miércoles, 17 de diciembre de 2014

Demoníaca en Xalapa, Veracruz





Publicada por Eterno Femenino
en 2012

Presentación de la novela Demoníaca (Historia de una maldita perra) de Pterocles Arenarius. Editorial Eterno Femenino, 2012.

Andrés Hasler*

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La novela Demoniaca, historia de una maldita perra, tiene un fino humor satírico que el lector sabrá disfrutar. Me hizo reír en más de una ocasión; me agradó su estilo ligero y, sobre todo, el ritmo en que transcurre la narración.
Pero más allá de estos rasgos formales o estrictamente literarios, la obra nos transmite un contenido que nos invita a reflexionar acerca de los valores y antivalores que, en el terreno de la moral sexual, están en pugna en la sociedad contemporánea. Los dos personajes centrales de la novela son una mujer "vestida", nacida en un cuerpo biológicamente masculino (la etiqueta apropiada para su identidad sexual es lo de menos, pues también se puede decir que es un hombre vestido de mujer) y un sacerdote católico perteneciente a las altas jerarquías de la Iglesia. Todos los demás personajes son secundarios y giran alrededor de los dos principales. Éstos se muestran a sí mismos a partir de sus propias palabras y acciones.
La "ingenuidad"o supuesta ingenuidad del sacerdote es, a todas luces, una caricaturización exagerada del personaje machista y heterosexualista, pero cabe perfectamente dentro de la intención de la obra. En el extremo opuesto, la mujer "vestida" tiene una aguda percepción de la realidad que, dependiendo del punto de vista, podría calificarse de cínica. Ahora bien, lo que se entiende por "valores" y "antivalores" sexuales, es decir, lo que se entiende (o no se entiende) por femenino y lo que se entiende (o no se entiende) por masculino, también dependen del punto de vista en la estructura de la obra. Cada visión está respaldada por una práctica social distinta. Lo que de un lado se entiende como malo se convierte en bueno en el otro bando y viceversa.

Han creado una terrible fama.
La presión de la moral sexual dominante sobre los grupos disidentes (que es el motivo central de la novela) y la resistencia que éstos oponen a dicha dominación moral, constituyen un motivo legítimo de reflexión ética, filosófica y política y, a través del recurso liteario, el autor así nos lo hace saber.
Por un lado la visión heterosexualista, machista y judeocristiana dominante, que en Occidente tiene dos mil años de antigüedad y varios milenios más en el Medio oriente hebreo se refleja, también, desde hace mil quinientos años en el mundo islámico. Aunque tantos siglos de opresión heterosexaualista nos dan la imagen de una antigüedad bastante respetable, esto oculta el hecho, antropológicamente comprobado, de que la moral sexual judeocristiana nunca ha sido realmente compartida por la inmensa mayoría de los pueblos sobre la faz de la tierra. La moral heterosexualista (en sus distintas modalidades) se ha extendido por los cinco continentes hasta envolver el planeta entero, superponiéndose a los sustratos de otras culturas, mismos que nunca se extinguieron. La rígida moral sexual promovida por determinadas religiones, no ha sido natural para todos los pueblos. Las otras formas de concebir la sexualidad humana sobreviven hasta nuestros días y son parte de la diversidad cultural que, en la era de la globalización, se actualiza y refuncionaliza constantemente.
En la novela que aquí estamos presentando, un clérigo de la alta jerarquía católica mexicana se vanagloria de defender a ultranza un concepto rígido de los roles femenino y masculino que, según su punto de vista, gozan del aval divino. Defiende una concepción del sexo como instrumento de la reproducción biológica. El placer sexual, fuera de esta función, es sucio y pecaminoso.
Por su parte, la mujer "vestida" afirma: "Pobre de aquel (o aquella) que considere que sus instintos son suciedad (...) Prefiero pensar que mis nalgas son divinas (...) mis pechitos un portento y en conjunto una bendición (...) los orgasmos tanto míos como los que causo en otros, un premio de Dios para sus hijos".
Ya se podrá imaginar el lector cuán grande es el choque, cultural, ideológico y moral que la sola existencia de la mujer transexual o "vestida" implica para el clérigo exageradamente caricaturizado en la novela. A fin de evitar este choque, el personaje pone en marcha un mecanismo de defensa (demasiado "ingenuo", desde mi punto de vista) que consiste en negar la realidad, es decir, en negarse a aceptar que la mujer que está frente a él, es una mujer fálica, nacida con un pene. Él se aferra a pensar que ella es, necesariamente, una mujer nacida biológicamente. Veamos lo que dice el sacerdote:
"No pude ocultar mi estupor ante la soberbia belleza de mujercita, casi rubia, de ojos de un verde agua que aturdía, color inverosímil; delicada que parecía urgirnos a disputar por protegerla, blanca como una flor intocada. ¡Dios Santo! Vestía un traje de noche que dejaba ver gran parte de su cuerpo divino, sus senos tiernísimos, casi pequeños, casi irreales (...) como he dicho, era una belleza de otro mundo, me fascinó, me sedujo, me derrotó, disolviendo toda modestia por su osada manera de exhibir el cuerpo" (p. 16).

La mujer fálica.
El concepto de mujer fálica fue acuñado por Sigmund Freud y constituye un arquetipo reprimido en el inconsciente colectivo de toda la humanidad. Al igual que el unicornio y que el dragón, también la mujer fálica es un símbolo que la mente consciente reconoce como fantasiosa o inexistente, pero que es completamente "real" y vida propia en la mente inconsciente. El sacerdote caricaturizado en la novela pretende "autoengañase" con la imagen de una mujer biológicamente hembra, pero su mente inconsciente busca, sin lugar a dudas, a la mujer fálica encarnada en el personaje travesti. Freud afirmó que los personajes de ficción de las obras novelísticas bien escritas, son tan psicoanalizables como las personas de carne y hueso, debido a que los artistas (entre ellos, los escritores) tienen el don intuitivo de captar la esencia del alma humana.
La osada manera en que la mujer fálica exhibe su cuerpo, cautivó al sacerdote. Pero más osada es su filosofía de la vida. Veamos como piensa el angelito:
"Imagínate, te tienen acostumbrada desde niña a vestirte de hombre, creen haberte educado como hombre, porque creían que eras macho, pero tú siempre supiste que eras niña (...) Lo único que tengo en mi cuerpo que no es de niña, es un pequeño pene. Pero todo lo demás es femenino. Y hasta mis diez años de edad, nadie lo entendía" (p. 35).
Para el judeocristianismo ser mujer es algo tan natural como el reverdecimiento de las plantas en primavera. La menstruación, por ejemplo, no se fabrica, sino simplemente ocurre cuando tiene que ocurrir. El instinto maternal debe ser igualmente "natural", y así sucede con las emociones y con todo lo demás específicamente femenino.

"Lo femenino es natura, lo masculino, cultura", Andrés Hasler.
Por el contrario, lo masculino es un constructo cultural que requiere ritos de iniciación a la masculinidad. El varón es cultura, y la mujer es natura. Pero tal esquema que equipara a la mujer con la naturaleza y al varón con la civilización, no es compartido por la mujer transexual, quien se considera a sí misma como un producto "de avanzada" tanto de la evolución como de la civilización:
"Somos animales civilizados, tanto que somos tecnología de punta biológica en el asunto de los placeres no menos que en el de la inteligencia. En asuntos de la evolución, ¡somos el último grito de la moda!".
Ella conceptualiza lo femenino como algo que se construye día a día. Sabe que le corresponde elegir construirse a sí misma y construir su feminidad. A fin de cuentas, la feminidad resulta tan artificial como la masculinidad machista y, por tanto, también requiere de una iniciación o aprendizaje. Para construirse a sí misma como mujer, elige a Esmeralda (otra mujer travesti o "vestida") que la iniciará en el arte de ser mujer:

Sonia Ceylán. Belleza que aturde.

"Esmeralda tenía veintiséis años y era reina: de hecho, yo creí que era mujer y ella de inmediato se dio cuenta de que yo era un pobre jotito con tres millones de conflictos en mi cráneo minúsculo. Y ella me enseñó todos los secretos de las vestidas. Me enamoré de Esmeralda, pero no sexualmente, sino como mi gran ejemplo, como el ideal de lo que yo quería ser, como la más pendeja súbdita de una reina esplendorosa. Yo tenía catorce años y me robé la ropa de mi mamá para que Esmeralda me vistiera, me maquillara, me hiciera conocedora de los secretos, para que no se dieran cuenta de que era una vestida" (p. 36).
Hay estudios antropológicos y sociológicos acerca de las estrategias de mujeres que conquistaron su autonomía económica ejerciendo la prostitución. Los casos son reales. En la novela que estamos presentando la mujer "vestida" también conquista su autosuficiencia económica mediante el ejercicio de la prostitución. Veamos:
"Las mujeres queremos que nos den y hay muchas que con ello y por ello exigen ser alimentadas, mantenidas, tratadas como princesas; pues ¡ay no!, pobres pendejas que se entregan a un imbécil para que las sobaje, porque el dinero es poder. Si eres mujer estás vulnerable en un sentido; los hombres son más fuertes, más activos. Pero si eres bella, tu debilidad es tu fuerza y los hombres se vuelven tus bestias esclavas"(p. 27).
Desde a perspectiva ideológica judeocristiana, la condición masculina es intrínsecamente aventajada, privilegiada, superior y empoderada. Pero el personaje travesti de la novela expresa una visión desde la cual la condición femenina posee su propio poder y superioridad. La mujer es perfectamente capaz de humillar y acobardar a los varones. Si tan empoderada puede llegar a ser la condición femenina, en la guerra de los sexos el personaje travesti milita decididamente del lado femenino. Veamos:
"... nos fuimos caminando a la Zona Rosa (...) con nuestras minifaldas deteníamos el tráfico. Los hombres hacían alto para plantarnos el ojo (...) 'Madre mía, qué nalgas' (...) pero cuando Esmeralda oyó barbaridades (...) encaró al atrevido (...) Los hombres se quedaron pasmados (...) ante tan hermosa mujer agresivamente atractiva encarándolos (...) Uno se retiró (...) Pero el otro (...) se aproximó haciendo el ademán de atacar a Esmeralda. Entonces ella enseñó las uñas y le gritó: 'Atrévete a tocarme, pedazo de inmundicia, y con estas uñas te marco la jeta para el resto de tu puta y rastrera vida". El tipo (...) se mostró cobarde (...) huyó con la más perfecta actitud de del perro con la cola entre las patas"(p. 145).
"Decente" significa "de centavos". Sólo la gente adinerada puede ser decente, en el sentido etimológico de la palabra. Un buen día Esmeralda le muestra a la protagonista la conveniencia de abandonar la vida arrabalera y empezar a volar a las grandes alturas, ganándose decentemente al vida al ofrecer sus servicios sexuales exclusivamente a clientes de muy alto poder adquisitivo.
Ello incluye, precisamente, servir a algunos clérigos de muy alta jerarquía que predican en público la heterosexualidad y la estricta delimitación de las identidades de género, pero que en privado dan desahogo a sus impulsos homosexuales:
"Llegamos al lujoso putero de la Zona Rosa. Eran unas oficinas muy sobrias y elegantes (putería disfrazada, pero de alta categoría) (...) Un lujoso bar con alfombras rojas, paredes de mármol y potente pero sabia iluminación te abrumaba con sus meseros de librea, corbata y moño y capitanes de frac" (p. 149).
Pterocles Arenarius
Como lector, me quedé gratamente sorprendido cuando la novela dio un giro aparentemente inesperado, pero perfectamente coherente con la estructura de la obra. La mujer travesti no sólo se ha construido como un cuerpo físico, un producto de mercado, sino también ha desarrollado un agudo intelecto para interpretar la estructura de la realidad circundante. Ha conquistado un espacio de confort y lujos materiales en la sociedad de consumo; pero también se revela como un ser pensante que retira el velo ideológico que cubre y oculta las incongruencias de la moral judeocristiana, poniendo en evidencia la farsa y podredumbre de la moral sexual convencional.
El clérigo de esta narrativa se había aferrado a ver en ella a una mujer biológicamente hembra, prostituta y extraviada del camino de Dios, muy necesitada de salvar su alma con ayuda de los servicios de la Iglesia. Entonces la mujer travesti se dirige a él en los siguientes términos:
"Nunca pensé que hubiera alguien tan idiota. Perdóname, no es un insulto, es un diagnóstico (...) ¿Tú de verdad crees en lo que dices que crees? (...) Hay dos cosas que me asombran de la gente que se dedica a engañar en las iglesias (...) Una es la enorme velocidad con que se deterioran sus facultades mentales. La otra es que (...) viven hasta que son absolutamente inútiles aún para sí mismos. Inútiles para la misma vida, han sido siempre parásitos, siempre desde que eligieron ese modo enfermo y pútrido de vivir a costa de los demás" (p. 181-186).
Al llegar a esta página, el lector se percata de que la pugna ideológica entre los personajes representantes de las dos moralidades sexuales incompatibles, llega a su clímax. Pero no es mi propósito narrar aquí la novela, ni mucho menos su desenlace. Mejor invito al público a que lea la novela por sí mismo. Muchas gracias por haberme invitado a este evento y muchas gracias por tu atención.

Texto leído el 6 de diciembre de 2014 en Xalapa, Veracruz, en el evento Feria de la Diversidad Sexual, organizado por Vía Lúdica Cafebrería y Eterno Femenino Ediciones Ediciones.


*Doctor, investigador, sociólogo y docente en la universidad de Veracruz.

jueves, 20 de noviembre de 2014





Publicidad para la presentación

Turbulento cauce y Rumoroso delta*

Pterocles Arenarius
Rumoroso delta, Justine Hernández, Editorial De Otro Tipo, 2014. México.



Antes que nada quiero celebrar el hecho de que estemos aquí presentando un libro que contiene dos de las actividades propias de la alta civilización: la poesía y el erotismo. Pero también quiero que no olvidemos —aunque se esté volviendo moda— que fuerzas de la más bruta barbarie atentan contra la mejor elaboración de la humana convivencia, la cultura, la civilización, algo de lo más preciado que hemos creado y tales atentados se hacen desde un poder político espurio, mezquino, criminal. El asesinato a mansalva, la imposición al estilo de las bestias, el secuestro criminal desde las instituciones desde las mismas que, dicen, chillan, que debemos respetar. La desaparición de los muchachos de Ayotzinapa y el asesinato cometido el 26 de septiembre son crímenes de estado. Las reformas que llevó a cabo el gobierno son imposiciones que no debemos permitir. Enrique Peña Nieto, ese ignaro, debe renunciar. Es necesario que se lo recordemos aunque, irresponsablemente, se haya ido del país. Su desgobierno está trabajando —y no debía extrañarnos— en contra de lo que celebramos, los libros, la poesía, la cultura, la civilización. Los mexicanos padecemos un gobierno no sólo inepto, también ignaro; no sólo uno de los más corruptos del mundo, también cínico; no sólo autoritario, también criminal.

#QueRenuncie. Clamor generalizado

Pero, ojo, corruptos, atención zánganos vividores del presupuesto que extraen de nuestros bolsillos y a cambio del cual dicen gobernarnos, alerta señor analfabeta funcional que se autonombra presidente de todos los mexicanos, pongan atención aunque digan sentirse muy cansados; estamos haciendo poesía, para su desgracia estamos publicando libros, estamos hablando del erotismo; en una palabra, estamos haciendo algo de lo que usted, señor sedicente presidente, abomina y teme e ignora, estamos haciendo cultura. Y desde aquí, desde la civilización y la cultura, desde la poesía, le exigimos, por su ineptitud, por su ignorancia, por su autoritarismo y por su desinterés, en una palabra, por su desproporcionado e inenarrable pendejismo, que renuncie.
Pero pasemos a lo nuestro, a circunstancias menos tristes y mucho menos aborrecibles. Hoy estamos aquí para hablar de un libro que publica una pequeña empresa heroica, la Editorial De Otro Tipo. Se trata de un opúsculo de poesía erótica. Como ya se ha dicho, dos de las más elaboradas minuciosas y exquisitas actividades humanas.
Pero vayamos un poco atrás. Antes que de erotismo hablemos de sexo. Yo, igual que el filósofo de Güemes, pienso que el sexo es algo maravilloso.
El sexo es absolutamente un prodigio, una de las más maravillosas funciones biológicas, fisiológicas ocurridas en este planeta desde hace algunos millones de años entre los seres vivos propios de la cúspide evolutiva. Es el supremo truco de la vida para regenerarse a sí misma a través de los animales superiores y es, al fin, entre los seres vivos, una de las actividades más importantes que tales bichos pueden realizar, porque del sexo depende, en gran parte, la vida.
Primero el sexo

El sexo es un prodigioso artificio evolutivo derivado de ciertas sustancias absolutamente mágicas, nosotros las hemos llamado hormonas, y son las que provocan en los animales, entre miles de otros fenómenos a cual más de estupendo, los ímpetus que los conducen hasta la inobjetable orden de la madre natura: el ayuntamiento. La naturaleza otorga a los que participan en tan singular acto reproductivo un sublime premio, el placer más grande posible en la vida. Pero no sólo eso, madre natura, en su sabiduría inmensa, dotó a esos mismos bichos de una facultad sublime genéricamente llamada los sentimientos, y, en el clímax de éstos, el amor en sus múltiples formas. Ambos, instintos y amor, al servicio de la vida.
Pero la madre naturaleza avanza. Y su progreso tiene un sentido. Tal es lo que nosotros llamamos adaptación a las condiciones naturales y selección natural, esto es, perfeccionamiento. Los seres han evolucionado por millones de años para adaptarse mejor a la naturaleza. Y así, uno de sus más innobles especímenes, un simio astuto y desesperado, desarrolló la más formidable arma evolutiva, la que no sólo habría de asegurarle la sobrevivencia, sino convertirlo en el amo de este mundo: la inteligencia. Señoras y señores, con ustedes, la facultad de la materia que nos permite la consciencia o el saber de nosotros mismos, luego de cuatro mil quinientos millones de años, meses más o meses menos, claro está, con ustedes, la inteligencia. O el milagroso modo en que la materia tiene consciencia de sí misma y se examina, se reinventa, se amenaza con su total exterminio y, más aún, se lanza a estadios superiores privativos sólo de la divinidad. (Por cierto, he dicho que aquel simio aventurero terminó convertido en el amo de este mundo. Es curioso que los católicos llamen así a Satanás). El hombre es Satanás, el que se opone; es el diablo, el que sabe; es Lucifer, el portador de la luz. El rebelde que convirtió la sagrada misión de reproducirse en este mundo en su mejor diversión. No es en balde que los clérigos hayan combatido tan ferozmente durante siglos esta creación inapreciable.
Pterocles, sobre Rumoroso delta


Perdón por tan larga digresión, pero era necesario. Recapitulemos brevemente. Una vez que uno de los bichos existentes en el planeta estuvo dotado de los instintos, como la gran mayoría del resto de los animales, los sentimientos, como sólo los más evolucionados de los mamíferos y, por añadidura, la más grande inteligencia —que sepamos— existe en este planeta, unamos las tres facultades portentosas y tenemos un prodigio mayor todavía que el del sexo. ¿Será posible? ¡Sí! Es el erotismo. Instintos animales. Sentimientos sublimes. Inteligencia privilegiada. Placer de dioses.

Eros, el amor terrenal, según los griegos

En efecto, el erotismo se compone del impulso básico animal, el instinto; en un plano superior, su ingrediente sublimado es el amor o al menos —porque a veces el amor no es fácil— una de sus formas sutiles, la ternura o la empatía y, finalmente, la inteligencia. El erotismo es el gran invento de la inteligencia que consigo reúne a las facultades inferiores a ella. Pero no se queda ahí, el erotismo es creación, es arte. El erotismo superó al sexo, porque una obligación, como es la de reproducirse, si bien no se olvida del todo, sí se pospone cuanto sea necesario porque el erotismo es la mejor diversión o, mejor todavía, el placer más grande y más todavía, el placer por el placer. En ese sentido es la gran rebelión de la humanidad frente a la naturaleza. Es la actividad que en este mundo nos coloca en una posición suprema. El erotismo es, lo repito, tarea de dioses.
El erotismo era inevitable, como las matemáticas, como las ciencias sagradas: formas diferentes de lo mismo, el conocimiento y la aproximación a lo divino. Inevitable pero también imprescindible, como la poesía.
No es casualidad que los griegos hayan creado el mito del nacimiento de Afrodita a partir del sacrificio, del dolor de Zeus, el padre de los dioses, el vencedor de su propio padre Cronos y por ello inmortal. Y a partir del nacimiento de Afrodita, se establece que la creación del universo ocurrió por el amor, por la belleza; los atributos de la diosa.
El sexo es simple, directo, hermoso. El erotismo, en cambio —pero además de lo anterior— es complejo, laberíntico, creativo; es búsqueda, experimentación, fantasía, regodeo, inteligencia, sentimientos, no olvidando los instintos. El erotismo es la sublimación del cuerpo. Se dice que el libidinoso es en realidad un místico de la carne, mientras que el santo es un voluptuoso del espíritu. Y si no, ahí están los grandes erotómanos que conducen el acto carnal a estaturas de sublimidad divina no menos que a momentos de animalidad e instinto que suelen ser denominados satánicos. Y los poetas místicos que siempre equiparan su relación con el ser divino a la más tierna relación de los amantes. Los extremos se tocan y, es más, terminan siendo lo mismo. El erotismo es un canto al cuerpo, su divinización.
Ahora toca el milagro en dos vertientes, la poesía y el erotismo. Dos de las imprescindibles actividades humanas: la poesía y el erotismo. La poesía, dice Luis Cardoza y Aragón, “Es la única prueba fehaciente de la existencia del hombre”. El erotismo es poesía con la carne. La poesía es regodeo amoroso con las palabras. De muchas maneras, la poesía es el erotismo. Y viceversa. El juego erótico es la manifestación plena y profunda del espíritu humano. Como lo es la poesía.
"La única prueba fehaciente de la existencia..."
Luis Cardoza y Aragón

Y, mil perdones, después de tan prolijo circunloquio tan profundamente antierótico como no menos antipoético; abordemos el doble milagro, un libro de poesía y de erotismo que, como las joyas, es una obra pequeña —muy lejos de ser menor—, porque como la gema, es preciosa. Rumoroso delta.
García Márquez dice que los síntomas del enamoramiento son idénticos a los del cólera. La desazón, la angustia mortal, el temblor fino en el cuerpo entero, incluso la diarrea. En Rumoroso delta las pasiones son deliciosamente civilizadas, su moderación parece lejos de la shakesperiana muerte por amor; así, la conminación “muere conmigo.” Se aclara en una dulcísima banalidad: “¿Te gustaría cenar/ antes de la petit morte?”, convite por demás exquisito como afrancesado.
La poesía, como el erotismo son, quién lo duda, sendas epistemologías, métodos de conocimiento, entre muchos ámbitos más, del objeto amado: “Cuando me amas// penetras más allá de mis pupilas/ me tocas debajo de la piel/ y amas a todas las que soy/ y a las que fueron antes de mí”. Al final, la única certeza es la invocación a la persona amada “Pronuncia mi nombre.” Porque, lo dijo Borges, “Si como afirma el griego en el Cratilo,/ en el nombre de la rosa está la rosa/ y todo el Nilo en la palabra Nilo”.
La autora con su joven admirador

Y como contraparte de certeza tan sutil y tan concreta, no menos tiene que aparecer la incertidumbre: “¿Quién soy esta noche?// La noche de tus manos// ¿Quién te entrega como llaves/ dudas secretos necedades?// Ella. La otra. Yo.” Mas el objeto amado es un invento, lo cual es, entre otras, una de las favoritas, excelsas rutas del erotismo: “La que está contenta/ de saberse labio a labio, desnuda/ la anfitriona y el banquete/ la comensal y la huésped.” El invento culmina luego del paseo amoroso: “¿Qué pasará cuando me derrita?// cuando me tengas líquida sobre la cama.// ¿Cómo vas a condensarme, a convencerme?// No tengas piedad.// Bésame.” Sublime condena mutua de los que se aman. Cuando las almas combaten cuerpo a cuerpo.
La poesía es no menos magia. “Aparición// He encontrado/ el nombre perfecto/ para ti.// Temo pronunciarlo/ y desaparezcas.” He aquí el misterio del hombre, el del nombre. Y, en este caso particular, la magia habrá de diluirse en una laxa, dulce cotidianidad de “tejernos algo/ en la cabeza (…) el humo de un bar/ el rumor de alguna playa/ un café a mediodía/ el beso en alguna casona/ (…) una lectura compartida/ enumeraciones que no terminan/ como ésta/ quizá otro café/ otra palabra.// Puntos suspensivos…” Es decir, la otra magia, el enamoramiento tenue de la costumbre, la que nos vuelve uno con el otro. La magia de vivir.

Pterocles, Karina, Justine. En Gandhi

Una tierna acometida, una dulcísima violencia: “Es posible que caiga// por tus hombros/ a besos”. Lo que desataría el prodigio, lo que iniciaría la transformación del mundo pues “amar es combatir/ si dos se besan el mundo cambia (…)” establece Paz en su Piedra de sol. Y tanto ocurre que el momento invoca a una trascendencia bárbara: “Suicídate conmigo.// Tiemblas/ te abrazo/ Cierras los ojos”. ¿Es la invitación a la petit morte o a la grand morte, la definitiva, la que no tiene vuelta? No importa. La trascendencia del momentum amoroso es una vida en un instante. Somos otros después de un instante tan grande.
Y el lector se encuentra con un lindísimo poema cuyo nombre, si no tuviera tal poderío en los versos, intentaría arruinarlo. Unas cuantas estancias de muestra: “Sólo tengo la espuma del mar/ tómala, es tuya/ no dejes que el viento la desaparezca.” Se encarga, se encara al ser amado a conservar lo inasible, a retener lo que no existe, a inventar la invención. No otra cosa es el amor, el erotismo. Pero “enreda tus piernas en mi espalda” con lo cual se concreta lo inasible y ocurre el vuelo, se da el milagro y el paraíso sustituye al mundo terrenal. “soy un espacio neutral, no tengo armas/ las he perdido todas en batalla/ tengo sólo estas manos que te encuentran.” Y tal es la invocada maravilla que, sin embargo, aún remata o, mejor, re-vive: “sólo estas ganas de leer el braille en tu piel”, ciega, posesa, alucinada y fuera del mundo, la poeta palpa firme y sabiamente, busca, encuentra. No hace falta más prodigio.

Chesterton al absurdo por la inteligencia.

Gilbert Keith Chesterton, el fabulista del absurdo, del asombro y también del riguroso raciocinio (no olvidemos al genial padre Brown), anotó que es “Bendito aquél que se hace conducir por la pasión más bella”. Invocando así, no sin paradoja, tanto al ceder a la pasión como al control sobre sí mismo. Una sensación de ese talante produce Rumoroso delta. La pasión que es no menos regodeo. Una intensidad de tumultuoso río que deviene en, a propósito, gracioso y controlado delta. Un sexo tan educado que culmina en este erotismo que, no por costumbrista, es menos suculento. Un trabajo verbal de exquisitez y contención.



*Reseña leída en la presentación de
Rumoroso delta, el 15 de noviembre de 2014,
en la Librería Gandhi de Madero.

jueves, 25 de septiembre de 2014

El divo del rocanrol.

La mejor de nuestras malas compañías

Una muerte inmejorable, Editorial De Otro Tipo, 2014, 252 pp.

Charlie Monttana

Queridos amigos:
Es un gusto estar aquí, en este momento, en esta celebración. Pocas veces uno se da este tipo de lujos, abran bien sus ojitos para que algún día tengan mucho que contarle a sus nietecitos, es un orgullo para mí exponer mi punto de vista y dar alguna opinión de nuestro amigo Pterocles Arenarius, un gran escritor, quien a salto de barra y de bar en bar ha ido internándose en el mundillo ficticio de la literatura mexicana.
Un hombre cuyos escritos, novelas e historias en general han llenado de caracteres únicos desde hace ya algún tiempo las hojas blancas a tinta y lápiz, con su estilo elegante y contundente, crudo y áspero, sutil y dialéctico, ha creado poesía pegada al hueso, es decir, libre de falsos adornos; ¡cómo se nota que escribe, mínimo, tres cuartillas al día con el fin de que no se le enfríe la mano!
Hemos de denominarle como el vicario de la sordidez citadina, cual mampara translúcida del claroscuro devenir de los últimos tiempos punto y coma de la alegoría cosmopolita. Practicante del uso de las voces populares, sonetos, coplas, versos y epistolarios arrabaleros, giros y dicciones incultas dentro de la cómplice simbiosis de un lenguaje cuidadoso, exquisito y muy selecto, más dentro de la corriente escrita que dentro de la corriente hablada.
Al leerlo nos involucramos en sus historias , habitamos sus paisajes y nos encariñamos con los personajes y narraciones que van desde la soledad y la desesperanza hasta el puro y dulce amor. Escribe sin tapujos hasta dejar en su obra parte de él mismo, también describe los mundos donde conviven en armonía lo real con lo imaginario, lo local con lo universal, lo sagrado con la maldito; su manejo tan hábil en temas como el sexo, lo maneja de manera tan escurridiza, volviendo la tragicomedia más cómica donde entre acto y acto te cagas de la risa y en el otro te pones a llorar de sus historias que deambulan entre el pecado, el placer y la tentación; por cierto, los intelectuales dicen las cosas de manera y modo complicados, nuestro artista expresa las cosas complicadas de la manera más simple, nomás así, pa’que se entienda.
Pterocles Arenarius, Charlie Monttana.

Pero a pesar de lo que se diga de sus indecentes historias podríamos usar sus textos como un manual de autoayuda o quizá como la mejor de nuestras malas compañías; ésta es la verdadera expresión de una personalidad rica y compleja, polifacética e imprevisible, gracias a Dios no fuimos tan ordinarios.
Hemos de considerarlo el padre soltero de la nueva novela mexicana. También lo consideraremos un cuadro al óleo con todos sus matices; la cautivadora belleza de su obra y su notable originalidad ¡es que le valga madre!, ¡que le importe un carajo!, y que su conducta se vuelva tan insensata cuando escribe cosas como:
“Siempre que me cogieron nunca había sentido como ahorita, como que me orinaba, como que me moría; sentí que me orinaba y que se me venía todo, que se me salía; Tranquilino, no ´se qué me hiciste, bueno sí sé, sentí todo, pero una cosa sí te digo, ya nunca voy a ser la misma, te juro que nunca voy a coger con macho que no me haga regustar de la verga. ¡Qué bonito es coger así!”…
Y también hay partes como ésta:
“¡Métemela, métemela!, y ella se fue deslizando hasta acomodarse. Sentí su vagina ardiente, abierta, henchida, se la metí, me abrazó, se apiernó, y me rasguñó, chillaba, su sexo se contraía de tal manera que no estaba lejos de causarme dolor; ¡una delicia!”
De Otro Tipo en Ciudad Neza.

¡Vaya formas más iconoclastas, heterodoxas de expresar las relaciones sociales y humanas!
Esta es una historia muy difícil de un hombre a quien le quedan por vivir seis meses y trata de habilitar lo que no vivió en treinta y cinco años por mocho, temeroso y ñoño, un hombre que morirá de manera casi banal y absurda, sin que lo maten siquiera los sórdidos y deliciosos placeres terrenales que degusta la población como putas, drogas, alcohol, comida en exceso y todo tipo de manías asesinas que acaban con la comunidad humana; este libro invita a la reflexión, quizá a valorar cuanto tiempo vivimos en el ocio, en un mundo adulto tan demasiado falso como para creer en él, su verdadera originalidad de Pterocles Arenarius es la de las sensaciones, al leerlo hay partes donde te sientes muy bien y partes donde te sientes del carajo, te transportas hasta las locaciones de la historia, esto es, al mismo tiempo, la cúspide y la ruina del estatus de mierda que vivimos en este país por estos días.
La reunión de la reflexión filosófica y el fluir del relato te llevan a caminos inesperados donde es inimaginable el final de la historia.
Una muerte inmejorable en Casa Maha.

Hay demasiados escritores y pocas historias buenas que valgan la pena, a los grandes pendejos apadrinados los anuncian en marquesinas con letras de oro, a nuestros más sublimes malos ejemplos bukowskianos como Pterocles, nuestro prócer, Benemérito de Guanajuato; todavía nos toca caminar en el túnel del tiempo en busca de la luz, nosotros estamos aqueí para promocionar de manera más que descarnada las cosas rotas, jodidas, lastimadas, que ya no sirven, reciclamos y les damos brillo y belleza a las que nunca las tuvieron, explotamos y vivimos en el dolor de manera magnífica, pues sin dolor no hay ganancia, ése es el blues de nuestras vidas, dotar de gracia lo que nunca la tuvo.
Pterocles Arenarius, ganador de este premio, de este concurso, arriba de no sé cuanto cabrón, lo merecía, él se merecía ganar, él necesita comprar más café, más tequila, más hojas blancas, más lápices y más pretextos para seguir haciendo más cuentitos sudorosos como Una muerte inmejorable, que es el libro más reciente, no el último, sino el más reciente.


domingo, 21 de septiembre de 2014

Eterno Femenino

Eterno Femenino, cuatro años

Pterocles Arenarius

Cuando murió José Revueltas —uno de los más grandes narradores mexicanos, por más que traten de olvidarlo y ningunearlo por su inconmensurable coherencia ideológica, su rectitud y, en otras palabras, su humanismo, es decir, por su compromiso con los más pobres y con las ideas del comunismo—, la ceremonia luctuosa se convirtió en un desgarriate. Todos los que lo expulsaron de sus organizaciones, el Partido Comunista Mexicano, la Liga Comunista Espartaco; los priístas, maestros del cinismo, que lo tuvieron en la cárcel por años; los izquierdistas “moderados”, los vendidos, como los chuchos de hoy; los radicales y hasta los troscos y los maos, todos querían homenajearlo. Y empezaron a pelearse a golpes por ser los que tuvieran el derecho de hacerlo y además de expulsar a los demás porque no tenían autoridad moral para homenajear al que quizá fue el más limpio y honesto militante comunista en la historia de aquel momento, estamos en el año 76 del siglo pasado.
Uno de los más grandes. Ninguno más limpio.
La ceremonia para despedir a Revueltas quien fuera aludido por Elí de Gortari con estas palabras “Me es difícil pensar en otro ser humano tan honesto como Revueltas”, terminó convertida en un rebumbio de insultos y algo más que conatos de agresión. Se dijo que así como su sepelio había sido su vida, un caos, un desgarriate. No es así, sino al revés. No hay un militante de izquierda tan recto y vertical como Revueltas, el desgarriate y el caos son los otros, toda la clase política del momento porque, exceptuando a la derecha, todos los que se sentían de izquierda —incluyendo a los priístas— estaban presentes. El rebumbio, el caos, el desmadre eran ellos. Revueltas siempre fue la coherencia en sus ideas y la más recalcitrante verticalidad con las ideas del comunismo.
Bueno, esto viene a colación porque el viernes 19 de septiembre de 2014, el mismísimo día que recordamos el terremoto más potente de la historia de México, se celebró el cuarto aniversario de la Editorial Eterno Femenino.
Para empezar, poquitos concelebrantes, diez, acaso doce personas. Muchos libros, mucha amistad, gran calidez, ambiente inmejorable y una garrafa de vino tinto de cuatro litros. El sitio, la Casa de la Juventud, LATA, no tengo la referencia a qué sustantivos se refieren las siglas y si las tuve las he olvidado, pero es una casa de la cultura en la delegación Iztacalco. Nadie estaba desanimado por la escasez de personal y más bien todos se encontraban en un estado de alegría por la celebración.
La editora (mujer orquesta) de Eterno Femenino y dos de sus autores.
Cada uno iba pasando a referir su experiencia acerca de Eterno Femenino y su gloriosa labor de publicar libros de autores que muy raramente encuentran el privilegio de la publicación en las editoriales establecidas, menos aun en las comerciales y ya ni hablemos de las que vorazmente buscan sólo los bodrios que suelen ser los best sellers en todos sus géneros.
El trabajo de la jefa editorial, de difusión-promoción, de redacción, de selección de títulos, de impresión, de terminado y refinación de los ejemplares, de transporte, venta y distribución de aquéllos y de higiene y aseo de las instalaciones, reitero el trabajo de ella es más que aceptable. Lo indescriptible, lo inverosímil y asombroso es que todo el trabajo anotado lo hace una sola persona: Noemí Luna García. Bueno, a veces tiene un ayudante.
México es un país que requiere desesperadamente educación y cultura. Cerca del treinta por ciento de los habitantes de este país son analfabetas funcionales, incluyendo al que dicen que es el presidente de la república. Alrededor del diez por ciento son analfabetas ágrafos. El consumo de libros, dicen, no llega a los dos por habitante por año. La educación, para nadie es un secreto, se encuentra en condiciones de catástrofe. La situación alimentaria depende de que los proveedores extranjeros quieran vendernos comida porque el “gobierno” —de alguna manera hay que llamarle— puso en sus manos el privilegio de que no nos dejen morir de hambre dado caso; por otra parte, el setenta por ciento de los adultos sufre obesidad o al menos sobrepeso y, el crimen, somos el país con los niños más gordos del mundo. La riqueza energética de México se está malbaratando de manera criminal. Y en general, hay muchos datos más que nos tienen como se dice en la más vulgar de las expresiones, con el culo en la mano. O deberían tenernos, pero la gran mayoría de los mexicanos están anestesiados por la más poderosa y nefanda de las drogas, la televisión comercial, convertida —no es nuevo, recordemos a Paco Stanley— en cártel de las drogas. Los criminales se regodean en los sitiales de poder y se jactan de su impunidad y hasta se hacen llamar víctimas cuando son señalados por sus crímenes.
La verdadera imagen del PRI. Los criminales se regodean en su impunidad.
Es en este contexto catastrófico trazado a grandes rasgos donde Eterno Femenino realiza su inmensa labor. Entre pleitos, duro trabajo, aparente desorganización, pertinaz impuntualidad, a veces a pesar de hasta la represión policiaca, el boicot de las autoridades no tan escaso. Pero con sinigual generosidad, sin discriminación a veces ni siquiera por la calidad de los textos, con un valor difícil de encontrar y con una nobleza y un amor a la literatura, al arte, que no es posible descubrir salvo en, por ejemplo, los mujaidines o los “terroristas” que se hacen explotar con un buen fajo de cartuchos de dinamita bajo la ropa, aunque estos lo hacen por amor a Alá y no al arte ni a la literatura.
Eterno Femenino es una empresa (de emprender, del latín ad hendere, atrapar, capturar) que a diferencia de todas las demás empresas no da ganancias. De las empresas tenemos edificantes ejemplos. Las grandes empresas, unos cuantos cientos de ellas en México, tienen sumido al país en la desgracia, los empresarios son los maestros en chingarse a todo el mundo, en primer lugar a sus clientes, porque venden sus productos al precio más alto que pueden —con frecuencia por imposición, sin competencia, por ser monopolios— sea o no justo, nada más lejos de una empresa que la justicia, ellos lo único que quieren es ganar y la mejor manera de hacerlo es chingándose a sus clientes. En segundo lugar, las empresas se chingan a sus trabajadores, les pagan lo menos posible, para eso el salario mínimo mexicano es una de los más bajos del mundo, sólo comparable al de los países africanos. Una persona sola, sin familia, no puede sobrevivir con un salario mínimo. El salario mínimo es un crimen del gobierno y de los empresarios. En tercer lugar se chingan entre ellos mismos. El supuesto ideal de los empresarios, del capitalismo, en general, es la libre competencia. Pero la competencia no es para que todos estemos bien, sino al contrario, para que los más voraces, los más astutos, los más hijos de la chingada, destruyan a los menos poderosos. Y para eso se vale todo. De tal suerte que la libre competencia siempre termina como monopolio. Las empresas se chingan a todo el mundo y su ideal verdadero es beneficiarse a sí mismas, pero en realidad sólo enriquecen a su dueño o grupúsculo de dueños. Ése es su único y verdadero objetivo. Y en ello se están chingando también al planeta porque si no se detienen ante los más variados y monstruosos crímenes, ¿se van a detener por destruir el mundo en que vivimos?, no, por cierto, además, falta mucho para que eso ocurra, dirán ellos.
Ediciones Eterno Femenino
Gracias a Dios Eterno Femenino no es una empresa de ésas que se chingan a todo el mundo. Al revés. Es una empresa que beneficia a los autores que publica, porque encuentran dónde publicar algunos después de años batallar, de esperar, de buscar. Beneficia a los lectores porque Eterno Femenino les ofrece opciones que las empresas que sólo quieren ganar dinero no ofrecerán jamás. Eterno Femenino no compite con nadie, si acaso consigo misma, para realizar un trabajo mejor cada vez. Ciertamente, ha hecho últimamente ediciones realmente hermosas que envidiarían las otras empresas, las que trabajan para ganar (léase para chingarse a todo el mundo). ¿Cómo le hace Eterno Femenino para sobrevivir si no gana? Ése es un verdadero misterio que las otras empresas no querrán aprender jamás porque no quieren ya no digas perder sino ni siquiera buscan ganar decentemente, sino tienen como objetivo la ganancia bestial aunque sea injusta, aunque sea un robo. Pero ganar. Así como Carlos Slim llegó a volverse el más rico del mundo robando a cien millones de pendejos. Así como Salinas Pliego se ha convertido en uno de los más ricos de México robando escandalosas comisiones a los migrantes mexicanos en Estados Unidos por enviar su dinero a México.
Eterno Femenino no es una empresa de ésas que tienen por objetivo confeso chingarse a todo el mundo (incluyendo al planeta Tierra, nuestro mundo), si no pregúntenle a Minera México, empresa de asesinos laborales, recordemos Pasta de Conchos; contaminadores por miles de hectáreas y millones de metros cúbicos de agua, etc.
Esta empresa, Eterno Femenino, sin duda única en su género, que ya tiene en su catálogo más de cien títulos, lo que muchísimas de las otras quisieran ardorosamente, llegó a sus cuatro años de edad. Una gran hazaña. Y decidió celebrar tan feliz acontecimiento. Para ello hizo uso de sus contactos y le proporcionaron un auditorio en la llamada Casa de la Juventud LATA, en un barrio bravo de la delegación Iztacalco.
El poeta y narrador Juan Carlos Castrillón y el que esto narra salimos del recinto en donde se llevaba a efecto la fiesta. Queríamos comprar unos vasos de plástico para que el vino fluyera entre los convidados, como ocurre en cualquier presentación de libros o celebración de aniversario. A pocos metros del local de LATA estaba una pequeña tienda que nos proveyó de los necesarios vasos desechables. En la mera esquina estaban al menos doce jovencitos, no mayores de 19 años. Fumaban mariguana e inhalaban la conocida mona de una sustancia tóxica industrial que llaman activo.
Castrillón, poeta, narrador y militante.
Castrillón los invitó a participar en el evento. Los chicos, viéndose frente a un poeta de verdad, un viejo de treinta y tantos que aparenta este poeta, de inmediato intentaron la condescendencia con tan insigne personaje tan poco común entre ellos. La manera de hacerlo fue invitándolo a fumar un casi agotado cigarro hechizo, en efecto, de mariguana. Juan Carlos Castrillón jamás perpetraría un desaire a su presunto público y le fumó a la mota. Yo venía de la tienda después de comprar los vasitos. Y Castrillón me dijo “Jálale”. Comprendiendo lo que ocurría y al notar que la circunstancia era cordial acepté fumar del cigarrillo de mariguana. Los chiquillos veían a un, para ellos, hombre maduro y a un viejo como yo, sedicentes autores literarios y no dejaron de impresionarse, tanto que accedieron a entrar al auditorio de LATA a presenciar un acto de alta —o quizá baja— cultura, pero al fin cultura. Lo cual era muy loable y hasta perfectamente lógico. Los muchachos son vecinos de la LATA, lo menos que podría desearse e incluso esperarse es que fuesen usuarios de la dicha casa de la cultura. Y entraron. Sí, es cierto, iban mariguanos, también nosotros Castrillón y yo, Pterocles, pues aunque poquito, habíamos fumado mariguana.
Fuman mariguana, no tienen esperanza, los políticos, los poderosos la han exterminado.
Ellos, por desesperación, provocarán la hecatombe social. 
Cuando los policías los vieron entrar y tantito peor, acompañados por nosotros, de inmediato dieron voz de alarma. Sin que nos diéramos cuenta llamaron al menos a otros veinte policías. Algún jovenzuelo, empleado de la LATA, entró a decirnos que no podíamos abrir nuestra botella de vino: ¡una celebración literaria, libresca con prohibición para beber vino! Los invitados mariguanos se fueron saliendo poco a poco, más o menos decepcionados pues no había rock, no había más mota, no había ni siquiera vino. Algunos esperaron hasta media hora escuchando los testimonios de los escritores y las soberbias interpretaciones de blues del extraordinario músico blusero Jesús Téllez. Pero aunque era música muy fina, era demasiado blanda para los fuertes y violentos gustos de estos chavos que quizá habrían deseado bailar el saludable slam.
Finalmente los empleados de la LATA consiguieron interrumpir el acto. No les importó que en el presidium se dijera que la cultura debía ser para todos, que Eterno Femenino es una valiosa institución que está haciendo lo que el gobierno tiene la obligación de hacer y no hace, etc. Castrillón se puso a discutir acremente con la policía y fue amenazado con la detención, pero lo que en realidad querían era meterle una buena madriza; ya trinaban de coraje los pinches policías. La protagonista, la editora-directora-productora-promotora-difusora-expendedora de Eterno Femenino, Noemí Luna García (curiosamente tiene los mismos apellidos del criminal García Luna), tuvo que adoptar, por si no fuera suficiente, una ocupación más, la de ir a negociar con la policía por los disturbios que causan sus autores. Los policías, personas de mentalidad cerrada, obtusa, bastante enferma: “se paniquearon cuando vieron que los chavos banda se metieron al auditorio” pero, bueno, no los culpemos, su actitud responde a la limitada visión de su pervertido oficio: madrear a los mariguanos, meterlos a la cárcel, evitar que tomen un lugar en donde se hace cultura, en serio, eso confesaron como objetivo.
Así fue la celebración de los cuatro años de Eterno Femenino. Me recordó mucho el sepelio de José Revueltas. Dirán que la cultura es eso, el desenfreno, el caos, el desorden, los vicios. También eso es la cultura. Eso ha sido en toda la historia de la humanidad, pero mucho, muchísimo más. Pero más bien, eso es el gobierno que estamos padeciendo, el caos, el desorden, el robo del erario, la estupidez, la corrupción y la traición a México. El desmadre está allá. Nosotros estamos haciendo lo nuestro, lo que ellos, los que dicen que nos gobiernan, tienen como obligación hacer… y no lo hacen.
Al final estuvimos en el parque adjunto a la LATA, en la calle, por supuesto, violando sus leyes, consumiendo el vinillo que nos sobraba. Comentamos, entre muchas otras cosas, la curiosa situación de la LATA. Que los vecinos —a quienes formalmente les pertenece la casa de la cultura LATA— jamás entren a ese recinto, porque son mariguanos, porque son rebeldes, desempleados, porque no estudian ni trabajan, sólo fuman mota, porque chupan activo y beben caguamas. ¿Entonces para qué putas existe la pomposamente llamada Casa de la Juventud LATA, si los chavos que debieran estar allí haciendo teatro, escribiendo sus memorias del pasado y también las del futuro, bailando, leyendo, tocando guitarra, etcétera, tienen que estar autodestruyéndose ahí afuera inhalando un producto industrial altamente nocivo, mientras los policías vigilan que jamás accedan a la cultura ni a su casa?
Cartón para satirizar al gobierno emanado del "nuevo" PRI.
¿Entonces para qué puta mierda sirve el gobierno? ¿Para qué queremos una pinche casa de la cultura que prohíbe la entrada a los que debiera servir? ¿Dónde están las putas instituciones? ¿Quién va a atender a esos chavitos que fumaban mota ahí afuera de la LATA en algún renglón, en su educación, en su fuente de empleo, en su formación, en su alimentación? La respuesta es sencilla: nadie. Ergo, ¿para qué estamos manteniendo a una punta de zánganos que sirven para mucho menos de lo que sirve la mierda —pues la mierda abona la tierra— quienes dicen gobernarnos?

¿Quién responderá a todo lo anterior?

viernes, 1 de agosto de 2014

Lanzamiento de Una muerte inmejorable

Entre el amor y la bestia

Bendito, eterno, es aquél que descubre una gran verdad y la proclama para obsequiarla a sus congéneres. Y no menos lo es aquél que encuentra cómo decir su propia y acaso pequeña verdad pero logra darle la más bella forma.


Pterocles Arenarius

En este mundo, en este universo, lo único inmutable y permanente es el cambio. Cuanto existe en el cosmos incluyéndonos, es el resultado del eterno trasmutar de la materia. Sin embargo —e independientemente de metafísicas, religiones o revelaciones—, sin conocimiento apriorístico de que el espíritu esté imbuido en la materia, el devenir de ésta, luego de los miles de millones de años que tiene de existir este planeta y con la aparición de la inteligencia, llegó a crear el espíritu (en otras palabras, quizá haya un Dios, quizá no, pero los hombres, la especie humana está creando espíritu). Pues no otra cosa es el arte: espíritu plasmado sobre la materia, a través de ella, recreando al universo, inventando otros universos. Y dentro de las artes, las ideas sublimes (o diabólicas), las más próximas a lo divino (y también a lo instintivo y aun a lo primigenio, lo que suele llamarse lo demoníaco) y con mayor precisión especificadas se encuentran en la literatura.

Charlie Monttana, Pterocles Arenarius, Jorge Borja


Hay quien dice que “Morir por la idea no es morir, sino permanecer entre los benefactores de nuestra estirpe”. En ese sentido, Homero está vivo en la Ilíada, Cervantes en el Quijote, Shakespeare en Otelo, etc. En otras palabras, el arte, el espíritu, es, en efecto, inmortal. Cuando morimos, lo único que queda de nosotros son las ideas. Es decir, somos, más que nada, ideas. Y son ellas lo que siguen alimentándonos. El arte, incluso más que la tecnología y al menos a la par que la ciencia, es creador de civilización. Esta demoníaca creación humana que nos ha colocado al frente del planeta, con la monstruosa responsabilidad que implica y que podría provocar nuestra total autodestrucción.
El movimiento universal
Pero dirán ustedes “este güey ya se puso demasiado espeso, si sólo se trata de presentar un libro, una novela, tranquilo, cabrón”. Es cierto. Sin embargo, me remito a Baruch Spinoza: “Aquél que para tomar una determinación no considera, al menos, los últimos cinco mil años de historia, es un inconsciente”. Porque las artes, la literatura es ensanchamiento y profundización de la consciencia; lo nuestro es la humanidad, el humanismo. Y del sustrato de esta forma de pensar es de donde surge la civilización. Y ésta también está sujeta, por supuesto, al cambio, al movimiento, inobjetable y, ése sí, absoluto; el cambio, el movimiento, es el que relativiza cuanto existe en el universo, y es, por eso, absoluto. De tal manera que si la civilización no cambia para adecuarse mejor a las condiciones del universo físico, perecerá. Como ocurre para cualquier bicho, según lo dejó estipulado Darwin. Las artes, la literatura, es decir, el espíritu, han de permanecer en la cambiante humanidad, y si no, ésta estará condenada. Es por eso que su salvación está en el espíritu, es decir, en el arte y sus ideas, en la ciencia, en la filosofía, en la literatura.
Pero basta de ideas grandiosas o grandotas, particularicemos. Es nuestro deber, siempre debe serlo, como individuos o como colectivos, generar civilización aunque estemos en un país que tiene unos diez millones de analfabetas completos y otros veinte millones de analfabetas funcionales, aunque haya treinta millones de personas que viven en las proximidades de la hambruna y muchos de cuyos niños sufren malformaciones por desnutrición. Aunque estemos en los niveles más altos del mundo en asesinatos por parte del llamado crimen organizado. Aunque el gobierno de nuestro país sea uno de los más corruptos del mundo. Aunque parezca que no hay esperanza. Hay que hacer novelas, hay que publicarlas, aunque nuestros últimos gobiernos hayan sido, como dicen que dijo León Tolstoi: “Si un gobierno no se instituye para el bien de sus gobernados, se convierte en un grupo de malhechores”. Pocas citas más atinadas para la situación de México en este momento. Hay que decirlo aun cuando nos costara… lo que nos tuviere que costar: el gobierno de este momento en México es una banda delincuencial. Pero aun así hay que escribir novelas. Aun así hay que atreverse a fundar una editorial de otro tipo, pues ya hay demasiadas del mismo tipo. Y es que la corrupción ésa que se ha mencionado permea incluso —y por qué no habría de hacerlo— hasta en la alta cultura.
El arte es espíritu
Pero a contracorriente de la desesperanza y el caos, la creación, el arte, es la apuesta a que algo perdure. Porque de otro modo este país que está —en gran parte— podrido, pudiera salvarse, porque sabemos bien, hemos visto en abundancia que no todo está perdido porque hay muchos que dicen “Yo vengo a ofrecer mi corazón”, por más que desde el poder se esfuercen monstruosamente por demostrarnos lo contrario.
Quizá dentro de cincuenta años ya no exista esto que hoy llamamos México. Espero que sí. Creo que a pesar de todo hay razones para la esperanza, aunque sean difíciles de creer. Quizás en medio siglo se dirá “Era conmovedor ese país, se estaba hundiendo en la desgracia, se estaba muriendo de hambre, pero seguían haciendo novelas y hasta fundaban editoriales de otro tipo sin saber que eran los únicos, los últimos antes de la gran disolución que los destruyó”.
O bien, en el mejor de los casos, en medio siglo, espero que así sea, se dirá: “México se salvó porque siempre hubo quien escribiera literatura, quien fundara pequeñas editoriales que trabajaban, al parecer, sin la mínima esperanza, en medio del caos y la miseria y sin embargo con enormes y legítimas ambiciones. Y gracias a eso, a su gran cultura al lado de su inmensa ignorancia y su terrible, monstruosa desigualdad, la gran cultura mexicana logró que ese país no fuera destruido”.
Los ciclos de destrucción-renovación de México se cumplen inexorables. Y estamos precisamente en el centro de la centuria nefasta. Las grandes convulsiones de México han ocurrido por la desigualdad y por la corrupción. Desde el “Acátese y no se cumpla” novohispano, pasando por el “Mátenlos en caliente” del porfiriato, hasta hoy que estamos en el “En México hay una clase jodida que nunca va a salir de jodida” y con la cual, ésos que hablan de la clase jodida, tienen como único compromiso sólo explotarla hasta que —y parecen no darse cuenta— hasta que todo salte en pedazos.
Pues es ahí donde los artistas, las gentes de la cultura tenemos que incidir. Luchar contra la bestia neoliberal o como deseen llamarle, el engendro insaciable que imbuye a algunos sujetos la indecible soberbia de sospechar para sí mismos una superioridad tal que por ella se permiten condenar a millones a la desgracia, a la desesperación e incluso a la muerte.
No es catastrofismo. No es que sea pesimista. Pero si el país no encuentra una manera de cambiar la ruta que lleva, en cincuenta años ya no existiremos como país. La idea de México se habrá ido mucho a la chingada. Pero aun en tal caso, la literatura, los treinta siglos de arte y cultura que nos dan identidad y comunión, continuarán vivos, seguirán existiendo, serán recordados porque al final, no son propiedad sólo de nosotros sino de la humanidad. Y también porque el espíritu, que no otra cosa es el arte, es inmortal.
Nuestro país ha venido experimentando desde hace quizá medio siglo, una bárbara degradación. Ahorita, puesto que me debo a la palabra, estoy obligado a decir, con el amado José Emilio Pacheco, hoy ausente, “Es extraño que nadie haya anotado que la degradación actual se debe a la pérdida que está ocurriendo en nuestro lenguaje”; y con el Octavio Paz de El arco y la lira: “Cuando el lenguaje se corrompe, las sociedades se pierden o se prostituyen”; y con Javier Sicilia quien, en su columna La casa sosegada, cita a William Carlos Williams: “Si el lenguaje se distorsiona el crimen prospera”. Son palabras que muy bien constituyen la radiografía de lo que en este momento ocurre en México. Como nunca quizá, nuestro lenguaje está siendo distorsionado, prostituido, banalizado y, al fin, sometido a una destrucción que llamaría sistemática, si no fuera porque depende, en gran medida de la estulticia de quienes lo usan pública y masivamente y la dejadez e ignorancia —por más que no sea del todo su responsabilidad— de quienes lo reciben y admiten sin reclamo ni exigencia.
Tengo que decir que la televisión ―salvando mínimas y honrosísimas excepciones― difunde masivamente la estupidez, la mentira y los intereses más o menos viles de sus dueños. Pero más allá, incluso se han instituido como un cártel de la droga. El poder político, desde su sitial más alto, del que algunos llaman presidencia de la República, se regodea en su proclamado y exhibido analfabetismo funcional.

La caja idiota


“Sólo la poesía ―decían los antiguos poetas chinos, digamos hoy sólo la literatura― puede corregir el lenguaje”.
Pero, ¿por qué estoy hablando de esto si hemos venido aquí a presentar una novela que se llama Una muerte inmejorable? Bueno, porque somos mexicanos y estamos viviendo eso que se menciona. Pero también porque tal es telón de fondo de la dicha novela. De alguna manera hemos estado hablando de ella. La desgracia de este país, su atroz decadencia y la esperanza que también se ha invocado, es el ámbito en que se desarrolla Una muerte inmejorable. Sólo diré algo más. En primer lugar, quiero citar a Walt Whitman con respecto de mi libro: Esto que tienes en tus manos, lector, no es un libro, es un hombre. Y sin duda todos los defectos que tiene esta novela se deben a eso, a que es el retrato del alma de un sujeto que ha vivido en el país ese que se degrada, que se destruye, que muere aceleradamente.
Pero así como muere mi país, también renace. Creo que no es necesario decir que La vida se sostiene por la muerte y la muerte se sostiene por la vida. Desde el título se anuncia que esta obra es de carácter tanático. Pero no podría serlo si no tuviera su contraparte, pues también es una novela altamente erótica; es más, algunos dirán que llega a ser pornográfica.

Era ciego. Irradiaba luz

Finalmente, la muerte, ese tesoro oculto, lo dijo Borges, es lo que hace preciosa a la vida. Este momento en que estamos aquí reunidos se vuelve único, irrepetible, tremendo y prodigioso porque jamás volverá a ocurrir. Y, en función de eso, mientras existen individuos, que podría llamar protervos, malvados, criminales o con algún otro adjetivo espantoso, mejor digamos simplemente que son equivocados, son, no están equivocados. Sujetos que, los más avanzados son simplemente soberbios, su ambición los vuelve hipócritas y sus achichincles, no son más que ignorantes; la gran estulticia y la soberbia son formas de la ignorancia, los que dicen dirigir este país parecen estar empeñados en convertir este mundo en el infierno para el mayor número de personas. Mientras eso ocurre, los invito a que seamos la contraparte: hagamos de este mundo tanto como nos sea posible un paraíso. Contra la soberbia y el individualismo feroz, opongamos la solidaridad, el amor. Contra la estupidez masiva-televisiva, opongamos la sabiduría sencilla, el arte, la belleza, la creación, otra vez, el amor. Procuremos estar contentos de todo, por todo y para todo. La muerte es lo único seguro en este mundo. Y nunca olvidemos que para contemplar la luz se necesita la oscuridad. Para gozar la satisfacción se requiere el esfuerzo. Para sentir el placer tiene que conocerse el dolor. Eso es, también, esta novela. Humildemente sea dicho.


Alguien que no recuerdo afirmó por ahí que el total de los temas posibles de la literatura son treinta y dos. Otro, después, dijo que ese número se puede reducir a cuatro: la vida, la muerte, el amor y la lucha.

Los cuatro, abundantemente, se encuentran en Una muerte inmejorable. Los invito a que la lean. Pero más los invito a que practiquen el más bello y simple y humano de los mandamientos Haz lo que quieras… sin dañar a nadie, porque la libertad y el amor son los bienes más preciados en este mundo. Muchas gracias por su atención.