viernes, 29 de agosto de 2008

Mapas de la ciudad de Guanajuato en 1750


















La columna de Pterocles La Atenas de por aquí

In Naturalibus


La Atenas de por aquí


Pterocles Arenarius

Guanajuato es una de las más hermosas ciudades de nuestro país. Sin embargo, su historia está hecha por periodos de grave decaimiento –incluso en varios momentos se consideró que estaba a punto de convertirse en un “pueblo fantasma” como muchas otras ciudades mineras de México– y su salvación de semejante circunstancia se debió, en la última ocasión, a que los guanajuatenses tuvieron los alcances propios (y la suerte externa) de que fuera instituido el Festival Internacional Cervantino (FIC); gracias a este festival, Guanajuato salvó su decadencia y logró volverse una ciudad turística debido a que numerosos visitantes –tanto mexicanos como extranjeros– se vieron fascinados por la incontestable belleza de la ciudad.
Otro logro singular que permitió el resurgimiento de Guanajuato fue su declaración como patrimonio de la humanidad por parte de la Organización de las Naciones Unidas, a través de la UNESCO. Esto se logró gracias a que 1) Guanajuato fue un centro de gran importancia en diversos momentos de nuestra historia; a que 2) gran parte de sus edificios de otras épocas han sido conservados, no se construyó en Guanajuato por la misma decadencia de la ciudad y 3) que hubo guanajuatenses que se propusieron lograr la mencionada categorización por parte del mencionado organismo mundial.
Hoy la ciudad vive más bien del turismo, de su bien apreciada belleza y de su protagónico pasado histórico. Pero Guanajuato, a pesar de ser la capital del estado, es en realidad un pueblo, ni siquiera un pueblo grande, apenas mediano.
Sin embargo, Guanajuato tiene los problemas de toda ciudad mexicana: desempleo –agravado aquí por la carencia de industria y en general de negocios que den empleo a la gente–; derivados del la falta de fuentes de trabajo y a la vez paralelos con ello: marginación social que empieza a producir los problemas de delincuencia y miseria de grandes núcleos de la población.
En esta ciudad la población humilde ha padecido a una elite conservadora, rastacuera, mojigata y ensoberbecida que se han estado prestando el poder municipal durante un medio siglo o más entre las mismas familias. Tradicionalmente el PRI era el que imponía al edil, en algún momento lo hizo aquel partido de efímera existencia que se llamó Partido Demócrata Mexicano, que era “el del gallito colorado” que incluía a cristeros y sinarquistas; pero también llegó a ganar el PRD y en las elecciones del 2006, por fin, el PAN, que ha conducido al que parece el peor momento político de la ciudad. Pero todos los presidentes municipales son de las mismas familias.
En el estado hay al menos cinco ciudades más grandes, con mayor población y economías de mayor volumen y movilidad que Guanajuato: León, Salamanca, Celaya, Silao e Irapuato. En los hechos la verdadera capital económica es León.
Guanajuato capital en varias ocasiones en su historia ha estado a punto de volverse inviable. Paradójicamente eso mismo la salvó de volverse una ciudad monstruosa y mal remedo del Distrito Federal, como, en alguna medida, ya lo son las cinco ciudades mencionadas.
Guanajuato se ha salvado de tan nefasto destino por su desorden urbanístico premoderno, por sus insuficientes, estrechas y torcidas vialidades pesadilla del automóvil, por sus construcciones antiquísimas y disfuncionales, muchas de ellas, hermosas, ciertamente. Las desventajas también se han anotado, no hay (casi) nada que hacer en el pueblo a menos que se cuente con un negocio propio, se trabaje en la universidad (copada por El Yunque) o en el gobierno copado por el mismo El Yunque y el PAN que han superado al PRI hasta hacerlos ver como aprendices en patrimonialismo, corrupción, compadrazgos, amiguismo y recomendacionitis.
Recién, el presidente del PAN, el inefable político de los carrillos tan fuera de proporción como sus declaraciones, Germán Martínez Cázares habló –en una convención de ese partido en León– de “guanajuatizar” a México. Los que vivimos en Guanajuato decimos a todos los mexicanos que sálvese quien pueda si lo logran. Basten unos datos para demostrar la aberración: Guanajuato es el tercer estado en expulsar mano de obra (exiliados económicos) a Estados Unidos, por falta de empleo, de escuela y en general de oportunidades. En tal renglón el estado sólo está debajo de Michoacán y Jalisco, que lo superan por mucho en términos demográficos. Pero por arriba de Zacatecas, Estado de México y Puebla, por ejemplo. Este estado ocupa el lugar 28 en alfabetización entre los estados y tiene el deshonor de sufrir en su territorio, en el municipio de Salamanca, el lugar presuntamente más contaminado del país, con índices de polución superiores al DF.
Jorge Ibargüengoitia dijo una vez que Guanajuato era “La Atenas de por aquí”, con alguna ironía, por supuesto. Porque se dice que en Guanajuato se localiza el más efervescente centro cultural del estado. Pero Ibargüengoitia ironizaba porque desde entonces, cuando él vivía, eso era falso.
Se cree que Guanajuato es una ciudad cultural, lo cual se debe al Festival Internacional Cervantino. Ciertamente la ciudad se vuelve un centro cultural por tres semanas. El resto del año es un erial. Por ejemplo, en este momento, durante 2008, no ha funcionado ni un solo taller de literatura en toda la ciudad. Otro botón de muestra es el hecho de que –lo leímos en el diario AM de Guanajuato, en la columna Cácaro, del excelente cuentista y reseñista de cine Ricardo García Muñoz– tres joyas de la cinematografía guanajuatense: Amat Escalante, Arturo Chango Pons y Rolando Briseño, jóvenes creadores que han merecido premios internacionales por sus trabajos cinematográficos, están ninguneados, desconocidos, aquí en su propio estado. Briseño acosado por los funcionaretes yunquistas dedicados a detener, acallar, censurar y destruir todo trabajo de arte y cultura que surja en el estado de Guanajuato, como hicieran con el propio García Muñoz cuando fuera director de Radio Universidad.
Una más: se pretendió hacer una antología de narradores radicados en Guanajuato capital y, oh sorprais, no hay. Ricardo García Muñoz es quizá el único y dignísimo representante, ¿pero será el único? Sí hay escritores jóvenes, claro, estudiantes de la Facultad de Letras que prometen, sí hay viejos, como el que esto escribe, pero no hay un narrador antologable y que a la vez sea de la generación de los años 70. Lo cual es una monstruosa carencia. ¿Quién está registrando el espíritu de la ciudad? ¿Dónde están los que plasman el lenguaje del momento y los sueños de siempre, las aventuras y los deseos, las fobias, las locuras, las humoradas y los desencantos, los amores y las nuevas leyendas de Guanajuato, tierra de leyendas? Las civilizaciones humanas perduran por su arte, por su literatura; las lenguas trascienden en la historia por sus autores literarios, por sus grandes obras. Dios santo, ¿qué está pasando en Guanajuato en donde no hay ya no digamos grandes obras, ni siquiera obras porque no hay quien las escriba? Eso es monstruoso. Si Guanajuato fuera una persona es como si se hubiera quedado idiota, sin historia, sin sueños, sin testimonios ni de sí mismo, sin chiste, pues. ¿A eso se referiría aquel político cuando hablaba de guanajuatizar a México?
Guanajuato debería tener veinte casas de la cultura. Cinco escritores de primer nivel nacional. Diez grupos de teatro con estatura de profesionales. Veinte grupos de danza clásica y/o moderna de primera línea. Cinco artistas plásticos de primer nivel en el ámbito nacional. Dos orquestas sinfónicas o filarmónicas más.
Las casas de la cultura atenderían a cinco mil aspirantes a artistas, de todas las edades y en todas las disciplinas del arte, desde el nivel de diletante hasta el de artista. Los escritores, bailarines, cineastas, actores, artistas plásticos, atenderían a los jóvenes y niños en los diversos niveles; también a los adultos y a los viejos. Así los chavos que se la pasan en las esquinas del Cerro de los Leones y del Cuarto echando caguama y dándose un chubi o peor, un pericazo, es decir, preparándose para entrar en las filas de la delincuencia vulgar para después pasar al crimen organizado mucho mejor estarían tramando un poema o pergeñando un cuento para presentar en su taller, meditando, memorizando su parlamento teatral, practicando sus pasos de baile, imaginando una escultura, mirando al mundo para sacarle una foto única, discutiendo un guión para una producción en video. Y los artistas tendrían una chambita con la cual subsidiar al arte de una manera menos onerosa, dando su taller.
Todas las plazas se usarían para presentar a los grupos de bailarines y teatreros como se hace esporádicamente con la plaza de San Roque. El teatro Cervantes usado sólo en el Festival Cervantino, la biblioteca Emilio Uranga, hoy permanentemente desierta bien podría servir para presentar plaquetas que antologaran a decenas de poetas y narradores noveles; el teatro Principal que se usa una vez a la semana pero sólo en la temporada anual de la orquesta o en los fugaces festivales de cine; el teatro Juárez, la joya de la ciudad, que presenta algo una vez al mes. Todos serían foro de los artistas que habitaran en tan hermosa ciudad, quienes la harían realmente un centro cultural y artístico. Se harían publicaciones económicas pero dignas de los integrantes de todos los talleres de literatura, unos treinta al menos. Eso sería un centro cultural. Eso es como el paraíso terrenal. Eso es perfectamente viable y también eso es la salvación de Guanajuato, la sexta o séptima ciudad del estado en potencial económico, el pueblote en el que no hay nada que hacer si no es irse “al otro lado”, poner un negocio, o si no tienes dinero, a robar; si los gobernantes tuvieran un mínimo de amor al arte y fueran menos insaciables para saquear el erario. Eso sería un verdadero emporio cultural que atraería un turismo selecto, como se cansan en pedir los empresaurios guanajuatenses cuando se quejan de que al FIC viene sólo plebe a embriagarse.
Pero ¿qué hay en Guanajuato? Alguno que otro café que presenta a un grupito de estudiantes de música; uno que otro de los integrantes de la orquesta universitaria que han formado su grupo de jazz para divertirse porque para ganar dinero jamás. ¿Teatro? Dos veces al año en San Roque. ¿Música?, sólo durante el FIC. Danza, jamás. Literatura, de repente se presenta algún libro ante diez personas. Se hacen los coloquios Cervantino y otro en honor a Ibargüengoitia, asisten los ponentes y unos cuantos estudiantes de letras porque tienen que hacer la tarea sobre el simposio. Publicaciones de escritores autóctonos, nada. ¿Cine?, algunas de las películas, no todas, de la Muestra Internacional. Por cierto, aquí sólo hay dos cines comerciales y, curiosamente, no pasan las películas de arte, ni siquiera las películas con clasificación C que vemos en los carteles del DF. En sendas ocasiones se anunciaron dos presentaciones, Los monólogos de la vagina y Sólo para mujeres. Ninguna se presentó, ¿fueron censurados? Ni siquiera supimos. Simplemente fueron canceladas sin explicación.
Ah, pero eso sí, las autoridades municipales han destruido el piso del centro de la ciudad dos veces en cinco años, para ponerlo nuevo sin que sea necesario. Lo que apesta a corruptela millonaria.
La ciudad, por ser patrimonio de la humanidad, recibe un subsidio de la UNESCO, dinero que nadie sabe en qué diablos se usa.
Esta es la realidad de La Atenas de por aquí.
Por último, para que se note “de qué lado masca la iguana” en Guanajuato o qué entienden por cultura los pan-yunquistas que quieren guanajuatizar el mundo. En la hermosa plaza de San Fernando colocaron la exposición de fotos antiguas de la iglesia de Mellado, un centro religioso, hoy en ruinas, como se puede ver en la foto. La muestra se acompañó por una conferencia que trató sobre algunos de estos inmuebles. Un documento exhibido es un mapa de la ciudad, con sus templos como ejes de la vida de la ciudad en aquellos tiempos, estamos en 1750, en plena etapa colonial. Otro documento revelador es un edicto de la autoridad en el que se cede a la orden de los mercedarios un terreno para que construyan su templo, que después sería el que hoy está en ruinas. Está bien, eso es (también) cultura, los templos católicos de otros siglos. Pero la cultura no sólo es eso. Y es que el 27 de agosto se publicó una nota en La Jornada, firmada por el corresponsal de ese diario en Guanajuato, mi amigo Carlos García, en la que denuncia que el municipio de León destruyó una escuela para donar 600 metros cuadrados que se destinarán a la ampliación de un templo de aquella ciudad. ¿De qué religión? Adivinaron, católico. ¿Sería por eso que en la exposición de San Fernando mostraron el edicto de 1750? ¿Para que nos reacostumbremos a los usos y costumbres de la Colonia? Eso es lo que ellos entienden –y quisieran que todos lo avaláramos– por cultura. Los gobernantes de Guanajuato estado y capital viven en otro siglo, en la Colonia. Sin embargo, gobiernan peor que el PRI, porque a los peores vicios del viejo priísmo ultracorrupto, los yunquepanistas le agregan la mochería y la certeza de que ellos hacen lo correcto, como “Soldados de Dios” que dicen ser.

viernes, 22 de agosto de 2008

El escritor Ricardo García Muñoz opina sobre aspectos culturales en Guanajuato

Existen tres nombres en el ámbito local de la producción audiovisual que no hay que perder de vista. Amat Escalante, Arturo Chango Pons y Rolando Briseño. A ellos los une, en principio, el placer estético por las imágenes, el acto íntimo de narrar con el lenguaje audiovisual, pero también los une la indiferencia y el abandono de las instituciones del gobierno estatal.El último proyecto de Pons era “la brújula la lleva el muerto”, un largometraje que promete, pero que no se ha logrado gracias a los nulos apoyos a producciones mexicanas y los nulos apoyos a los proyectos locales. Paradojal. El estado de Guanajuato mantiene una dirección de filmaciones que sirve para... ¡Hacer un festival A.C! El Chango es uno de esos directores de cine que indagan en lo oscuro, que en su búsqueda constante plasman elementos políticamente incorrectos y ricos en expresiones artísticas. Amat Escalante se arrojó a Cannes en 2005 con la película “Sangre”, sin apoyo de gobierno alguno lo que le dejó un premio de la crítica especializada en Francia. El apoyo discreto para esta producción lo consiguió con recursos holandeses. En el caso de Rolando Briseño, un estupendo documentalista, que fue condecorado con el premio ATEI (Muestra Iberoamericana de Televisión y video educativo, científico y cultural) en 2005 y el documental Manos Guanajuatenses, también un reconocimiento iberoamericano, ha sido condenado al ostracismo y quizá a la censura, gracias, por supuesto a sus superiores.Pero la falta de apoyo a producciones cinematográficas no es nueva, se conjuga con la política metrosexual de las autoridades culturales en la región, quienes dictan los proyectos de la moda culterana que a ellos les place y el encumbramiento de falsos profetas. Ninguna entelequia cultural ha reparado en apoyar a los talentosos cineastas a pesar de los blasones con los que cuentan; una larga lista de producciones, reconocimientos y experiencia a nivel internacional no bastan. ¿Qué basta? ¿Llenar el formulario?, ¿el manual de procedimientos?, ¿Checar la tarjeta? Basura. Como varios proyectos nacionales, los vergonzosos resultados en materia de educación y deporte, se suma, al parecer a la lista de fracasos, la responsabilidad de los dirigentes para generar y apoyar a guanajuatenses, a expresiones artísticas, a propuestas culturales, sin embargo se decantan a promocionar sus proyectos, a domar la expresión, a poner puertas al campo. Si un proyecto no encaja en el manual de cultura o en la moda que intentan colocar en el mercado de las cifras, nomás no hay apoyo.Parodiando a Eduardo Galeano, podemos decir que en el mundo de la cultura, es un mundo al revés; castiga el trabajo, desprecia la honestidad y censura al arte en pos de sus políticas para la cultura. Los nombres de los emigrantes culturales son muchos. Demasiadas puertas cerradas en el ámbito local, lo que empobrece el capital intelectual de un pueblo. Y eso nos empobrece.Se sabe, el apoyo para estos jóvenes cineastas vendrá de fuera o no vendrá. --Publicado por Ricardo para Ficcionalia el 8/19/2008 08:14:00 AM


Existen varias maneras de protestar, la mía es con un gerundio. Escribiendo. Y como este blog lo mantengo como puedo y no hay más censura que la mía, tengo el derecho de protestar como me dé la gana. Voy a omitir y a cambiar nombres de los protagonistas reales, por una decidida técnica de creación; no porque rehúya a la confrontación con cualquiera de sus activos protagonistas, sino porque de plano, hablar con ellos ha sido estéril y en un momento determinado han quedado fuera de combate, pero la lucha no ha sido suficiente.Es rudo pelear contra quien es juez y parte. Contra quien es poseedor de los medios de producción cultural, contra quien reporta beneficios manipulados cuando la realidad le dice que se halla en un fracaso. Lo oficial se convierte en la opinión general. Una verdad incuestionable. Si lo dice primero el Director, entonces lo demás es mentira. Esta por lo general es una regla de las instituciones, y una falacia del tamaño del Forum Cultural. Elemental, la comunicación actúa con un mínimo de dos individuos. Dos pasiones. Dos puntos de vista. Dos actores que desarrollan una estructura narrativa de diversos significados. Los medios de comunicación, apaleados por el chayote, obedecen a quien paga y no a quien actúa. El otro, los otros que no sean voces “Institucionalizadas, autorizadas por sí mismas, validadas por los medios que ahora se comportan como los validadores de la verdad”, quedan, a la sazón, jodidos. Es el proceso de la manipulación. Quién, en sus cabales podría creer que la Orquesta Sinfónica de la Universidad de Guanajuato, según cifras oficiales, ofreció 43 conciertos, con una asistencia total de 10,000 personas. A ver. Esto equivale a 232.558 personas por presentación. 232.558 es el equivalente a más de la mitad del Teatro Principal, un foro para 400 personas escuchando a Batiz cada semana. Esto es más que un triunfo de la cultura. ¿Lo cree? Yo tampoco, pero como es oficial, institucional y además no hubo nadie para corroborar el conteo de los admiradores, pues lo tendríamos que creer a ciegas. Pero si pensamos que 10,000 (diez mil personas, equivalentes a un lleno en el Auditorio Nacional gracias a Vicente Fernández) personas pagaron boleto para la OSUG, con un costo entre 40 y 80 pesitos, tendría la Universidad un promedio de $600,000 pesos derivados de su producto cultural estrella, la Orquesta, dinero que se implementa para… ¿promoción, carteles, espectaculares? ¿No lo sé?, lo que si dicen las cifras oficiales es que “1 mil 961 millones 203 mil 147 pesos es el presupuesto asignado a la UG en el año 2008. El 40.20% corresponde a gasto para desarrollo y el 59.80% a gasto ordinario”, seiscientos mil pesitos extra, ¿dónde están?, no vendría a colación, pero es uno de los sustentos para soportar tal argumento. 250 personas escuchando música orquestal. 250 guanajuatenses haciendo fila para presenciar una obra de Mozart como baile de los Temerarios.Los NaturalizadosHabrá quien diga que se destila rencor. ¿Y qué? Habrá quien diga que es una argucia de la revancha. ¿Y qué? Habrá quien descalifique nomás porque si. Otra vez, ¿Y qué? En el peor de los casos, habrá quien no diga nada y se pase de largo como si nada más oyera llover. Y esa actitud se convierte en lo que ha venido ocurriendo desde hace quince años (quizá más, pero mí memoria llega hasta ese punto, que no es poco) y es lo que nos mantiene sumidos en un marasmo nacional: NADA.La expresión cultural se ha sometido bajo el auspicio de la ignorancia. La cultura, si se hablara de una política para su gestión, tiene como el principio de su mal, la ausencia de proyectos. Disparos sin puntería. Balas de salva. Es una suma de pobres números que debilitan las posiciones de una neuralgia que lleva varios años y que le pesa a la hondura de sus depredadores y sus entrañas, los trabajadores de la burocracia cultural son directores técnicos de futbol que se entrenaron en un campo de golf. Políticos, publirrelacionistas, diseñadores de interiores, relaciones industriales, desarrollo organizacionalistas, ex diputados federales y demás fauna nociva, pueblan una patria lejana a la creación y al desarrollo de capital artístico y cultural. En estos términos, son los naturalizados de la selección cultural. Naturalizados porque llegaron de otra área del conocimiento a sembrar sus méritos en cancha ajena. ¿Por qué no colocamos a un sacerdote como director de policía de León?, ¿Por qué no hacemos juez a un mercadólogo?, ¿Por qué no ponemos a construir un hospital a un veterinario?, Yo no me dejaría operar una hernia por un médico que haya estudiado su carrera a distancia.En la administración de la cultura ocurre algo parecido. Entonces existen los malos diagnósticos y de la gripa se pasa a la pulmonía institucional. Gerentes generales de la empresa cultural SA de CV. Los naturalizados de la cultura, a pesar de ser ciudadanos de primera, no se saben el himno. Lo confunden con el Son de la Negra. Los Naturalizados del arte tienen pasaporte político, que los hace brincar de un puesto a otro. La inmunidad diplomática de los nacionalizados es artera y certera. De la academia a la gestión cultural. Del curul a la plana del arte.La fuerza de la gerencia que se acentúa por la ignorancia de una sociedad alejada de las prácticas y los consumos culturales, esa fuerza que día con día se acerca con voraz argucia a las arcas del capital cultural, pero sobre todo al capital intelectual, va mermando a su paso con verdaderos artistas, creadores, promotores.Las campañas y los cartelesGuanajuato lleva décadas de menospreciar a sus artistas, de formular esquemas indignantes de cacicazgo cultural que demeritan el progreso de las artes. Basta con asomarnos a una absurda campaña, cruzada, o no sé qué demonios, para así, fomentar la lectura en el pueblo, pero lo que hacen es combatir el hábito de la lectura. Y felicidades. Lo están logrando. Gracias a una mercadotecnia mediocre de agencia de publicidad de carteles y espectaculares, se ha infiltrado una campaña que no llega con dureza y que no trasciende a las capas que verdaderamente lo necesitan. En comunión con la dirección de extensión de la casa de estudios de Guanajuato se han rifado el compromiso de hacer una cruzada de envergadura estatal que ni Vasconcelos lo hubiera soñado. Pero como es común en estos casos, sólo sirve para la anécdota. Ideas grandotas, pero vacías.
--Publicado por Ricardo para Ficcionalia el 8/20/2008 01:20:00 PM

viernes, 8 de agosto de 2008

In Naturalibus


Paraíso e infierno


Pterocles Arenarius

Los escritores son bichos extraños. Casi por lo general son personas mucho más sensibles que el común de la gente normal. Son individuos raros, entre muchas otras cosas, porque siempre están leyendo. Y con un agravante, leen literatura, es decir, lectura “inútil”. O bien, lectura placentera. Y es que aparte de escribir tienen que trabajar para sostener ese su oneroso “vicio”: leer y escribir. Son profesores, periodistas, guionistas, correctores, editores y un poco más raramente son contadores, ingenieros, médicos, abogados aunque también los hay. Y menos que nunca empresarios, economistas o gerentes.
Todos los escritores trabajan en otro oficio o profesión para subsidiar a la literatura, al arte. Y con frecuencia harta logran la obra de arte. Pero eso no les da para vivir. Tienen que trabajar en otra cosa. En México habrá, si acaso, tres o cuatro escritores que viven de sus obras.
Los escritores, generalmente, están solos. La escritura es el oficio de la soledad, de la introspección. Mientras otros artistas crean sobre o con diversos objetos (como los artistas plásticos) o instrumentos (como los músicos) o sus propios cuerpos (como los bailarines) para desarrollar su arte, los escritores se tienen sólo a sí mismos. Su ser completo es su instrumento que se manifiesta a través de las letras, de las palabras.
Es común que se piense que “escribir es muy fácil”. De hecho todo el mundo escribe poemas a sus amores, a sus hijos. Pero los que se dedican a escribir saben muy bien que no es tan fácil. Al revés. Hay que tener muchas mañas, muchas habilidades, una gran cantidad de conocimientos, desde la gramática para escribir correctamente, hasta el conocimiento de las estructuras de los diversos géneros y la enorme cantidad de trucos –astucias literarias, diría Emilio Uranga– para lograr los efectos deseados. La literatura finalmente consiste en despertar emociones, sentimientos, pensamientos, reflexiones, las actividades o sucesos internos que nos distinguen de los animales, usando para ello sólo palabras. Las mismas palabras que todo el mundo usa a diario. Por esto parece que es muy fácil escribir. Sin embargo, cuando alguien que no ha desarrollado oficio escritural, se vuelve muy notable aun cuando haya conocimiento. La literatura es un maravilloso engaño para aparentar la sencillez, la cotidianidad, la vida común y corriente. Pero la magia de la literatura radica en que entre “eso” que es la vulgaridad cotidiana, el que escribe regala joyas, materiales preciosos que ese que escribe sabe encontrar o inventar entre la intrascendencia. Pero lo hace como si no fuera esa la intención, como si el hallazgo hubiese sido fortuito, como si el suceso prodigioso hubiera venido mágicamente, él solo. No es así. El que escribe tiene que hurgar, discernir, meditar, reflexionar, afinar la mirada, buscar y… encontrar. Lo ha dicho la desaparecida erudita Ikram Antaki: “En toda la literatura (…) existen sólo dos temas: lo que pasa afuera y lo que pasa adentro. Es decir: el mundo y el alma. Y todos los temas serán finalmente parte de estos dos. Si logras juntar los dos con maestría, serás partícipe de la literatura. Si no, siempre faltará algo”.
Cuando alguien escribe se está mostrando a sí mismo. Está mostrando la parte más profunda de sí mismo. No es necesario decir que se requiere ser valiente. Es como aquellas mujeres que se atreven a mostrar sus cuerpos a todo el mundo para ganar dinero y a veces para hacer arte. Los que escriben tienen en sí una paradoja extraordinaria: escriben mentiras prácticas –lo dijo Alfonso Reyes– pero verdades sicológicas. Juan Rulfo siempre decía ser un gran mentiroso. Pero los grandes escritores, como casi nadie, han mostrado sus propias almas en vastísima totalidad y más aun, con ello logran mostrar el alma de sus pueblos.
Ryszard Kapuscinsky el extraordinario escritor metido a periodista dijo en alguna ocasión que “jamás un sujeto mezquino será buen escritor” y lo corrobora Ernesto Sábato cuando dice que los grandes escritores simplemente “son grandes hombres que han escrito”. Porque los escritores han refinado su alma para ser tales. Porque es el único instrumento con que trabajan.
Por eso a los escritores son gente metida en sí misma, siempre leyendo, porque para ellos no es posible hacer más que leer cuando la gente hace cualquier otra cosa porque no es posible trabajar cuando se lee, digo, por eso los escritores, parece que siempre están leyendo o escribiendo. No es así. Le están robando el tiempo a la televisión, al chisme, a la charla con amigos, al sueño, incluso a la relación con su pareja y hasta al tiempo con sus hijos. Para leer y escribir. Es que los escritores tienen además de su ocupación profesional, la de escribir. Por eso parecen gente rara. Los escritores y los artistas en general, subsidian al arte con otro trabajo, para ganar dinero que les permita sobrevivir y también pagar la literatura. Luego, los gobiernos y la gente común se vanaglorian: “tenemos grandes escritores en México, Rulfo, Arreola, Del Paso, Monsiváis, Fuentes, José Agustín, Sabines, Paz, Pitol”, lo que no saben es que todos ellos, en algún momento sufrieron la pobreza e incluso la miseria y tuvieron que trabajar en otras chambas para subsidiar la gran literatura que crearon y que hoy es de todos nosotros. De igual manera, para que surjan grandes escritores, tiene que haber muchos más que no son tan grandes, que no son geniales, pero que son imprescindibles, porque si no, ¿con quién se tendrá una comparación para descubrir la gran obra? ¿Con quién se formarán los grandes si no es con los medianos e incluso los pequeños? Como en toda actividad humana.
En fin, los escritores, todos los artistas en general, están sometidos a una sociedad utilitaria, comercial, despiadada. Si el mismísimo Platón, príncipe de los filósofos expulsó de su República a los poetas. Pero además así tiene que ser, porque el verdadero artista trabaja “por amor al arte”, así tiene que ser pero no tanto. Por eso es maravilloso cuando se reúnen los escritores. Estoy hablando de los encuentros de escritores que como los médicos, los ingenieros, los científicos, tienen que reunirse para saber qué están haciendo los demás, conocerse, compararse, colaborar, incluso competir y también, cómo no, convivir. Ninguna obra es absolutamente solitaria, toda obra en todo ámbito, es colectiva. Y en la literatura también, como en toda actividad humana, los grandes se alimentan de los pequeños. Por eso y muchas cosas más es imprescindible que los escritores se reúnan.
La literatura, en apariencia, es una diversión sin mayor trascendencia. Pero todas las diversiones del vulgo –no pretendo ser peyorativo, simplemente aplico una palabra para referirme a la gran mayoría de las personas que carecen de contacto con el gran arte en todos sus géneros y que sus diversiones son principalmente la televisión, sus lecturas los Sensacionales de traileros, las fotonovelas, las revistas que difunden los degradantes chismes de amoríos, infidelidades y promiscuidades de seudoartistas que son incapaces de hilar dos frases coherentes; las revistas que, como mulas de la noria, le dan vuelta a la enajenación televisiva–; la gran mayoría de las personas que consumen, finalmente, una falsa literatura, un falso periodismo, un objeto degradado y vil, principalmente en la televisión y sus satélites impresos. Todo ello con escasísimas y honrosas salvedades.
Porque el gran arte, la gran literatura es consciencia. Y a nadie de los grandes empresarios les interesa que eso exista. Los dueños de México se sienten en peligro entre gente consciente, inteligente, despierta, exigente, conocedora de sus derechos, de buen gusto, refinada, que le exija a Televisa y Tv-azteca programas al menos decorosos, obras de arte y no la estupidez con la que quieren que México se conforme.
Los compadres (“México no progresa porque es una economía de compadres” ha dicho un funcionario del Banco Mundial. Los compadres que creen ser dueños del país no permiten ni siquiera el libre juego capitalista, encompadrados con los gobernantes corruptos, a los que tienen agarrados de los ijares, mantienen al país trabado, sometido a su beneficio, tanto de los multimillonarios monopolistas como de los gobernantes corruptos y espurios) que tienen a nuestro país apergollado, al borde de la autodestrucción, desean un pueblo sumiso, estupidizado, insconsciente, adormilado. Por eso Televisa y Tv-azteca se esmeran al colmo en divulgar la estupidez por todos los medios que les es posible.
Por eso los escritores son gente rara. Por eso cuando se encuentran se crea el
Paraíso.
Por quinto año consecutivo se llevó a efecto el Encuentro Internacional de Escritores en Salvatierra, Guanajuato. La ciudad refrendó su vocación por la literatura, por los escritores, esa elite. Una innovación importante este año fue la de llevar los libros y la literatura a la gente del pueblo; una propuesta que se ha hecho desde estas líneas.
El encuentro de Salvatierra tiene virtudes insoslayables. En general es una idea excelente que los escritores se encuentren, siempre lo será. Por fin esta gente rara se encuentra en el paraíso. Tiene a todo el mundo con quien hablar de lo que más le interesa: la literatura. Hablar de los grandes autores de la historia, de los nacionales, de los estatales y los municipales, los amigos.
Pero sería mejor aun si se lograra llevar masivamente la literatura a la mayoría de la gente. A contrapelo de lo que opinan algunos escritores –como el excelente poeta Juan Domingo Argüelles quien sostiene que la lectura de ninguna manera vuelve mejores a las personas– yo sí estoy seguro que leer literatura prolijamente hace mejores a las personas.
Aserto temerario, pues ¿qué es ser mejor persona?
Para mi corto entender, los que se vuelven grandes lectores, es decir, individuos que logran extraer el significado correcto de lo que leen, en otras palabras, los lectores avezados, tienen a su disposición el conocimiento completo de la humanidad… si tuvieran el tiempo suficiente para allegárselo. Tal capacidad –de obtener significado correcto de lo que se lee– es directamente proporcional el conocimiento acumulado. No es de otra manera como se forjan los especialistas, los científicos. Llega un momento de la formación académica en que la escuela se vuelve innecesaria, porque el estudiante –que ha dejado de serlo para convertirse en un estudioso, como lo dijo alguna vez Heberto Castillo– tiene una capacidad de acumular conocimiento sin medida, sólo basta con que tenga a la mano el texto correspondiente para que se apropie de tal conocimiento. Eso es posible sólo por la lectura.
Es en este caso cuando mejor se cumple la propuesta de Borges acerca de que el libro es una extensión de nuestra inteligencia. Porque es entre los científicos donde se cumple que una inteligencia es todas las inteligencias. Los científicos son capaces de apropiarse, tan sólo leyendo, de los conocimientos más avanzados del mundo. Finalmente los científicos operan como una sola entidad, a pesar de las feroces –o gracias a ellas– disputas que suelen sostener en función de conocer o presumir que conocen “la verdad”.
Semejante eficiencia extrema para leer no implica que personas que desarrollen tal virtud sean “mejores”, pero nadie negará que serán más eficientes para apropiarse del conocimiento, que es una manera humana de “ser mejor”. Si estamos de acuerdo en que ser más civilizados es “ser mejores”, entonces la lectura sí nos hace mejores, es decir, nos hace más civilizados, mejor adaptados –en algunos ámbitos– a esto que llamamos civilización.
Pero estoy seguro que el territorio de la personalidad en donde más y mejor influencia la literatura es en la imaginación. Quien lee literatura ha desarrollado y disciplinado su imaginación. Estoy seguro que la crueldad humana se debe en gran medida a que quien la ejerce carece de imaginación. Esta facultad, como ninguna otra nos permite ponernos “en los zapatos de otros” y de allí surge la compasión, tan necesaria, tan olvidada ahora. La literatura, comparto con William Carlos Williams, el gran poeta norteamericano, es salvífica: “Hay personas que viven vidas miserables porque ignoran que existe la poesía”.
No hay duda, en este momento, en este mundo, vivimos Irak, Palestina, las guerras y hambrunas de Africa y la destrucción, la decadencia interminable de nuestro país; en otras palabras, abundan las personas que habitan el
Infierno.
En este momento en nuestro país son asesinadas unas veinte personas diariamente en la guerra del (y, según el gobierno, contra) el narcotráfico. Igualmente cada día ejecutan a jefes o al menos agentes policiacos. Las maneras de asesinar parecen inconcebibles. Es difícil imaginar cuanta crueldad habita en los criminales para torturar a sus víctimas como narran los periódicos que ocurre. Pero además resulta increíble que, como reportó un periódico, un policía diga a un delincuente agonizante que mire hacia la cámara porque está en Te caché, por supuesto, uno de los bodrios televisivos. ¡Por supuesto! Alguien que se alimenta espiritualmente con semejante excremento no puede ser otra cosa. Eso es el infierno, el mundo en donde no existe la piedad ni siquiera al borde de la muerte. Donde los policías torturan a sus propios compañeros, como ocurre en la ciudad de León, con anuencia de la autoridad; ¿qué puede esperarse que la policía haga con los ciudadanos? El infierno es un mundo en el que los instintos animales que aún nos habitan se manifiestan sin control, en el que desaparece la civilización que hemos creado, en donde no existe el arte, sino la ley del más fuerte, del más bruto. Es un mundo en el que la especie humana está en grave peligro de desaparecer, de autodestruirse. Un mundo en el que, como en la guerra del narco, todos pelean a muerte contra todos. Mientras tanto, en México, un pobre hombre que se hace llamar presidente, no preside nada, sino pasa el tiempo escondido y cuando se hace ver públicamente está protegido por centenas de militares, francotiradores, helicópteros y golpeadores, para que nadie se le acerque. ¿Ese preside? ¿Qué…?
El infierno es Atarjea, Guanajuato, donde mi amigo Catarino Concepción, un poeta, un creador de décimas populares, un bardo del pueblo que en sus versos ha recuperado las más entrañables tradiciones de su municipio y de su gente, en su música se arraiga la alegría sincera y candorosa de las personas sencillas que no se han perdido en la estupidización globalizadora que nos convierte en nadie al destruir nuestra identidad; personas que bailan y zapatean como lo hicieran sus ancestros desde hace siglos, con sus acordes y sus versos, donde este poeta crea felicidad, salvación, convivencia, amor, arte y con todo ello civilización, el efímero, el fugaz, el raquítico paraíso que pretendemos darnos está cancelado.
Ese Catarino Concepción, iluso, pretende hacer un encuentro de poetas y decimeros; escritores de versos modernos con trovadores tradicionales de los que hay en las huastecas veracruzana, hidalguense y potosina, cuya influencia ocurre también en Guanajuato, donde están no pocos creadores de huapango tradicional como el famoso grupo Los Leones de la Sierra de Xichú de fama internacional que comanda Guillermo Velázquez.
Catarino ingenuamente pensó que los empresarios de Atarjea podrían hacer algunos aportes en dinero para organizar el paraíso. Quiero decir el encuentro de poetas modernos con versificadores tradicionales de su municipio. Pero los empresarios qué pueden saber o ni siquiera imaginar de paraísos, de civilización. A ellos les interesa sólo su provecho, su beneficio, aunque provoquen que el infierno cunda porque ellos colocan su granito de arena para eso, al explotar a sus trabajadores, al imponer la ley del más fuerte que es la ley de las bestias, al competir ferozmente hasta aniquilar a otros, al ser tan triunfadores, porque todo triunfador está encima de una montaña de cadáveres, al olvidar lo mejor de las creaciones humanas, la obra de arte. Y actuar así no es crear civilización, sino permitir que este mundo se degrade, significa vivir entre los residuos de la barbarie, la animalidad de donde venimos de la que nos salvamos (o quizá nos condenamos a esto, a un infierno peor). Aunque anotemos que, como en todas partes, existen excepciones honrosísimas. Los empresarios de Atarjea quieren que el encuentro de poetas sea tan sólo un escaparate para su beneficio. Qué les importa a ellos el arte, la creación poética, la civilización, la destrucción de este país. Mientras ellos tengan sus ganancias aseguradas.
Es un mundo terrible el que nos toca vivir. Sin embargo, continuaremos creando, procurando las condiciones para que ocurran los paraísos terrenales, para que los infiernos que otros crean no nos lleven a todos a la animalidad como quisieran los potentados.

martes, 5 de agosto de 2008

La palabra escarnio (Cógeme pero no me mates, la historia del minotauro triste y los tres degeneraditos)

La palabra escarnio


(Cógeme pero no me mates. La historia del Minotauro triste y los tres degeneraditos)

Al obtener la simpatía de Juanita, la maga,
ella te transforma en un pájaro.
Si no, en reptil, o peor aun, en cuca.

Asunción Rangel



Son cientos de paralelepípedos amarillos regados al arbitrio como si los hubieran lanzado desde gran altura. Parecieran en desorden y tienen entre ellos multitudes de jardines, miles de jardineras, otros tantos pasillos y no menos arbolitos y palmeras. Es la unidad habitacional Lomas de Sotelo. Bonito lugar.
Cipriano es un buen pintor, pero muy tímido. Introspectivo y de tan callado pareciera triste a pesar de ser inteligente, creativo, formidable dibujante y consumado colorista. Mariguano de cotidianidad tal que se muestra incapaz de dar paso fuera de su departamento si no va debidamente intoxicado. Él es un producto de la maravillosa sociedad. Pero exitosísimo por su perfeccionada adaptación al citadino caos a pesar de –o más bien gracias a– su indeclinable drogadicción, pues ha desarrollado importantes talentos a pesar de los inmensos traumas que se carga y que lo hacen así como es: miope, flaco, tímido, mariguano, callado, meditabundo e insignificante como si fuera culpable de genocidio y tratara de pasar siempre de largo.
Vivo en esa unidad habitacional. Fui de visita donde Cipriano para enseñarle mis poemas del último mes. Cargué con una botella de vino tinto. Las opiniones de Cipriano son extraordinariamente valiosas en poesía, siempre y cuando uno tenga la paciencia de esperar que los oiga, luego los lea sin oírlos, los medite sin decir nada mientras fija su mirada en sitios impensados y de pronto en ti desde atrás de sus lentes y se toque lentamente las barbas y acaso fume. Entonces empieza a hablar con lentitud, contundencia, inspiración, desmenuzando el poema como si tuviera un bisturí de claridad y te hiciera mirar las entrañas de tu texto. Lo maravilloso es que Cipriano no opina, simplemente desnuda, penetra sin piedad como si tuviera un espejo que pudiera ver tu texto mucho mejor que una radiografía.
Vale la pena acudir a casa de Cipriano con tu mesada de poemas. Y entonces salí a recorrer los cuatrocientos metros de pasillos curvos, jardines arbolados y suaves declinaciones en la semioscuridad de los arbotantes a las diez de la noche en la soledad que separa los con-demonios que habitamos.
En el clímax de una curva vislumbré una muchacha y me detuve; busqué algún admisible pretexto para permanecer de pie en medio de la noche y mirándola. Fue uno muy poco verosímil porque ella alejó con velocidad y cambiando su ruta aparente. Me sentí un poco apenado. Avancé hacia el habitáculo del agudo Cipriano y, si acaso cuarenta metros adelante, saliendito de una fila de arbustos encontré a la misma mujer –parecía extraviada como futbolista llanero en off side: desconcertada, nerviosa, o mejor, totalmente fuera de lugar– buscando algún domicilio en ese mi laberinto de paralelepípedos ingentes, céspedes silvestres y vegetales de ornato en el que me sentía, y soy, sin duda, el Minotauro. Y ella, perdida, notoria visitante, la víctima del monstruo: yo, Minotauro.
Tuve la impresión que la muchacha huía. Observé la ruta y procuré evitarla, que fuera imposible encontrarme a la temerosa. Para no asustarla. No fuera a pensar que la asediaba, mucho menos la perseguía. Y, en honor de la señorita, me sometí a cursar un pequeño rodeo para la casa de Cipriano con tal que la muchacha no padeciera malestar alguno debido al Minotauro yo, que la había mirado con ojos ciertamente deseosos. Alcancé mi destino por el otro lado de lo habitual y al entrar en el vestíbulo del paralelepípedo habitacional descubrí a la mujer que viera molesta evitándome. Estaba escondida en un rincón esperando que me pasara de largo. Pero su aspecto era infundido por el terror. Comprendí que, según ella, había estado en verdad huyendo de yo el Minotauro y, como ocurre con quien se aterroriza, se metió en la supuesta trampa. Gritó de manera contenida por el terror, creía que mi persecución había tenido éxito y que estaba a mi merced. Temblaba tanto que la cabeza mostraba involuntario, ridículo, sacudimiento. Pobrecita. Me desconcertó. No pronuncié palabra. Quedé súpito un instante y ella, en medio de su incontrolado terror, empezó a desabrocharse la blusa con mano tan temblorosa como su absurda cabeza mientras aspiraba profundamente para infundirse algún valor y decirme alterada entre resoplidos de pánico:
–Muy bien…, muy bien…, señor, usted gana. No…, no voy a resistir, pero sólo quiero pedirle por el amor de Dios…, escúcheme, por el amor de Dios, que no me haga daño. –Hacía un esfuerzo inhumano, tratando de dominar un incontenible jadeo de terror, haciendo el total acopio de su valor–. Voy a cooperar…, se lo juro…, voy a cooperar…, haré lo que usted me diga, pero le suplico que a cambio… no me haga daño, por favor… no tiene que golpearme, obedeceré…, obedeceré lo que me indique…, lo que sea..., lo que sea… –para el momento su brasier estaba a la vista y ella se había repegado a la pared y abría su blusa con sus manitas incontrolables, me miraba levantando la frente como una mártir dominando el llanto y el terror mientras jadeaba haciendo un esfuerzo más que considerable para simular entereza. Admiré su valor. Pero también su tontería inmensa.
–Eeeh, mira, amiguita…, en primer lugar…
–¡Nooo!, ¡no me mate, señor, no me mate, por favor…! Dígame que hago y le obedeceré sea lo que sea, se lo juro, pero le suplico por el amor de Dios que no me haga daño… Tengo dos hijos. Por el amor de Dios le suplico que no me haga daño… Por su madrecita santa, por la virgencita santísima, no me vaya a matar… –Pronunciaba ahora acelerada, violentamente, jugaba al todo o nada. Adopté la actitud más tranquilizadora posible.
–Oye, amiga. Relájate… Tranquilízate, a ver, cálmate… Yo sólo quiero entrar… –pensaría que yo era un empedernido criminal que, con la fría calma del asesino serial, le daba las finales indicaciones.
–Sí, señor, no voy a gritar, voy a hacer lo que usted diga, lo que usted diga, lo que usted diga. –Temblaba y contenía el llanto, a la vez se controlaba para no exasperarme. Tengo llave del vestíbulo del edificio de Cipriano y abrí. Ella me miró y, entre su terror, atinó a preguntar:
–¿Tengo que entrar, verdad?
–No. Haz lo que quieras… Vete si quieres… –le dije sonriendo de nervios como recurso extremo.
–¿Co-co-cómo dice? –en ese momento empuñó su blusita y la cerró.
–Como tú gustes, amiguita…
–¿Puedo irme…?
–Pep… Eeest… por supuesto… –Entonces estalló en un terrible, estentóreo sollozo y se puso las manos en el rostro.
–¿No me va a violar? Perdóneme… ¡¡Aaah… Aaaahh!!… bu-bu-bu… ¡peeerdóoooneme!… Es que yo bu-bu-bu, estaba segura de que usted…, usted me iba…, me iba a violar… ¿Usted no es violador?, dígame ¿usted no es violador, verdad que no? –hablaba llorando y una cascada de lágrimas le recorría el rostro y agarraba con rigidez su blusa para mantenerla cerrada luego que ella misma la había desabrochado. La estampa era conmovedora y también ridícula. –Entonces ¿no me va a violar, señor?
–Perdóname, amiga, no hubiera querido asustarte. Qué mala onda. Pero, ¿tengo tipo de violador?
–No-no-no-no. Es mi culpa… –empezó a hablar ya tranquilizándose–. Es que, usted sabe, los violadores… los violadores andan por todas partes… Además usted trae algo escondido en la chamarra… –me señaló casi de vuelta en su terror. Era cierto, traía la botella de vino para Cipriano. La saqué. Entonces ella agregó la risa a su llanto:
–Estaba segura que traería el cuchillo, la pistola. Ay qué tonta, Dios mío, pero es que tanta inseguridad y… aquí está tan solo y ya es noche… Ay qué pena, Dios mío…
–Bueno, pues discúlpame por el mal momento. Qué pena. –Toqué el timbre de Cipriano y salió de inmediato, como si me hubiera estado esperando.
–¿Quióbole! –me dijo con su habitual indiferencia–, pásenle.
–Vine a verte. Traigo un vinillo y unos poemas. Mira, ella es…, de veras, no sé tu nombre… –la mujer había retomado, aunque trabajosamente, la compostura, incluso terminaba de limpiarse las lágrimas y abrocharse la blusa.
–Aurelia… tanto gusto…
–Cipriano…, pero pasen por favor, adelante…
–Bueno, ella… –iba a disculparla, pero antes de que dijera algo Aurelia ya entraba en la casa de Cipriano.
–Gracias, Cipriano… Y tú no me has dicho cómo te llamas…
–Lucrecio…, para ti el violador…
–Ay, Lucrecio, perdóname… No sé cómo pude…, pero es que ya ves cómo es la ciudad…
–No te preocupes –le dije tomando asiento. Apareció sorprendentemente Laura desde alguna de las habitaciones. “Válgame Dios”, me dije. “No, Dios mío, ¿por qué está descalza y ese vestido es camisón o qué? “No puede ser. Laura. Laurita. Yo, tú. ¿Por qué? Pero además no trae brasier la puta desgraciada. ¿Desde cuándo está aquí o desde a qué horas? ¿Qué significa que una mujer no traiga brasier ni zapatos en la casa de su amigo?”.
Nos saludamos de beso. Hubiera querido decirles de inmediato “¿qué traen ustedes, por qué está aquí esta pinche vieja si yo la vi primero?”. Empezaron a charlar como si fuéramos amigos añejos apenas a cinco minutos de las presentaciones y de inmediato se descorchó mi botella de tinto. Yo estaba trabado y nadie lo notó. Laura, como ama de casa, me carga la chingada, colocó al centro alimentos chatarra y trocitos de queso. Poco rato después, llorando sangre, propuse iniciar la lectura de mis poemas, puesto que ellas estaban presentes extendí el convite a la sesión poética. Para entonces, luego de tres rondas, mi botella agonizaba y Cipriano, previsor, se apresuró a aprovisionar a la sesión con reserva de su cocina, pero la nueva era de tequila. Y no me atrevía a decirles nada. A pedirles que me explicaran. Mierda.
Aurelia estaba tan perfectamente integrada que no se nos hizo raro que no se retirase pronto a pesar, en mi caso, de la extraña manera de conocernos. Leímos poemas y, Cipriano, como siempre, lúcido y reflexivo, los desmenuzaba luego de pensar un momento mientras Aurelia y Laura no evitaban los comentarios no tan valiosos, pero yo no entendía nada. Me urgía saber qué estaba pasando entre Laura y Cipriano.
La lectura inútil de los tres poemas y los estériles comentarios de Cipriano, sin interlocutor y más de media botella de tequila, habían consumido unas dos horas. Preferí suspender la sesión y saber qué hacía en tales condiciones esta ramera con el pintor drogadicto; lo peor era que las mujeres se dedicaban a encontrar motivos chuscos (de neto humor involuntario) en mis poemas. Chingao. Borrachas burlonas. Putas malditas. Estaban muy contentos y, de ebrios, a medios chiles. Y tan tranquilos que empecé a dudar. “Capaz que estoy inventando. ¿No es posible que ella esté aquí así, sin zapatos ni brasier ni sexo con su amigo?” Admití que sí.
Cipriano se dirigió al interior de su casa mientras carcajeaban por alguna razón o quizá más bien sin ella. Por fin Laura me preguntó “¿Qué tienes?, estás muy serio”. Puta. Puta. Pensé. El pintor regresó munido de un cigarro hechizo y monumental, del que emanaba el característico y poderoso hálito petatero.
Feliz y callado Cipriano el mariguano se arrebujó en un sillón, casi femeninamente, subiendo los pies y recogiéndolos, mientras las otras pronunciaban banalidades él arremetió con fruición aspirando el humo de la mariguana. Luego pasó el cigarro a Laura que también le dio cuatro o cinco envidiables chupadas. Empecé a pensar que yo estaba paranoico. Llegó mi turno. No quise ni pude ser menos. Y el cigarro –así era de inmenso– parecía infumado, que no infumable. Se lo pasé a Aurelia que me miró desconcertada a pesar de su embriaguez galopante pero simulándose muy en ambiente me dijo:
–¿Se fuma…, esto se fuma…, normal?
–Absolutamente normal –le dije para evitar motivos de alarma. Para qué…
Laura y Cipriano eran amigos viejos de la canabis, pero Aurelia, como confesara, licenciada en administración de empresas, no acumulaba idea sobre la vida de un pintor drogadicto y dipsómano, Cipriano y de una guionista televisiva, putísima y alcohólica, Laura.
En un rato decayó el ambiente que habían creado, la yerba convoca a la introspección. Cada uno abordó su viaje interior. A mí, como siempre, me aligeró. Volví, tras tres fumadas, a ver a Laura linda muchacha y a Cipriano querido y viejo amigo.
Aurelia, licenciada en administración de empresas, en cambio, transitando su iniciación en las drogas canábicas, se levantó y empezó a mirar pequeñísimas áreas de las paredes desde muy cerca, como si descubriese un insólito desfile de insectos de fauna fantástica circulando por el muro. Sabedores de los efectos mariguanescos en la gente bisoña nadie la tomó en consideración.
En otro momento estuvo observando sus manos con singular atención, empezó a sentir angustia, a mirar en todas direcciones como si la persiguieran. Y me descubrió. Yo estaba perfectamente aligerado.
–Dime algo… ¿Tú me ibas violar?... Dime la verdad, por favor… ¿Sabes una cosa? Tú…, tú me violaste. Me violaste porque sentí…
–Sentiste que te violé…, pero por favor…, no me digas eso…
–No, sentí el terror…, el terror de ser violada ¿sabes qué es el terror de ser violada? –la miré un instante desmesurado, traté de pensar, imaginar como sería violarla… No pude imaginarlo, me descubrí (alabado sea el cielo) negado, incapacitado para violar ni a una muñeca inflable. Sin embargo, de alguna manera tenía razón. Pero le dije:
–No lo creo…
–Ya me voy…, no puedo estar aquí…, contigo…, tú ibas a intentarlo…, pero te arrepentiste porque ya me habías hecho el daño psíquico –aquí pronunció mal y con dificultad– no puedo…, ya me habías violado –Aurelia traía un viaje espantoso. ¿Quién puede dudar que una LAE, inocente de ella, acumula cantidades inconmensurables de esa mierda que nos echa encima el establishment: estrés, terror por los violadores (¿y pasión enfermiza por ellos?), por los secuestradores, por los narcotraficantes, por los raterillos en general, fatiga crónica, miedo consuetudinario, furia contenida, frustración de rutina, desesperanza hasta la más infinita lejanía? Nadie.
La licenciada transitaba su microinfierno. Los otros, Laura y Cipriano, en tanto, gozaban de manera indecible el estupor mariguanesco y veían con alguna indiferencia y hasta no poca molestia a la LAE que padecía, a través de horribles percepciones, la manifestación de sus infamados interiores. Empecé a pensar que no sería mala idea que Laura, Cipriano y yo… Claro, un trío. Un trío feliz. ¿Por qué no?
Aurelia trató de salirse corriendo como loca. Hasta que lo logró. ¿Qué hacemos? “¿La dejamos?”, dije pensando en tres. No, está bien trastornada. Mejor traerla, a ver si se calma.
–A ver, vamos por ella –dije a Laura y Cipriano.
–Dice que la violaste.
–Dios santo. Imagínate…
–¿Entonces qué le hiciste?
–La encontré aquí, en este rincón, escondida, esperando que alguien la violara, pero sin madrearla.
–Ay, no. ¿En serio?
–Lo primero que me dijo fue no me mates, cógeme pero no me mates… Te lo juro. –Cipriano fue por ella. Con su modo circunspecto y sereno se la trajo abrazada. Todos estábamos bien mariguanos. Ella lloraba en el hombro del pintor. Pedía protección. Cipriano algo le dijo en el oído. Ella, desesperada y llorando, lo besó en la boca, larga, furiosa, desesperadamente. Laura se acercó. Se acercó. Se acercó, les puso sus manos en los sendos hombros hasta que su rostro estaba junto a los de ellos que se besaban interminablemente; al final ella también participó (y era correspondida en el beso triple) por los otros dos. El cuadro era hermoso y aberrante. Malditos, o sea que sí, desde antes. No soporté, empezaban a manosearse. La metieron. Al entrar él me miró y me hizo un discreto gesto de invitación a pasar con ellas. Habrá una orgía, dijeron sus ojos. Le sonreí sintiéndome el perro que ve a la pareja de canes pegados, le agradecí y me fui a mi casa.

Dos semanas después, de mañanita, me encontré a la otrora perdida Aurelia. Esta vez refulgía de seguridad. Y yo era sólo otro transeúnte; no más Minotauro. Sorprendía de correcta: traje sastre señorial, pelo impecable y relamido, tacón ejecutivo, bolso discreto. Una empresaria activa y elegante, en realidad una exitosa LAE.
–Hola, ¿cómo estás?
–De maravilla –respondió sonriendo con alguna exageración, radiando su éxito, como lo hace esta gente de hoy tan positiva.
–Ya vivo aquí, ¿no sabías, verdad? –serenamente miró en todas direcciones como si se asegurase que nadie iba a oírla–. Estamos los tres. Juntos. Quiero decir, vivimos juntos. Es muy poco tiempo, pero fíjate, ya estamos pensando en firmar un convenio de convivencia, como los matrimonios de homosexuales, pero aquí sería entre los tres, ya que el matrimonio entre tres no es legal… (Válgame Dios). La experiencia, te diré, es muy…, motivadora. Te confieso que lo central es el sexo. –¡Madre mía! Y conste que no le había preguntado nada.
–¿El sexo!, lo dices tú, la que sostiene que la violé? –me miró extrañada.
–Lo digo porque así ocurrió. Si me hubieras penetrado ya era absolutamente secundario, intrascendente. El daño estaba hecho.
–Santo Cristo. Nunca pensé… que yo… fuera capaz…
–Bueno, eso es otra historia… Pero, mira, ahora estoy tan feliz. Consumiendo la cannabis sativa como debe ser provee efectos prodigiosos… Nunca antes lo hubiera imaginado.
–¿Y cómo es como debe ser?
–Pues como Dios manda.
–Ah, claro. ¿Y la real motivación es la mariguana o el sexo?
–Ambas. –Empezó a hablar meditando cuidadosamente sus respuestas–. La mariguana es el contexto, el coito triple la acción. –Hacía pausas brevísimas para colocar las palabras más justas a su descripción, volteaba los ojos hacia arriba procurando concentración–. La mariguana es el escenario, el menage a trois la obra… ¿Sí me entiendes? Ella es sexualmente voraz y emprendedora. Él, lascivo e inteligente. Yo soy sucia y sin límites. El acoplamiento, hasta donde sé, insuperable. Ja ja ja… ¿qué te parece…?
–Dios mío, Cipriano, Laura –la miré un instante: era paradójica, inocente y directa en su depravación– no quiero imaginarme la cantidad de porquerías…
–¿No puedes? Te cuento algo si quieres…, mira, generalmente la que empieza es Laurita, aunque no es regla, de hecho no hay reglas; puede ser que lo requiera a él, o a veces me solicita…, lo cierto es que no tiene que insistir mucho…, porque…
–No, no, no… No me cuentes. No quiero sentir envidia. –En ese momento recordé el insólito beso triple–. Mejor luego nos vemos… ¿sabes qué…?, aquella vez te hubiera violado…
–¡Me violaste!
–¡!... Bueno. Mejor un día de estos paso a visitarlos para leer poemas. –Le di, a manera de despedida, un beso apresurado y me fui tan rápido como me fue posible.