Multipandemia
y pregón
Pterocles Arenarius
El pregón dice: “Se
compran colchones, tambores, refrigeradores, estufas, lavadoras,
microondas o algo de fierro viejo que vendaaan”, es la voz,
indudablemente, de una niña. Hay algo de gracia en el tono y, a
pesar de todo: el alto volumen, la repetición por miles, la
intrusión sonora, no termina por serme desagradable. El pregón,
equipo de sonido con muy baja fidelidad de por medio, se oye todos
los días por cada una de las calles de la ciudad. No deja de
asombrar que en estos tiempos de pandemia los compradores de
colchones, tambores..., sigan activos no importándoles la
emergencia.
Llegó la epidemia que azota a todo el mundo, tan democrática ella,
le ha pegado más a los europeos y a los gringos que a nosotros;
carajo, una de cal por las miles que van de arena. Pero todo ha
enloquecido. Las calles están tan solas que aterran, la gente huye
de la gente cuando hace apenas unas semanas ejercían con descaro en
pleno ―¿hasta qué
punto sin consciencia?― aquello que los epidemiólogos, hoy
tan de moda, llaman la inmunidad de rebaño.
La
economía del mundo entero se cayó y en algunos países prefirieron
sostener “que se muera quien se tenga que morir” en vez de
aplicar medidas para salvar a la mayor cantidad de gente posible y ni
así salvaron su economía. Y, a corto plazo, según las noticias,
tampoco a la población.
Hay
quien dice que el verdadero virus somos nosotros. Los odio. No somos
un virus. Aunque si pensamos en dimensiones planetarias o galácticas
podríamos decir que, proporcionalmente al menos, lo somos en
relación con las dimensiones astronómicas.
Todo
está trastocado. La humanidad pareciera haber enloquecido. Mucha
gente, en el encierro que el gobierno“recomienda”, vive
aterrorizada, otras personas, para no caer en el miedo pelean entre
sí. Hay gobernantes que sentencian a la cárcel a los hambrientos
que salen de su casa a buscar comida o les imponen multas de miles de
pesos por circular en la calle sin cubrebocas. La locura se ha
extendido con el planeta Tierra como límite. Personas hay que se
deslizaron hasta la esquizofrenia y viven en esos mundos paralelos
creados por su mente desquiciada. No menos, los brotes sicóticos
hacen presa de esa gente que nos anuncia el fin del mundo, la
perentoria invasión de los annunakis; el estrellamiento sobre la
superficie de nuestro planeta de un formidable meteoro que, con la
explosión que provoque, acabará con la vida en la Tierra, excepto,
claro, las cucarachas. Y así...
Nosotros
somos el virus..., dicen unos, los odio. Aunque admito que algunos
especímenes de mi especie lo son e incluso llegan a ser mucho
peores, lo cual, aunque reconozco, lo lamento. Los tigres, dicen las
noticias, ya circulan por los arroyos vehiculares y las grullas de
precioso canto se aposentan en las fuentes de las plazas citadinas
ante la ausencia de la plaga que, insisten, somos nosotros.
Hemos
exterminado a una cantidad desconocida de especies biológicas y,
dice algún científico, la existencia del virus que nos ataca se
debe a que en el mundo de los seres elementales se regenera el
equilibrio que estamos aquí provocando y surgen nuevos bichos para
restituir el exterminio que se hace aquí entre los animales que
hemos llamado superiores. En otras palabras, la biodiversidad que
destruimos entre los metazoarios se recupera en la biodiversidad
―¿que
se autogenera o quién o
qué la hace?―
entre los protozoarios.
Si
esto último es cierto, significa que la humanidad no volverá a
vivir en paz. Es decir, los gérmenes nos atacarán una y otra vez
quizá hasta que nos eliminen o hasta que entendamos lo que ocurre y
pactemos con ellos en un acuerdo honesto y mutuamente favorable para
la sobrevivencia de ellos, de nosotros y de todos los demás que aquí
vivimos.
Si
hemos estado eliminando la vida (no importa que lo hayamos hecho por
ignorancia o por descuido), el planeta ―que
también es un ser vivo―
nos cobrará sin piedad, es decir, con fría e imparcial justicia. Si
somos tan imbéciles como para no entenderlo o bien, aun
entendiéndolo nos empecinamos en la misma actitud, seremos
eliminados de este planeta. Somos tan hijos de la Tierra como los
virus y las demás especies vivas, incluso las peores, pero ellas
llegaron aquí mucho antes que nosotros. Sí sé por qué sospecho
que no somos imprescindibles.
Pero
lo importante es que tenemos consciencia. Incluso de nuestra propia
miseria. Y también de nuestra locura, lo cual es simplemente
aterrador. Si por lo menos no fuéramos conscientes. Y lo peor es que
por eso en este momento somos responsables de nuestro propio destino.
Más todavía, el destino de todas las especies vivas está,
absurdamente, en nuestras manos. Nuestra ciencia nos ha dado el mayor
poder sobre el planeta, la hegemonía sobre los seres vivos que aquí
mismo habitan. Qué tremenda, qué atroz y casi insoportable
responsabilidad. ¿Qué haremos? Si, como algunos dicen, nosotros
somos los virus, eso significaría que no sobreviviremos. Que nos
autoexterminaríamos. El prodigioso hecho de que las sustancias
inertes de la tierra ―trabajadas
por miles de millones de años a través de la
evolución― hayan
creado, primero, la vida,
luego la inteligencia y,
más todavía, la
consciencia, habría sido
inútil. Somos la forma
en que las sustancias de La Tierra tienen consciencia de sí mismas.
Nada tendría caso. O aun
así, ¿quién lo
sabe? Ha habido humanos realmente prodigiosos, otros sublimes y
también algunos malvados pero en grande: auténticos
demonios, lo cual quizá sea tan gran mérito como su diametral
oposición. No creo que
seamos los virus que nos autodestruyamos. Qué estupidez...
Absorto
en tan exorbitantes meditaciones escuché el famoso anuncio como una
proclama, con la misma vocecilla notable por infantil y femenina:
“Se compran cabrones, ladrones, golpeadores, granujas, estafadores,
machitos miserables o cualquier clase de políticos viejos, corruptos
y pendejos que vendaaan”. Me pareció que yo estaba enloqueciendo.
De hecho me parecía oír las palabras que por años escuché y
postulé que mi mente era víctima de los excesos del encierro y me
engañaba. Presté atención procurando el mayor silencio para
escuchar con la mayor fidelidad. Era cierto, se pregonaba mediante
una grabación: “Se compran cabrones, ladrones, golpeadores,
granujas, estafadores, machitos miserables o cualquier clase de
políticos viejos, corruptos y pendejos que vendaaan”. ¡No podía
ser! ¿Era una broma, un performance de esos que hacen ahora y
que quieren elevar a estatura de arte? Me apresuré a salir a la
calle para ejercer testimonio directo y de primera mano, presenciar
el insólito pregón.
Era
un gran camión ―de
los que llaman tráiler
en una lengua ajena― de
doble remolque, iba por la avenida solitaria avanzando con una
lentitud que sentí solemne. Dos magnavoces difundían la proclama
inaudita. No había ni un alma a la vista pero el mensaje, por
supuesto, llegaba nítidamente a los interiores de las
casas-habitación donde la gente autorrecluída rumiaba, entre altas
dificultades, sus furores de muy variada índole ferozmente
reprimidos.
El
vehículo me detectó ―era
el único ser vivo quizá en kilómetros―
y se detuvo. Se abrió la puerta del gran armatoste. Un hombre de
madura juventud descendió casi acrobáticamente de la cabina inmensa
del formidable camión.
El
individuo llegó rápidamente hasta mis proximidades. Desde detrás
de su cubrebocas profesional, me dijo con voz asordinada:
―¿Tiene algo para vendernos,
señor?
―Oiga, estoy desconcertado.
¿Se compran cabrones, ladrones, granujas...?, ―pronuncié
al unísono del altavoz. ¿Me puede explicar un poco? Se me hace
difícil creer esto que estoy oyendo...
―Estamos haciendo una limpia
en la humanidad. Venimos recogiendo toda la basura, todo lo que ya no
sirve, lo que está haciendo daño al ser humano.
―Pero..., pero, ¿quién hizo
esta iniciativa, cómo la aprobaron, de dónde viene esto, cuál es
el objetivo, por qué no nos habían informado, qué dice el
gobierno?
―La iniciativa es un consenso
de la Nueva Asamblea Mundial de las Naciones Unidas para la Salvación
del Tercer Planeta (NAMNUS-3P). Fue
aprobada de manera perentoria en uso de las facultades que se otorgó
la propia NAMNUS ante la emergencia letal y fuera de control por la
aparición de 250 virus mutantes desconocidos que siguieron a la
pandemia del Covid-19. Esto viene de, en primer lugar, la asamblea
plenaria y permanente mencionada bajo la asesoría de los cinco
mil científicos más prominentes en las áreas del conocimiento con
que se cuenta y que fue difundida a cada uno de los países del
planeta. El objetivo es muy sencillo, sólo sobrevivir. No se ha
informado porque nos hubiera llevado demasiado tiempo que hubiese
arrebatado millones de vidas en unos cuantos días, pero en estos
momentos estamos iniciando una campaña planetaria de información
para que la población mundial esté informada. El gobierno nacional
lo está
y, no tiene otra opción, está de acuerdo. Es todo lo que preguntó.
Ahora usted dígame, ¿tiene algún especimen que nos vaya a vender?
―Perdóneme, pero no entiendo,
esto es tremendamente extraño. ¿Cómo es posible que se pongan en
venta o se ofrezca la compra de personas? ¡Es una violación a los
derechos humanos! ―Mientras
el hombre y yo hablábamos el pregón continuaba impertérrito, “Se
compran cabrones, ladrones, golpeadores, granujas, estafadores,
machitos
miserables o cualquier
clase de políticos viejos, corruptos
y pendejos que vendaaan”.
―Trataré de explicarle un
poco, a ver si es posible... Mire usted, los cabrones, ladrones,
etcétera y etcétera, están perfectamente bien identificados.
Generalmente son gente que tiene poder político y/o económico, es
completamente sintomático. La maldad, le diré, es casi
absolutamente inútil, completamente banal, lo dijo aquella poeta,
creo que alemana, ¿cómo se llama?, bueno no importa por el momento.
Excepto para el poder. El que quiere poder político que es también
económico, siempre busca uno de ellos para acumular también el
otro. Fíjese que el poder político es superior pero sólo en
apariencia y además es transitorio, así lo hemos logrado hacer en
luchas terribles a lo largo de la historia, pero sólo en apariencia.
El poder económico está amenazando la existencia de la humanidad.
No exageramos al decirlo. Para qué le digo que hay miles de muertos
a la semana por hambrunas en todo el mundo. Pero 250 virus
desconocidos pueden acabar con, le aviso, ya lo calcularon, tres
cuartas partes de la humanidad en los próximos diez años. Y, mire,
le diré algo que todos sabemos: los actos realmente malvados en
contra de la humanidad o al menos de grupos representativos de ella,
los llevan a cabo, los deciden unos cuantos, muy, pero muy poquitos
hombres. Pero hay dos circunstancias muy graves, una, que sus actos
de maldad (generalmente en su beneficio para acumular más poder o
más dinero) repercuten en gran número de personas. Y, dos, tienen a
mucha gente a su servicio. Ya sean los miembros del crimen
organizado, como en nuestro país, o ya sea los políticos que tienen
momentáneamente el poder para modificar el rumbo de los sucesos,
insisto, para acumular más poder político y, ya sea indirectamente
o por otros medios, económico. Son muy pocos. Y todo el mundo sabe
quiénes son. Banqueros, políticos, empresarios, dirigentes que
se autonombran
espirituales y hasta
engañadores que se dicen artistas y no falta algún falso
deportista. También entre los sirvientes de éstos hay en
abundancia ejemplares dignos de ser vendidos pero, insisto, los que
provocan los grandes males inmediatos a la humanidad son muy pocos. Y
los estamos comprando.
―Increíble. Increíble.
¿Tanto así ha cambiado todo por un simple virus?
―Tanto así, por sólo 250
simples virus. Mutantes...
“Que
pueden expulsarnos de este planeta, pueden
sacarnos con cierta facilidad
del complejo sistema que llamamos
vida en menos tiempo del que necesitamos para ser
capaces de eliminar si acaso a cuatro o cinco de ellos.
“Y
ahora dígame porque ya nos hizo perder mucho tiempo, ¿tiene a algún
especimen que nos venda?”.
―No. Perdóneme. Estoy
anonadado. Me siento trastornado de confusión. Pero no me diga que
en este camión llevan los “materiales que han comprado”...
―Así es. Como usted me parece
un sujeto inteligente e informado, me permitiré darle un minúsculo
viaje de demostración por la zona en donde se recluye de manera
preventiva a los presuntos dañadores de la humanidad, reclusión
con que está equipado nuestro vehículo. Venga
por aquí... ―Y
me apresuró a que lo siguiera. Hizo una señal al operador que
conducía el vehículo y pronto descendió una escalera automática
del enorme cuerpo del camión ultramoderno. Subimos y una puerta se
deslizó para dejarnos paso franco. Ingresamos por un estrecho
pasillo que a ambos lados tenía sendos habitáculos. Tocó un
adminículo digital y se abrió una pantalla que nos mostró a un
hombre casi totalmente calvo y con orejas más que notables,
sobresalientes y de tamaño fuera de lo normal. Era ya viejo, pequeño
y casi enjuto, sin embargo era notable en su rostro una mirada que no
puedo dejar de llamar demoníaca, serenamente intensa pero, sin
duda, perversa. El rictus
en su rostro era de una calma siniestra como el de una serpiente que
mide la tarascada para engullir a una presa. Se
paseaba con asombrosa calma, meditando, pero
mostraba arrugas de furibunda contrariedad: la contracción de la
boca, la brutal tensión en los ojos que parecía agregarle un toque
demoníaco, un brillo a sus ojos.
―¿Quién es? ―pregunté.
―Es el hombre que más poder
político y económico (ambos a la vez) acumula en nuestro país. El
político ya no lo usufructúa formalmente, pero tiene gran cantidad
de aliados y testaferros, sicarios e incondicionales. Y la gran
mayoría se mueven en puestos clave del poder tanto político como
económico de la nación.
―Oiga, la figura del
hombre es impresionante. Si no fuera porque está preso y que no me
ve, sí me daría algo muy próximo al terror.
―Ciertamente, debe cientos si
no es que miles de vidas e indirectamente, le diré, quizá sean
millones de existencias humanas que dañó o
suprimió con tal de
acumular el descomunal poder político y económico que acaparó. Es
un gran logro haberlo capturado. En esta ala tenemos a varios de sus
fieles seguidores, muchos de los cuales intentaban competir con él
en la comisión de atrocidades. Tenemos a varios presidentes, uno
borracho, otro loco, uno más débil mental
y también hay políticos
menores y muchos empresarios. Pero venga, esto le interesará.
―Caminamos
unos pasos hasta otro sitio. Realizó la misma operación para abrir
la pantalla y apareció un hombre de mediana estatura, casi
regordete, de rostro
torvo, aquilino y gesto, en efecto, de ave rapaz, pero también con
notables signos de un alcoholismo cultivado por décadas y, a estas
alturas, ya muy
mal disfrazado por su edad provecta. En sus labios gruesos, rojos,
que extrañamente parecían siempre húmedos y como anhelantes se
había impreso el rictus de una sensualidad insaciada, innombrable y
que provocaba escalofríos. Pero lo más brutal, lo inadmisible era
su alzacuellos casi totalmente oculto por la papada.
―¿Éste
era rico?
―Lo era, aunque no
exageradamente. Su virtud más bien fue
la de saciarse toda costa. Gran manipulador y amigo entrañable y
servicial de los peores entre lo peor.
―¿Era eclesiástico?
―Lo era. Amigo, es hora de
irse... ―De
pronto empezaron a oírse golpes en una de las celdas. Eran impactos
descontrolados como la desesperación. Mi guía prestó atención con
gesto inquisitivo y temple
de cazador―.
Antes de irse contemple lo que sigue..., ―dijo
y me llevó hasta otra pantalla que activó―. Todos
son lo que suele llamarse grandes triunfadores. Pero sus triunfos ya
costaron demasiado a la especie y al planeta. Éste era un campeón
mundial para hacer dinero. Llegó a ser uno de los más ricos del
mundo. Un auténtico hombre de acción.
Me
asomé.
Era
un viejo casi decrépito. Asombraba el gesto de furia y la enjundia
con que pateaba las paredes y las golpeaba también con las manos. Su
energía no parecía ser
proveniente de ese cuerpo ya más que vencido por Cronos, era una
fuerza quizá sobrehumana, una furia apoyada en un
brío
espiritual pero perverso.
El viejo estaba como loco, no me costó trabajo imaginarlo
maldiciendo a sus empleados en alguna de sus grandes empresas,
mandándolos al infierno porque no habían alcanzado las ganancias
exageradas en algún negocio que les encomendara, exigiéndoles que
exprimieran más a los empleados, que batallaran intransigentemente
con los competidores, que intensificaran las campañas de publicidad
para que el mundo notara, descubriera que sus productos eran
imprescindibles, que ningún obstáculo era digno de consideración y
ni siquiera de discusión, que violaran las leyes, que compraran a
los gobernantes, que sobornaran a los jueces, que mataran, sí, que
mataran a quienes se opusieran al progreso de su gran empresa.
Un
triunfador. Un emprendedor. Un hombre..., un hombre que lucha por sus
ideales, los que se reducen a una palabra: acumulación.
El
hombre dejaba de golpear las paredes por momentos y decía:
―Amigo, oye, amigo, mira, ¿qué
te parece un millón de dólares? ¿Eh, un millón de billetes
verdes?, ¿eh?, para ti solito, cabrón. Sin polvo y paja. No, mira,
perdóname, que sean diez, diez millones, como tú quieras, ahorita,
contantes y sonantes. Y no hay reclamos. Ándale. Bueno. No,
espérame, que sean ¡cincuenta millones!, no mames, no tienes idea
de qué es eso... Serás el rey del mundo, ándale, no seas malo,
¡hijo de tu puta madre! ¡Te doy cien millones, pendejo! ¡Suéltame,
maldito! Muj-muj-muj... ―jadeaba―,
¡hijo de tu perra
madre!, ¡déjame libre! ¡Maldito, mal-di-to seas! ―y
se derrumbó entre sollozos.
―Qué terrible ―le
dije al hombre― ¿pero
cómo saben que son culpables? ¿No están violando sus derechos
humanos, insisto?
Tenemos
evidencias de sus fechorías. Ellos tienen un síndrome que fue
establecido hace mucho tiempo y que es llamado Síndrome de Codicia
Abisal Arquetípica Inconsciente. Es una necesidad de acumular bienes
económicos de manera irracional, una codicia que no se sacia con
nada, por eso se llama inconsciente y se llama arquetípica porque al
parecer tiene componentes incluso genéticos y del inconsciente
colectivo étnico propio de las naciones que sufrieron grandes
carencias que pusieron en grave peligro incluso su existencia por las
terribles condiciones climáticas que sufrieron sus antepasados
prehistóricos, cuando sí morían pueblos completos por las
hambrunas y las heladas.
“Se
trata de una especie de locura por acumular sin medida, una urgencia
por ganar bienes que no se saciará ni siquiera si ellos acumularan
todo el oro del mundo, toda la riqueza de este planeta aunque dejaran
sin comer a la totalidad de los humanos. Alguien ha dicho que es una
especie de miseria del espíritu por lo que, siendo espiritual, no
encuentra con que saciarse en este mundo. Así ellos acumularán
dinero, bienes, sin detenerse jamás y en ninguna circunstancia,
aunque pongan en peligro, de hecho ya lo han puesto, al mundo entero.
―¡Dios! ¿Y eso es posible?
―¿De qué habla usted?
―Que haya personas así...
―Está viendo usted a uno de
ellos...
―Todavía me cuesta creerlo...
Caminamos
hacia la salida. Había sido una serie de impresiones tremendas ver a
esos
hombres.
―¿Y qué van a hacer con
ellos?, ―pregunté.
―¿Qué se hacía con lo que
compraban antes:
colchones, tambores, refrigeradores, estufas, lavadoras, microondas o
algo de fierro viejo...?
―No sé..., se reciclaba, se
desmembraba, lo que era posible se iba a reparación.
―Lo mismo. Son seres humanos.
No tienen razón, pero ¿quién la tiene? Excepto que el modelo que
impusieron al resto de la humanidad nos puso en peligro a todos. Los
que estamos suprimiéndolos en el sistema creemos que no tenemos la
verdad, simplemente requerimos un nuevo sistema para que sobrevivamos
todos.
Eso es la prioridad por encima de cualquier
otra.
Ellos se
tienen que reciclar. Sé que lo haremos. Hay conocimientos muy
poderosos en el sistema de la ciencia actual. Pero,
tiene usted razón, con ellos y
con todo lo demás nos la estamos jugando. Así lo hemos hecho toda
la historia. Hemos tenido victorias y derrotas. Pero hemos avanzado.
También hemos retrocedido, para volverlo a intentar y aprender de
las derrotas.
Nos
despedimos con afecto pero sin tocarnos por si las dudas, por
protocolo.
El
camión empezó a caminar lentamente y sin dejar de repetir el pregón
“Se compran cabrones,
ladrones, golpeadores, granujas, estafadores, machitos
miserables o cualquier
clase de políticos viejos, corruptos
y pendejos que vendaaan”.
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