jueves, 10 de septiembre de 2015

Presentación de Los 43





Texto leído en la presentación del libro Los 43 en el Museo Casa de la Memoria Indómita, el 9 de septiembre de 2015.

El verdadero mito

Pterocles Arenarius

 Yo no soy un producto de mi tiempo, soy un producto contra mi tiempo
Josep Pla


Minos es un rey poderoso y sabio —estamos en la isla de Creta hace unos cuatro mil años—; el padre de los dioses, Zeus, y también padre de Minos, para premiarlo, le regala un toro prodigioso. El encargado de entregar el premio es Poseidón, hermano de Zeus y dios del mar. En efecto, el toro divino aparece saliendo del océano. Hay una salvedad, el admirable obsequio es, en efecto, para el sapientísimo soberano, pero no menos para su pueblo, al cual Minos tiene que sacrificar el animal maravilloso. Pero Minos se ve trastornado por el portento bovino y decide robar a su pueblo el homenaje y quedárselo sólo para él. Y oculta el toro divino y engaña y despoja a su pueblo. Su esposa, Pasifae, se ve también embelesada por la divina bestia y, mucho más práctica ella, se hace disfrazar de vaca y ayunta con el inefable astado. Y así queda preñada y da a luz a un monstruo abominable: el Minotauro. Este hecho es un oprobio espantoso para el rey Minos y él trata de ocultarlo, para eso ordena a su artífice supremo, Dédalo —el mismo que, clandestinamente, disfrazó a Pasifae de vaca—, a que construya el laberinto en donde el Minotauro es ocultado. Esta bestia es antropófaga y Minos, para la manutención de su monstruoso engendro, tiene que obligar a los cretenses y los griegos, vecinos, a que entreguen siete mancebos y siete doncellas mensualmente para que sean introducidos al laberinto y así, cuando los encuentre el Minotauro, sean devorados.
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Minotauro, mito griego milenario
La historia es fantástica y horrenda, pero, mito al fin, nos da una grandiosa lección ética. El gobernante que por su ambición, su debilidad o su estupidez se convierte en tirano, con su acción terrible y cretina, labra la desgracia para todos, en primer lugar para sí mismo. Será un maldito para siempre, señalado como el imbécil que fue incapaz de que su propia esposa le fuera leal, como criminal que por ocultar su vergüenza y antes su robo y su engaño al pueblo, provocó que sus gobernados sufrieran, pagando con su sangre, su descomunal estolidez, ambición y deshonestidad. Aquí sólo quiero llamar la atención a las vidas de los ex presidentes mexicanos, examínese al que quieran, desde Manuel Ávila Camacho, digamos —ya ni mencionemos a Obregón y Calles—, hasta este momento. (Y, sin duda, hay que quitar a mi general Cárdenas, hasta la fecha bien amado por su pueblo). Excepto económica, lo demás ha sido para esos ex primeros mandatarios de la nación, pura miseria, degradación, estupidez, malignidad, vileza. Y todos pertenecen ahora a las cloacas, los pudrideros de la historia. Mientras tanto el pueblo sigue pagando con su sangre tan alta estupidez y tan inútil soberbia.
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Personificación del tirano

En este momento, los jóvenes de México pagan con su sangre la traición, la maldad y la increíble estulticia de la bestia que no se atreve a mostrar su rostro.
El libro Los 43, es, antes que nada, un libro de literatura. Cuando la estupidez soberbia y la avarienta maldad cuestionan todo arte, sin exageraciones, en algún momento se dijo que después de Auschwitz, ya no era posible ni la literatura ni el arte. Así, en este momento nos preguntamos ¿qué literatura es viable? ¿Qué se debe o se puede escribir hoy en México? ¿Para qué da la circunstancia? ¿Es posible —por ejemplo— la literatura amorosa en un tiempo como este? Y mirando la situación de nuestro país llegas incluso a la pregunta ¿es posible la literatura en esta circunstancia?
Cuando, gracias al gobierno criminal, dejamos de saber de Jesús Jovany Rodríguez Tlatempa y sus 42 compañeros de escuela, creemos que no nos queda más que decir con Sabines: “¡Maldito el que crea que esto es un poema!”.
Ante cierta muerte, maldijo


Frente a esta situación llegué a pensar que lo único asequible a la escritura ha de ser aquello que cimbre el espíritu y a la vez sirva para testificar ante la historia que este país vivió una época gobernado por sujetos que en el mejor de los casos eran delincuentes encubridores de los rateros del erario y de los criminales asesinos que exterminaban a los que debían servir.
En este momento el gobierno tiene tres motivos de existencia; uno, robar de tal manera que han convertido a su régimen en el sexenio de Hidalgo; dos, mentir como si fuera competencia para jactarse de quien proclama la farsa más delirante y, tres, asesinar a los que no estén de acuerdo con lo anterior. Ése es programa de gobierno, su plan global de desarrollo, su presupuesto de egresos y su ley de ingresos. El robo, la mentira y el asesinato.
El colmo de la podredumbre moral ocurre cuando aparecen miles de mensajes del llamado tuiter nombrados #desaparezcanotros43, sin mensaje, sólo con el nombre #desaparezcanotros43; ¿cómo llamamos a esto?: ¿miseria del espíritu?, ¿podredumbre humana? ¿estupidez y odio potenciados al infinito? Y lo más desalentador es que tales envíos no tienen texto, sólo el nombre #desaparezcanotros43; es decir, son mensajes pagados por el gobierno, con dinero de nuestros bolsillos a gente que tiene demasiada hambre, rebosa de ignorancia y estupidez y ninguna dignidad. El mencionado colmo se repite cuando aparece en público un redomado criminal de nombre Javier Duarte de Ochoa que dice gobernar Veracruz y asegura que él no mandó matar a los cinco muchachos ultimados en la Narvarte y, además, se queja de que los que hemos opinado en donde podemos, lo linchamos y que con ello hemos insultado a ocho millones de veracruzanos porque él, Javier Duarte de Ochoa, guango, repugnante, cínico, dice ser el gobernador representante y 
Habla como criminal,
amenaza como tal,
tiene cara de lo mismo.
¿Qué es?

personificación de todos los veracruzanos. Qué poca madre. Rubén Espinosa y Nadia Vera, antes de morir nos dijeron que si alguna agresión sufrían o un atentado se perpetraba en su contra, era responsabilidad de este criminal. Ahora Javier Duarte tiene que demostrar que él no fue el asesino. Sabemos que lo que dice es una más de las miles de mentiras que ha regurgitado en su pútrida existencia.
¿Qué literatura se puede escribir en este momento en que el gobierno mexicano prueba de manera más que fehaciente ser enemigo de los mexicanos? Aquí unos cuantos datos: 160 mil muertos, 30 mil desaparecidos, 2 millones de desplazamientos forzados y el mayor número de periodistas asesinados en el mundo. Una economía detenida desde hace más de 30 años, 70 millones de personas sumidas en la pobreza y de ellos 30 millones no alcanzan ni siquiera a alimentarse. Al mismo tiempo el uno por ciento de los más ricos se apropian del 40 por ciento de la riqueza que producimos todos.
En la mesa Carmen Nozal, Agustín Ramos, Jorge Arturo
Borja, Diana Solares y Pterocles.

Los que nos gobiernan, los que nos informan, los que dicen dirigir el país, son nuestros peores enemigos. Aunque ahora se cuidan mucho, hace poco hemos oído sus expresiones para el pueblo “’Ora que saquemos de este lugar tan bonito a la indiada esto se verá por fin decente”; “El infelizaje que siga viajando en metro y que no te toquen, porque infectan”. Estoy seguro que en algún momento dijeron: “A punta de pura televisión vamos a convertir a esta sucia plebe en un hatajo de gordos hinchados de comida basura y estupidizados, enajenados con entretenimiento de inmundicia y como broche de oro esclavizados para que nos trabajen más barato que nadie en el mundo”.
¿Hay que decir ya casi lo han logrado?
Literatura y exigencia de justicia.
Estoy seguro que ni nuestros peores enemigos, el gobierno gringo, habría logrado dañar tanto al pueblo mexicano. Los sátrapas, es tradición, son peores con el pueblo sometido, que los mismos amos. Hoy México es un país mediocre en todos los ámbitos, fracasado en el renglón que se le busque, sin crecimiento, sin educación, desnutrido, pobre, dividido, inmerso en la confusión y muy triste.
Los gobernantes mexicanos están decididos a convertir a México en el campo de refugiados más grande del mundo con tal de servir a su amo, el gringo.
Tengo amigos que me han dicho que estoy muy enojado, que cómo puedo vivir así, que no soy feliz.
Les contesto que no se preocupen por mi felicidad. Ciertamente no soy feliz, me daría asco de mí mismo si lo fuera. ¿Alguien puede ser feliz cuando esa bestia que se hace llamar el gobierno asesina sin piedad a gente inocente (o quizá culpable, como en Tlatlaya, pero no lo sabemos, y lo hicieron violando la ley que ellos mismos promulgaron)? ¿Se puede vivir contento sabiendo que nuestro peor
Agustín Ramos, autor de Al cielo por asalto
 enemigo nos dirige hacia la desgracia? Pero aún así, les digo a mis amigos bien intencionados o algunos quizá no tanto. No se preocupen por mi felicidad. Soy borracho y eso me hace brutal, inmensamente dichoso, aunque sea por ratos breves. Siempre que puedo fumo mariguana y eso también me hace feliz de una manera sencilla. Leo mucho, cincuenta, cien o doscientas páginas cada día y con ello adquiero una languidez dulcísima y muchas cosas en qué pensar. Existen Mozart, Beethoven, Bach; puedo leer a Borges a Fernando del Paso a Arreola y Rulfo; tengo amigos como Jorge Borja y Agustín Ramos; tengo muchos hermanos que, no exagero, me aman. Puedo hacer esfuerzos hasta quedar exhausto y existe el baño de agua fría; disfruto la comida simple y humilde en abundancia porque no hay mejor banquete que un hambre bien trabajada. 
La belleza.
Comparto mi vida con una muchacha que no sé si es más bella que inteligente o al revés; una dulce mujer que está empeñada en abrumarme con actos de amor inverosímiles. Y eso me hace llorar tanto de felicidad como de tristeza he llorado las muertes que perpetran las bestias, me refiero al mito minoico mencionado. No puedo decir que sea feliz. Pero creo que poco más puede pedírsele a la vida, pero se lo pido y no estoy dispuesto a que me lo arrebate un gobierno de asesinos: que desaparezcamos este régimen criminal e instauremos un gobierno de verdad humano, sí se puede; que jamás lleguemos a ser como ellos de viles, porque entonces nos habrán derrotado; y, finalmente, que no permitamos que los criminales nos arrebaten el amor por la vida, por los que comparten nuestra existencia.

¿Quién es feliz?

Al final, vivo momentos muy dulces y procuro que quienes comparten mi vida, todos, gocen conmigo tan grato bienestar, tal placidez. Creo que mientras aquéllos hijos de su puta madre multimencionados se dedican a construir el infierno para todos, incluyéndose a sí mismos, nosotros construyamos el paraíso para los que tenemos cerca; a eso los invito. Y a los de las iglesias cristianas, musulmanas, judías y especialísimamente a los de la iglesia de los pederastas les digo que su Dios me la pela. Y decirlo me hace más feliz todavía.
Por último propongo:
“Juro solemnemente como soldado de la Nación, que jamás levantaré mi arma contra mi pueblo, las armas del Ejército Mexicano servirán sólo para defender a la patria, en primer lugar al Pueblo y después al Territorio Nacional pero nunca para asesinar al Pueblo Mexicano; porque lo más valioso 
Pterocles, Agustín Ramos y Borja.


de mi Patria y mi Nación es su gente. Juro que con mi propia vida habré de evitar que se perpetren atentados contra el Pueblo Mexicano. Antes, moralmente me autorizo a desobedecer cualquier orden de jerarquía superior castrense o civil aun del más alto mando político. Porque nunca más el Ejército Mexicano habrá de atentar contra su propio pueblo para proteger al poder político, porque el propio Ejército Mexicano es hijo del Pueblo Mexicano y porque la ley así lo establece ‘La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del Pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno’”.

Es de esta manera como en el futuro habrán de jurar los soldados mexicanos. Porque nunca más se verán usados por un poder político en los últimos tiempos espurio y, en la práctica, enemigo de los mexicanos.

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