jueves, 20 de agosto de 2015

El maestro. La bondad personificada.

Brega

Pterocles Arenarius

En enero de 1985 encontré una convocatoria (en realidad, si no mal recuerdo vi esa invitación en 1984) para participar en el taller de Edmundo Valadés. Me apersoné ávido de encontrar gente con quien hablar de literatura y que, igual que yo, escribiera lo que yo llamaba cuentos. En realidad no eran cuentos, o lo eran de chiripa, porque me empeciné en no “contaminarme” con academicismos. 

Era muy soberbio. El tiempo se encargó de desmontarme (a chingadazos) del inútil, endeble, corcel de la egomanía. Sin embargo, a punta de chiripazos, conseguí textos que no dejaban de ser, al menos, divertidos e interesantes. Al concluir el primer año de taller con el maestro Valadés (un hombre de inmensa estatura moral, un gran lector de cuentos, un maestro nacional del 

Una época de oro, La Canija Lagartija.


cuento, una institución) hicimos una selección de los cuentos que descollaron en el taller.


Ese conecte. Debut.



 Y ahí me publicaron por primera vez en libro.
Piedra de fundación. Cantos de la colmena.
Títulos poéticos.

Era el año 1987. Las instituciones que impulsaban la iniciativa eran INBA, Tierra Adentro; UNAM, Punto de Partida; ISSSTE, República de Poetas. Un poco antes, en 1985 había publicado un cuento breve en la revista El Cuento, del mismo don Edmundo Valadés. El cuento que tuvo la fortuna de aparecer en esta antología fue Ese conecte. Luego, el mismo cuento, se publicó en La Canija Lagartija, una revista que creamos Jorge Arturo Borja, Gregorio Martínez (Paulo G Cruz), Marco Tulio Lailson, Magdiel Pérez, Alfonso Montelongo y Silvia Lazcano (qepd). Éramos un equipazo: dionisiacos, enjundiosos y más o menos bárbaros. Había mucho talento.