250 años, era equivalente a una muerte espantosa: ser asado vivo en leña verde. Ah, pero eso sí, era en nombre de El Señor.

Por fortuna hoy podemos publicar un libro que se llame Apostatario, es decir, una colección de apostasías sin (tanto) peligro. Este librito (que está agotado desde hace varios años, a partir del 2008, por lo menos, es inencontrable) es una especie de bitácora de mi lucha contra la autonombrada Santa Iglesia Católica Apostólica y Romana. He batallado contra ella, sin exageraciones, desde mi infancia; incluso llegué, de alguna manera, a ser un infiltrado (imagínenme con cuarenta años menos ―pelo igual de largo, barbas sin encanecer― y munido de una vieja guitarra para acompañar el canto de coros religiosos en plena eucaristía: me cae que ni yo me la creo. Soy otro ―oh, Heráclito―, también la Santa, Católica, etc., es otra). En estos años les hemos pegado muy duro; están exhibidos como lo que realmente son: una institución siniestra, diabólica, pues no de otra manera se pueden llamar a sus delitos de pederastia contra los niños de su propia feligresía.

Luego de 15 años Apostatario viene más fuerte, trae nuevas narraciones y está tan vigente, si no es que más, igual que en aquellos entonces.

Apostatario puede conseguirse en Sanborns comprándolo por internet (no sé si también en estos momentos de pandemia), pero ya pasará este desmadre y cuando ocurra echaremos la casa por la ventana en honor al Apostatario.

Liga electrónica para conseguir Apostatario:

https://www.sanborns.com.mx/producto/132376/apostatario/?fbclid=IwAR2p-naGYr_J1MXFDqXaCqvk1wXwW0kcx_f42pFlphfqGfkHxcGNNgc9-wc