Pancho Villa 144 años
Pterocles Arenarius
El 5 de junio de 1878
nació en una comunidad llamada La Coyotada, en la hacienda de Río Grande,
municipio de San Juan del Río, Durango, un niño que recibió el nombre de
Doroteo y le tocaron los apellidos Arango y Arámbula. Pocos años después él
cambiaría su nombre por el de Pancho Villa. Es decir, hoy se cumplen 144 años (12
veces 12) de la llegada a este mundo de hombre tan singular.
Portada de Querido Pancho Villa
(Foto histórica del general intervenida por Violeta Ortega)
En la novela Querido
Pancho Villa y también en el libro de Paco Ignacio Taibo, se cuenta que aquel
5 de junio hubo fenómenos extraños en La Coyotada, a eso de las tres de la
tarde, hora en que nació mi general, hubo una tormenta, algo muy raro a esas
horas, pero, al mismo tiempo no se ocultaba el sol. Lo cual provocó grandes arcoíris,
necesariamente. Y se dice que había una no menos rara conjunción de Venus y
Marte. Todo eso lo anota Taibo II en su Pancho Villa, una Biografía
Narrativa y también Fredrich Katz en su Pancho Villa.
Agustín Ramos: Prologuista de Querido Pancho Villa.
En Querido Pancho Villa se agregan detalles que, si bien son verosímiles, no necesariamente son históricos, vgr.: que cuando lo vieron sus padres (Agustín Arango y Micaela Arámbula), notaron que tenía las manos muy grandes. Una vecina, al escuchar esto, le dijo a doña Micaela que eso era signo de que a su hijo le iba a gustar lo ajeno. Lo que le estaba diciendo es que su hijo iba a ser ratero.
Entonces la señora madre de Doroteo —que así lo bautizaron— dijo que no iba a ser ladrón, sino bandido, que en aquellos tiempos tenían un aceptable prestigio por el odio que había entre el pueblo contra los terratenientes y contra los gobiernos, municipal, estatal y federal, es decir, era muy diferente ser bandido, casi un héroe popular, que ser ratero. Tal cualidad también provocó que su padre le pusiera su primer —y muy pronto olvidado— apodo: El Manotas (como se le llamara unos tres cuartos de siglo después al luchador Blue Demon). Luego, también se dieron cuenta de que ese criaturón, muy grande de por sí —hizo sufrir mucho a su madre que, durante el embarazo, ya no lo aguantaba en el vientre y a la hora de parir también fue un viacrucis, una gran batalla para que pudiera nacer y que, además, en el trance de llegar a este mundo Doroteo lastimó feamente a su madre—, notaron que “estaba muy duro”, es decir, tieso. Le podían
poner los
pulgares y el chamaquito se agarraba tan fuertemente que si lo levantaban era
capaz de sostener todo su cuerpecillo bien agarrado de sus manitas. La comadrona
que ayudó a la mamá de Pancho Villa les dijo que era porque el muchachito
estaba muy fuerte. Además, se notaba extraordinariamente avispado, con los ojos
muy abiertos y atentos, como si entendiera todo lo que veía. Dicen que daba
algo de miedo ver a ese niño y que les recomendaron a los padres que lo debían
cuidar mucho porque podía llegar a sufrir mal de ojo, pues tenía la mirada muy
fuerte y atraería a la gente que tenía esa misma característica.
La vida de Pancho Villa
fue muy intensa y significativa desde que nació. Los augurios eran muy
poderosos y, de alguna manera, digamos inequívocos. Eso de Marte y Venus no
dejaba de ser extraño y se prestaba al augurio de su gran futuro como militar y
en cuanto a Venus su descomunal capacidad de amar —tanto física como espiritual—
a las mujeres, pero no sólo a las mujeres, porque el general Villa amaba
entrañablemente a su pueblo y a sus “muchachitos”, como llamaba a sus soldados.
También, obviamente, a sus caballos. Es fama también de que Villa era
extraordinariamente sensible, de lágrima muy fácil; bueno, pues eso se atribuye
también a la influencia de Venus. En fin, había en él una conjunción paradójica
para el amor y la guerra.
En la novela Querido
Pancho Villa se tratan esos detalles de la vida —desde su nacimiento hasta
el momento en que Abraham González lo reclutó como coronel para combatir al
tirano Porfirio Díaz— de uno de los más importantes soldados de la gran gesta
terrible que fue la Revolución Mexicana y que hoy es llamada la Tercera
Transformación.
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