sábado, 13 de septiembre de 2008

El comandante Tomás Borge se dirige a Vicente Fox


Fox podría empedrar con ladrillos de oro una carretera
Se sumó al coro. ¿Quién tiene dudas de que al final de todo se trata de un coro? Ayer fue Mario Vargas Llosa, el cual, al menos, está respaldado por su grandeza literaria, y ahora se trata de otro grande, pero tan sólo de estatura, garañón de la hacienda San Cristóbal, también conocido como Vicente Fox. Este espécimen inventor de catedrales destruidas, plañidero a lágrima viva de los niños pobres de Nicaragua, se construyó una casa hacienda, en algún lugar de México que, según se dice, podría ser considerada por su suntuosidad como una de las 100 maravillas del mundo.
Mi amigo Jaime Morales Carazo, un hombre equitativo y justo, y al mismo tiempo prudente, conoce con detalles las tropelías de Fox y de su familia.
Vicente Fox podría empedrar una carretera mexicana con ladrillos de oro y por ese camino ha tratado sin acertar en una sola dirección correcta. Le mintió, en forma irresistiblemente cínica, a Fidel Castro, insultó a Hugo Chávez y, de seguro, con devoción racista odia a Evo Morales. Este hombre también es alto, blanco y hermoso, y de seguro considera a los latinoamericanos, incluyendo a los de su país, chaparros, feos, indios, negros y sin el uso del desodorante.
Mr. Fox llega a la tierra de Sandino recomendando honestidad cuando todo mundo sabe que si no saqueó las alcancías de la Basílica de Guadalupe fue por la estricta vigilancia religiosa. Llega a Nicaragua a respaldar a un bellísimo arquetipo, blanco como él, para que se robe la joya de Nicaragua, oscuro como él en concepciones ideológicas. Vicente Fox es uno de los hombres más ricos del mundo pero él no vale ni un billete partido en dos de baja denominación en México. Cualquier cosa que diga de alguien hay que agradecerlo si es en mal y hay que avergonzarse si es en bien.
Tomás Borge

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