sábado, 23 de julio de 2011

El Churchilito michoacano

El Churchilito michoacano

Pterocles Arenarius


A quien los dioses deciden destruir, antes lo vuelven loco, dice la antiquísima conseja griega. Una de las maneras en que se hace evidente la circunstancia de que una persona está perdiendo el contacto con la realidad es la megalomanía. Es proverbial que quien se vuelve loco se sienta Napoleón o algún otro personaje prominente de la historia como Jesucristo. O esa especie de Napoleón del siglo XX que fue Winston Churchill, vencedor ―junto con sus aliados― del poder militar más grande que se hubiera creado en toda la historia de la humanidad hasta ese momento: el ejército nazi.

Si alguien se compara con Winston Churchill sería porque en su actividad (la que sea) ha alcanzado una estatura más que notable. Un ejemplo medio sesgado de ello sería Blood, sweet & tears, la extraordinaria banda rocanrolera gringa, hoy legendaria que se autonombró con la famosa frase churchiliana. Y si quien se compara con Churchill está, al igual que el estadista británico, dedicado a la actividad política, debe ser un político incomparable, único.

Todo lo anterior porque el ilegítimo primer mandatario mexicano Felipe Calderón tuvo la modesta ocurrencia de compararse con Winston Churchill. Si no fuera porque México sufre una etapa trágica y dolorosa, la afirmación muy bien podría considerarse una simple vacilada. Y, ante una vacilada, pues otra. Felipe Calderón, el que al menos un tercio de los mexicanos considera espurio, ante su disparate de compararse con Winston Churchill (y considerando su estatura moral, política, de inteligencia; Churchill obtuvo el permio Nobel de literatura en 1953, Calderón desconoce notoriamente la sintaxis del español) bien podríamos llamarlo El Churchilito michoacano.

Quizá haya un ámbito en el cual fueran comparables Churchill y Calderón. Es fama que el primer ministro de la Gran Bretaña consumía diariamente algo así como un litro del más fuerte whiskey escocés. Pero no podemos saber si son comparables como grandes alcohólicos, porque el señor Calderón se mostró ofendido sobremanera cuando la periodista Carmen Aristegui preguntó públicamente si Calderón era alcohólico y se negó de manera tajante a responder al cuestionamiento. Es evidente que en ningún otro terreno podrían ser comparables.

En efecto, Calderón ha hecho su trabajo extraordinariamente mal. En campaña se promovió como “el presidente del empleo”. Y pocas veces ha estado la población mexicana más desempleada que en su “gobierno”, pero lo inexplicable es el ataque fascista que con armas en la mano y bajo el mando de su decreto se materializó con el ejército (vestido de policía federal) contra la Compañía de Luz y Fuerza del Centro, al extinguirla y provocar que más de 40 mil trabajadores quedaran en el desamparo del desempleo. Asimismo, causa asombro la saña que ha mostrado el gobierno federal contra el Sindicato Mexicano de Electricistas. Calderón por sí mismo (pero más a través de su secretario del trabajo, Javier Lozano) se han exhibido como los más feroces enemigos de los trabajadores.

Recordamos que en su campaña y a inicios de su mandado habló pertinazmente de “la fuerza de los pacíficos” para oponerla a los “rijosos de la izquierda” y su gobierno, como ningún otro ha sumido en la violencia a la nación. Para este momento contamos 40 mil muertos por algo que más bien parece un capricho, pues la estrategia de la guerra que hizo emprender al Ejército Mexicano parece no tener pies ni cabeza. Las fuerzas armadas de México están haciendo el triste papel de aplicar palos de ciego en medio de un baño de sangre que ya abarca todo el país.

Aseguró que promovería el trabajo para los jóvenes y hoy como nunca el país cuenta nueve millones de muchachos llamados ninis. Lamentabilísima situación de chicos que están viendo su futuro cancelado y que sin duda son víctimas de la tentación del dinero fácil que ofrece a manos llenas el crimen organizado. Así, el propio gobierno ha propiciado que exista carne de cañón en abundancia al servicio de la delincuencia para la lucha en contra del propio gobierno.

Felipe ofreció democratización y se alió con lo peor de los priístas: los líderes vitalicios, como Elba Esther Gordillo, Carlos Romero Deschamps y Víctor Flores. Se hizo pato frente a pederastas como el llamado góber precioso, Mario Marín y el criminal de Oaxaca Ulises Ruiz a quienes había condenado acremente cuando era candidato.

En su delirio Felipe ha buscado rebasar todos los límites e intentó censurar a una periodista extraordinaria y muy valiente como Carmen Aristegui. El “pecado” de la gran comunicadora fue haber preguntado si el señor presidente tiene problemas de salud con su manera de beber. Esto no es nuevo, aunque el pueblo no lo sabía, entre la clase política y los círculos cercanos a ésta, siempre se ha sabido que Calderón tiene una acendrada afición por la embriaguez alcohólica. El señor presidente, se sabe, montó en cólera por la mesurada pregunta de Aristegui.

Pero andar en tales extremos es peligrosísimo y la única manera de intentar una salida es mentir. Así Calderón ha mentido u omitido la verdad cuando ésta no le conviene. Pregonó a los cuatro vientos que la presidencia de la república jamás pidió que Carmen Aristegui suplicara ser disculpada por el presidente. Por fortuna la periodista, en conferencia de prensa, aclaró todo y evidenció, una vez más, al señor de las botellas que dice gobernar nuestro país.

El sistema político mexicano ha venido declinando en una continua degradación desde hace, al menos, medio siglo. Recordemos que en los regímenes priístas, el presidente saliente designaba a su sucesor y ponía como candidato al que destacaba por ser el más torpe y el más rastrero de sus colaboradores. No era suficiente la lealtad total, se requería al más tonto, porque cada presidente estaba cierto de que tenía que irse del cargo con las espaldas cubiertas, pero además, todos intentaron siempre imponer un maximato al estilo de Plutarco Elías Calles sobre sus sucesores.

Así, cada presidente escogía al más escaso de luces y que a la vez demostrara serle leal hasta la ignominia. Así fue la sucesión de GDO a LEA (aunque la torpeza del primero no le permitió ver que el segundo era mucho más astuto de lo que se imaginara); de LEA a JLP y de éste a MMH y al fin del delamadriato la serpiente se mordió la cola, porque se llegó a la ineptitud total. CSG terminó gobernando en el sexenio de MMH y se impuso a sí mismo como el candidato natural. En un lógico cierre, un astuto le dio la vuelta al más torpe de los torpes. Luego Salinas eliminó a su propio delfín (todo el mundo sabe quien mandó matar a Colosio, menos la justicia mexicana). El emergente fue Zedillo, con el cual creímos haber tocado fondo. Al final de su mandato EZPL se quitó de problemas y ―obedeciendo a Washington― entregó el poder a la derecha, al PAN, partido que nos demostró que tocar fondo con el PRI era un juego de niños y nos proveyó del primer presidente descerebrado de la historia humana y de un presunto alcohólico después.

Las declaraciones (incluso sus maneras de reaccionar y hasta el comportamiento) de Calderón son cada vez más preocupantes. ¿Qué otra cosa puede pensarse de un hombre a quien para mostrarle un avión militar lo hacen entrar en la cabina de mando (sin despegar de tierra, por supuesto) y en cuanto se encuentra en ese lugar le dice al piloto “Lancen misiles”. O bien cuando en una entrevista televisada afirmó que el refugio secreto (que por cierto prestaron a Televisa para que el famoso búnker sirviera de escenografía a una de sus telenovelas) era el último juguete que le faltaba y que “quería todos los juguetes”. Como si estuviera jugando a la guerra.

Otra declaración disparatada ocurrió cuando se permitió afirmar que él cuenta con “la razón, la ley y la fuerza” en la lucha contra los narcos. Es necesario que este señor sepa que la ley él la ha violado repetidamente; la razón pocas veces la tuvo y la ha venido perdiendo de manera sistemática, no otra cosa significan sus irracionales declaraciones y actitudes y la fuerza no es de él, sino del Estado al que tan mal representa.

Es bien sabido que Calderón se enfurece cuando le llevan la contra. Continuamente ha estado convocando “a todos los mexicanos” para que lo apoyemos en su lucha contra el crimen organizado. Pero quién va a apoyar a un señor que hace declaraciones como las que se han anotado en las líneas anteriores. Da la impresión de que nada de lo que hace y dice lo está tomando en serio. O bien, lo más grave, el señor no se da cuenta de la gravedad de sus palabras y hechos, lo cual es un notorio síntoma de un ya más que notable divorcio de la realidad. FCH ha desatado una catástrofe en nuestro país y el final no lo imaginamos. Él es el responsable principal de este caos y los signos que vemos al futuro inmediato son más que ominosos. Como el aprendiz de brujo ha desatado fuerzas que desde un principio se le mostraron incontrolables. Su comportamiento y sus declaraciones no corresponden con la gravedad de lo que ocurre. Todo indica que lo más sensato para él y para los mexicanos es que renuncie.

El señor Felipe Calderón será recordado siempre como el peor presidente que ha tenido México (que ya es demasiado decir) y el más obstinado al aferrarse a su dramática e interminable serie de monstruosos errores y perversos caprichos. Finalmente, por todo lo anterior y por el enorme y sangriento caos que ha provocado en todo el país es el momento para exigir al señor Felipe de Jesús Calderón Hinojosa que renuncie, antes de que cause más daño y dolor del que ya provocó a miles de mexicanos. Por el bien de todos, que renuncie Felipe Calderón a la presidencia de la República.