lunes, 28 de noviembre de 2022

Gran marcha plebeya

 

Gran marcha plebeya

27-11

 Pterocles Arenarius

 

Hay varias razones para marchar en apoyo al presidente López Obraror: una, el hecho de que las derechas hicieron la suya y medio llenaron la explanada del Monumento a la Revolución y no se atrevieron a ir hasta el Zócalo para no hacer el ridículo y ellos muy bien lo saben. Dicen que lograron reunir a más de 600 mil. Pero ya sabemos que ellos siempre mienten. Dos, hace mucho que no marchamos; desde los finales del desastroso y corruptísimo gobierno de Peña Nieto. Y, tres, quizá la más importante: el propio Andrés Manuel convocó desde La Mañanera a que se hiciese esta movilización.

Apoyo explícito


El llamado del presidente caló hondo entre el pueblo. Hubo propaganda en grande. Morena, según la ley actual que otorga más dinero al partido que más votos tiene, imprimió miles de carteles para invitar a la gran marcha. Es bueno anotar esto porque la derecha que se ha dejado notar como mentirosa consuetudinaria, está diciendo que la promoción de la marcha se hizo con gastos del dinero público. Morena es el partido con más votación en la historia reciente de México, por lo que no necesita hacer uso del dinero del erario, como sí lo hicieron siempre el PRI y el PAN.

El origen del poder


Así que en mi hogar, que es también el suyo, nos preparamos para asistir a la gran marcha. De antemano sabíamos que iba a ser una gran marcha porque López Obrador llena los lugares donde se para desde que era opositor. Siendo gobierno, con más razón.

Relativo al INE


Gente de Morena nos invitaron a transportarnos, tenían varios puntos para salir de por acá, las colonias del nororiente de la ciudad, la alcaldía Venustiano Carranza. Además para salir, nos citaban a las 6:30 de la mañana y a más tardar a las 7:00 en punto. Considerando tal tendríamos que levantarnos como a las 5:30 para que nos diera tiempo de desayunar y a duras regresar a este mundo luego del sueño. Así que decidimos irnos a las 8:30 para llegar a eso de las 9:15, porque además mi compañera tenía que ver a una amiga que le entregaría un libro. Así se hizo.

Acarreado


Llegamos al metro Hidalgo a las 9:20 y encontramos de inmediato a la amiga. Se hizo la entrega y nos fuimos a la Alameda Central, justo frente a la calle de Luis Moya. Decidimos que ahí esperaríamos para ver el paso de Andrés Manuel en la punta del inmenso contingente. Desde la noche del viernes 26 tuvimos noticias (por internet) de que ya estaba llegando gente al llamado Ángel de la Independencia. Vimos personas bailando a media noche y nos preguntamos “¿Cómo van a desfilar mañana bien desvelados y cansados de tanto baile, viaje y ajetreo?” porque además son personas que vienen de otros estados. También tuvimos noticias de que hay un buen número de personas que van a venir de Estados Unidos a marchar con su presidente. Quiero ver quién es el guapo que es capaz de hacer que gente desde aquel país viaje, cuatro mil o cinco mil kilómetros sólo para venir a brindarle apoyo a su político favorito. Sobra decir que no lo hay y que no lo ha habido en toda nuestra historia. A esos niveles ha llegado López Obrador.

Con la 4T


En el camino fuimos viendo gente que caminaba por la intersección de Reforma con Avenida Juárez. No parecían muy combativos ni tan comprometidos. Incluso, a unos que marchaban por Avenida Hidalgo les preguntamos si ya había pasado el presidente AMLO y nos dijeron que no sabían. Un hombre treintañero dijo de plano que él venía acarreado y una de las dos chicas que lo acompañaban dijo “yo ni lo quiero a ese señor”. Vaya, con lo que nos encontramos. Bueno, pero si se dejaron acarrear como ganado, es su responsabilidad y no tienen derecho de quejarse por su cobardía al dejarse manipular. Mal presagio. Llegamos a la esquina ya mencionada de Luis Moya y Avenida Juárez a eso de las 9:45. La cantidad de gente era impresionante. Sin duda, si Andrés Manuel intentaba caminar por esa calle le sería prácticamente imposible. Estuvimos viendo al personal. Un contingente que porta banderas con el logotipo de Superbarrio pasan por un lado de la valla que espontáneamente se forma en esa avenida, sin embargo, la gente se acumula en medio del arroyo y serán un obstáculo cuando pase el presidente. En el plan de organización se previó que la llamada descubierta, en donde iría el presidente con todo su gabinete, saldría de la Columna de la Independencia y que atrás de ellos se colocarían los gobernadores, según esto, todos estaban invitados. Luego los legisladores de las dos cámaras, diputados y senadores, inmediatamente después los contingentes de los treinta y dos estados por orden alfabético. Se preveía que, con eso, la cola de la marcha estaría hasta el Museo de Antropología de Chapultepec. Pero tuvimos noticias de que en realidad llegaba hasta el Auditorio Nacional.

Oaxaqueños


De pronto vemos una mariposa monarca, inconfundible con sus colores anaranjado y negro, extraviada, como dando tumbos entre la multitud; una mariposa, y más si es monarca, siempre será un buen augurio. El ambiente no deja de ser de mucha alegría, la gente está contenta. Vemos a una chica más bien entradita en carnes que posa, levantando una mano y, bueno, parando las nalguitas de la manera más sexy que le es dado, con una bandera guinda de Morena. Se puede ver la multitud cerrada hacia la calle de Madero y no menos hacia Reforma. Somos miles. Hay efigies de López Obrador reproduciendo la ya célebre caricatura que le hiciera el monero Hernández desde 2006, el que la gente llama el Amlito. Hay llaveros, sonajas, monos de peluche, miles de carteles. Mucha gente trae sus carteles hechizos con ideas o consignas. Las más populares son “Es un honor estar con obrador”, su variante “Es un honor marchar con Obrador” y en segundo lugar la que ya se ha popularizado y que dice: “Yo no vine por mi torta, vine por mis huevos”, aunque una señora que viene de Oriente, Puebla, nos corrige diciendo que ella vino por sus ovarios. El ambiente es tan de fiesta que no dejan de oírse algunos cohetes, a pesar de que están prohibidos. También se oyen trompetas de plástico que tienen un sonido grave, casi como de elefante.

Movilizados


En el sitio, indefectiblemente, trabamos conversación con tres mujeres que igual esperan el paso de AMLO. No deja de ser asombroso que tienen mucha información, incluso hablan con un lenguaje que bien podría ser de universitarios. Lanzan pestes contra el INE, contra los medios de información, contra los periodistas venales que tanto abundan y que muchísimo daño hicieron a la sociedad; tienen información casi privilegiada y son incondicionales de López Obrador. No cabe duda que el daño que le está haciendo AMLO a la oligarquía es tremendo. Estas personas jamás se conformarán con menos de lo que están recibiendo de su presidente, el que dijo que Por el bien de todos, primero los pobres. Nos tomamos fotos con las consignas de los carteles y las mantas. Es una tremenda terapia de autoapoyo, todos con todos nos queremos y nos respetamos, yo alabo a las personas a mi alrededor y ellos a mí. Pasan unos sinaloenses y les pedimos que nos dejen tomar una foto de su cartel y lo hacen muy amablemente y luego gritan “Viva la Ciudad de México” y los de acá les responden “Viva Sinaloa”. Una familia de Puebla que viene encabezada por la mamá, una maestra de secundaria, empieza a gritar la más que conocida consigna de que “Es un honor…” Otros gritan aquella de que “Honesto y valiente es mi presidente”. Encontramos un hombre ya viejón que lleva una pancarta con una caricatura muy bien hecha a mano, en la que vemos a Ricardo Monreal muy aceptablemente retratado besando a AMLO, además dice “Monreal, traidor, el beso de Judas”. La gente conoce demasiado bien la circunstancia política del momento. Hizo muy bien Monreal en no marchar. “AMLO no se toca” exige otra manta. A eso de las once de la mañana el Zócalo está completamente lleno. Y Andrés Manuel no se ve en el horizonte, las noticias son contradictorias. De pronto aparece nuestro amigo Fernando Beltrán y nos dice que él viene caminando desde el Museo de Antropología y nos asegura que Andrés ya está en el Zócalo. Luego, otro hombre nos dice lo mismo, que había tanta gente que no lo dejaron pasar y que lo sacaron de la marcha y lo llevaron por vías alternas hasta el Zócalo. Se nos hace verosímil la versión y decidimos irnos, veremos el mensaje o informe por internet. Hay pancartas que hablan de la reelección del presidente: “La lucha sigue AMLO 2024-2030”. Vemos gente que viene de Los Mochis, Sinaloa, según dicen sus mantas, otros nos informan venir desde Reinosa, Tamaulipas. Las leyendas de “No estás solo” se reiteran y las de “Amor con amor se paga” se van imponiendo luego de que fueran inéditas en las movilizaciones de izquierda. La conversación que sostenía con dos señoras ahora se amplía a una mujer sexagenaria que me dice que viene de la comunidad indígena otomí de Santa Cruz Ayotuso, Huixquilucan. Me asombra que la mujer trae una consciencia política que ya quisieran muchos chilangos.

Invitación


Veo una gran manta que reproduce aquella declaración del finado monero Helguera: “No voy a atacar a lo pendejo a un gobierno que esperé toda mi vida”. Otra manta le da las gracias al presidente por “Salvar a Pemex y CFE”. En fin, vemos contingentes de Chilcuautla, de Nopalapa, de Sinaloa. En cierto momento llega un hombre con una grabadora y nos interroga a casi todos los que estamos en esta esquina de la Alameda. Nos pregunta si somos acarreados, todos contestan que vienen a defender a su presidente y que no vienen por su torta, sino por sus huevos. El entrevistador se retira muy satisfecho.

Por mis huevos


Ante la noticia de que lo llevaron en automóvil hasta el Zócalo para que diera el informe, decidimos salirnos del área de aglomeración caminando hacia el norte, hasta el metro Garibaldi. Ahí tomamos el metro cómodamente y con más que agradecible rapidez nos acarreó hasta nuestra colonia Moctezuma.

Mensaje a Monreal


Luego nos enteraríamos que, con su tradicional tozudez, el presidente López Obrador, avanzó lenta, muy lentamente entre la multitud. Cuando nos salimos del lugar donde estábamos, él iba por el cruce de avenida Juárez y Reforma. Es decir, una media hora más y lo hubiéramos visto. No lo logramos. Llegó hasta el Zócalo caminando. Consiguió arribar mucho después de que lo planeara, hasta cerca de las tres de la tarde. El ya casi septuagenario López Obrador se chutó la friolera de casi seis horas de marcha; y empezó su discurso de informe tres horas después de lo que planeara.

El presidente, en este su régimen, ha alcanzado logros insólitos.

Construye —y está construyendo— miles de kilómetros de caminos y carreteras en todo el país. Varias presas. Está completando cientos de obras que los gobiernos anteriores dejaron inconclusas, entre otras, el tren México-Toluca. Compró la refinería Deer Park en Estados Unidos, que ya está totalmente pagada y entregando ganancias a México. Construyó la Refinería Olmeca que en muy pocos meses empezará a entregar gasolina, es decir, ganancias al país. Construye varios aeropuertos, como cinco en sendas ciudades del país. Construye el tren más grande del mundo, el tren maya. Tiene el récord histórico de aumento del salario mínimo. Tiene el récord histórico de apreciación del peso. Tiene el récord histórico de inversión extranjera en México. Tiene el récord histórico de recaudación fiscal. Tiene el récord histórico de recepción de remesas de los migrantes mexicanos en Estados Unidos. Ha mantenido la estabilidad económica. Otorga apoyos a diez millones de viejos, cuatro millones de estudiantes, un millón de campesinos, tres cuartos de millón de discapacitados. Es increíble. Y nos da la dimensión de cuánto dinero se robaban los gobiernos anteriores. Ha logrado que la inflación en México sea menor que en Estados Unidos. Combatió la pandemia e hizo que fueran vacunadas doscientos cincuenta millones de personas con tres vacunas. Venció a la mafia del robo de combustible, el huachicol, le llamaron. Bueno, hasta la bolsa de valores se mantiene permanentemente al alza a lo largo de su mandato. Ha llevado a cabo la más grande hazaña de la historia: le alcanza para todo y lo que quizá sea su más grande logro: no ha incrementado la deuda externa.

Hoy caminó unas seis horas entre cientos de miles de ciudadanos. Al leer su informe estaba enrojecido por el sol, sudado de tanto caminar, sin duda, estaría fatigado por tantas horas de caminata; y sin embargo, pronunció un discurso enjundioso, combativo, fuerte y contundente. Se reafirma como el mejor presidente de México en la historia del más reciente medio siglo de nuestro país y pone como algo por completo seguro que la 4T refrendará la victoria de 2018 en 2024.

Lo único que es posible decir como conclusión es que, de verdad, Es un honor estar con Obrador. Y que la Cuarta Transformación no termine hasta que México se haya transformado realmente, en un país más justo, próspero, culto y a la vanguardia en el mundo.

miércoles, 19 de octubre de 2022

Dos presentaciones de libros

 

Pancho Villa, el bandolero divino

 

 

(…)

Un demonio y un ángel en rebeldes porfías

Disputándose el signo de tu oculta intención,

y así, como a veces, al dudar sentirían

un trajín de cuatro alas dentro del corazón.

 

Loco de alegría hiciste tal aprendizaje

de tus desorbitadas artes en la lección,

que te habló deslumbrante tu espíritu salvaje,

de Hércules, asesino, de Mercurio, ladrón.

 

(…)

 

Hijo de águila y tigre, sientes en las entrañas

yo no sé qué delirio de metal en crisol;

agua pura que gime bajo negras montañas

o arrebol salpicado con la sangre del sol.

Bajo la égida de mi general

 

Bandolero divino

(Fragmento)

José Santos Chocano

 

 

El viernes 14 de octubre presentamos Querido Pancho Villa, la novela que retrata la etapa de la vida de este hombre de la historia mexicana antes de que se involucrase en la Revolución.

Me hizo el inmenso favor de comentarlo el extraordinario novelista mexicano Agustín Ramos.

Autofoto con cartel 


Una de las cosas más interesantes —muy en especial para mí— que dijo Agustín fue que él pensaba que yo había escrito el Querido Pancho Villa bajo el influjo o en la práctica o empleando alguna disciplina metafísica o espiritual o espírita o nigromántica.

Tengo que decir que no lo sé.

Tengo un gran amigo —bueno, incluso familiar político—: José Luis Méndez, un hombre de ciencia, doctor en Física, investigador de la Universidad Nicolaíta de Morelia, Michoacán. Pues él, en cuanto empezó a leer el Querido Pancho Villa, de inmediato dijo que este autor había estado bajo posesión del espíritu de Pancho Villa para escribir este libro.

Bibliografía villista


Ciertamente, hubo fenómenos, al menos curiosos, en el tiempo en que escribí Querido Pancho Villa.

Uno. Todo se desencadenó cuando leí Memorias de Pancho Villa, de Martín Luis Guzmán. En este libro, el autor aclara y enfatiza que estas Memorias fueron, prácticamente, transcritas por él, que la gran mayoría de lo escrito él lo escuchó de boca del general cuando fue su asistente y más bien su amanuense. Luego narra ciertos conflictos que tuvo con Villa y que los distanciaron (jamás dice en qué consistieron los malentendidos), pero también aclara que quien lo sucedió en la ayudantía del general fue Manuel Bauche Alcalde quien luego de varios años entregó a Nellie Campobello todos los manuscritos que le dictó el general. La escritora duranguense, a su vez, los entregó a Martín Luis Guzmán para que concluyera Memorias de Pancho Villa.

Honores a mi general


Como dije en la presentación: una persona es, en gran medida, su lenguaje. Los estudiosos dicen que “lenguaje es pensamiento” y qué otra cosa somos, además de carne, sangre y huesos, si no es pensamiento. Si hay algo que represente a nuestra alma o al espíritu eso es el pensamiento. Y el pensamiento concretado en signos, símbolos, ideas, es el lenguaje. Es el viejo dilema: ¿qué fue primero, el huevo o la gallina? El pensamiento o el lenguaje.

Autor de Querido Pancho Villa


Cuando leí Memorias de Pancho Villa sentí que el lenguaje ceremonioso, circunloquial, metafórico y lleno de modismos campesinos del que nació como Doroteo Arango, y luego Francisco Villa, se me volvía una especie de manía. Era, guardando la debida proporción, como esas canciones muy pegajosas que no puede uno dejar de repetir. Y digo la debida proporción porque una canción chafa como idea parásita suele ser muy molesta. El lenguaje de mi general Villa era casi delicioso. En un momento intenté escribir y noté que no podía escribir si no era con una jerga parecida al lenguaje de mi general. Fue inevitable procurarme datos sobre Villa, informarme más sobre él. Hasta que me di cuenta que estaba aprendiendo una gran cantidad de datos sobre el gran militar norteño.

Con Agustín Ramos


Pensé tranquilamente que con un poco de tiempo se me habría de quitar la manía del lenguaje villista y entonces me pregunté, ¿y mientras qué hago? Pues lo más natural es que me ponga a escribir sobre Pancho Villa. Y si aproximadamente tenía su lenguaje, pues me permití una larga conversación con mi general. Lo que Agustín Ramos, en su prólogo a mi novela llamó “Un diálogo de alucinados”.

Antes que nada la chela


Puesto que en el lenguaje de una persona reside, en gran medida, su espíritu. Si admito que por algunos meses me tomó el lenguaje, es decir, el espíritu de mi general Villa, eso no quita mérito a la novela. ¿O sí?

Dos novelistas


Que lo decidan los lectores.

Si deciden que fui poseso de mi general, entonces también se podrá decir que Querido Pancho Villa es mi primer trabajo como nigromante. Lo cual no deja de ser un honor, porque me hace recordar a otro gran hombre de nuestra historia, Ignacio Ramírez, El Nigromante: escritor, político, diplomático, legislador, militar, periodista. Y en todos los oficios magistral.

Dos. Algo muy extraño fue el hecho de que casi todos los días, después de escribir algunas horas —tres, cuatro, a veces más—, casi diario soñaba con mi general Villa. Hay personas para quienes los sueños son demasiado importantes. Bueno, la artista Violeta Ortega me dijo que ella sueña muy frecuentemente a su difunta mamá, fallecida hace tres o cuatro años. Y me dijo que, en un sueño habló con su mamá y que le dijo “Pero tú ya no existes, mamá” y dice que su madre le respondió: “Vivo en el mundo de tus sueños”. Semejante testimonio no deja de ser escalofriante. Pero no sabemos nada concreto, científico sobre el tema.

Al final, lo importante es que no haya adquirido algún desajuste mental ni un trastorno de la personalidad por el trabajo nigromántico, o por soñar tanto con Villa o por, presuntamente, haber sido poseso de mi general. Al menos eso es lo que quiero suponer.

Lo formidable es que, sea lo que sea, la novela está ahí, concretada en papel y publicada bajo el sello de Eterno Femenino Ediciones.

 

 

Para no perder… la memoria

 

Mis dichos son hechos

Benito Juárez García

 

Memoria del CGH (a veinte años de la huelga de la UNAM); edición de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, 2022.

 

Y luego, el sábado 15, en el bar Capi Carmona, de la primera Sección de la colonia Moctezuma, presentamos Memoria del CGH. Un formidable trabajo de recopilación (543 páginas) que llevaron a cabo René González; Alberto, El Diablo, Pacheco y Jorge, El Tri, Mendoza.

Memoria del CGH es un documento histórico. Es la primera vez que se hace una recopilación inclusiva y casi exhaustiva de los protagonistas de aquel movimiento. Lo que podemos recordar de aquel conflicto fue la sistemática condena que sufrió por parte de los medios de comunicación. Sin exagerar, los impulsores del Consejo General de Huelga de la UNAM fueron acusados de porros, desordenados, anarquistas, saboteadores, incultos, fósiles, vulgares, ambiciosos, mugrosos, degenerados, seudoestudiantes, flojos, entre otros muchos adjetivos. La calumnia se volvió el método de los medios de comunicación. La campaña fue sistemática, desmesurada y brutal.

La tentación de reprimir por parte del gobierno fue permanente y se dio desde el primer momento de la huelga. Sin embargo, los universitarios estaban protegidos por los dos grandes crímenes que nos debía —y nos sigue debiendo— el régimen asesino que sostuvo por décadas el partido de estado más longevo de la historia de la humanidad, el PRI y sus discípulos, aliados y epígonos, el PAN. El trauma nacional del año de 1968 seguía (y sigue) pesando fuertemente en la consciencia de los mexicanos. Como dijo Fernando del Paso en su inmortal novela Palinuro de México, cuando habla el fantasma del personaje protagónico de la novela, Palinuro, luego de que muere en la masacre de Tlatelolco; en el capítulo que tituló Palinuro en la escalera: “¡Nos cubrimos de gloria, hermano! ¡Y ellos se cubrieron de mierda para siempre! (…) ¡Cada estudiante muerto es una antorcha viva! ¡Cada antorcha viva es un estudiante muerto!”

Y para el año 99, el régimen sabía que estaba agotado. Todos los mexicanos estábamos ciertos de que el régimen priísta se había cubierto de mierda para siempre, que incluso se habían asesinado entre ellos mismos, que ese partido ya era insostenible. Y ellos pactaron entregar el poder. Las palabras de la novela de Del Paso fueron proféticas. Y veían, nunca dejaron de ver claramente que cada estudiante muerto era una antorcha viva. Mientras que, en aquella huelga, por un lado, el gobierno aplicó todo tipo de medidas dilatorias, trampas, mentiras, calumnias, sus métodos tradicionales, los estudiantes por su parte mantuvieron la UNAM paralizada contra todo y contra todos.

El inmenso José Saramago, premio nóbel de literatura, 1998, les dijo, palabras más, palabras menos, puesto que habían privatizado sin límites y habiendo mostrado que no tenían llenadera que privatizaran “Machu Picchu, (…) Chan Chan (…), la Capilla Sixtina…, el Partenón, la catedral de Chartres, —cita otros monumentos y sigue—: que se privatice la cordillera de los Andes, que se privatice todo, que se privatice el mar y el cielo…, el agua y el aire…, la justicia y la ley, la nube que pasa…, el sueño, privatícense los Estados, entréguese de una vez por todas, la explotación a empresas privadas mediante concurso internacional. Ahí se encuentra la salvación del mundo… Y, metidos en esto, que se privatice también a la puta que los parió a todos”.

En su momento la hoy gobernadora de Campeche Layda Sansores, cuando fue senadora les restregó en la cara el texto del premio nóbel portugués. La indignación no es para menos. El sistema llamado neoliberal es, en realidad, un rostro supuestamente modernizado del más salvaje capitalismo de la historia. Pero esta última expresión es un repugnante eufemismo, porque el capitalismo salvaje llamado neoliberalismo ha sido un brutal saqueo, un robo en despoblado, o mejor todavía: un crimen económico contra millones de personas. Pero el régimen, con una terquedad que asombra, contra todo y contra todos, faltaba más se empeñó en seguir el camino que le marcaba EU, la ruta neoliberal.

Y en México, una de las joyas de la corona era la educación. Después de llevar hasta la orillita de la hambruna a unos treinta millones de mexicanos, en la pobreza a otros setenta millones, vender todos los bienes de la nación construidos o naturales, perpetuar las crisis económicas y las devaluaciones de la moneda y hasta entregar en concesiones casi un tercio del territorio nacional, es decir, en palabras llanas y certeras, conducir a México a su destrucción, querían robar más, siempre más, para ese momento, a través del cobro de la educación.

Es inconcebible semejante rapacidad. Iban por la educación con una fe de talibanes, pero siempre bajo los auspicios del FMI y el Banco Mundial. Y, así, la enseñanza superior era un escollo para sus magnas raterías y el principal bastión de la educación superior era, sin la menor duda, los estudiantes de la UNAM. Los estudiantes de las escuelas superiores, en especial los de la Ciudad de México tienen un estatus especial en la lucha de clases —esa que los “teóricos” neoliberales dicen haber demostrado que no existe, que nunca ha existido—, y el mencionado estatus se debe a aquellos crímenes de lesa humanidad que los gobiernos priístas perpetraron en los años 68 y 71 del siglo XX y después en el 2014, los 43, del XXI.

La gran huelga del 1999-2000 tuvo un alto costo para México, pero el precio valió la pena. De una u otra manera, los neoliberales fueron detenidos. No lograron librar el escollo que la educación superior, concretamente la UNAM, oponía al avance neoliberal. El presidente lo ha dicho: posiblemente “no habría educación gratuita sin la huelga de 1999-2000”. Este gran movimiento arroja, por supuesto, grandes enseñanzas que, sin embargo, no sabemos si lleguen a ser entendidas e internalizadas por la izquierda. La primera es la necesidad más que urgente de la unidad. La enorme disparidad de opiniones, propuestas, tendencias y hasta acciones entre la gente de la izquierda provocó que el movimiento se debilitara hasta la posibilidad de que la represión se volvió real. La gran huelga 99-2000 se enfrentó a enemigos múltiples: un gobierno ciego y sordo, pero además represivo e intolerante, la campaña perversa, permanente y sistemática de los medios de información; la indudable infiltración dentro de las filas universitarias de los agentes espías y provocadores, como siempre lo ha hecho el gobierno prianista; la amenaza siempre vigente de la represión generalizada y hasta la inconformidad de un sector de los estudiantes universitarios. Casi dos años de vida académica para jóvenes preparatorianos y universitarios es demasiado. A eso apostaba, entre otras circunstancias, el criminal gobierno zedillista para deslegitimar la huelga.

Por si fuera poco, los huelguistas se dividían y subdividían en grupos, grupillos, grupúsculos, agrupaciones y los infaltables provocadores dispuestos a la traición y a reventar toda acción efectiva de los verdaderos estudiantes.

Y así llegó la represión. Una vez más, violando la Constitución, la autonomía universitaria y gran número de derechos humanos de los estudiantes, entró a la UNAM la corrompida —aliada del crimen organizado— Policía Federal Preventiva y, como siempre, vandalizó, destruyó, violó sexualmente, violó derechos humanos y capturó a cientos de activistas, tanto estudiantes como profesores. Así, el régimen priísta perpetraró otro acto delincuencial de su negra historia.

Memorias del CGH. Capi Carmona


Pero no pudieran imponer las cuotas.

No pudieron privatizar la educación superior y, por lo tanto, mucho menos la básica ni la media superior.

El régimen de aquellos tiempos debió entregar la estafeta a sus discípulos del Partido Acción Nacional, los reaccionarios, los conservadores trasnochados que se quedaron en el XIX y todavía rumian la derrota que les infligió Benito Juárez García. Simularon la alternancia y muy pronto —en un sexenio— demostraron que eran peores que los priístas.

Pterocles Arenarius y el Diablo Pacheco


La brutalidad del neoliberalismo, su voracidad insaciable, su ceguera ante el descontento de los mexicanos los llevó a intentar la total privatización de, incluso, bienes que son derechos humanos, como el agua, el tránsito por el propio país y la educación.

Si pudieran privatizarían el aire que se respira.

Alberto Pacheco “El Diablo”, uno de los compiladores de Memoria del CGH lo resume así: “El acercamiento a la cultura es un hábito y los hábitos de la cultura no son muchos cuando cuesta que los frijoles lleguen a la mesa”. Nunca lo entendieron los neoliberales.

Hoy se encuentran histéricos, desconcertados, perdidos en el espacio. No pueden entender cómo un populista como el primer mandatario López Obrador se encuentra entre los dos mejores presidentes del mundo. Les parece un delirio que la gente lo ame e incluso lo venere. Mienten todos los días y lo acusan de corrupción y de cuanto se les ocurre. Pero lo único que logran es que el pueblo mexicano los aborrezca.

Pterocles, El Diablo, Joel Cimbrón y Jorge Mendoza


La gran lección de AMLO es el hecho de que él ha logrado lo que casi nadie de la izquierda en nuestra historia: la unidad.

Muchos de izquierda o sedicentes pontifican que López Obrador no es ya no digamos socialista, ni siquiera de izquierda y hasta lo acusan de ser un factor para que el sistema se recicle y sobreviva. Pero dice en la Biblia “Por sus hechos los conoceréis” y no por sus lindas, revolucionarias palabras, ni por sus promesas, ni siquiera por sus grandes conocimientos político-económicos. Por los hechos.

Y en los hechos nadie en la historia de México había hecho tanto por los pobres. Y lo hace en medio de un país en ruinas, bañado en sangre que le dejaron.

Por eso y no por otra cosa, el pueblo ama a su presidente.

jueves, 14 de julio de 2022

 

No soy monedita de oro

 

Pterocles Arenarius

 

Mi gran amigo Mario Alberto Sánchez Castellanos me invitó a que diera un curso de ortografía y redacción para algunos de los dirigentes de la Cooperativa Pascual. Encantado. Me pidió una propuesta o más bien yo se la ofrecí. Luego me dijo que lo que lo que requería era un manual. Pocos minutos él me proporcionó el manual. Lo revisé y estaba bastante aceptable, aunque tenía algunas imperdonables faltas de ortografía y aun de sintaxis. Pero, en general, estaba aceptable. Me fui el lunes 11 de julio a dar la primera sesión del curso. Nos apersonamos un poco tarde. Hubo una confusión con el domicilio. En fin. Llegamos y ya nos estaban esperando. Mario me dijo que empezara, aunque no era ese el plan original.

Treinta años enseñando.


Empecé. Lo primero fue una exhortación a la lectura. Una alabanza de los libros y una invitación a la literatura. Los conceptos más elevados sobre el gran arte de la letra, sobre el acto de leer. Las grandes citas de Borges sobre los libros y sobre la lectura y así. La literatura es, entre muchas otras cosas, la posibilidad de vivir varias vidas en el tiempo que tenemos destinado para permanecer en este mundo. Lo que se vive al leer suele ser tan intenso, tan impactante, que se convive con los sentimientos y emociones de los protagonistas, se sufre, se goza y no menos se piensa, se medita, se discierne. No es gratuito que Borges haya dicho que el libro es el más importante invento de la historia de la humanidad. El arte de la letra uno de los más grandes logros de estos que nos llamamos homo sapiens-sapiens, así, doble. No es exagerado pensar que nos merecemos la existencia nada más por las artes y las ciencias. Las primeras en la exploración del ser humano, de su espíritu y las segundas en el descubrimiento del universo y sus prodigiosas, fascinantes leyes. En medio de ambas, se encuentra el misticismo, el conocimiento oculto de nosotros mismos. Vivir, tener consciencia, saber de nosotros y del cosmos que nos rodea es un inmenso privilegio. Una enorme cantidad de milagros tienen que ocurrir a cada momento para que se mantengan los delicados equilibrios que permiten que sigamos vivos en medio de la infinita naturaleza. En fin, todo eso es también importante en el simple acto de redactar correctamente, porque eso es un paradigma de lo que llamamos civilización. Les hablé un poco de lo que es tal concepto: la creación casi milagrosa de un lenguaje tanto hablado como escrito. La magia insuperable de nuestros más remotos antepasados, los que dieron los nombres en este mundo: en el principio fue el sustantivo, después el adjetivo y, sólo entonces, el verbo. La posibilidad de transmitir las ideas a través de ese medio, la palabra. El pasmo de que cuestiones tan abstrusas o elevadas o complejas o exquisitas o terribles o verdaderas se puedan expresar a través del lenguaje. La existencia grandiosa del lenguaje escrito y, concretamente, del libro, que, como lo dijo Quevedo: “En medio de pocos pero doctos libros juntos / estoy en conversación con los difuntos / y entiendo con mis ojos a los muertos” (o algo así). En fin, si los humanos algo somos es nuestra memoria y ésta sólo es expresable por medio del lenguaje. Por último, empecé a abordar temas simples, pero imprescindibles de la gramática, como el uso de las mayúsculas, las reglas para emplear la b y la v en las palabras que así lo tenemos establecido. Igualmente, cuando usar c, s, sc, cc y z. Las reglas son más bien difusas. Luego abordamos el grave conflicto que han sostenido por siglos la g y la j, con la indiscernible —sólo de memoria— invasión de la g en terrenos en donde pareciera que sólo la j era soberana y luego la g tiene que echar mano incluso de la diéresis para dar los sonidos de güe, güi. La otra cuestión es que cuando alguien se convierte en un gran lector tiene una total claridad cuando se usa una letra u otra. Las reglas incluso pueden fallar. En fin. Para cerrar con broche de oro los puse a leer el inolvidable Prólogo de Arreola para su Bestiario. “Ama a tu prójimo porcino y gallináceo (…) esperpento de butifarra…”. Para que fueran viendo de qué se habla cuando mencionamos la literatura, la palabra mayor.

Con mi hermanito Charlie Monttana.

Hay que anotar que se trataba de un curso de ocho horas. ¡Ocho horas!, para dejarles cuanto fuera posible de lo que puede considerarse la acción de escribir bien, lo mejor posible, correctamente y hasta bonito. Un tiempo exageradamente breve, y esto lo dice un sujeto que lleva más de cuarenta años leyendo y más de treinta escribiendo, perfeccionando el acto de la escritura.

De eso y quizá algún otro tema les hablé a los hombres y mujeres que dirigen o al menos tienen algún mando gerencial o de mediana o quizás alta influencia en la Cooperativa Pascual. Terminé y me sentí satisfecho.

Fui a comer con ellos a una fondita que está enfrente del local de la cooperativa en donde fue la sesión. Traté de romper el hielo con ellos, pero creo que no lo logré hasta donde me lo había propuesto. Y me fui a mi casa.

Recibir un premio.

Al día siguiente, el martes 12 de julio me tocaba iniciar la segunda sesión a las 12 del día. Se me sugirió el día anterior que me vistiera de manera más formal, como ejecutivo. Ocurre que había vestido un saco encima de una guayabera, ciertamente un tanto inusual, pero, creo, no dejaba de ser presentable y aun elegante. La corbata me parece inadmisible. En fin. Esta era la sesión más árida, definir corriendísimo las principales reglas de uso de algunas letras, las que me faltaron el lunes, ejemplificar sus usos, hacer lo mismo con las reglas de acentuación, los diptongos y triptongos, los signos de puntuación y hasta empecé la parte que en el curso se llama “Redacción estructurada. Claridad y sencillez en la exposición de temas”. Una introducción a la escritura práctica. Incluso omití ejemplos de los temas anteriores para que en el territorio de la praxis ejercieran el prodigio de la escritura: “La única manera de aprender a escribir es escribiendo”; “Gris es el mundo estéril de la teoría, verde y feraz es el maravilloso universo de la práctica”. Eso sería el miércoles y el jueves. La mitad del curso. Perfecto.

A eso de las nueve de la mañana, cuando tomaba un delicioso café bien cargado para adecuarme al día me llamó Mario Alberto por teléfono.

—Yo creo que ya no vas a dar el curso de Ortografía y redacción.

—¿Y eso, por qué?

—Se quejaron de ti. No les gustó tu modo de exposición… —me quedé poco menos que estúpido. No lo alcanzaba a concebir.

—Oye, pero… no entiendo.

—¿Dónde te quedaste? A ver qué tanto se puede rescatar del curso. —Le dije donde me quedé. No quise pedir más explicaciones. No les gustó. No los toqué en el alma. Valió verga todo.

La apariencia. El engaño.

—Entonces, supongo, ya no tiene ni caso que vaya, ¿verdad? —Él hizo un silencio y preguntó algo a alguien cubriendo la bocina del teléfono y me contestó:

—No, ya no es necesario… —y adiós. Ni siquiera nos despedimos.

Borges dijo alguna vez que “Nadie enseña a nadie. El maestro lo único que puede hacer es mostrar ante sus discípulos el amor que siente por su materia”. Eso hago siempre. Esta vez fracasé asquerosa y dolorosamente. ¿Para qué le iba a decir a mi amigo querido que había hecho lo mejor, lo más grande posible que soy capaz de dar, que puse mi fuerza intelectual, espiritual y hasta mi vigor físico para llevar a cabo esa seducción de que habla Borges? Como siempre lo hago, como siempre, en unos treinta años de enseñar lo he hecho. Los ocho ejecutivos ¿medios o altos?, de la Pascual me mandaron a la verga. Sin más concesiones.

El desaliento fue casi inmediato, después del tremendo desconcierto. Puta madre, si cuando me dirijo a un público ya sea en una conferencia, en una presentación de libros o hasta en una clase hasta me aplauden y siempre me felicitan y hasta me piden autógrafos. ¿Qué puta mierda pasó aquí? ¿En qué fallé?, me puse a pensar. ¿Por qué no les gustó “mi forma de exponer”, a quiénes no les gustó, cuántos de los ocho fueron los que reclamaron, qué fue exactamente lo que se constituyó motivo de queja? Me tiré a la cama a meditar, a recordar todo, a reconstituir todos los momentos del curso, a hacer autocrítica.

Querido Pancho Villa
Mejor me voy a Tepeji a presentar mi novela.

Y concluí: hice lo mejor que pude, como siempre lo hago. Entregué cuanto era posible entregar. Si querían más, yo ya no tengo más. Es decir, querían, esperaban, deseaban algo diferente. ¿Qué putas querían diferente? ¿Mejor?, no tengo la soberbia para decir que no hay nadie que lo hiciera mejor, pero sí para afirmar que no es fácil que encontraran quien lo hiciera mejor de lo que hice. Lo creo firmemente. No deseaban algo mejor. Ni siquiera saben que era difícil encontrar algo mejor (y que les cobraría diez veces más que yo), deseaban otra cosa. Y vi a los otros instructores, de computación, de superación personal y buenos modales. Eran jovencitos muy bien vestidos, exageradamente aliñados, con traje y corbata a juego, ellos; de vestido formal y más que lindo ellas. Limitados, intelectualmente débiles, lo juro —“En el modo de agarrar el taco se conoce al que es tragón”, decía mi madre. La ignorancia se nota por encima de la piel, digo yo—, espero que en sus sendas materias hayan sido, sean, poderosos, y es que vi una clase de uno de ellos. Otra persona es autor de un libro de autoayuda, con eso digo todo. Pero eso era, sospecho, al final no puedo dar certezas, sospecho, que eso era lo que querían. Y yo les ofrecí mi apariencia de viejo hippie de pelo largo (aunque rigurosamente contenido en una cola de caballo), de barbas hirsutas y ya casi por completo blancas, sin corbata y con los zapatos más bien muy usados, chimuelo (se me cayó un diente frontal inferior hace apenas un par de meses —ya fui a la dentista, no me reclamen— además, una persona de cierta edad que muestra una dentadura impecable es un tanto absurdo, es casi monstruoso ver a un viejo con dientes de chamaco veinteañero).

No pude dejar de recordar que hace muchos años, cuando me acercaba a los cincuenta, me mantenía en excelente condición física. Yo he sido deportista desde niño. Iba a correr al deportivo más próximo a mi casa y, voy a presumir, a mis cincuenta de viejo, no había nadie que me ganara a correr. Sí admito que me ganaban los jóvenes que entrenaban atletismo, pero si siquiera los muchachos que jugaban futbol me ganaban. Nadie me soportaba cinco vueltas al paso que iba, aproximadamente 1’45” por vuelta de 400 metros. Y conste que a mis 20 años podía correr esas vueltas en 1’10”. Una vez ahí andaba corriendo alegremente, rebasando a todos los que hacían lo propio. No dejé de notar una pareja, ¿hermanos, novios?, muy elegantes para ir a correr ellos. Llevaban un formidable perro quizá pastor alemán. Los rebasé como a todos. Luego los alcancé por atrás una vez, luego otra. Y en un momento su perro me acosó. Me detuve y les dije agarren a su perro, ¿qué les pasa?, y seguí corriendo. Cuando volví a alcanzarlos por atrás la mujer me dijo “Ya cálmate, modesto”. O sea, ellos creían que yo iba a la pista como ellos, a lucir sus pants de marca, sus tenis de miles de pesos y su perro de pedigrí. Dije qué gente tan pendeja, dios santo. O sea, tengo que ser tan mediocre como ustedes para que no se molesten los señoritos.

Y esto último me hizo pensar que aquellos muchachos —los más viejos rondaban la cuarentena— no tienen idea de lo que les estaba dando o bien les molestó un viejo sabelotodo que les avienta conceptos a lo bestia sin explicarlos debidamente, despacio. Cometí un error, por lo menos. Debí quizá decirles que lo suculento del curso sería al final, que había reservado dos sesiones, cuatro largas horas, para que practicaran la escritura porque sólo se aprende a escribir escribiendo. Es decir, que dedicaríamos lo más de tiempo posible a escribir. Además, la excesiva velocidad de mi exposición apelaba a que ellos son gente de alto nivel, dirigentes. En fin.

También cometí el error, quizá, de no haberles contado que hace muchos años, en el 82, 83, por aquellos tiempos, yo participé, como militante que era del Partido Mexicano de los Trabajadores, en la histórica huelga por la Pascual y luego la lucha que concluyó con la creación de la Cooperativa Pascual. ¿Para qué?

Me consuela (¿?), no, no me consuela, puesto que no me afectó. Sé que soy un buen escritor, de los mejores de este país (humildemente sea dicho), aunque no muchos lo sepan y soy también un buen maestro. Este escrito es para poner las cosas en su lugar. Más bien ponérmelas ante mí mismo. Decía que no me consuela aquella canción de Cuco Sánchez: “No soy monedita de oro / Pa’caerle bien a todos / Así nací y así soy / si no me quieren ni modo”. Si esa gente de la Pascual no me quiere, allá ellos. (Pero ellos se lo pierden).

jueves, 7 de julio de 2022

 

Enstasis

Violeta Ortega: Islera


Trabaja en el mundo invisible al menos tan

duro como lo haces en el visible.

Rumi


Islera es un homenaje a un toro bravo que murió en los avatares toreriles, pero no sin antes llevarse entre su cornamenta a, ni más ni menos, que el famoso torero llamado Manolete (si no mal recuerdo se llamaba Manuel Rodríguez). El toro se llamaba Islero. Su madre fue Islera. Hoy, Islera es una galería de arte. Se encuentra —precisamente como habitante de una isla, es decir, islera— en el corazón del más que populoso barrio de La Merced, otrora gran centro de abastecimiento citadino del que fuera Distrito Federal, en el mero Centro Histórico de la Ciudad de México.

Telar 


domingo, 5 de junio de 2022

144 cumpleaños de mi general Villa

 Pancho Villa 144 años

Pterocles Arenarius

El 5 de junio de 1878 nació en una comunidad llamada La Coyotada, en la hacienda de Río Grande, municipio de San Juan del Río, Durango, un niño que recibió el nombre de Doroteo y le tocaron los apellidos Arango y Arámbula. Pocos años después él cambiaría su nombre por el de Pancho Villa. Es decir, hoy se cumplen 144 años (12 veces 12) de la llegada a este mundo de hombre tan singular.

Portada de Querido Pancho Villa
(Foto histórica del general intervenida por Violeta Ortega)


En la novela Querido Pancho Villa y también en el libro de Paco Ignacio Taibo, se cuenta que aquel 5 de junio hubo fenómenos extraños en La Coyotada, a eso de las tres de la tarde, hora en que nació mi general, hubo una tormenta, algo muy raro a esas horas, pero, al mismo tiempo no se ocultaba el sol. Lo cual provocó grandes arcoíris, necesariamente. Y se dice que había una no menos rara conjunción de Venus y Marte. Todo eso lo anota Taibo II en su Pancho Villa, una Biografía Narrativa y también Fredrich Katz en su Pancho Villa.

Agustín Ramos: Prologuista de Querido Pancho Villa.


En Querido Pancho Villa se agregan detalles que, si bien son verosímiles, no necesariamente son históricos, vgr.: que cuando lo vieron sus padres (Agustín Arango y Micaela Arámbula), notaron que tenía las manos muy grandes. Una vecina, al escuchar esto, le dijo a doña Micaela que eso era signo de que a su hijo le iba a gustar lo ajeno. Lo que le estaba diciendo es que su hijo iba a ser ratero.

Autofoto con cartel


 Entonces la señora madre de Doroteo —que así lo bautizaron— dijo que no iba a ser ladrón, sino bandido, que en aquellos tiempos tenían un aceptable prestigio por el odio que había entre el pueblo contra los terratenientes y contra los gobiernos, municipal, estatal y federal, es decir, era muy diferente ser bandido, casi un héroe popular, que ser ratero. Tal cualidad también provocó que su padre le pusiera su primer —y muy pronto olvidado— apodo: El Manotas (como se le llamara unos tres cuartos de siglo después al luchador Blue Demon). Luego, también se dieron cuenta de que ese criaturón, muy grande de por sí —hizo sufrir mucho a su madre que, durante el embarazo, ya no lo aguantaba en el vientre y a la hora de parir también fue un viacrucis, una gran batalla para que pudiera nacer y que, además, en el trance de llegar a este mundo Doroteo lastimó feamente a su madre—, notaron que “estaba muy duro”, es decir, tieso. Le podían

Bajo la égida de mi general


 poner los pulgares y el chamaquito se agarraba tan fuertemente que si lo levantaban era capaz de sostener todo su cuerpecillo bien agarrado de sus manitas. La comadrona que ayudó a la mamá de Pancho Villa les dijo que era porque el muchachito estaba muy fuerte. Además, se notaba extraordinariamente avispado, con los ojos muy abiertos y atentos, como si entendiera todo lo que veía. Dicen que daba algo de miedo ver a ese niño y que les recomendaron a los padres que lo debían cuidar mucho porque podía llegar a sufrir mal de ojo, pues tenía la mirada muy fuerte y atraería a la gente que tenía esa misma característica.

Pancho y Ptero


La vida de Pancho Villa fue muy intensa y significativa desde que nació. Los augurios eran muy poderosos y, de alguna manera, digamos inequívocos. Eso de Marte y Venus no dejaba de ser extraño y se prestaba al augurio de su gran futuro como militar y en cuanto a Venus su descomunal capacidad de amar —tanto física como espiritual— a las mujeres, pero no sólo a las mujeres, porque el general Villa amaba entrañablemente a su pueblo y a sus “muchachitos”, como llamaba a sus soldados. También, obviamente, a sus caballos. Es fama también de que Villa era extraordinariamente sensible, de lágrima muy fácil; bueno, pues eso se atribuye también a la influencia de Venus. En fin, había en él una conjunción paradójica para el amor y la guerra.



En la novela Querido Pancho Villa se tratan esos detalles de la vida —desde su nacimiento hasta el momento en que Abraham González lo reclutó como coronel para combatir al tirano Porfirio Díaz— de uno de los más importantes soldados de la gran gesta terrible que fue la Revolución Mexicana y que hoy es llamada la Tercera Transformación.