jueves, 25 de agosto de 2011

Sobre Cuentos y relatos de Fiestas


Se publica Cuentos y relatos de Fiestas, de Pterocles Arenarius. La editorial El Eterno Femenino edita este libro "hecho a mano (...) por lo que cada ejemplar será único y se imprimirá tanto como el público lector lo requiera. / Por ello cada una de las ediciones será numerada".

Cuentos y relatos de Fiestas es el tercer libro de Pterocles Arenarius. Consta de once narraciones, algunas difícilmente clasificables por género pues pudieran considerarse dentro del cuento ortodoxo algunas, del relato más o menos accidentado y sinuoso por sus divertidísimas digresiones, otras y hay hasta textos que se pueden considerar alegorías, como Papas, amor mío o aquel (Ese conecte) en que el verdadero protagonista es el lenguaje.

El fondo de estas narraciones es la fiesta en múltiples variantes. En el trasfondo están el humor y el amor. Por más que suelan encubrirse o disfrazarse con las máscaras del salvajismo, el abigarramiento y la vorágine.

Tres virtudes de este libro son, una, su intensidad vital incontenible; dos, su descomunal fuerza verbal y tres, la característica a la vez insólita y variada de sus anécdotas. Sus riesgos son la iconoclastia o el afán de lucha contra la hipocresía y la estupidez; su orgulloso y feroz localismo-nacionalismo lingüístico y finalmente una intensa actitud vital libérrima ante todo tabú.

Dos cosas reconoce el autor de Fiestas, una, como anota (tomando prestado de Walt Whitman) en el prólogo "Esto que tienes en tus manos, lector, no es un libro, es un hombre", es decir, la flagrante, a veces descarnada honestidad que se siente ya desde el prólogo. Además el hecho de que este libro se fraguó muy lentamente, durante unos treinta años, de tal manera que es algo así como una antología personal del llamado Pterocles Arenarius.

JOR

PS.: Además, la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM), publicó una plaquette con el cuento La fiesta (o cuando bajaron los ratones), uno de los cuentos que forman parte del libro arriba mencionado.



sábado, 13 de agosto de 2011

Vuelve la caza de citas


Caza de citas

Pterocles Arenarius

El procurador del Estado de México, Alfredo Castillo, al intentar una justificación de la bestialidad que cometieron sus chicos contra el poeta Efraín Bartolomé, dijo que “En este tipo de acciones se maneja (sic) mucha adrenalina…”

En primer lugar, esos primates no manejan nada, sólo destruyen, atacan, patean y humillan a las personas. ¿Con adrenalina quiere justificar este sujeto la brutalidad de sus policías, esos micos dotados de armas de muerte? ¿Se ponen nerviosos para asaltar un domicilio de personas (que la ley presume) inocentes?, o que digan si ya cambiaron las reglas del juego y antes que nada y sin motivo o con él nos consideremos todos culpables. Si ese sedicente procurador de justicia no es capaz de hacer bien su trabajo que renuncie. Así como lo hizo está demasiado mal hecho, entonces, que renuncie.



Si pensamos con la lógica policiaca (¿serán capaces de pensar esos ejemplares de antecedentes del Cromañón? ¿Valdrá la pena mencionarles el vocablo lógica?), ¿es adecuado llegar al domicilio de unos criminales derribando las puertas a golpes, haciendo escándalo y ostentación en un gran grupo y mostrándose previamente en un vehículo automotor ostensiblemente policiaco? ¿No es una soberana pendejada hacer eso? Digo, porque si los habitantes de una casa fueran criminales y esperablemente estuvieran armados, en cuanto se dieran cuenta de que 20 cromañones enmascarados y disfrazados de policías llegan cerca de su refugio, antes de que se pongan a patear puertas, romper menaje y robarse objetos de valor, los criminales se hubieran defendido o bien hubiesen escapado. ¿O es que los cromañones, quiero decir, los policías creen que los criminales son tan imbéciles que se van a quedar esperando a que los atrapen? Esto más bien parece un estúpido pretexto para humillar, para hacer sentir su poder, el poder de las bestias, el poder físico, el inhumano poder del exterminio y también parece pretexto para robar como los más vulgares ladronzuelos (por un reloj y otros cuantos objetos que se robaron de la casa de Efraín, se dieron a conocer como rateros).

Y que me perdonen los cromañones, una subespecie de homínidos prehistóricos, nuestros antecesores que muy dignamente satisficieron su papel histórico en el devenir de esto que somos y que llamamos humanidad aunque muchos lo denigren con actos como los que aquí se narran.



Y ahora, otro comañoncito, sólo que éste sí estudió y en el ITAM.

Lo grandioso del asunto es que este sublime funcionario tiene contaditos a los 150 mil güevones y, es más, los ha entrevistado a todos, por eso sabe lo que sabe…

En México hay por lo menos 150 mil jóvenes que “no quieren hacer nada”, incluso teniendo la oportunidad de estudiar o trabajar (y más de estudiar. Sobran lugares que están vacíos en las escuelas y los trabajos ―tenemos miles de plazas sin ocupar― se pagan al salario mínimo de Noruega 75 pesos la hora), afirma Miguel Angel Carreón Sánchez, director del Instituto Mexicano de la Juventud (Imjuve) en una nota de Laura Poy Solano en La Jornada del 11 de agosto.



Tras identificarlos como un sector juvenil “totalmente apático, peleado consigo mismo, con su entorno, su familia y su comunidad” (…) “¿Qué haces con estos jóvenes que no quieren nada?”. Ay, pues meterlos al PAN y darles un hueso de director en el Imjuve.



¡Oye, Miguel, siete millones de ninis te contemplan!

 “A lo mejor hay chavos que no entraron a la UNAM o al Poli, pero hay otras universidades estatales y centros tecnológicos. A lo mejor puedes pedir un crédito educativo e inscribirte a una escuela privada o becado”. Sí, es cierto, como que sí hay unos cuantos cientos de miles de chavos que no entraron a la UNAM ni al Poli, ni a las universidades estatales ni encuentran chamba. Oiga, don Miguel Angel, pues unos créditos educativos para todos, ¿no?



Bueno, nadie premia más la inutilez que el gobierno federal al poner como director del Instituto Mexicano de la Juventud a un funcionario como este Miguelito, tan inútil, que se sopla semejantes neologismos ¿para demostrarnos con el ejemplo lo que es eso de la inutilez?

“(…) la ley protege en demasía al trabajador, incluso premia la inutilez, …



Benevolencia, amigos, si la inutilez no perdona al lenguaje, que el lenguaje perdone a un funcionario tan pendejo que en el ITAM no aprendió ni tantito así de gramática:

“Si un joven es flojo, no le interesa salir adelante y empezó a trabajar en una empresa donde tiene una productividad específica, pero de pronto por cuestión de flojera dejó de capacitarse y ser productivo, en justicia ¿esa persona qué merece? Pues debería estar desempleado.

A ver, si un funcionario es director del Imjuve estudió en el ITAM, pero no aprendió a hablar y mucho menos a respetar la gramática, ¿ese funcionario qué se merece? Pues debería de irse a enchinchar a otra parte y no estar mamando la ubre del erario.