miércoles, 19 de octubre de 2022

Dos presentaciones de libros

 

Pancho Villa, el bandolero divino

 

 

(…)

Un demonio y un ángel en rebeldes porfías

Disputándose el signo de tu oculta intención,

y así, como a veces, al dudar sentirían

un trajín de cuatro alas dentro del corazón.

 

Loco de alegría hiciste tal aprendizaje

de tus desorbitadas artes en la lección,

que te habló deslumbrante tu espíritu salvaje,

de Hércules, asesino, de Mercurio, ladrón.

 

(…)

 

Hijo de águila y tigre, sientes en las entrañas

yo no sé qué delirio de metal en crisol;

agua pura que gime bajo negras montañas

o arrebol salpicado con la sangre del sol.

Bajo la égida de mi general

 

Bandolero divino

(Fragmento)

José Santos Chocano

 

 

El viernes 14 de octubre presentamos Querido Pancho Villa, la novela que retrata la etapa de la vida de este hombre de la historia mexicana antes de que se involucrase en la Revolución.

Me hizo el inmenso favor de comentarlo el extraordinario novelista mexicano Agustín Ramos.

Autofoto con cartel 


Una de las cosas más interesantes —muy en especial para mí— que dijo Agustín fue que él pensaba que yo había escrito el Querido Pancho Villa bajo el influjo o en la práctica o empleando alguna disciplina metafísica o espiritual o espírita o nigromántica.

Tengo que decir que no lo sé.

Tengo un gran amigo —bueno, incluso familiar político—: José Luis Méndez, un hombre de ciencia, doctor en Física, investigador de la Universidad Nicolaíta de Morelia, Michoacán. Pues él, en cuanto empezó a leer el Querido Pancho Villa, de inmediato dijo que este autor había estado bajo posesión del espíritu de Pancho Villa para escribir este libro.

Bibliografía villista


Ciertamente, hubo fenómenos, al menos curiosos, en el tiempo en que escribí Querido Pancho Villa.

Uno. Todo se desencadenó cuando leí Memorias de Pancho Villa, de Martín Luis Guzmán. En este libro, el autor aclara y enfatiza que estas Memorias fueron, prácticamente, transcritas por él, que la gran mayoría de lo escrito él lo escuchó de boca del general cuando fue su asistente y más bien su amanuense. Luego narra ciertos conflictos que tuvo con Villa y que los distanciaron (jamás dice en qué consistieron los malentendidos), pero también aclara que quien lo sucedió en la ayudantía del general fue Manuel Bauche Alcalde quien luego de varios años entregó a Nellie Campobello todos los manuscritos que le dictó el general. La escritora duranguense, a su vez, los entregó a Martín Luis Guzmán para que concluyera Memorias de Pancho Villa.

Honores a mi general


Como dije en la presentación: una persona es, en gran medida, su lenguaje. Los estudiosos dicen que “lenguaje es pensamiento” y qué otra cosa somos, además de carne, sangre y huesos, si no es pensamiento. Si hay algo que represente a nuestra alma o al espíritu eso es el pensamiento. Y el pensamiento concretado en signos, símbolos, ideas, es el lenguaje. Es el viejo dilema: ¿qué fue primero, el huevo o la gallina? El pensamiento o el lenguaje.

Autor de Querido Pancho Villa


Cuando leí Memorias de Pancho Villa sentí que el lenguaje ceremonioso, circunloquial, metafórico y lleno de modismos campesinos del que nació como Doroteo Arango, y luego Francisco Villa, se me volvía una especie de manía. Era, guardando la debida proporción, como esas canciones muy pegajosas que no puede uno dejar de repetir. Y digo la debida proporción porque una canción chafa como idea parásita suele ser muy molesta. El lenguaje de mi general Villa era casi delicioso. En un momento intenté escribir y noté que no podía escribir si no era con una jerga parecida al lenguaje de mi general. Fue inevitable procurarme datos sobre Villa, informarme más sobre él. Hasta que me di cuenta que estaba aprendiendo una gran cantidad de datos sobre el gran militar norteño.

Con Agustín Ramos


Pensé tranquilamente que con un poco de tiempo se me habría de quitar la manía del lenguaje villista y entonces me pregunté, ¿y mientras qué hago? Pues lo más natural es que me ponga a escribir sobre Pancho Villa. Y si aproximadamente tenía su lenguaje, pues me permití una larga conversación con mi general. Lo que Agustín Ramos, en su prólogo a mi novela llamó “Un diálogo de alucinados”.

Antes que nada la chela


Puesto que en el lenguaje de una persona reside, en gran medida, su espíritu. Si admito que por algunos meses me tomó el lenguaje, es decir, el espíritu de mi general Villa, eso no quita mérito a la novela. ¿O sí?

Dos novelistas


Que lo decidan los lectores.

Si deciden que fui poseso de mi general, entonces también se podrá decir que Querido Pancho Villa es mi primer trabajo como nigromante. Lo cual no deja de ser un honor, porque me hace recordar a otro gran hombre de nuestra historia, Ignacio Ramírez, El Nigromante: escritor, político, diplomático, legislador, militar, periodista. Y en todos los oficios magistral.

Dos. Algo muy extraño fue el hecho de que casi todos los días, después de escribir algunas horas —tres, cuatro, a veces más—, casi diario soñaba con mi general Villa. Hay personas para quienes los sueños son demasiado importantes. Bueno, la artista Violeta Ortega me dijo que ella sueña muy frecuentemente a su difunta mamá, fallecida hace tres o cuatro años. Y me dijo que, en un sueño habló con su mamá y que le dijo “Pero tú ya no existes, mamá” y dice que su madre le respondió: “Vivo en el mundo de tus sueños”. Semejante testimonio no deja de ser escalofriante. Pero no sabemos nada concreto, científico sobre el tema.

Al final, lo importante es que no haya adquirido algún desajuste mental ni un trastorno de la personalidad por el trabajo nigromántico, o por soñar tanto con Villa o por, presuntamente, haber sido poseso de mi general. Al menos eso es lo que quiero suponer.

Lo formidable es que, sea lo que sea, la novela está ahí, concretada en papel y publicada bajo el sello de Eterno Femenino Ediciones.

 

 

Para no perder… la memoria

 

Mis dichos son hechos

Benito Juárez García

 

Memoria del CGH (a veinte años de la huelga de la UNAM); edición de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, 2022.

 

Y luego, el sábado 15, en el bar Capi Carmona, de la primera Sección de la colonia Moctezuma, presentamos Memoria del CGH. Un formidable trabajo de recopilación (543 páginas) que llevaron a cabo René González; Alberto, El Diablo, Pacheco y Jorge, El Tri, Mendoza.

Memoria del CGH es un documento histórico. Es la primera vez que se hace una recopilación inclusiva y casi exhaustiva de los protagonistas de aquel movimiento. Lo que podemos recordar de aquel conflicto fue la sistemática condena que sufrió por parte de los medios de comunicación. Sin exagerar, los impulsores del Consejo General de Huelga de la UNAM fueron acusados de porros, desordenados, anarquistas, saboteadores, incultos, fósiles, vulgares, ambiciosos, mugrosos, degenerados, seudoestudiantes, flojos, entre otros muchos adjetivos. La calumnia se volvió el método de los medios de comunicación. La campaña fue sistemática, desmesurada y brutal.

La tentación de reprimir por parte del gobierno fue permanente y se dio desde el primer momento de la huelga. Sin embargo, los universitarios estaban protegidos por los dos grandes crímenes que nos debía —y nos sigue debiendo— el régimen asesino que sostuvo por décadas el partido de estado más longevo de la historia de la humanidad, el PRI y sus discípulos, aliados y epígonos, el PAN. El trauma nacional del año de 1968 seguía (y sigue) pesando fuertemente en la consciencia de los mexicanos. Como dijo Fernando del Paso en su inmortal novela Palinuro de México, cuando habla el fantasma del personaje protagónico de la novela, Palinuro, luego de que muere en la masacre de Tlatelolco; en el capítulo que tituló Palinuro en la escalera: “¡Nos cubrimos de gloria, hermano! ¡Y ellos se cubrieron de mierda para siempre! (…) ¡Cada estudiante muerto es una antorcha viva! ¡Cada antorcha viva es un estudiante muerto!”

Y para el año 99, el régimen sabía que estaba agotado. Todos los mexicanos estábamos ciertos de que el régimen priísta se había cubierto de mierda para siempre, que incluso se habían asesinado entre ellos mismos, que ese partido ya era insostenible. Y ellos pactaron entregar el poder. Las palabras de la novela de Del Paso fueron proféticas. Y veían, nunca dejaron de ver claramente que cada estudiante muerto era una antorcha viva. Mientras que, en aquella huelga, por un lado, el gobierno aplicó todo tipo de medidas dilatorias, trampas, mentiras, calumnias, sus métodos tradicionales, los estudiantes por su parte mantuvieron la UNAM paralizada contra todo y contra todos.

El inmenso José Saramago, premio nóbel de literatura, 1998, les dijo, palabras más, palabras menos, puesto que habían privatizado sin límites y habiendo mostrado que no tenían llenadera que privatizaran “Machu Picchu, (…) Chan Chan (…), la Capilla Sixtina…, el Partenón, la catedral de Chartres, —cita otros monumentos y sigue—: que se privatice la cordillera de los Andes, que se privatice todo, que se privatice el mar y el cielo…, el agua y el aire…, la justicia y la ley, la nube que pasa…, el sueño, privatícense los Estados, entréguese de una vez por todas, la explotación a empresas privadas mediante concurso internacional. Ahí se encuentra la salvación del mundo… Y, metidos en esto, que se privatice también a la puta que los parió a todos”.

En su momento la hoy gobernadora de Campeche Layda Sansores, cuando fue senadora les restregó en la cara el texto del premio nóbel portugués. La indignación no es para menos. El sistema llamado neoliberal es, en realidad, un rostro supuestamente modernizado del más salvaje capitalismo de la historia. Pero esta última expresión es un repugnante eufemismo, porque el capitalismo salvaje llamado neoliberalismo ha sido un brutal saqueo, un robo en despoblado, o mejor todavía: un crimen económico contra millones de personas. Pero el régimen, con una terquedad que asombra, contra todo y contra todos, faltaba más se empeñó en seguir el camino que le marcaba EU, la ruta neoliberal.

Y en México, una de las joyas de la corona era la educación. Después de llevar hasta la orillita de la hambruna a unos treinta millones de mexicanos, en la pobreza a otros setenta millones, vender todos los bienes de la nación construidos o naturales, perpetuar las crisis económicas y las devaluaciones de la moneda y hasta entregar en concesiones casi un tercio del territorio nacional, es decir, en palabras llanas y certeras, conducir a México a su destrucción, querían robar más, siempre más, para ese momento, a través del cobro de la educación.

Es inconcebible semejante rapacidad. Iban por la educación con una fe de talibanes, pero siempre bajo los auspicios del FMI y el Banco Mundial. Y, así, la enseñanza superior era un escollo para sus magnas raterías y el principal bastión de la educación superior era, sin la menor duda, los estudiantes de la UNAM. Los estudiantes de las escuelas superiores, en especial los de la Ciudad de México tienen un estatus especial en la lucha de clases —esa que los “teóricos” neoliberales dicen haber demostrado que no existe, que nunca ha existido—, y el mencionado estatus se debe a aquellos crímenes de lesa humanidad que los gobiernos priístas perpetraron en los años 68 y 71 del siglo XX y después en el 2014, los 43, del XXI.

La gran huelga del 1999-2000 tuvo un alto costo para México, pero el precio valió la pena. De una u otra manera, los neoliberales fueron detenidos. No lograron librar el escollo que la educación superior, concretamente la UNAM, oponía al avance neoliberal. El presidente lo ha dicho: posiblemente “no habría educación gratuita sin la huelga de 1999-2000”. Este gran movimiento arroja, por supuesto, grandes enseñanzas que, sin embargo, no sabemos si lleguen a ser entendidas e internalizadas por la izquierda. La primera es la necesidad más que urgente de la unidad. La enorme disparidad de opiniones, propuestas, tendencias y hasta acciones entre la gente de la izquierda provocó que el movimiento se debilitara hasta la posibilidad de que la represión se volvió real. La gran huelga 99-2000 se enfrentó a enemigos múltiples: un gobierno ciego y sordo, pero además represivo e intolerante, la campaña perversa, permanente y sistemática de los medios de información; la indudable infiltración dentro de las filas universitarias de los agentes espías y provocadores, como siempre lo ha hecho el gobierno prianista; la amenaza siempre vigente de la represión generalizada y hasta la inconformidad de un sector de los estudiantes universitarios. Casi dos años de vida académica para jóvenes preparatorianos y universitarios es demasiado. A eso apostaba, entre otras circunstancias, el criminal gobierno zedillista para deslegitimar la huelga.

Por si fuera poco, los huelguistas se dividían y subdividían en grupos, grupillos, grupúsculos, agrupaciones y los infaltables provocadores dispuestos a la traición y a reventar toda acción efectiva de los verdaderos estudiantes.

Y así llegó la represión. Una vez más, violando la Constitución, la autonomía universitaria y gran número de derechos humanos de los estudiantes, entró a la UNAM la corrompida —aliada del crimen organizado— Policía Federal Preventiva y, como siempre, vandalizó, destruyó, violó sexualmente, violó derechos humanos y capturó a cientos de activistas, tanto estudiantes como profesores. Así, el régimen priísta perpetraró otro acto delincuencial de su negra historia.

Memorias del CGH. Capi Carmona


Pero no pudieran imponer las cuotas.

No pudieron privatizar la educación superior y, por lo tanto, mucho menos la básica ni la media superior.

El régimen de aquellos tiempos debió entregar la estafeta a sus discípulos del Partido Acción Nacional, los reaccionarios, los conservadores trasnochados que se quedaron en el XIX y todavía rumian la derrota que les infligió Benito Juárez García. Simularon la alternancia y muy pronto —en un sexenio— demostraron que eran peores que los priístas.

Pterocles Arenarius y el Diablo Pacheco


La brutalidad del neoliberalismo, su voracidad insaciable, su ceguera ante el descontento de los mexicanos los llevó a intentar la total privatización de, incluso, bienes que son derechos humanos, como el agua, el tránsito por el propio país y la educación.

Si pudieran privatizarían el aire que se respira.

Alberto Pacheco “El Diablo”, uno de los compiladores de Memoria del CGH lo resume así: “El acercamiento a la cultura es un hábito y los hábitos de la cultura no son muchos cuando cuesta que los frijoles lleguen a la mesa”. Nunca lo entendieron los neoliberales.

Hoy se encuentran histéricos, desconcertados, perdidos en el espacio. No pueden entender cómo un populista como el primer mandatario López Obrador se encuentra entre los dos mejores presidentes del mundo. Les parece un delirio que la gente lo ame e incluso lo venere. Mienten todos los días y lo acusan de corrupción y de cuanto se les ocurre. Pero lo único que logran es que el pueblo mexicano los aborrezca.

Pterocles, El Diablo, Joel Cimbrón y Jorge Mendoza


La gran lección de AMLO es el hecho de que él ha logrado lo que casi nadie de la izquierda en nuestra historia: la unidad.

Muchos de izquierda o sedicentes pontifican que López Obrador no es ya no digamos socialista, ni siquiera de izquierda y hasta lo acusan de ser un factor para que el sistema se recicle y sobreviva. Pero dice en la Biblia “Por sus hechos los conoceréis” y no por sus lindas, revolucionarias palabras, ni por sus promesas, ni siquiera por sus grandes conocimientos político-económicos. Por los hechos.

Y en los hechos nadie en la historia de México había hecho tanto por los pobres. Y lo hace en medio de un país en ruinas, bañado en sangre que le dejaron.

Por eso y no por otra cosa, el pueblo ama a su presidente.