viernes, 23 de diciembre de 2011

¿Quién?

Caza de citas


Pterocles Arenarius



Amo de tu silencio.
Esclavo de tus palabras.



El poeta Javier Sicilia afirmó que ninguno de los aspirantes presidenciales garantiza la gobernabilidad del país y como van las cosas “nos enfilamos directos a la continuación del desastre”.

Aseguró que por ese motivo es necesario impulsar un candidato moral de unidad que construya una agenda nacional con la ciudadanía.

“(…) Tendríamos que buscar entre todos a una persona moral, con una agenda común para salvar la democracia. Pero parece que todo se ha reducido al voto, al cheque en blanco”, reclamó el poeta.

(…) expresó que la ruta que siguen todos los aspirantes de distintos partidos políticos está orientada hacia el desastre, porque nadie puede gobernar con mayoría relativa, con una población fracturada y dañada, con un crimen organizado cambiando por todos lados y un país pulverizado. Nota del El Universal. Justino Miranda, 22 de diciembre 2011.

¿Quién podría ser el personaje que propone Javier Sicilia? ¿Tendría que ser un político que no sea de izquierda ni de derecha? ¿Existe? Los priístas dicen no ser de derecha ni de izquierda, pero los priístas mienten hasta cuando saludan, en efecto, no son de izquierda ni de derecha, son de sus intereses personales por encima de toda ideología y de todo grupo humano. Yo creo que ningún priísta es un buen candidato. ¿Un político de derecha? ¿Quién? No hay uno que cumpla con lo que dice Sicilia. ¿Tendría que ser un ciudadano que no se dedique a la política? Sí. Bueno, ¿Quién? ¿Dónde está ese hombre inteligente, sensato, extraordinariamente informado, gran conocedor de nuestra historia, de nuestra gente, de nuestros recursos, de nuestro país, de nuestras artes y nuestra literatura y honesto?, pero además que sea un hombre bueno. ¿Existe? ¿Y si existe, los políticos lo van a dejar? Y si los políticos lo dejan, ¿quién lo va a postular? ¿El propio poeta Sicilia está haciendo un autorretrato para candidatearse? Me parece bien, aunque siento que es un cordero entre una horda de lobos no sólo hambrientos, sino rabiosos: todos los políticos. Pero si Sicilia se autopropusiera como candidato a la presidencia yo lo apoyaría y haría campaña por él Pero ni siquiera el mismo Sicilia suscita un consenso ciudadano. ¿Entonces qué hacemos?

Yo votaré por Andrés Manuel. No sólo eso, haré campaña por él. ¿Por qué? Porque no es un político ratero. Nadie ha podido probarle actos de corrupción, por más que lo han intentado desde políticos corruptos, presidentes de la República hasta periodistas esos sí raterazos, mentirosos y corruptísimos, pasando por diputadetes rastreros y parásitos. Nadie ha podido probarle nada y vaya que lo han acosado, espiado, vigilado, amenazado y presionado.

Votaré por AMLO y haré campaña por él porque en su gobierno en el DF logró crear un sistema de seguridad que no existe en ninguna otra ciudad de México. Todos los días vemos como hay matanzas, fosas clandestinas, asesinatos de periodistas, secuestros, crímenes contra defensores de derechos humanos… etcétera, en casi todas las ciudades del norte de México. En la Ciudad de México, alabado sea el cielo, no hemos vivido ese infierno. Es más, los índices de delincuencia contra transeúnte han bajado más que notablemente. Andrés Manuel, además, benefició a millones de personas al otorgar la pensión alimenticia universal para personas mayores de 70 años. Sí, porque los beneficios fueron no sólo para los ancianos, sino para sus familias. Pero además benefició a los jóvenes que ahora pueden estudiar en las 19 preparatorias que fundó bajo la égida de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México la que también fundó él. Ahora esos muchachos tienen, además, una beca del Gobierno del DF. Y ya no necesitan ingresar como sicarios a los grupos del crimen organizado, como sí ocurre en el norte. Además están los apoyos a las madres solteras, a los discapacitados; los útiles escolares y uniformes a los niños de primaria y secundaria. Eso es lo que necesita México. En cambio, las entregas de grandes cantidades de dinero para los ricos, los banqueros y los industriales, jamás se critican, las llaman “fomento”, como sí pegan el grito los periodistas corruptos cuando AMLO entregó tantos recursos a los pobres.

Hay enormes, preocupantes dosis de racismo y de clasismo en las críticas a López Obrador. Y eso ocurrirá con cualquiera que tome partido por los pobres. Incluyéndolo al poeta Sicilia. Y, creo, sin atención a los pobres, nada de lo que ocurre ahora se resolverá. Al revés, se volverá peor.

domingo, 4 de diciembre de 2011

Caza de citas 05-12-11

Caza de citas

Amo de tu silencio.

Esclavo de tus palabras.


Pterocles Arenarius

Salú, Jelipe, en medio de la matanza de los 60 mil, más lo que se junte en tu último año y el desastre nacional, ahora pégale a estos rejegos que dizque te van a acusar en la Corte Penal Internacional. Duro con ellos y saaaalú…

La Presidencia de la República dice: "El gobierno de la República rechaza categóricamente las imputaciones falsas y calumniosas que un grupo de personas realizan ante la opinión pública y en instancias como la Corte Penal Internacional.

¡Salú Jelipe!, sí, es un grupo, un grupillo de apenas 23 mil ardidos, Jelipe.

"Ante el clamor de ayuda expresado por los ciudadanos que sufren esta situación en algunas regiones y la petición expresa de sus autoridades estatales, el gobierno de la República ordenó que se apoyara a tales autoridades y se combatiera a la delincuencia organizada con estricto apego a la ley.

¡Ya no nos ayudes, Jelipe, mejor déjanos chupando tranquilos…! ¡Es más, salú!

"En los casos en los que desafortunadamente se ha tenido conocimiento de actos violatorios a los derechos humanos, el Gobierno mexicano no sólo los ha condenado enérgicamente, sino que ha procedido legalmente en contra de los responsables ante los tribunales competentes.

¿La neta, Jelipe, cuántos militares y policías asesinos por error o por voluntad están en la cárcel?

"Es absurdo siquiera tratar de equiparar lo que un gobierno democrático hace para preservar la ley y defender a las familias de los criminales (a ver, a ver, ¿el que redactó esta basura dice que el gobierno va a defender a las familias de los criminales?, ¿por qué no mejor defiende a las familias de los inocentes? O mejor todavía, ¿por qué no se consigue un manualito de redacción de nivel secundaria?), con delitos de lesa humanidad que son cometidos por Estados autoritarios, orientados al exterminio de una población por razones étnicas, religiosas o políticas. Ese no es el caso de México que tiene una democracia vibrante (Sí, vibra como a unos 20 grados Richter: ya mató a 60 mil; expulsó a 150 mil y desapareció a 30 mil. Catastrófica tu democracia, Jelipillo), con poderes independientes y equilibrados entre sí, con instituciones de derechos humanos autónomas y un sistema de libertades y garantías y vigencia de derechos humanos como pocas naciones en desarrollo. Diría ja ja ja si no hubiera tantos muertos. Ah, que Jelipillo.

No, Jelipillo, si no te acusamos de genocidio, ni de autoritarismo, tú no puedes ser autoritario más que en tu casa, nunca has gobernado entre los ricos, porque eres su empleado y tampoco entre los pobres, porque no te quieren. Te acusamos de estupidez criminal por empezar una guerra sin tener ni autorización (todo poder dimana del pueblo, etc, etc) ni el control de la situación ni siquiera el conocimiento y la información necesarios para vencer con el mínimo derramamiento de sangre y de desgaste de las famosas instituciones; te acusamos de terquedad criminal por no reconocer tus errores y no cambiar la estrategia que sigues y que ha venido fracasando por cinco años seguidos. ¿Qué empresa permitiría que su gerente general fracasara tan estruendosamente tanto tiempo? Mejor salú, Jelipillo.

"Las imputaciones al gobierno de México son claramente infundadas e improcedentes (Las imputaciones contra el gobierno de México es el último recurso, porque ningún gobierno se manda solo y los ciudadanos no podemos ni debemos ni queremos resignarnos a que se nos haya conducido a una guerra estúpida, sin otros resultados que el baño de sangre y los miles de muertos, desaparecidos y desplazados) … Sin embargo, constituyen en sí mismas verdaderas calumnias, acusaciones temerarias que dañan no sólo a personas e instituciones, sino que afectan terriblemente el buen nombre de México, (…) (El buen nombre de México fue dañado sí, y de manera irreparable por la matanza como forma de gobierno que tú has desatado, Jelipe; y han dañado más las permanentes violaciones a los derechos humanos contra pueblo en general por parte del ejército y la policía).

…por lo cual, el gobierno de la República explora todas las alternativas para proceder legalmente en contra de quienes las realizan (las acusaciones) en distintos foros e instancias nacionales e internacionales."

Jelipito… no-maaaaasss te’stoy mirando…, o séase que esa gente no tiene derecho ya ni siquiera al pataleo si no está de acuerdo contigo. Chale, Jelipín. Mejor Salú…



Y ahora, deslumbrémonos con la inmensa cultura del que, dicen, es el más popular de los presidenciables, con ustedes el erudito: Enrique Pelos necios Peña Nieto.

“He leído varios (libros). Desde novelas. En lo particular, difícilmente me acuerdo del título de los libros. La Biblia es uno. En algún momento de mi vida. Algunos pasajes bíblicos. No me leí toda, pero sí algunas partes. Sin duda en una etapa de mi vida fue importante, sobre todo en la adolescencia”. Bueno, si no recuerda ni los títulos de los libros que lo marcaron ¿qué significa?

He aquí (a confesión ―involuntaria― de parte, relevo de pruebas) a un sujeto que nada tiene que ver con los libros, pero que desea hacernos creer lo contrario.

La silla del águila, de (Enrique) Krauze. Luego otro libro de él, que quiero recordar el nombre, sobre caudillos. No recuerdo el título exacto. Estamos hablando de la descripción que hace de México y cómo transitamos del México de los caudillos al institucional. Creo que además, eh, con gran sustento histórico. Fue un libro que me gustó”.

¡Ayuda, ayuda! ¡Se ahoga, se hunde, ya nada más se le ve el copete!

Las risas comenzaron a escucharse y Peña Nieto intentó reponer la figura: “Leí incluso el otro, la antítesis de ese libro, las mentiras sobre… era… quisiera recordar el título del libro. Era de Krauze, La silla del águila. Aquí hay unos que leen más. Tú debes acordarte más cuál es. Hay uno que después salió, que eran las mentiras sobre este libro.

“¿Pinocho?” Dijo una reportera en voz alta, lo que de plano hizo que Peña Nieto se pusiera colorado. (…) (Luego de que el candidato priísta no fue capaz de recordar los tres libros más importantes de su vida, trató de justificarse): “… pues más o menos. Digo, la verdad es que cuando leo me pasa que luego no registro del todo el título (oh sí, claro, no registra el título, ni la introducción ni el cuerpo ni el final), nada más te metes a la lectura (¿y empiezas a roncar?), pero más o menos da la idea de algunos libros que he leído”.

Este señor, si de algo da la idea, es la de alguien que nada tiene que ver con los libros ni con la cultura, pero de que nos quiere ver la cara de tarugos haciéndonos creer lo contrario. En otras palabras es un mentiroso, aparte de ser ignorante. Y un ignorante que es mentiroso es un ser despreciable. ¿Y así quiere ser presidente de todos los mexicanos?

jueves, 17 de noviembre de 2011

La bella Eréndira

La Bella Eréndira


Fue muy duro. Me costó mucho trabajo asimilar que ya nunca volveré a verla. Fue una mujer que creció enormemente desde ser una niña terriblemente acomplejada y, sinceramente, tonta, hasta volverse un mujerón. Una madre que supo conducir a su hijo de una manera admirable y hacer de él un tipo muy exitoso y tremendamente seguro de sí mismo, muy inteligente y emprendedor. Eréndira se volvió una mujer muy bondadosa, siempre estaba buscando en que ayudar a todos, se desvivía por dar algo. Luego, cuando se enteró que estaba muy enferma (nadie sabe donde y cuando se contagió de una hepatitis que le duró quizá treinta o más años y le provocó cirrosis hepática) mostró una valentía asombrosa. Se sometió a un tratamiento que podía haberle causado la muerte. Y, aunque no lo terminó porque ya la había dañado mucho, logró mejorar de manera increíble y mantenerse muchos años más con buena calidad de vida. Recuerdo que, hará unos diez años, una médica le dijo que le quedaba un año o a lo más año y medio de vida. Fue cuando ella se sometió al durísimo tratamiento. Y se salvó. Nadie sospechaba que ella padecía una enfermedad mortal de necesidad, jamás se quejaba de malestares o dolores. De hecho por eso nos confiamos, porque sentíamos que ella podía con todo lo que le llegara. Hace más de cinco años se inscribió en la lista de pacientes en espera de trasplante. El 10 de noviembre le avisaron que había un niño donador de hígado y que ella estaba en primer lugar de la lista. Ella de inmediato se lanzó. Lo malo es que no nos avisó a nadie más que a Bertha. Dice ella que estaba de excelente ánimo y que incluso cuando ya la llevaban en la camilla al quirófano, Ere le mostró el dedo pulgar y una gran sonrisa de seguridad y le dijo "Nos vemos luego".

El cirujano nos dijo que, nada más para retirar su hígado, tomaron ocho horas. Luego le implantaron el nuevo. Pero mientras el hígado nuevo tenía que adaptarse durante ocho horas al cuerpo de Ere, el hígado viejo tenía que seguir filtrando la sangre de Ere durante esas ocho horas cruciales. Pero su higadito estaba demasiado dañado. El médico dijo que no se explicaba cómo podía seguir viva con ese hígado. Su hígado entró en coagulopatía, es decir, no coaguló la sangre y Ere perdió sangre durante ocho horas. Le transfundieron tanta sangre como era necesario, pero la hemorragia no paró jamás. Su hígado no pudo coagular. Hasta que entró en paro cardiorrespiratorio. Y se murió.

Ere estaba estudiando enfermería porque le faltaban dos o tres años para jubilarse y quería hacerlo como enfermera para tener una pensión un poquito más decente. Trabajaba sus ocho horas normales, atendía a su marido y cuidaba de su hijo. Aparte se daba tiempo para estar al tanto de mi madre y departir con mis hermanos.
Eréndira estuvo a punto de morir cuando era bebé. Nació muy chiquita y fue creciendo muy enfermiza. Como a los siete meses de edad tuvo una grave infección estomacal y se enfermó de tal manera que el médico le dijo a mi mamá que posiblemente se muriera su niña. Recuerdo que estaba tan bonita --tenía el pelo amarillo, de un rubio solar-- que un par de veces la gente le preguntó si era una muñeca, porque la chiquita estaba tan hermosa, pero tan débil por la deshidratación que no se movía y ni siquiera parpadeaba por larguísimos ratos.
Luego se recuperó maravillosamente y creció como lo hacemos todos, como animalitos, como Dios nos da a entender. No era posible de otra manera en una familia de ocho hermanos. Ere fue a la escuela y no llegó a ser brillante en los estudios, pero ya a sus doce o trece años, deslumbraba por su belleza. Cuando llegó a los dieciocho, que me parta un rayo si exagero, era una muchacha tan bella que no parecía pertenecer a la realidad de este mundo. Era una belleza de concurso. Juro que llegué a pensar y, peor, a sentir, que era una espantosa lástima que fuera mi hermana, porque si no lo hubiera sido, al menos hubiera podido desearla furiosa y desesperadamente y no sentir culpa de ello. Eréndira nunca se dio cuenta de la extremada belleza que se cargaba. Muchos hombres sí lo hicieron. Ere lo padeció y también lo gozó, como todas las mujeres muy bellas.
Nunca tuvo la intención de obtener ventajas de lo hermosa que era. Lo hubiera logrado muy fácilmente.
De unos diez años para acá, cuando se dio cuenta de lo que era la vida y de lo que había sido la vida de mi madre, tomó partido por nuestra progenitora. Estaba muy bien. Lo malo fue que no entendiera que eso no tenía que implicar que tomara partido contra nuestro padre.

Ere logró convertirse en una madre realmente extraordinaria y no menos en una mujer fuera de serie. Tampoco exagero cuando digo que ella era la que encabezaba su hogar. Su marido, con todo respeto sea dicho, en términos prácticos, siempre le iba a la zaga en todo.

Hoy se nos fue Ere, la bella. Su muerte nos hace cuestionarnos todo. ¿Para que existimos? ¿Por qué ella que tanta falta hacía a tanta gente? ¿Por qué se va la gente buena? ¿Qué es la muerte? ¿No quedará nada de ella en este mundo más que su recuerdo en nosotros? ¿Hay algo más detrás de esa puerta negra y temible que es la muerte? ¿Volveremos a percibirnos de alguna manera en esta vida o en la otra?
Si pudiera comunicarme con ella no me daría miedo. Al revés, lo haría gustoso. Ya te alcanzaremos, Ere. Por lo pronto sigues viviendo en nuestra imaginación y nuestros afectos.

jueves, 25 de agosto de 2011

Sobre Cuentos y relatos de Fiestas


Se publica Cuentos y relatos de Fiestas, de Pterocles Arenarius. La editorial El Eterno Femenino edita este libro "hecho a mano (...) por lo que cada ejemplar será único y se imprimirá tanto como el público lector lo requiera. / Por ello cada una de las ediciones será numerada".

Cuentos y relatos de Fiestas es el tercer libro de Pterocles Arenarius. Consta de once narraciones, algunas difícilmente clasificables por género pues pudieran considerarse dentro del cuento ortodoxo algunas, del relato más o menos accidentado y sinuoso por sus divertidísimas digresiones, otras y hay hasta textos que se pueden considerar alegorías, como Papas, amor mío o aquel (Ese conecte) en que el verdadero protagonista es el lenguaje.

El fondo de estas narraciones es la fiesta en múltiples variantes. En el trasfondo están el humor y el amor. Por más que suelan encubrirse o disfrazarse con las máscaras del salvajismo, el abigarramiento y la vorágine.

Tres virtudes de este libro son, una, su intensidad vital incontenible; dos, su descomunal fuerza verbal y tres, la característica a la vez insólita y variada de sus anécdotas. Sus riesgos son la iconoclastia o el afán de lucha contra la hipocresía y la estupidez; su orgulloso y feroz localismo-nacionalismo lingüístico y finalmente una intensa actitud vital libérrima ante todo tabú.

Dos cosas reconoce el autor de Fiestas, una, como anota (tomando prestado de Walt Whitman) en el prólogo "Esto que tienes en tus manos, lector, no es un libro, es un hombre", es decir, la flagrante, a veces descarnada honestidad que se siente ya desde el prólogo. Además el hecho de que este libro se fraguó muy lentamente, durante unos treinta años, de tal manera que es algo así como una antología personal del llamado Pterocles Arenarius.

JOR

PS.: Además, la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM), publicó una plaquette con el cuento La fiesta (o cuando bajaron los ratones), uno de los cuentos que forman parte del libro arriba mencionado.



sábado, 13 de agosto de 2011

Vuelve la caza de citas


Caza de citas

Pterocles Arenarius

El procurador del Estado de México, Alfredo Castillo, al intentar una justificación de la bestialidad que cometieron sus chicos contra el poeta Efraín Bartolomé, dijo que “En este tipo de acciones se maneja (sic) mucha adrenalina…”

En primer lugar, esos primates no manejan nada, sólo destruyen, atacan, patean y humillan a las personas. ¿Con adrenalina quiere justificar este sujeto la brutalidad de sus policías, esos micos dotados de armas de muerte? ¿Se ponen nerviosos para asaltar un domicilio de personas (que la ley presume) inocentes?, o que digan si ya cambiaron las reglas del juego y antes que nada y sin motivo o con él nos consideremos todos culpables. Si ese sedicente procurador de justicia no es capaz de hacer bien su trabajo que renuncie. Así como lo hizo está demasiado mal hecho, entonces, que renuncie.



Si pensamos con la lógica policiaca (¿serán capaces de pensar esos ejemplares de antecedentes del Cromañón? ¿Valdrá la pena mencionarles el vocablo lógica?), ¿es adecuado llegar al domicilio de unos criminales derribando las puertas a golpes, haciendo escándalo y ostentación en un gran grupo y mostrándose previamente en un vehículo automotor ostensiblemente policiaco? ¿No es una soberana pendejada hacer eso? Digo, porque si los habitantes de una casa fueran criminales y esperablemente estuvieran armados, en cuanto se dieran cuenta de que 20 cromañones enmascarados y disfrazados de policías llegan cerca de su refugio, antes de que se pongan a patear puertas, romper menaje y robarse objetos de valor, los criminales se hubieran defendido o bien hubiesen escapado. ¿O es que los cromañones, quiero decir, los policías creen que los criminales son tan imbéciles que se van a quedar esperando a que los atrapen? Esto más bien parece un estúpido pretexto para humillar, para hacer sentir su poder, el poder de las bestias, el poder físico, el inhumano poder del exterminio y también parece pretexto para robar como los más vulgares ladronzuelos (por un reloj y otros cuantos objetos que se robaron de la casa de Efraín, se dieron a conocer como rateros).

Y que me perdonen los cromañones, una subespecie de homínidos prehistóricos, nuestros antecesores que muy dignamente satisficieron su papel histórico en el devenir de esto que somos y que llamamos humanidad aunque muchos lo denigren con actos como los que aquí se narran.



Y ahora, otro comañoncito, sólo que éste sí estudió y en el ITAM.

Lo grandioso del asunto es que este sublime funcionario tiene contaditos a los 150 mil güevones y, es más, los ha entrevistado a todos, por eso sabe lo que sabe…

En México hay por lo menos 150 mil jóvenes que “no quieren hacer nada”, incluso teniendo la oportunidad de estudiar o trabajar (y más de estudiar. Sobran lugares que están vacíos en las escuelas y los trabajos ―tenemos miles de plazas sin ocupar― se pagan al salario mínimo de Noruega 75 pesos la hora), afirma Miguel Angel Carreón Sánchez, director del Instituto Mexicano de la Juventud (Imjuve) en una nota de Laura Poy Solano en La Jornada del 11 de agosto.



Tras identificarlos como un sector juvenil “totalmente apático, peleado consigo mismo, con su entorno, su familia y su comunidad” (…) “¿Qué haces con estos jóvenes que no quieren nada?”. Ay, pues meterlos al PAN y darles un hueso de director en el Imjuve.



¡Oye, Miguel, siete millones de ninis te contemplan!

 “A lo mejor hay chavos que no entraron a la UNAM o al Poli, pero hay otras universidades estatales y centros tecnológicos. A lo mejor puedes pedir un crédito educativo e inscribirte a una escuela privada o becado”. Sí, es cierto, como que sí hay unos cuantos cientos de miles de chavos que no entraron a la UNAM ni al Poli, ni a las universidades estatales ni encuentran chamba. Oiga, don Miguel Angel, pues unos créditos educativos para todos, ¿no?



Bueno, nadie premia más la inutilez que el gobierno federal al poner como director del Instituto Mexicano de la Juventud a un funcionario como este Miguelito, tan inútil, que se sopla semejantes neologismos ¿para demostrarnos con el ejemplo lo que es eso de la inutilez?

“(…) la ley protege en demasía al trabajador, incluso premia la inutilez, …



Benevolencia, amigos, si la inutilez no perdona al lenguaje, que el lenguaje perdone a un funcionario tan pendejo que en el ITAM no aprendió ni tantito así de gramática:

“Si un joven es flojo, no le interesa salir adelante y empezó a trabajar en una empresa donde tiene una productividad específica, pero de pronto por cuestión de flojera dejó de capacitarse y ser productivo, en justicia ¿esa persona qué merece? Pues debería estar desempleado.

A ver, si un funcionario es director del Imjuve estudió en el ITAM, pero no aprendió a hablar y mucho menos a respetar la gramática, ¿ese funcionario qué se merece? Pues debería de irse a enchinchar a otra parte y no estar mamando la ubre del erario.

sábado, 23 de julio de 2011

El Churchilito michoacano

El Churchilito michoacano

Pterocles Arenarius


A quien los dioses deciden destruir, antes lo vuelven loco, dice la antiquísima conseja griega. Una de las maneras en que se hace evidente la circunstancia de que una persona está perdiendo el contacto con la realidad es la megalomanía. Es proverbial que quien se vuelve loco se sienta Napoleón o algún otro personaje prominente de la historia como Jesucristo. O esa especie de Napoleón del siglo XX que fue Winston Churchill, vencedor ―junto con sus aliados― del poder militar más grande que se hubiera creado en toda la historia de la humanidad hasta ese momento: el ejército nazi.

Si alguien se compara con Winston Churchill sería porque en su actividad (la que sea) ha alcanzado una estatura más que notable. Un ejemplo medio sesgado de ello sería Blood, sweet & tears, la extraordinaria banda rocanrolera gringa, hoy legendaria que se autonombró con la famosa frase churchiliana. Y si quien se compara con Churchill está, al igual que el estadista británico, dedicado a la actividad política, debe ser un político incomparable, único.

Todo lo anterior porque el ilegítimo primer mandatario mexicano Felipe Calderón tuvo la modesta ocurrencia de compararse con Winston Churchill. Si no fuera porque México sufre una etapa trágica y dolorosa, la afirmación muy bien podría considerarse una simple vacilada. Y, ante una vacilada, pues otra. Felipe Calderón, el que al menos un tercio de los mexicanos considera espurio, ante su disparate de compararse con Winston Churchill (y considerando su estatura moral, política, de inteligencia; Churchill obtuvo el permio Nobel de literatura en 1953, Calderón desconoce notoriamente la sintaxis del español) bien podríamos llamarlo El Churchilito michoacano.

Quizá haya un ámbito en el cual fueran comparables Churchill y Calderón. Es fama que el primer ministro de la Gran Bretaña consumía diariamente algo así como un litro del más fuerte whiskey escocés. Pero no podemos saber si son comparables como grandes alcohólicos, porque el señor Calderón se mostró ofendido sobremanera cuando la periodista Carmen Aristegui preguntó públicamente si Calderón era alcohólico y se negó de manera tajante a responder al cuestionamiento. Es evidente que en ningún otro terreno podrían ser comparables.

En efecto, Calderón ha hecho su trabajo extraordinariamente mal. En campaña se promovió como “el presidente del empleo”. Y pocas veces ha estado la población mexicana más desempleada que en su “gobierno”, pero lo inexplicable es el ataque fascista que con armas en la mano y bajo el mando de su decreto se materializó con el ejército (vestido de policía federal) contra la Compañía de Luz y Fuerza del Centro, al extinguirla y provocar que más de 40 mil trabajadores quedaran en el desamparo del desempleo. Asimismo, causa asombro la saña que ha mostrado el gobierno federal contra el Sindicato Mexicano de Electricistas. Calderón por sí mismo (pero más a través de su secretario del trabajo, Javier Lozano) se han exhibido como los más feroces enemigos de los trabajadores.

Recordamos que en su campaña y a inicios de su mandado habló pertinazmente de “la fuerza de los pacíficos” para oponerla a los “rijosos de la izquierda” y su gobierno, como ningún otro ha sumido en la violencia a la nación. Para este momento contamos 40 mil muertos por algo que más bien parece un capricho, pues la estrategia de la guerra que hizo emprender al Ejército Mexicano parece no tener pies ni cabeza. Las fuerzas armadas de México están haciendo el triste papel de aplicar palos de ciego en medio de un baño de sangre que ya abarca todo el país.

Aseguró que promovería el trabajo para los jóvenes y hoy como nunca el país cuenta nueve millones de muchachos llamados ninis. Lamentabilísima situación de chicos que están viendo su futuro cancelado y que sin duda son víctimas de la tentación del dinero fácil que ofrece a manos llenas el crimen organizado. Así, el propio gobierno ha propiciado que exista carne de cañón en abundancia al servicio de la delincuencia para la lucha en contra del propio gobierno.

Felipe ofreció democratización y se alió con lo peor de los priístas: los líderes vitalicios, como Elba Esther Gordillo, Carlos Romero Deschamps y Víctor Flores. Se hizo pato frente a pederastas como el llamado góber precioso, Mario Marín y el criminal de Oaxaca Ulises Ruiz a quienes había condenado acremente cuando era candidato.

En su delirio Felipe ha buscado rebasar todos los límites e intentó censurar a una periodista extraordinaria y muy valiente como Carmen Aristegui. El “pecado” de la gran comunicadora fue haber preguntado si el señor presidente tiene problemas de salud con su manera de beber. Esto no es nuevo, aunque el pueblo no lo sabía, entre la clase política y los círculos cercanos a ésta, siempre se ha sabido que Calderón tiene una acendrada afición por la embriaguez alcohólica. El señor presidente, se sabe, montó en cólera por la mesurada pregunta de Aristegui.

Pero andar en tales extremos es peligrosísimo y la única manera de intentar una salida es mentir. Así Calderón ha mentido u omitido la verdad cuando ésta no le conviene. Pregonó a los cuatro vientos que la presidencia de la república jamás pidió que Carmen Aristegui suplicara ser disculpada por el presidente. Por fortuna la periodista, en conferencia de prensa, aclaró todo y evidenció, una vez más, al señor de las botellas que dice gobernar nuestro país.

El sistema político mexicano ha venido declinando en una continua degradación desde hace, al menos, medio siglo. Recordemos que en los regímenes priístas, el presidente saliente designaba a su sucesor y ponía como candidato al que destacaba por ser el más torpe y el más rastrero de sus colaboradores. No era suficiente la lealtad total, se requería al más tonto, porque cada presidente estaba cierto de que tenía que irse del cargo con las espaldas cubiertas, pero además, todos intentaron siempre imponer un maximato al estilo de Plutarco Elías Calles sobre sus sucesores.

Así, cada presidente escogía al más escaso de luces y que a la vez demostrara serle leal hasta la ignominia. Así fue la sucesión de GDO a LEA (aunque la torpeza del primero no le permitió ver que el segundo era mucho más astuto de lo que se imaginara); de LEA a JLP y de éste a MMH y al fin del delamadriato la serpiente se mordió la cola, porque se llegó a la ineptitud total. CSG terminó gobernando en el sexenio de MMH y se impuso a sí mismo como el candidato natural. En un lógico cierre, un astuto le dio la vuelta al más torpe de los torpes. Luego Salinas eliminó a su propio delfín (todo el mundo sabe quien mandó matar a Colosio, menos la justicia mexicana). El emergente fue Zedillo, con el cual creímos haber tocado fondo. Al final de su mandato EZPL se quitó de problemas y ―obedeciendo a Washington― entregó el poder a la derecha, al PAN, partido que nos demostró que tocar fondo con el PRI era un juego de niños y nos proveyó del primer presidente descerebrado de la historia humana y de un presunto alcohólico después.

Las declaraciones (incluso sus maneras de reaccionar y hasta el comportamiento) de Calderón son cada vez más preocupantes. ¿Qué otra cosa puede pensarse de un hombre a quien para mostrarle un avión militar lo hacen entrar en la cabina de mando (sin despegar de tierra, por supuesto) y en cuanto se encuentra en ese lugar le dice al piloto “Lancen misiles”. O bien cuando en una entrevista televisada afirmó que el refugio secreto (que por cierto prestaron a Televisa para que el famoso búnker sirviera de escenografía a una de sus telenovelas) era el último juguete que le faltaba y que “quería todos los juguetes”. Como si estuviera jugando a la guerra.

Otra declaración disparatada ocurrió cuando se permitió afirmar que él cuenta con “la razón, la ley y la fuerza” en la lucha contra los narcos. Es necesario que este señor sepa que la ley él la ha violado repetidamente; la razón pocas veces la tuvo y la ha venido perdiendo de manera sistemática, no otra cosa significan sus irracionales declaraciones y actitudes y la fuerza no es de él, sino del Estado al que tan mal representa.

Es bien sabido que Calderón se enfurece cuando le llevan la contra. Continuamente ha estado convocando “a todos los mexicanos” para que lo apoyemos en su lucha contra el crimen organizado. Pero quién va a apoyar a un señor que hace declaraciones como las que se han anotado en las líneas anteriores. Da la impresión de que nada de lo que hace y dice lo está tomando en serio. O bien, lo más grave, el señor no se da cuenta de la gravedad de sus palabras y hechos, lo cual es un notorio síntoma de un ya más que notable divorcio de la realidad. FCH ha desatado una catástrofe en nuestro país y el final no lo imaginamos. Él es el responsable principal de este caos y los signos que vemos al futuro inmediato son más que ominosos. Como el aprendiz de brujo ha desatado fuerzas que desde un principio se le mostraron incontrolables. Su comportamiento y sus declaraciones no corresponden con la gravedad de lo que ocurre. Todo indica que lo más sensato para él y para los mexicanos es que renuncie.

El señor Felipe Calderón será recordado siempre como el peor presidente que ha tenido México (que ya es demasiado decir) y el más obstinado al aferrarse a su dramática e interminable serie de monstruosos errores y perversos caprichos. Finalmente, por todo lo anterior y por el enorme y sangriento caos que ha provocado en todo el país es el momento para exigir al señor Felipe de Jesús Calderón Hinojosa que renuncie, antes de que cause más daño y dolor del que ya provocó a miles de mexicanos. Por el bien de todos, que renuncie Felipe Calderón a la presidencia de la República.

viernes, 20 de mayo de 2011

El metro de la ciudad de México

Un rostro de México


Pterocles Arenarius

Mover a más de 5 millones de personas es una indecible hazaña de la que casi nadie tiene idea ni siquiera porque ocurre todos los días hábiles en la ciudad de México. Semejante desmesura la realiza el metro o bien, con todas sus palabras, el Sistema de Transporte Colectivo Metro (STC) de la Ciudad de México.
No es exagerado afirmar que el metro es una ciudad, incluso un mundo en el subsuelo de la Ciudad de México. En ningún otro sitio de la metrópolis se encuentra tanto y tan variado pueblo. Sin embargo, ante las colosales dimensiones de la multitud que se traslada en el metro, son en realidad muy escasos los incidentes graves que ocurren en las instalaciones del STC. Por supuesto, es imposible olvidar que al menos en cinco ocasiones ha habido balaceras, ya sea por intentos de robo o por asesinos que, con arma de fuego, han atentado contra la vida de los “usuarios”. En la última de éstas tuvimos ocasión de enterarnos de la acción heroica del obrero michoacano Esteban Cervantes, quien ofreció su vida intentando capturar al asesino del metro, al que sí logró detener y aislar para que la policía lo capturase. Aunque fuera con el costo de su vida.
A pesar de lo anterior, es justo decir que el metro es muy seguro, puesto que se transportan más de mil quinientos millones de seres humanos por año y desde 1995 hasta 2011, sólo se han registrado cinco balaceras por intentos de robo o bien por sujetos desquiciados que han disparado contra los llamados usuarios.
Algún día dijo el ilustre escritor Carlos Monsiváis, algo así como que en el metro, más que en cualquier otro sitio, se encuentra el verdadero rostro de la inmensa metrópolis que se constituye por la Ciudad de México y los múltiples municipios conurbados en donde habitan unos 20 millones de personas.
En efecto, en el metro va de todo. En el metro viaja el pueblo. Y a pesar de que es uno de los medios de transporte que mayor cantidad de personas transporta en el mundo, a pesar de que con frecuencia nos hemos percatado de que su capacidad ha sido rebasada, es también justo decir que el metro es el más eficiente y el más barato medio de transporte con que cuenta la ciudad y quizá sea el más barato del mundo.
Sin duda el metro es el retrato de la megalópolis y en buena medida del país, puesto que la monstruosa ciudad es prolijo muestrario del país entero. Y tan es reflejo del país que en pocos lugares puede verse la pobreza tan desnuda —así como la desesperada lucha contra ella y por la sobrevivencia— como en el metro.
Ya los pasajeros están acostumbrados a que en el trayecto de una estación a otra, siempre habrá un vendedor o un pordiosero. Siempre. En los vagones del metro se venden desde alimentos, golosinas, herramientas, instrumentos de oficina, hasta múltiples accesorios para diversas actividades, como hacer maniquiur o pediquiur, trabajos electrónicos o eléctricos, artículos de papelería, juegos de mesa, juguetes, pomadas, medicinas contra enfermedades sencillas como la gripe, artículos escolares, discos de música y de video (pirateados) y decenas de objetos más que suelen cambiar según la época, el clima, la moda o quizá hasta la sobreproducción de algún artículo por parte de los chinos. Lo asombroso son los precios, risible, increíble, grotescamente baratos.
Los pedigüeños son asimismo abundantísimos. Desde los invidentes que cantan acompañándose con un aparato de sonido que reproduce la pista musical para interpretar, hasta tristísimos cantantes enojosamente desafinados, descuadrados y sin el menor sentido musical. Pero también hay músicos jóvenes (raramente viejos) que son verdaderos artistas en ciernes si no es que virtuosos ejecutantes e intérpretes, aunque son los menos y también es cierto que desaparecen rápido del metro porque sin duda consiguen mejores opciones que recibir donaciones voluntarias a cambio de su arte.
No es menos proverbial la vergonzosa costumbre de que muchos hombres hostigan sexualmente a las mujeres. Es difícil no encontrar una mujer capitalina que no haya tenido una desagradable experiencia de tocamientos o fricciones sexuales en el metro. También hay que decir que no son tan escasas las mujeres que permiten y toleran (¿será que también las desean?) esas aproximaciones. Es verdaderamente aborrecible que una mujer sea ultrajada por manoseos o friccionamientos sexuales contra su consentimiento. He visto, una vez, a un hombre —sin duda perturbado sexualmente— entrar al vagón del metro y (lo juro) con ojos desorbitados, boca casi babeante y respiración fuertemente agitada, colocarse (a punta de codazos y empujones para hacerse un lugar) detrás de una muchacha —que por cierto ni siquiera deslumbraba de belleza— para tocar con alguna parte de su cuerpo el trasero de la chica.
Sé por los periódicos de aquel descabellado sujeto que hundió su existencia en la peor miseria (era un hombre casado, tenía dos hijos, trabajaba como ingeniero) pues incluso llegó a caer a la cárcel cuando fue descubierto por una mujer a la que manoseó y ultrajó sexualmente al ir vestido de mujer y así entrar en los vagones destinados para mujeres en horas pico). No es posible evitar la reflexión acerca de la inmensa miseria sexual de ese hombre para llegar a semejantes extremos y sortear, al final sin éxito, riesgos tan severos.
Los tentadores de mujeres, finalmente, son pobres hombres que padecen una atroz inopia sexual. Son hambrientos sexuales. El apetito, el antojo por el cuerpo femenino es sin duda descomunal, instintivo en la mayoría de los hombres. Pero de ahí a intentar de manera falsamente subrepticia —porque la mujer sin duda siempre se dará cuenta— una palpación, es un acto de indudable miseria aunque no menos audacia. Es como un mendigo que se atreviera a robar un mendrugo a sabiendas de que muy seguramente deberá sufrir un despiadado castigo. Esto ocurre con frecuencia: una mujer grita furibunda y abofetea a un pobre imbécil que perdió los límites y manoseó a la dama o quizá la haya friccionado de una manera que logró hacerla sentir terriblemente ofendida. En el trasfondo de la actitud del palpador está una muda súplica de que la mujer se haga de la vista gorda y lo deje gozar del tocamiento (“Tocar el cuerpo de una mujer es tocar cielo”, dice el gran poeta romántico alemán Novalis). También pudiera estar una actitud autoritaria, impositiva, intimidatoria. Ante lo cual las mujeres deben tener el valor de, en efecto, abofetear al abusivo. En el caso del miserable que desea tocar buscando la complicidad de la mujer me hace recordar que la gran escritora francesa Margarite Duras confiesa en un texto que en cierta ocasión, cuando ella era joven (y ciertamente bella), en una conferencia que ella apreciaba de pie en un auditorio repleto, un sujeto se le colocó detrás, repegando su pene contra las que sin duda serían lindas nalgas de la escritora, exactamente como ocurre en el metro de la Ciudad de México. La Duras cuenta que volvió su vista por un instante al rostro del atrevido y encontró un doloroso gesto de súplica, de insoportable vergüenza, de miseria sin duda que, ella, misericordiosa, confiesa haber pensado para sí, “Pobre hombre. Debe ser un desesperado incapaz de ganarse el afecto de una mujer que lo deje acariciarla. También tiene derecho a disfrutar”. Y nos cuenta que se hizo la loca y permitió durante toda la conferencia que aquel anónimo hambriento sexual se solazara, se consolara con las formas del que suponemos, habrá sido un hermoso derriere de la gran escritora.
Ante tanto hostigamiento sexual que repetidamente han denunciado las mujeres, en la actualidad hay ministerios públicos en varias estaciones del metro, en donde las féminas pueden asistir a denunciar a los abusivos en las mejores condiciones para ellas, sin confrontar a los abusadores, sin preguntas incómodas ni hostigamientos de otros tipos por parte de las autoridades, circunstancias de las que solían quejarse siempre las ofendidas. En la Ciudad de México se han aprobado leyes que defienden amplia y consistentemente a las mujeres contra esta clase de agresiones. Pero también es imprescindible cuidar los excesos. Sé que pretendió aprobarse una cláusula de una de las leyes de protección contra el hostigamiento sexual a las mujeres, en la que se punía las miradas lascivas. Creo que es difícil clasificar una mirada. E igualmente ignoro si mirar de cierta manera, por más lascivia que pudiera imprimirse en la mirada, llegara a dañar a una mujer.
Recientemente se ha hecho costumbre evitar la ocupación de los tres últimos vagones de los convoyes del metro después de las diez de la noche. ¿La razón? El hecho de que se comprobó que parejas de jóvenes (homosexuales, pero también heterosexuales) realizaban diversos actos lúbrico-sexuales —si bien de común acuerdo y entre adultos—: palpaciones y caricias en desnudez parcial e incluso placeres orales aprovechando la soledad, el vacío de pasajeros en estos vagones en las horas finales de servicio del Sistema.
También agreguemos que —en el metro como muestrario de la realidad mexicana— es posible notar que la gente está triste, terriblemente triste y desesperanzada. En las mañanas, en medio de los tumultos, sorprende la cantidad de personas que van durmiendo (hay quien incluso ronca) o al menos dormitando. Lo que asombra es que el número de los que dormitan de pie es apenas menor que el de los que lo hacen sentados. Las imágenes suelen ser un tanto desoladoras cuando duermen desamparados, cabecean de pie; pero no lo son menos cuando van despiertos, sumidos en pensamientos que parecieran ser sumamente tristes. En el metro no hay gestos faciales relajados o vagamente risueños, lo común son los ceños endurecidos, las miradas desoladoras, las posiciones rígidas y los rictus de fatiga. Pues ocurre que no es necesario ser un analista sociopolítico para estar al tanto de que los salarios son bajos como nunca en la historia reciente de México y la gente tiene que trabajar duramente al menos dos turnos u horarios al antojo de los patrones, quienes están viviendo la gran revolución empresarial a costillas de los salarios de hambre para los trabajadores. Las razones para la desesperanza, el enojo, la tensión y el descontento están más que a la vista.
Los pedigüeños, los cientos de vendedores llamados vagoneros, los músicos, el gran número de comerciantes que se colocan en los sitios próximos a las instalaciones del metro corroboran lo anterior, México está sufriendo una grave crisis de empleo, pero más, de gran pobreza económica, de educación (no es menos indicativo observar lo que la gente lee en el metro: los periódicos más baratos (y peores) del mercado, pues a duras penas incluyen noticias, pero abundan en anuncios comerciales, muchos de éstos anuncian productos milagro o bien ofrecen servicios de brujos, sujetos autonombrados chamanes, hechiceros más un enorme número de mujeres más algunos hombres que brindan servicios sexuales a cambio de dinero).
No es tan raro encontrar personas que leen libros, en especial en la línea 3, que circula hacia la Universidad Nacional Autónoma de México. Pero la gran mayoría de la gente que lee en el metro trae pasquines que muestran historias de sexo que si no fuera por el fondo serían en realidad cuentos infantiles. No es tan escaso también el número de personas que se “informan” leyendo revistas de chismes entre “artistas” de televisión, como TV y Novelas y otras. Lo asombroso de esas publicaciones es su espectacular diseño, la formidable calidad del papel y la impresión en rotundos colores y más que nada, la monstruosa cantidad de basura informativa que ofrecen. Lo que lee la gente en el metro es un doloroso indicador de que el promedio de nuestra educación es paupérrima y de que la cultura se encuentra en situación aterradora, por más que México sea un grandioso productor de arte y de cultura, además de tener una tradición de creadores artísticos de más de tres mil años.
Desde hace muchos años los sucesivos gobiernos han castigado la promoción de la cultura, dejándola sin recursos económicos; los programas masivos de lectura de nivel literario no existen, el apoyo a los artistas es notorio por su ausencia y muchos intelectuales y artistas, si no están uncidos al poder, vendidos a éste, se encuentran en lamentables circunstancias económicas y tienen que trabajar en otras actividades que les quitan el tiempo, a veces todo el tiempo que podrían dedicar a la creación de arte o al oficio de inteligir sobre nuestra realidad.
El ambiente del metro cambia mucho cuando el horario no es de los trabajadores sino de los estudiantes. Los chicos viajan en grupos alharaquientos, alegres, risueños y juguetones. Son las horas felices del metro. Otro ámbito peculiar en algunas estaciones, como Hidalgo, Revolución e Insurgentes es el hecho de que suelen abundar grupos de jóvenes parejas homosexuales, ya sean femeninas o bien masculinas que, libres por fin de prejuicios y miradas de reprobación, se dedican al sano deporte del faje, entiéndase apasionadas sesiones de abrazo-beso y arrumaco a la vista del mundo. Aunque también proliferan un poco los sexoservidores, chicos atrevida y exhibicionistamente vestidos de chicas.
Ciertamente, en el metro es notable el individualismo, la escasez de solidaridad, pero esto tiene sus límites. Es común que los hombres jóvenes o maduros no cedan el asiento a las mujeres de sus mismas edades. Aunque hay que reconocer que es igualmente difícil que no lo cedan a ancianas o mujeres que llevan niños pequeños. De igual manera, cuando los vagones están casi llenos de gente, los hombres que quedan al límite de las puertas se ponen tiesos para que los que tratan de entrar se desanimen con la resistencia a pesar de que los de afuera ven que en el interior del vagón haya claros en donde pudieran caber unas cuantas personas más. Pero en las horas pico y en las estaciones donde cruzan líneas, los tumultos por entrar al metro —todo el mundo tiene prisa por llegar a su trabajo— venzan más o menos brutalmente la resistencia de los que no dejan entrar. No es raro que ocurran circunstancias muy similares a los choques que forman parte de las jugadas de futbol americano cuando hacen contacto las líneas de golpeo. También es común que cuando una “infame turba” se abalanza a ingresar en un vagón, no dejen salir a un solitario que es arrastrado por el tumulto hasta el fondo del vagón.
En el metro como en ninguna parte de la ciudad —ya se ha dicho— se encuentra el más amplio muestrario del pueblo raso. Es ahí donde mejor que en cualquier sitio, se palpa el sentimiento de la gente. E igualmente, es en el metro donde se nota el sufrimiento, la pobreza y el gran esfuerzo que realiza el pueblo mexicano. Es visible que la gente lucha con inmenso denuedo que es tolerante que tiene un sentido, diríamos instintivo o quizá más bien intuitivo de la organización, pues sin ella sería absolutamente imposible mover a cinco millones de almas cada día en medio de cientos de pequeños o medianos tumultos y cuando casi todas ellas tienen urgencia por desplazarse con buena velocidad.
Es innegable que el metro es miles de veces más eficiente que, por ejemplo, los automóviles, los cuales, apenas con un pequeño disturbio callejero, un breve chubasco, una mediana manifestación o un choque entre ellos mismos, dislocan por completo su tráfico que ya de por sí es siempre lento, tedioso, contaminante, pesado y dañino para la salud tanto para los conductores como para todos los ciudadanos por muchos motivos, entre otros lo estresante, pero más que nadie se ve afectado en la salud que los niños y los ancianos. Los automóviles constituyen uno de los más graves problemas para la ciudad. Han hecho venenoso su aire, ocupan demasiado espacio para trasladar a muy pocos pasajeros, consumen enormes cantidades de combustible y participan en una notable cantidad de accidentes que provocan muertes y lesiones perdurables. En el metro ha habido una cantidad mínima de accidentes en sus más de cuarenta años de existencia. No deja de ser admirable el hecho de que las instalaciones del metro se encuentren en tan buen estado y hasta excelente presentación después de tantos años de trabajo y de servir con cifras cuyos números son tan estratosféricos. El metro es admirable por muchas razones, entre otras porque es —según sus propios datos— el tercero en trasladar a más pasajeros en el mundo y casi seguramente sea el más barato de todo el orbe.
La delincuencia en el metro está muy acotada. Es imposible, por supuesto, eliminarla totalmente si cada día pueden contarse cinco millones de “usuarios”. El robo es muy difícil y se restringe a los famosos “dos de bastos” que atracan sin que la víctima se dé cuenta de que la están bolseando, aunque cierto día, en una hora pico pude observar el siguiente modus operandi de una pequeña banda de mujeres ladronas en el metro:
Dos señoras cuarentonas de esas matronas regordetas, morenazas y bravas que suelen encontrarse en los mercados, como lideresas de algunas organizaciones sociales o en la calle como simples vendedoras ambulantes, se dedicaban a hacer el trabajo más importante: extraer el dinero o los bienes, sin duda su lema era “lo que caiga es bueno”. Les daba un imprescindible apoyo una más que se hacía la loca para armar escándalo y con él sembrar la confusión entre los “usuarios” (como suelen llamar en el STC a los pasajeros) del metro. De tal manera que mientras la una le gritaba a un compungidísimo y desconcertado usuario que no la hostigara sexualmente, que se fuera a manosear a su madre, al tiempo que lo empujaba para así provocar un tremendo tumulto (o un pequeño infierno) en el vagón que iba atestado de gente hasta los entresijos. Mientras los sufridos viajantes se distraían tratando de entender el conflicto y se cuidaban de que la violencia no les llegara, las otras dos mujeres bolseaban a quienes podían del resto de desconcertados pasajeros.
Claramente sentí cuando, en su momento, una de ellas metió su mano en mi mochila y se dio el lujo de rebuscar, paseando diestra, velozmente su mano en los interiores de mi talega buscando que robar. Trasculcarían a unas ocho, quizá diez personas y sin verificar ganancias se salieron del vagón. Se reunieron afuera del andén. Hicieron cuentas de lo ganado, esperaron el siguiente convoy y pusieron de nuevo en práctica su artegio, palabra propia del caló de los ladrones que significa plan preconcebido para atracar.
No me quedó duda de que su actividad era demasiado arriesgada y, casi de seguro, no les reportaría dividendos jugosos. En el metro no suele viajar gente que lleve encima arriba de cien o difícilmente doscientos pesos, a menos que sea quincena. Lo cual indicaba que esas mujeres eran muy arriesgadas, pues lo más fácil para alguien que se diera cuenta de que lo habían asaltado era denunciarlas con los policías del metro. Pero eso también era indicador de que sin duda eran gente desesperada.
No dudo que en cualquier momento hayan caído en manos de la policía. Cuando me bolsearon noté que todos los que sufrieron el intento de atraco se habían dado cuenta de ello y si no las denunciaron fue porque, al parecer, ninguno se vio despojado de valores.
En el metro es posible descubrir una buena parte del alma de lo mexicano, incluso, como se ha visto, una parte no despreciable de sus costumbres sexuales. Mas afinando la mirada, abriéndose al máximo para “sentir” a los pasajeros del metro es posible captar una terrible calma que recubre algo enorme y tremebundo. Algo grandioso o quizás aterrador que se encuentra debajo de esos gestos impertérritos, serios, algo tristes. Eso profundo que está en los sustratos abisales del alma colectiva constituye la inmensa fuerza que surgió esplendente e impetuosa, incluso brutal para tomar el mando de las acciones y subsanar los daños en la gran catástrofe del año 85 del siglo pasado. Esa fuerza fue, individualizada, la que impulsó al trabajador Esteban Cervantes para enfrentarse con un hombre armado que disparaba contra los pasajeros. Cervantes, con su acto logró salvar, con el sacrificio de su vida, a muchos más.
De alguna manera es esa la misma energía que ha hecho que desde el año 88 del siglo XX hasta el momento, no haya vuelto a ganar aquel perverso, tiránico partido político, el Revolucionario Institucional ni, más recientemente, el persignado y retrógrada Partido Acción Nacional. La gente que viaja en el metro es la que ha dado las (hasta ahora) permanentes victorias a la izquierda, por más que ésta jamás esté de acuerdo consigo misma, la que ha empujado las leyes de avanzada (de primer mundo) que permiten los matrimonios homosexuales, el aborto antes de los tres meses de embarazo, las pensiones del gobierno para los adultos mayores y muchos más privilegios sociales que, hay que decirlo, gozan los capitalinos y de los cuales carece la población de los estados.
La tristeza y la desesperanza de los viajantes en metro quizá sean incurables con un cambio radical de gobierno que permita algunos detalles que eleven el nivel material de vida de la gente, como la inopia salarial, como la urgentísima mejoría de la educación, como la desesperante necesidad de mucha más cultura y muchos menos bodrios televisivos e impresos. Como lo dijo el gran escritor mexicano José Revueltas, que la gente sea infeliz dado caso porque sea incapaz de resolver sus problemas sentimentales o existenciales, pero que no lo sea (como lo es en este momento) porque no tiene lo suficiente para comer y subsistir con la mínima comodidad.

lunes, 25 de abril de 2011

Hombre, estáis rojo como una gamba

Hombre, estáis rojo como una gamba

Guadalupe Méndez y Pterocles Arenarius

El título de este anecdotario es un préstamo, se trata de la oración pronunciada por el escritor español Manuel Pérez Petit al ver mi cara de pinche güerito chilango completamente enrojecida después de apenas media hora bajo el sol de Huapalcalco, muy cerca de Tulancingo, Hidalgo; un sol que pegaba como si fueran bofetones. “¿Y qué jijos de la regran chingada será una gamba?”, me pregunté.
Estábamos en la explanada que, a su vez está en lo alto de una colina que sirve de falda a un cerro cuyo cuerpo nos muestra una impresionante cortina de columnas de roca basáltica que parecieran la construcción de acuciosos cíclopes, nos asábamos bajo aquel sol quemante como horno nuclear y aturdidor como alarido de histeria, a costa de contemplar las solemnísimas ceremonias de los indígenas del lugar. El sitio es mágico por una larga serie de razones. La primera quizá sea que desde ahí se domina a plenitud la inmensa extensión de los sendos valles, hasta donde da el ojo humano, hacia los cuatro rumbos del universo. Los más antiguos habitantes del sitio lo notarían porque ahí se celebran esas ceremonias desde que la memoria es tal. La cortina de rocas parecieran cuidadosamente acomodadas y en ciertos sitios se practicaron inscripciones que datan ―según los expertos― de hace unos catorce mil años, meses más, meses menos, claro está. Capaz que los sujetos que a mano decoraron esas rocas, con su pie inaugurarían para la humanidad esos caminos y pergeñaron también los maravillosos dibujos que el tiempo, hasta el momento, sigue perdonando; perdón que no otorgan grafiteros y rapeleros cuando profanan el sitio colocando sus inteligentes leyendas (“Aquí estuvo el Roñas”) o bien sus argollas los que se cuelgan haciendo reminiscencias simiescas como diversión, “deporte extremo”, dicen.
Los inmemoriales frescos prehistóricos nos hacen estremecer imaginando la sensación de lo sagrado que habrán descubierto en sí mismos aquellos inmemoriales caminantes que designaron el lugar como habitáculo de la divinidad.
En la ceremonia indígena, éstos fraternizaron con escritores indígenas o mestizos llegados de varios lugares del país (Tabasco, Veracruz, Jalisco, Michoacán, Estado de México, Distrito Federal, etcétera) o bien indígenas o mestizos del extranjero (Perú, Brasil, Colombia, Estados Unidos, Argentina, El Salvador, España, y Venezuela). Los encuentros I de Escritores Indígenas Latinoamericanos y III Encuentro Latinoamericano de Escritores, se hermanaron bajo el lema, Por el derecho a la memoria. Y, como era de esperarse, aquello se convirtió en una fiesta y conste que no estamos hablando del desorden ―más o menos controlado― que en todo encuentro de esta naturaleza ocurre.
Los escritores, cualquier escritor, en cualquier parte del mundo, por fortuna, han aglutinado en sus caracteres un fuerte componente infantil ―el oficio de la escritura acumula, entre muchas otras características, la del juego―, así, en este encuentro, muchos de los más gratos momentos vividos, se debieron al buen humor y las actitudes bromistas y antisolemnes de muchos escritores, ya sea como agentes o bien como objetos de la risa.
El sevillano Pérez Petit de pronto se mostró, entre la jocosidad y la duda, intimidado por encontrarse “en medio de toda la indiada” que rememoraba su todavía mermada independencia, la que fuera perdida por primera vez por acciones de sus antepasados. Pero Manuel Pérez Petit es uno de los hombres más buenos que estuvo en este encuentro; además de excelente poeta. Y, por supuesto, nada tiene que ver con los españoles de hace 500 años. Una virtud más del encuentro Por el derecho a la memoria; fue su derecho al olvido. Nadie recordó que los españoles perpetraron varios genocidios en este continente. Nadie recordó que había un español entre los invitados.
El multicitado Pérez Petit hizo gran amistad con el escritor (quizá colombiano, como lo acreditaba su gafete, quizá mexicano como lo denunciaba su pronunciación) Jacinto Kanul. Ellos y el poeta hidalguense Jorge Contreras —autonombrado Jorgiástico—, compartieron habitación y Kanul no tuvo empacho en que Jorgiástico firmara como señor Contreras, el propio Kanul, como la señora Contreras y el español Pérez Petit como vástago de la feliz pareja.
Por cierto, Kanul fue el participante que más besos repartió y también el que más recibió. Afanado siempre por otorgar caricias a cuantas escritoras se pusieran al alcance de su vista. Ellas siempre le correspondían. Así, terminó el encuentro como el escritor más besado.
En una de las comidas que realizamos junto con los escritores indígenas en Hualpalcalco, la escritora argentina Celina Garay y la fotógrafa Peri Labeyrie le dijeron a la narradora Guadalupe Méndez que “Los porotos negros estaban deliciosos” y le preguntaron como se cocinaban. A lo que la mexicana les contestó que ella no había comido porotos y menos negros. Luego de explicaciones botánicas y culinarias más o menos prolongadas las tres concluyeron que los porotos argentinos son los mismos que los frijoles mexicanos.
El travieso autor Jacinto Kanul pronunciaba muy rápidamente el nombre del poeta venezolano Chungtar Chong y lo hacía de tal manera que de pronto parecía decirle Cachún-Cachún. Al final prefería decirle “Mi querido amigo Cachún-Cachún”.
Una de las contrariedades que hubo fue la de que el municipio de Pachuca, por desconocida razón, se negó a prestar sillas y micrófono para una sesión de lecturas al pie del famoso reloj de la plaza central de Pachuca. La sesión se hizo de cualquier manera. Fue bautizada “A todo pulmón”.
La excelente poeta argentina Celina Garay que asistió desde las lejanas tierras de ese país sudamericano llegó a este encuentro con un libro de poesía que imprimió ex profeso para este encuentro. Lo repartió regalado, leyó parte de él en sus intervenciones. Pero nunca dijo públicamente —como sí aparecía en la impresión— que hizo la edición para venir a México a compartirnos su poesía.
Un escritor veracruzano —cuyo nombre omitiré— llegó al encuentro imbuido de gran felicidad (un poco artificial) por encontrarse en un estado más o menos etílico (o a medios chiles, como decimos en México), lo sorprendente no fue que pocas horas después sufriera la resaca o cruda, sino que padeciera de seis crudas en los dos días, producto de las correspondientes “intoxicaciones”. Pero él se fue feliz y crudo una vez más a su tierra.
La escritora, actriz y activista por los derechos humanos, originaria de Perú, Gloria Dávila, en el momento de realizar un impresionante performance en el que incluía despojarse de su falda indígena, le ocurrió una “falla técnica” de vestuario y todos pudimos observar modelo, color y buen gusto de su ropa interior. Lo cual, por cierto, no desmereció ni un ápice su estremecedor espectáculo y sí, en cambio, agregó un vislumbre de belleza.
Patricia Salas, una hermosa mujer de la etnia huichol que ronda los cuarenta de edad, mereció de al menos cuatro escritores variados y creativos elogios a su belleza. Ella los recibió con serenidad que no dejaba de ser pasmosa, sin hacer el menor gesto. Los escritores que brindaron tales piropos quedaron desconcertados.
La escritora brasileña María Helena Leal, al comentar sobre la implacable reciedumbre solar, admitiendo que era tan fuerte al menos como en su país, estiró —con generosidad inusitada— el cuello de su playera estampada con la bandera de Brasil para mostrar que, en efecto, sus senos, protegidos por la blusa y el brasier, no estaban tan quemados como las zonas expuestas de su pecho. Alguno de los que escuchaban el comentario y notaban la diferencia de los colores de la piel de la brasileña le anotaron que no era necesario que se prodigara tanto en la exhibición de la diferente coloración, en especial de la piel de sus senos.
La organización indígena de Huapalcalco influye en las tomas de decisiones de ese municipio e incluso algunos de los regidores se designan por parte de los indígenas atendiendo a sus antiguos usos y costumbres. Junto a una biblioteca pública se encuentra un gran salón en el que sesionan los indígenas cuando les corresponde tomar decisiones. Las condiciones de pobreza, en general, son propias de los indígenas huapalcalquenses, como lo son de todos los indígenas mexicanos y también del lugar en donde sesionan para decidir. En este amplio local se llevaron a cabo las intervenciones de los escritores indígenas de diferentes países, como Eliane Potiguara, la famosa activista indígena brasileña, una impresionante mujer que además de su trabajo literario realiza activismo en favor de los indígenas de su país y de los derechos humanos en general. Igualmente estuvo Gloria Dávila, la autora y actriz peruana de quien ya hemos hablado, así como varios escritores indígenas mexicanos de etnias como los wixárica, los ñhañhú y los náhuatl. La audiencia era de unos cien indígenas además de muchos escritores no indígenas que llegaron al encuentro.
Las intervenciones se desarrollaban en un presídium al fondo del local. En ese mismo extremo, del lado izquierdo a unos ocho metros se encuentran los sanitarios. Los sanitarios no tenían agua. Y la gente los usó. Bueno, ni hablar, las personas que se encontraban en el presídium se mantuvieron estoicamente percibiendo el olor de mierda que imperaba en la zona. Pero todos los artistas o expositores, por fortuna, se hicieron de la vista gorda. Nadie se quejó ni hizo gestos, todos aguantaron.
Los indígenas Huapalcalquenses realizaron ceremonias místicas de fertilidad e invocación a la benevolencia de la divinidad. Como pocas veces es posible sentir la extraña energía que generan estos ancestrales ritos. La inigualable fuerza (que no es ninguna de las fuerzas conocidas o aceptadas por la ciencia) espiritual que en un sitio en el que de manera milenaria se han practicado estos rituales paganos, los indígenas nahoas de la zona se hermanaron con indígenas de tierras lejanísimas como Perú y Brasil, países dignísimamente representados por las sendas mujeres que asistieron a este encuentro. Esta hermanación se concretó con la entrega de bastones de mando a los invitados, con la estola que obsequiaron a todos los escritores invitados y finalmente las danzas.
Los indígenas del sitio realizaron sus danzas sagradas al compás de la música que ellos mismos producían. Si bien en ocasiones son muestra del sincretismo religioso: prehispánico-católico, también se observaron danzas de contenido completamente pagano, es decir, de origen prehispánico íntegro. Y los huapalcalquenses invitaron a danzar a todo el que estuviese presente. Así pudimos ver al activista y poeta argentino Francisco Gariboldi inmerso en la danza como nadie. Este señor danzó bajo el rayo inclemente del sol, no menos de tres horas, como si hubiera sido una manda o una obligación.
La brasileña Eliane Potiguara se enfermó de presión alta y tuvo que ser internada en un hospital. La altura de la ciudad de Tulancingo, similar a la de la Ciudad de México, 2 mil 200 metros sobre el nivel del mar le afectó. Sin embargo, pronto se sintió bien y se incorporó con gran enjundia a los trabajos del encuentro.
Uno de los escritores más juguetones del encuentro —también se omitirá su nombre— al encontrarse prácticamente frente a frente, a unos dos metros, con un alto funcionario del gobierno hidalguense se permitió decir “¿Y este malparido hijoeputa qué está haciendo aquí?”. El funcionario, sin duda, pudo oírlo, pero por fortuna jamás sospechó que el rudísimo comentario estaba dirigido a él, por más que fuera en plan de broma de la más temeraria índole. Luego, el bromista repitió la arriesgadísima actitud frente a decenas de policías que, por alguna razón, se encontraban vigilando sitios alrededor del lugar donde ocurrieron las mencionadas ceremonias indígenas.
Los autores de esta retacería de hechos se dirigieron a la parte media de la montaña sagrada para observar las pinturas rupestres que en este lugar se encuentran y que lo han hecho famoso. Subieron hasta encontrar unos rapeleros con los que intercambiaron bromas. Luego observaron con enojo como múltiples visitantes (indeseables) han mancillado las rocas milenarias con sus grafitis obcecadamente pendejos. Cuando se encontraban a cierta estremecedora altitud y luego de buen tiempo gastado, decidieron bajar lo más rápidamente posible.
—Mira, si nos vamos por este caminito llegaremos más rápido que si lo hacemos por donde vinimos. —Dijo él.
—No, creo que no hay que arriesgar, total, por el mismo camino, aunque nos tardemos, vamos sobre seguro. —Contestó ella.
—Vámonos por donde digo, desde aquí se ve que es mucho más corto. —Total que la convenció. Caminaron de bajada. De pronto, luego de quince minutos de caminar de bajada, se dieron cuenta que estaban dentro de un gran establo en el que había decenas de gloriosas vacas y unos cuantos toros… temibles. Debieron reconsiderar sobre la marcha y salir del establo por donde más próxima se viera una salida. Por hacerlo así, él se cayó entre la mierda del ganado vacuno y aunque metió las manos, no dejó de embarrarse la ropa. Su olor quedó impregnado a establo y así debió permanecer hasta regresar al hotel. Al final debieron caminar más de lo que habrían caminado regresando por el camino conocido.
A la escritora argentina Ana Cuevas Unamuno, al entregarle el bastón y la banda de reconocimiento de amistad, le dijo una indígena de Huapalcalco que ella era su hermana que durante muchos años había esperado. Ambas mujeres no se habían conocido antes. Las palabras emocionadas de la indígena provocaron un clima, en efecto, de hermandad mágica entre las dos mujeres.
Al final me enteré que "Puesh una gamba es algo así como un camarón". Ah, vaya.

viernes, 8 de abril de 2011

I Encuentro Latinoamericano de Escritores Indígenas y III Encuentro Latinoamericano de Escritores

Menú, mestizaje y la palabra

(Los cuatro elementos de nuestra apocatástasis)

Pterocles Arenarius

Es extraño que nadie haya anotado que la degradación actual se debe a la pérdida que está ocurriendo en nuestro lenguaje.
José Emilio Pacheco, Aforismos.

En un principio era el mito. Dios, en su afán de expresarse, confirió a las almas (…) un manto de conceptos poéticos y lo sigue haciendo diariamente al darle, también, al espíritu de cada infante, una inclinación a la poesía.
Herman Hesse, Peter Camezind


En cualquier fonda o restaurante a lo largo y ancho de México, comúnmente se ofrece lo que los mexicanos llamamos la “comida corrida”, la que ―con las correspondientes salvedades regionalistas― consiste en una sopa de pasta (de origen italiano), arroz (aportado al mundo por los países del más lejano oriente), el que se cocina casi siempre con jitomate ―no tomate verde, ni tomeito según los gringos, hablo del jitomate rojo o tomate de ombligo, del náhuatl xictli, ombligo; tomatl, tomate: es decir, xictomatl―, que por lo común también interviene en la elaboración de la sopa. Luego viene un guisado que casi siempre contiene carne de res o bien de cerdo o bien de pollo, guisada con alguna de las múltiples variedades de chile: verde serrano, jalapeño, guajillo, pasilla, morita, etc. Para concluir con un plato de frijoles, como para no olvidar nuestra profunda, secular relación con esta gramínea y también para quedar totalmente satisfechos. Aunque no olvidemos que siempre se ofrece un postre que bien puede incluir el chocolate y más raramente el amaranto. Y todo, excepto el postre, acompañado de tortillas de maíz a discreción. Suele haber, además, una salsa enchilada (que con frecuencia incluye jitomate), para darle picor a la comilona, la cual acompaña sin falta a todos los “tiempos” de la pitanza.
¿Por qué esta referencia al más común viático de los mexicanos? Porque deseo llamar la atención a varios hechos: uno) en este régimen alimenticio pueden faltar muchos vegetales y carnes o aparecer otros, pero jamás faltarán estos cuatro: el maíz, el jitomate, los frijoles y el chile…
Y lo que afirmaré, que es el dos), quizá parezca una exageración para los que no son mexicanos y también para los que no lo son en realidad aunque aquí hayan nacido: los mexicanos, desde hace unos tres mil años, nos hemos alimentado de maíz, frijol, jitomate y chile (además de muchos otros regalos de la tierra a lo largo de los siglos de nuestra historia: calabazas, chicozapotes, capulines, chilacayotes, zapotes, huanzontles o huauzontles, cuitlacoches, nopales, tunas, chía, tomate verde, tamarindo, entre los vegetales. Chimicuiles, acociles, gusanos de maguey, chapulines, escamoles, hormigas chicatanas, etc., entre artrópodos e insectos. Víboras, serpientes, iguanas, axolotl, ranas, charales, camarones, múltiples pescados, etc., entre reptiles, batracios y peces. Chichicuilotes, güilas, torcazas, pollos, patos, etcétera, entre las aves. Venado, armadillo, caballo, borrego, res, perro xoloizcuintli, ratas de campo, entre los mamíferos). Pero acompañando a los mencionados, el maíz, el jitomate, el chile, el frijol, durante ciertas etapas de la historia a unos, luego a otros, mas la base de nuestra alimentación en nuestros treinta siglos de tradición nunca han faltado en la dieta mexicana maíz, frijol, jitomate y chile.
Lo que sigue lo afirmó el sabio anónimo: “El hombre es lo que come”. En su momento, hace siglos, lo proclamaron, con sabiduría no menor, los mesoamericanos en la afirmación autoalusiva: “Somos los hombres del maíz” y en su mitología cosmogónica nos proveyeron de una historia de la manera ―picaresca, no tan lícita― en que obtuvieron de los dioses este manjar.
Quiero llegar a lo siguiente: los mexicanos, aunque seamos mayoritariamente mestizos tenemos un componente indígena muy poderoso. Aunque muchos se avergüencen de ello, aunque la mayoría lo niegue, aunque nos apellidemos Hernández, Rodríguez, López, Sánchez y Pérez, es decir, hijos de Hernando, Rodrigo, Lope, Sancho y Pedro. Y aun cuando la mayoría ni siquiera se dé cuenta, somos mucho más indios de lo que nos imaginamos, incluso de lo que algunos quisieran aceptar. ¿Quién que es mexicano puede decir que no come todos los días maíz, frijol, jitomate y chile? Nuestros antepasados forjaron la gran alianza simbiótica que es también relación dialéctica con esos vegetales. Ellos nos alimentan, nos dan la vida y nosotros los protegemos y los ayudamos a que existan desde hace unos tres mil años; les hemos dado la muerte al alimentarnos de ellos, les damos la vida por lo mismo pues los cultivamos, los hemos domesticado, los protegemos, ellos nos alimentan.
Hace poco más de un par de décadas, el prominente antropólogo Guillermo Bonfil Batalla, en el ya mencionado libro México profundo llamó la atención a una serie de hechos semejantes a lo que aquí se anotó; la tesis a demostrar era que entre los mexicanos a partir de clase media hacia abajo en los estamentos sociales, el componente indígena es mucho más grande e intenso entre los mexicanos de lo que pensamos. Es decir, en la abrumadora mayoría. A tal fenómeno lo llamó El México Profundo, frase que usó como título del libro que hoy es ya un clásico de la antropología mexicana.
Bien, pero esto no se queda en la manera de alimentarnos. Ya dijimos que el hombre es lo que come. En efecto, en todos los demás órdenes de la vida, guardamos ―incluso de manera inconsciente― nuestro inmenso componente aborigen que es esencialmente femenino (porque el mestizaje se hizo entre el invasor europeo, armado, que arrasó esta tierra y las mujeres de los vencidos, jamás vinieron mujeres españolas a copular con indios para la procreación de mestizos). Y por ello es más fuerte. En las costumbres, en nuestras maneras de pensar, en la forma en que amamos, es decir, en nuestra manera de entender y transcurrir la existencia en este mundo somos más intensa y extensamente, indígenas que europeos. Aunque, como vimos en el caso de lo que comemos, actualmente haya una enorme cantidad de alimentos que enriquecen nuestra comida. En otras palabras, nuestra esencia no fue abolida, sino enriquecida. Aunque muchos entiendan el vocablo indio como un insulto. Nuestra manera de alimentarnos es la mejor muestra de que en la gran mayoría de los ámbitos conservamos nuestra esencia.
(Entre paréntesis anotemos el terrible fenómeno de la corrupción de nuestra manera de alimentarnos que ha provocado la obesidad que se está presentando masivamente entre la población mexicana brutalmente engañada por la propaganda televisiva para que consuma esa basura nutrimental que son los llamados alimentos chatarra y las aguas endulzadas y carbonatadas. También anotemos la parte que nos corresponde de culpa en esa catástrofe).
Pero hablemos de lo maravilloso que abunda en este país, a pesar de la eterna crisis económica que con más o menos continuidad se encuentra entre nosotros desde el año 82 del siglo pasado; de los gobiernos federales, cada uno peor que su antecedente y, el colmo, del baño de sangre con más de 30 mil muertos en que desde 2006, se debate México.
Aunque la patria se esté desintegrando, las maravillas que nos acompañan desde los primeros siglos de nuestra historia, no desaparecen. Lo más maravilloso de todo es que no sólo en la alimentación guardamos nuestra esencia. Aunque no lo tengamos muy consciente, en nuestras costumbres, en nuestro lenguaje, en nuestras maneras de amarnos (y desgraciadamente, para nuestro mal, también en las de odiarnos o despreciar a los más débiles) conservamos aquella esencia, la indígena. Como lo hizo explícito Guillermo Bonfil Batalla en su histórico libro.
Los españoles se llevaron todo, pero nos dejaron todo al dejarnos su lenguaje, dice Gabriel García Márquez. Añadiré que se llevaron todo, pero no lograron eliminar lo más importante, nuestra esencia; y además, en efecto, nos dejaron todo, el lenguaje. Una formidable manera de apropiarnos del mundo, que no otra cosa es el lenguaje. La herramienta civilizadora por excelencia, el lenguaje. Un extraordinario lenguaje, el español, que a estas alturas es uno de los más viejos y ―en varios sentidos― uno de los más ricos del mundo actual.
La civilización es el camino opuesto a la bestialización. En efecto, la civilización es contraria al orden natural. A contracorriente de nuestro origen primate, en la civilización se suprime la ley del más fuerte que impera en la naturaleza salvaje. Entre los civilizados el más débil no está condenado a desaparecer, sino al revés, en la medida que las civilizaciones y con ellas los lenguajes desaparezcan, seremos más pobres; porque un lenguaje es una manera distinta y no menos humana que todas las demás, de apropiarse del mundo mediante el entendimiento. Con respecto a la civilización consideremos dos cuestiones. Una, la humanidad se enriquece en la medida en que haya más civilizaciones. Y dos, recordemos que sólo seis lugares y los correspondientes grupos humanos que los habitaron, son realizadores y continentes de civilización. La civilización es la más grande hazaña humana: la creación del estado, la religión, de códigos legales, de ciencia, arte, lenguaje escrito, ciudades, sistema económico y social, entre algunas otras maneras de organización. Sólo Egipto, Mesopotamia, China, India, Mesoamérica y la Región Andina crearon civilización original en la historia de este planeta.
De tal suerte que ser Indio es ser el descendiente de los creadores de aquella cultura milenaria y original, primigenia en este planeta. Ser indio es tener como antecesores a los que hicieron de la palabra la flor y el canto; de los que concibieron a Tloque Nahuaque, El Señor del Cerca y el Junto: pasmoso concepto de la divinidad que nos remite a la entidad que “(me mantiene) Lleno de de mí, sitiado en mi epidermis/ por un dios inasible que me ahoga/ mentido acaso/ por su radiante atmósfera de luces”. Pero que no menos pareciera relacionado con la inaudita “Esfera de Pascal, con centro en todas partes y circunferencia en ninguna parte”.
Nuestro lenguaje, el español, está saturado de vocablos que provienen de las lenguas mesoamericanas. En la zona mesoamericana, (Nuestra toponimia náhuatl, tolteca, maya, mixteco-zapoteca, purépecha, rarámuri, huasteca, totonaca, etcétera, con sus correspondientes gentilicios), sólo eso, ha agregado miles de vocablos al español. Prácticamente toda la toponimia de la zona mesoamericana ―y por ende los gentilicios― son palabras de las lenguas prehispánicas. Las palabras que constituyen nuestros alimentos, aportan asimismo una cantidad importante de vocablos. Y esto a despecho de que ya no seamos indígenas. Pero tampoco somos españoles. Somos una hibridación, un mestizaje cuyos componentes español ―paterno―, indígena ―materno― y negro, nos dan una serie de características únicas en el mundo. Regresando al asunto de los alimentos, no es en balde que un producto de tal mestizaje, como es la cocina mexicana, haya sido reconocido, ¡por fin!, como patrimonio intangible de la humanidad.
En la alta cultura actual de México se encuentra ―como en su gastronomía mundialmente reconocida― la esencia de los treinta siglos de civilización que forman nuestro espíritu. Que no es otra cosa sino la cultura lo que forma nuestra parte sublime, el espíritu.
Ser indio es haber resistido la vecindad del imperio que tiene en sus manos (y utiliza) el más grande poder destructivo alcanzado en la historia de la humanidad. Asimismo, es la sangre de los indios la que se ofreció en sacrificio para que ocurrieran las dos descomunales transformaciones de México, la Independencia y la Revolución.
Es necesario admitir que la sobrevivencia de esos atributos milenarios es una sinigual hazaña del espíritu. Y, por supuesto, vale preguntarse, ¿de dónde sale la energía, la fuerza que ha permitido la permanencia de lo esencial de nuestro más remoto origen? He aquí una hipótesis: de la poesía. La poesía que nos acompaña porque nos habita desde los albores de nuestra historia. La poesía que es la más poderosa manifestación del espíritu porque ocurre a través de la palabra. Porque finalmente somos palabras (“En el principio fue el verbo dice cierto libro”).
La sublime palabra, la poesía desde los tlamatinime nahoas, los mayas, toltecas, totonacas y mixtecos que rescataron Ángel María Garibay y Miguel León Portilla. Pasando por la divina Sor Juana, fundadora de nuestra literatura en español y quien nos incluye muy dignamente en el siglo de oro español, al lado, ni más ni menos, de los góngoras, los quevedos, los lope y los cervantes.
La poesía que llevó a los liberales juaristas del XIX a refundar la literatura mexicana mientras creaban el verdadero México, este de hoy que se nos está deshaciendo entre las manos.
La poesía que se encuentra en toda nuestra literatura que, para este momento, es de primer mundo. Mientras nuestros gobiernos son dignos ya no de las dictaduras musulmanas que se tambalean o que han caído, sino peores, porque estos son más mañosos y mucho más cínicos y se atreven a decirnos que vivimos en una democracia. Curiosa democracia que tiene a cinco de los más ricos del mundo y también a 30 millones de personas en los límites de la hambruna.
Finalmente, México ha cursado crisis tan atroces como la de este momento. En el XIX, cuando estuvo a punto de desaparecer por las invasiones gringa y francesa. En el XX, en la gran hecatombe de la revolución. Y, me atrevo a decir, como Pacheco, que la pérdida de nuestro lenguaje ha resultado en esta degradación sin límites.
Los medios masivos de comunicación (televisión, radio, internet, telefonía) se encuentran en manos de saqueadores y se dedican a propagar la prostitución. El lenguaje es como nunca destrozado, degradado y prostituido por los que tienen la voz en esos medios. Los supuestos artistas electrónicos son, en realidad, simples prostitutos y prostitutas ensimismados y ensoberbecidos en su asombrosa ignorancia e incapacidad lingüística. Las noticias son mentiras completas o a medias, más manipulación y chismes increíblemente estúpidos. El gobierno está encabezado por un pobre hombre que pretendió censurar a una valiente periodista que simplemente le preguntó si tiene algún problema de salud. Nuestra imagen oficial está atrozmente arruinada.
Sin embargo, el México profundo existe. La gran cultura de los mexicanos no se ve ―salvo grandiosas excepciones ― en los grandes medios de comunicación. Nuestra literatura, brutalmente marginada, repito, es de primer mundo. En este momento, como en pocos de nuestra historia, podemos contar, por lo menos, a una centena de escritores de primera línea en nuestro idioma. Nuestros artistas plásticos pueden exponer dignamente en cualquier parte del mundo, los músicos mexicanos están activos como pocas veces en múltiples géneros, desde la música tradicional como los huapangueros de las huastecas, los roqueros de todas las ciudades y los músicos cultos, etcétera.
En este momento, por fortuna, no podemos entender “El derecho de guerra”, que autorizaba a los vencedores de los conflictos bélicos a expulsar de este planeta a los vencidos, mediante la muerte de los hombres y la apropiación de las mujeres. La limpieza étnica, consciente o no. De igual manera nos alarma la opresión sobre la mujer y el indígena, no menos que el mal trato a los infantes.
Es misión de esta generación de mexicanos construir el país que sea “Un mundo en el que quepan todos los mundos”. El sustrato, la esencia, pervive, está entre nosotros. México no puede ser dos naciones, la de los ricos de primer mundo y la de los millones de pobres (gordos, humillados, hambrientos, ignorantes, paupérrimos y marginados), mientras los magnates se hinchan de dinero exprimiendo casi hasta causarle la muerte a la gallina de los huevos de oro, que no otra cosa es nuestro país.
Tenemos que lograr, como lo dijo José Revueltas, que los mexicanos sean desgraciados, porque en los avatares de la vida emocional o espiritual se hayan labrado su propia desgracia, pero jamás porque un explotador los someta a la miseria material.

jueves, 3 de marzo de 2011

Encuentro Literario Indígena, Hidalgo 2011

GRAN ENCUENTRO
Indígena Literario
HIDALGO 2011
Por el derecho a la memoria
6º Equinoccio Enlace Huapalcalli 2011
1er Encuentro Indígena Latinoamericano
3er Encuentro Latinoamericano de Escritores
Pachuca Tulancingo Valle del Mezquital
del 18 al 25 de marzo
Organizan:
La Unión Latinoamericana de Escritores ULatE, Consejo Pro Difusión de la Cultura Prehispánica Huapalcalli, A.C., CALIPEDIA, A.C., Culturalcingo, A.C., la Red de Organizaciones Civiles del Estado REDOSC HIDALGO 84, la Red de Mujeres Mexicanas,
en colaboración con
la Academia de Extensión Universitaria y Difusión de la Cultura FES Zaragoza UNAM
con el apoyo de:
el ITSOEH de Mixquiahuala, la Universidad Tecnológica Tula-Tepeji el Depto. de Servicios Regionales Tulancingo, la Coordinación Estatal de Bibliotecas, el Centro Universitario del Oriente de Hidalgo CUOH, la Asociación Mixquiahualense para el Desarrollo Humano, Sector 2 y 3 de Coordinación de Bibliotecas, la Fundación Arturo Herrera Cabañas, las escuelas Belisario Domínguez de Actopan y Alfonso Reyes de Ajacuba, el Colegio Libre Hidalgo, Enlace Ciudadano de Mujeres Indígenas de Sta. Ana Tzacuala In Yólotl y las asociaciones miembros de la REDOSC HIDALGO 84

16 ESCRITORES DE CENTRO Y SUDAMÉRICA EN HIDALGO

La líder indígena brasileña Eliane Potiguara

Gloria Dávila de Perú, Celina Garay, Ana Cuevas Unamuno, Peri Labeyrie, Eduardo Ceballos, Susana Rozar, Franco Gariboldi y Encarnación Anadón de Argentina, el argentino estadounidense Luis Alberto Ambroggio, Marisol Briones de El Salvador, Carlos Pérez Alonso de Nicaragua, Chungtar Chong de Venezuela, Jacinto K’anul de Colombia y Ma. Helena Leal de Brasil

40 escritores de la República Mexicana
Ceremonia Indígena Latinoamericana
Brasil – Perú – México

Por primera vez en México, escritores e indígenas y poetas indígenas se unen para llevar a cabo este Gran Encuentro Indígena Literario del 6º Equinoccio Enlace Huapalcalli 2011, el 1er Encuentro Indígena Latinoamericano y el 3er Encuentro Latinoamericano de Escritores en Pachuca, Tulancingo y el Valle del Mezquital, que iniciarán el viernes 18 de marzo en la capital del estado para concluir el viernes siguiente, 25 de marzo, en Progreso, Hidalgo.
Se dará inicio al 3er Encuentro Latinoamericano de Escritores en Pachuca de Soto, el día 18, con mesas de lectura y una exposición fotográfica de la argentina Peri Labeyrie, para continuar el domingo 20 en Huapalcalco, con el Equinoccio Enlace Huapalcalli 2011 que, además de sus presentaciones tradicionales, se verá enriquecido con la presencia de la Unión Latinoamericana de Escritores la cual, a través de sus representantes, hará una lectura poética en honor a esta importante zona arqueológica.
Sin embargo, lo más significativo del evento Huapalcalli tendrá lugar con la Ceremonia Indígena Latinoamericana Brasil – Perú – Chile – México, que por primera vez en tierra mexica se realizará con la finalidad de establecer lazos de hermandad indígena entre nuestros países latinoamericanos, en la que contaremos con la participación indígena de la brasileña Eliane Potiguara, líder indígena de su país, y de la peruana Gloria Dávila, poetas quienes en su forma autóctona tradicional llevarán a cabo un ritual en sus lenguas con traducción al español, y en reciprocidad los indígenas mexicanos representantes de las diferentes etnias presentes en el Enlace Equinoccio Huapalcalli 2011 realizarán el suyo propio. Una ceremonia que estará llena de emotividad.
Y el lunes 21, se llevará a cabo el 1er Encuentro Indígena Latinoamericano, donde con la representatividad de las etnias indígenas mencionadas tendrán lugar mesas de trabajo en torno a la situación indígena.
Se continuará con mesas de lectura literaria en Tulancingo y el Valle del Mezquital.
Habrá presentaciones de los escritores en instituciones educativas de las diferentes entidades participantes.
Pachuca de Soto, días 18 y 19 de marzo. Al frente de la organización: la Red de Mujeres Mexicanas, A.C. a través de su presidente, Josefina Gómez Arceo.
Valle del Mezquital: Progreso – Mixquiahuala – Actopan – Ajacuba – Santiago de Anaya – Tula, del 22 al 25 de marzo. Al frente de la organización, CALIPEDIA, A.C., a través de su fundador, Jorge Antonio García.
En Tulancingo de Bravo 20, 21 y 22 de marzo. Al frente de la organización, la Unión Latinoamericana de Escritores ULatE y Culturalcingo, A.C., a través de su presidente, Cristina de la Concha.
En Huapalcalco, 20 de marzo. Al frente de la organización, el Consejo Pro Difusión de la Cultura Prehispánica, A.C., a través de la coordinadora de Huapalcalli 2011, Ma. de Jesús Villegas.
En Huapalcalco, 21 de marzo. Al frente de la organización, la Red de Organizaciones Civiles REDOSC HIDALGO 84, a través de su presidente, Jorge Echeverría Merlo.