martes, 15 de diciembre de 2015

La tremenda suerte del simio sabio

Algunas virtudes de leer.



La tremenda suerte del simio sabio

Pterocles Arenarius



Leer es una función superior de la especie humana. El homínido (autoclasificado) homo-sapiens-sapiens (hss), ha adquirido ante otras especies semejante estatus por algunas razones, entre las cuales anotemos las que quizá sean más importantes. La primera es que alcanzó la hegemonía en el planeta. Más importante incluso que la anterior, es que ha adquirido consciencia planetaria. La relación entre ambas cuestiones anteriores es que nuestro género es el responsable ―y así lo asume― tanto del planeta como de las demás especies que en él habitan.
La adquisición de la consciencia es la facultad más importante y junto con ella aparece la cualidad suprema de nuestra especie: la razón, es decir la función intelectual. Digamos, la capacidad de elevar el pensamiento hasta la abstracción y a través de ella alcanzar incluso lo sublime, la estatura espiritual o la conmoción ante la obra de arte, la capacidad de encontrar la belleza tanto en el mundo natural como en la humanidad (algunos escépticos me dirán, por esto, ingenuo o quizá iluminado, pero la belleza, incluso entre los humanos no sólo existe, sino que es abundante: un día paséense por un barrio de gente clasemediera o, en otras palabras, afortunada y bien alimentada.
La belleza: instinto e imaginación.
Las muchachas hermosas abundan entre tal tipo de población y suelen convertirse en una fiesta de placer para los ojos); no menos que lo anterior, la creación de una metafísica personal o la adopción de una, ya sea filosófico-científica o incluso religiosa pero difícilmente de las religiones-institución que actualmente predominan y padecemos. Las anteriores son, junto con unas cuantas circunstancias más, los motivos de una vida humana feliz; pero, además, el desarrollo en grande de una de ellas nos da incluso la trascendencia como individuo.
El lenguaje creó al pensamiento ¿o el pensamiento creó al
lenguaje?
La consciencia humana, quién lo duda, es ―digamos en el lenguaje de los biólogos― la más grande adquisición evolutiva de cualquier especie en la Tierra. Casi no hay duda que todo empieza cuando el pensamiento se convierte en lenguaje. En el momento más remoto, cuando por un lado el pensamiento apenas rebasa lo que serían las emociones, los sentimientos y por otro lado el lenguaje no iba más allá de gritos de alarma o de terror para salvar al vida y alertar a los congéneres tribales. Pero el pensamiento se intensifica con tal de vencer las dificultades, por otra parte, el lenguaje se amplía para describir, o intentar hacerlo, tanto las dificultades como las emociones que provocaban las “grandes hazañas” de los cazadores. El lenguaje le pone un escalón al pensamiento y éste la da uno más al lenguaje. Uno al otro se crean, se apoyan, se generan mutuamente. De igual manera que el trabajo hace al hombre, cuando el trabajo es hecho por el hombre.
El lenguaje necesitó miles de años para ir creándose, para volverse muy refinado hasta que llegó el momento en que requirió convertirse en lenguaje escrito. Se dice que tal ocurrió porque, una vez concretada la revolución del neolítico, con el descubrimiento de la agricultura, la propiedad privada, la dominación masculina y la acumulación de bienes (granos, animales domesticados, etc.), fue imprescindible la cuantificación de lo poseído. El uso de los números y las operaciones más sencillas entre ellos. Y si esto volvía natural la creación de una bitácora económica, ¿por qué no una cotidiana? Podríamos decir que así nació la historia, o la documentación de la existencia.

El hombre de libros. Arcimboldo.
A lo que se desea llegar es a la idea de que el lenguaje escrito ―y de manera irrenunciable― la consciencia humana actual y la hegemonía planetaria de la especie. Es decir, la escritura y, antes, la lectura o bien al revés, esto es la vieja discusión de “el huevo y la gallina”, pero lectura y escritura ponen las bases del descomunal despegue del que fuera en cierto momento un simio desamparado y en grave peligro de extinción.
La lectura, sin duda, nos convierte en gente con vivencias mucho más amplias, variadas y de múltiples registros. Si mirar en la realidad un asesinato nos provoca un grupo de tremendas emociones, la gran hazaña es que una novela pueda causar el mismo estado emotivo sin todas las desventajas de hacer acto de presencia ante un homicidio. Y puesto que la obra literaria ha logrado eso, ¿cuál es la diferencia entre ambas situaciones? La diferencia es sólo en grado de intensidad. El que lo vivió tiene algunas ventajas, si es que sobrevive; el que lo leyó tiene la más grande, que puede vivir muchas más, por miles, circunstancias como ésa de intensas pero eludiendo los riesgos de la realidad. Entonces, es cierto, el cerebro no distingue, si acaso en grado, los sucesos reales de los leídos.
Vivir varias vidas gracias a leer.
La lectura estimula la imaginación. No hay duda, todos hemos dicho que “vemos la imagen” gracias a alguna descripción muy precisa, evocadora, sucinta e inteligente. La imaginación es una de las facultades de mayor importancia para los humanos. Entre otras maravillas de que nos provee, es la de “saber ponernos en los zapatos de los otros”, lo que da origen a una de las más humanas virtudes, la compasión, o facultad de compartir con otros lo que les pasa. Se dice que los criminales más despiadados, los torturadores, los tiranos, en general no son gente mala, sino soberbia y sin imaginación, es decir, incapacitados para la compasión.
En cuanto al desarrollo del hipocampo y la corteza cerebral, el primero, se dedica a los asuntos del aprendizaje y la memoria en relación con las emociones. Este órgano cerebral pertenece al llamado circuito límbico, que es el sitio en donde se producen las emociones. Tiene que ver con el aprendizaje y la memoria, por supuesto, ¿qué es lo que siempre se recuerda si no lo que nos provocó violentas emociones? ¿Qué es lo que mejor se aprende si no lo que está relacionado con las más hermosas emociones que nos provocaron los grandes profesores que todos llegamos a tener alguna vez en la escuela? En otras palabras la lectura nos convierte en sujetos más inteligentes, puesto que este órgano fundamental del aprendizaje es fuertemente estimulado por esta actividad.
Este momento es prodigioso. Porque es el resultado de miles de millones de circunstancias ocurridas en el pasado para que este instante fuera exactamente como es. Eso me recuerda dos grandes obras de la literatura, una, el poema Las causas, de Borges. Un recorrido por la historia de la humanidad en unos treinta versos más o menos. Para concluir “se precisaron todas esas cosas / para que nuestras manos se encontraran”. La emoción es un escalofrío que nos recorre todo el cuerpo, como Borges recorrió desde “La frescura del agua en la garganta / de Adán. El ordenado paraíso” hasta “los rastros de las largas migraciones /.../ la conquista de reinos por la espada / la brújula incesante, el mar abierto /.../ el polvo incalculable que fue ejércitos /…/ cada remordimiento y cada lágrima”. El estremecimiento emotivo no es más que el descomunal peso de la historia sobre nuestra consciencia. Ray Bradbury va más allá al menos cuantitativamente, aunque sea menos lírico, mucho menos sensible y aunque la evocación es de otra índole, no deja de ser brutalmente intensa en su cuento El ruido de un trueno, en donde aquel personaje palurdo compra un viaje por el tiempo a una empresa turística en un mundo mucho más avanzado tecnológicamente que este en que vivimos. El hombre acude al recorrido en donde se simula la caza de un dinosaurio con las correspondientes fotos para asombrar a los amigos. Este perdulario desobedece las rigurosísimas indicaciones y mata a una mariposa. Las consecuencias son atroces. Regresan a su época y el mundo es mucho peor de como lo dejaron. Una causa muy simple, la muerte de la mariposa, provocó efectos acumulativos en millones de años, el efecto es devastador. El encargado del peregrinaje ejecuta sumariamente al necio, de ahí el título del cuento. La literatura trata ―¿cómo podría no hacerlo― la relación causa-efecto. Las obras maestras de Borges y Bradbury le dan sentido a millones de sucesos con la realidad actual, aunque sea ficticia. En efecto, la estructura principio (o introducción)-(planteamiento)-nudo-desenlace potencia el pensamiento secuencial y la vinculación causa-efecto, es decir, la manera como transcurre este universo.

La lectura: crear un mundo interior.

Al final, lo más importante, quizás, de todo, es que la lectura genera y fortalece la empatía, esto es, una manera benévola de mirar a los seres humanos. Eso es ser más humanos. Porque gracias a aquella benevolencia se asegura la preservación de la especie. Motivación esencial, por lo menos hasta este momento, de la existencia del hss mencionado, con sus asegunes más bien muy graves. La otra opción es ser más animales. Lo que entre humanos significa “ser peores contra los propios humanos”, puesto que la consciencia es irrenunciable. No pocas veces en la historia, la existencia de la humanidad se ha visto en peligro.
Quizás esto no tenga sentido. Quizás no haya objeto para la existencia. Sin duda el universo continuará su movimiento si la vida en la Tierra desaparece. Pero sería muy lamentable. Al final, como dice la teoría científica llamada principio antrópico: “El universo es como es para que en cierto momento, la materia llegue a un grado de organización tal que pueda tomar consciencia de sí misma”. La materia del universo sabe que existe, tiene conocimientos del propio universo gracias a que está aquí eso que se autonombra homo-sapiens-sapiens. No podríamos ser tan irresponsables como para autodestruirnos. Eso sería fallarle al universo que, dicen los científicos, nos construyó en 15 mil millones de años de ensayos. Pero eso parecen pretender los políticos, los financieros, los militares.
Pero nosotros seguiremos leyendo, escribiendo, pintando, bailando, actuando, esculpiendo, en una palabra, documentando nuestra existencia y haciéndola digna de existir e incluso bella.