miércoles, 17 de febrero de 2010

El chiste político y los verdaderos miserables

El chiste político y los verdaderos miserables

Pterocles Arenarius

Homo sum, nihil humani me alienum puto. Es una afirmación que tiene dos atributos esenciales para todo humano. La primera --para todos nosotros hispanohablantes-- es su traducción de la lengua madre, el latín, a nuestro español: Hombre soy y nada de lo humano me es ajeno.

La segunda --para un nosotros más reducido: la gente que piensa y que jamás admite ni rechaza cualquier producto humano a priori. Ni siquiera un chiste de los parientes borrachos.

Por otra parte, el chiste en general es, sin exagerar, una gran creación humana. No es en balde que Freud lo haya tomado como uno de los más representativos paradigmas sobre el cual indagar aspectos del espíritu, del inconsciente de los pueblos.

Cuando el chiste extranjero es entendido en aquel idioma, es el signo inequívoco de que se está entendiendo profundamente la lengua, o bien, es otra manera de saber que se está penetrando en el espíritu de aquel pueblo. El chiste, como la poesía tiene un profundo componente lingüístico. Mucho de lo que forma un chiste es un truco, una coincidencia, un milagro lingüístico.

El chiste, como la poesía es, finalmente, un milagro. Y el chiste tiene sobre la poesía la ventaja de que --aun pueril, aun de "mal gusto", aun malintencionado-- arranca la sonrisa del oyente. El chiste inteligente --que finalmente en alguna medida todos lo son-- es una auténtica joya, un hallazgo.
Ahora bien, sin duda la poesía tiene otras ventajas sobre el chiste, pero no es este el tema del texto.

Hay chistes históricos (e historicistas) como aquel de origen judío que nos sintetiza la historia completa de ese pueblo (y dice que en su origen, cuando el pueblo judío pacta la alianza con IHVH, léase Yahvé, el profeta es Moisés y con él se establece que "todo viene de Dios" puesto que Él entregó al profeta las tablas de la ley. Cuando los judíos se establecen en Israel y el profeta es Salomón, ejemplo de sabiduría, "todo viene de la mente humana, es decir, de la cabeza", la inteligencia y la sabiduría. El siguiente profeta es Jesús y su prédica del amor al prójimo como a uno mismo, es decir, "todo viene del corazón". Algunos siglos después el profeta judío se llama Carlos Marx y su teoría de que antes que nada deben ser satisfechas las necesidades básicas, como el alimento; esto es "todo viene del estómago". Pero pronto surge un nuevo profeta y ese es Sigmund Freud, para quien todo se reduce a la libido, es decir: "todo viene del sexo". Finalmente tenemos al último profeta judío, Albert Einstein, quien afirma que "todo es relativo". Es un chiste.

El chiste es muy importante, aun como síntoma de la descomposición, como podemos observar en Televisa, recordemos los chistes repugnantemente misóginos de un sujeto que se hace llamar Polo Polo o los embrutecedores intentos de chiste de personajes inenarrables como los homofóbicos (por decir lo menos) La Jitomata y La Perejila.
El chiste político tiene en México una venerable historia. Se ha practicado, que sepamos, por lo menos desde el porfiriato, cuando ante la impotencia generalizada durante largo tiempo, el pueblo, ante un régimen criminal (mátenlos en caliente), el plebeyaje optó por la burla contra el viejo dictador que, sin embargo, no mostró jamás mella ante demostración alguna de inconformidad de sus gobernados. Hasta que el país le estalló en las manos.

Me atrevo a decir que el chiste es más ingenioso, más sintético, más agudo y devastador que, por ejemplo, el corrido, si bien los objetivos de éste son muy otros que los del chiste. Pero sirve bien para valorar un, llamémosle género, bastante poco prestigiado como el chiste. Quizá su prestigio no sea tan grande como otros géneros simplemente porque surge de las entrañas del pueblo.

Tradicionalmente en México se han hecho chistes políticos contra nuestros presidentes. La impotencia del ciudadano, su amragura ante gobiernos que desde el diazordazato (¡Sal al balcón, pinche hocicón!) hasta el presente calderonato, han sumido al país en un infinito tocar fondos cada vez más abismales. El mecanismo siempre fue asombroso por simple: el presidente en turno escogía al más imbécil de su gabinete o al más abyecto de sus achichincles para manipularlo y para que le cubriera las espaldas cuando tomara el poder. Las excepciones aparecen cuando el más tonto de todos, Miguel de la Madrid, es superado y sustituido en funciones por el más astuto surgido del sistema ultracorrupto: Carlos Salinas de Gortari. La otra es cuando los rateros (del PRI) están de acuerdo en ser relevados por los pendejos (del PAN), de acuerdo con la vox pópuli.
México tocó fondo con presidentes cada vez más ineptos y cada uno más corrupto que el anterior. Desde la matanza de estudiantes en 1968, pasando por la de 1971, el exterminio selectivo de la guerra sucia violando los elementales derechos humanos, los crímenes económicos del portillato y su monstruosa devaluación y la crisis permanente con una devaluación del mil por ciento y su inflación del cinco mil por ciento del delamadriato, hasta los crímenes de Carlos Salinas (todo el mundo sabe quién mandó matar a Colosio, menos la justicia mexicana) hasta las constantes matanzas de campesinos en el zedillato, Aguas Blancas, El Charco, Acteal, hasta la entronización del inefable Fox ("todos tenemos un tío ranchero medio tarugo, pero de eso a hacerlo presidente de la República hay un abismo", el gobernador de Coahuila dixit) y el presidente actual con todos sus errores, su ilegitimidad, su muy escasa experiencia y su nula capacidad de gobierno. Frente a todo eso, por décadas, el ciudadano se ha conformado, entre otras cosas, con hacer chistes frente a tanto daño que han provocado por décadas a miles de mexicanos.

En este momento México se halla en una gravísima circunstancia, pareciéramos encontrarnos en caída libre hacia la disolución con la guerrita que ha emprendido nuestro "presidente", un dipsómano que en su desesperación por legitimarse está conduciendo al país hacia la catástrofe, como si se empeñara en cumplir con la maldición centenaria: 1810-1910-2010.

Recuerdo el mito griego del Rey Minos de Creta y el toro sagrado que los dioses le entregaron como símbolo del poder. Toro que, le advirtieron los inmortales, debía ser sacrificado en honor del pueblo (porque los griegos bien sabían que todo poder "dimana del pueblo").

Pero Minos roba el hermosísimo toro divino. Con ello desata todas las desgracias, tanto para sí mismo como para su familia y su pueblo. su esposa Pasifae se enamora del toro. Se disfraza de vaca y se ayunta con la divina bestia. Así nace el monstruoso Minotauro, mitad hombre y mitad toro y que es el símbolo de lo que provoca el mal uso del poder. Minos trata de ocultar a su monstruoso hijo putativo, que finalmente es su obra y lo hace encerrar en el laberinto.
El laberinto es el emblema tanto de la confusión como de la locura que ha hecho presa del que se ha robado el divino regalo del poder. Y el monstruo, con el tiempo, exige periódicamente al rey el sacrificio de siete mancebos y siete doncellas para devorarlos.

Así, el pueblo paga con su sangre la estupidez y la voracidad de sus gobernantes al entregar a sus hijos a la bestia creada por su mal gobernante. ¿Dónde hemos oído eso? ¿Dónde fueron asesinados quince niños? ¿Dónde provocaron por negligencia y voracidad la muerte de cuarenta y cinco bebés quemados?
Felipe Calderón se merece esos chistes. Con tal de llegar al poder no paró en mentiras ni en calumnias, hoy sólo ha probado que el verdadero peligro para México era él mismo.

Calderón ha convocado la desgracia para todos los mexicanos tratando de ejercer el poder de una manera que no le correspondía, porque jamás ganó el poder realmente. Hoy todos los mexicanos estamos pagando el precio de su ambición. Pero él también pagará, así como todos sus antecesores, irá también al basurero de la historia. Calderón sería un chiste, si no fuera porque está dañando tanto al país y a los 120 millones que lo habitamos.

La historia reciente de México sería una interminable cadena de chistes del peor gusto y de la más grande estupidez (desde el diazordazado asombrosamente inepto que tuvo que recurrir al crimen para detener un pequeño motín de adolescentes hasta la lamentabilísima estupidez del ranchero con apellidos gringo y español y el borracho que hoy habita en Los Pinos), si no fuera porque han llevado a un país con riquezas únicas en el mundo hasta posiciones abajo de los más mediocres en el concierto mundial. No hay peor chiste que nuestros politiquillos, casi todos de ínfima ralea, ah, pero eso sí, de los mejor pagados del mundo y eso sin contar la corrupción que los ha convertido, junto con algunos empresarios (Carlos Slim, sin más mérito que imponer monopólicamente los precios más altos del mundo en el servicio de telefonía) en sujetos de los más adinerados del orbe. Así de grande es su miseria que ni con la posesión de los más grandes tesoros se sacia. Porque la miseria espiritual es la verdadera miseria. Y es la que nos hace perder a todos.

A pesar de todo jamás podrán evitar que riamos y también a costa de ellos. Ni que realicemos creación. Pues conviene anotar que mientras la economía mexicana se hunde cada vez más, los índices de México están en el nivel de los países africanos, el de crecimiento económico compite con el de Haití y el de corrupción con Tanzania y nuestros políticos son los más rateros e ineptos del mundo (con honrosísimas excepciones), nuestro arte, sin embargo, es de primer mundo.