lunes, 8 de octubre de 2007

Leones de la Sierra de Xichú

Desde la Sierra de Xichú, Los Leones

Pterocles Arenarius

El más grande exponente de la música guanajuatense en el Festival Internacional Cervantino es, sin duda, el huapanguero Guillermo Velázquez y su grupo, Los Leones de la Sierra de Xichú.
Esta banda, como cada año, ha hecho su presentación en La Alhóndiga de Granaditas para demostrar que ya tiene un gran público cervantino y que en ésta, como en años anteriores, logró conquistarse el corazón de la gente, aunque en esta ocasión más todavía si fuera posible.
Un acierto inmenso fue el de hacerse acompañar por Oscar Chávez y el trío Los Morales, tanto para compartir cada grupo a su turno el escenario, como para realizar una “Topadita” y alternarse diciendo las calaveras a las que Los Leones ya acostumbraron a su público.
La gran explanada de La Alhóndiga estaba absolutamente saturada, a pesar de la lluvia que, aunque no tan intensa, sí obligaba al paraguas. Pero apenas amainó muy poco el agua, empezó el concierto y la gente guardó los paraguas porque no dejaban ver a los de atrás. La multitud era tan grande que siempre había alguien atrás.
El virtuoso versificador Guillermo Velázquez abrió su concierto con una improvisación en verso para elogio del público que se estaba aguantando a permanecer bajo el agua con tal de ver a sus Leones de la Sierra de Xichú. La gente, por supuesto, le correspondió con un sonoro rugido de júbilo, tanto para agradecer el homenaje como para, a su vez, encomiar la maravillosa precisión –en rima, metro y ritmo– de los versos que el León Mayor le dedica.
Las valonas, los huapangos, los sones, llevan a la gente a la extrema emoción. Guillermo se confiesa rapero, blusero, amante de la música de John Lennon; se pone una boina del Che Guevara y, siempre en verso, nos dice que admira no menos a Pink Floyd y que en el vasto condominio de sus quereres caben incluso Supermán y el mito de Aztlán.
El versificador xichuleño tiene la gran virtud de comunicar sus poderosísimas emociones al público y cada vez lo va logrando hacer de una manera en que involucra a la gente. Me parece que el público lo ve cada vez menos como un fenómeno curioso, incluso trasnochado, de los márgenes, de aquellos pueblitos de la huasteca que se quedaron afuera de los nuevos fenómenos de la cultura popular y el espectáculo.
Al traer a Oscar Chávez, Guillermo Velázquez adquiere un cariz de conciliación con los miles de seguidores del ya veterano y gran cantante e investigador musicógrafo y otrora actor. La entrega del público a Guillermo Velázquez fue total, sin reservas y desafiando el frío y la lluvia.
Otra parte entrañable que ya ha vuelto costumbre en sus conciertos en los Festivales Cervantinos, Velázquez rindió homenaje a los viejos trovadores de su tierra y muy especialmente a don Heliodoro Copado, un huapanguero de Querétaro que falleció en el transcurso del año; pero no olvidó a otros menos famosos, pero no menos importantes para esta música, ellos son Juanito Rodríguez, Ernesto Medina y Antonio Escalante. En su memoria cantó la tradicional tonada de Rogaciano el huapanguero.
Luego hizo una serie de versificaciones chuscas alusivas a las relaciones matrimoniales a la luz de la liberación femenina, las situaciones risibles que ocurren a raíz de que las mujeres ya no aceptan el estatuto de servidoras del marido.
Los versos no son simples, sin embargo, se enriquecen asombrosamente gracias a la música, al ritmo que les imprime el grandioso huapanguero que dedicó la siguiente sección de su concierto a pedirnos la memoria: “Debajo de lo aparente/ continúa la efervescencia// hay agravio hay impaciencia/ y hay descontento en la gente”, en referencia “al fraude electoral” ocurrido el año pasado. Fraude que, por cierto, las televisoras aseguran que no existió y que por lo tanto no hay huellas ni mucho menos pruebas.
Pero Velázquez no sólo pide la memoria para el 2 de julio de 2006, sino también para el 2 de octubre de 1968. E incluso habla de los sucesos de tales años como dos agravios contra México, el uno que derramó la sangre y el otro que asesinó las esperanzas. En el estado de Guanajuato, origen de El Yunque, de la primera presidencia panista y con la complacencia tumultuaria llamó “espurio” al presidente legal (pero no legítimo) Felipe Calderón.
La lluvia arreció como para poner a prueba la exultación de la gente y la prueba fue superada por el público sin darse cuenta, pues nadie se movió de su lugar en la fiesta, ni tuvo intención de hacerlo. Así entró al escenario Oscar Chávez homenajeado por los versos que le dedicara el formidable versificador guanajuatense que le cedió el turno.
El ya legendario cantautor empezó su participación con la feliz canción de amor a la bella Mariana, por la que el cantor se declara capaz de volar “del uno al otro polo/ imitando a los globos aerostáticos/ hasta encontrar la piedra filosófica cuadrada o triangular” porque el enamorado asegura conocer “la química retórica botánica, botánica retórica y sistema decimal”.
Siguió Oscar Chávez con su acervo de canciones que ya forman parte de la mejor cultura popular, como Mariguana, Soy soldado de Pancho Villa; Hasta siempre, el homenaje al Che Guevara y cerró con Por ti, y Macondo, como encore, para dar paso a una serie de interpretaciones en que participaron juntos.
El momento cumbre fue la interpretación musicalizada del poema Alta traición de José Emilio Pacheco, alternando con décimas sobrecargadas de emoción del decimero mayor de Xichú, décimas en las que cantó a todas sus patrias: la más chica, Xichú; la tierra de su estado, Guanajuato y México. Pero no olvidó la que sería la primera patria, la familia, la madre, el padre, el barrio, la infancia. Y terminó recordando los grandes dolores de nuestro país, Tlatelolco, Acteal, Atenco, Oaxaca.
El larguísimo concierto no terminaba después de dos horas y quince minutos. Cuando Guillermo Velázquez dio pie a la lectura de las calaveras también ya tradicionales y casi un mes adelantadas.
En las calaveras, el xichulense arremetió contra el PAN, el PRI y el PRD no se salvó. Pero la peor parte se la llevaron los panistas, pues fueron declarados “peor que los priístas”. Los Fox-Sahagún no fueron mejor considerados que corruptos y tarugos; Felipe Calderón también fue sumamente maltratado como espurio e ilegítimo, mientras que de López Obrador dijo que “hasta los muertos lo llaman presidente legítimo”.
El gobernador de Guanajuato tampoco se salvó del agudo aguijón de los versos de Guillermo y lo acusó, por lo bajito, de mocho. Los Leones se despidieron con un zapateado y los agradecimientos. El público, insaciable, mojado por la lluvia, después de casi tres horas de música, cansado, pero no satisfecho, pedía más. Como Mesalina.

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