domingo, 1 de abril de 2018

La ley de Herodes


La ley de Herodes, o te chingas o te jodes


Pterocles Arenarius


Era un hombrecito de metro y medio, negro, viejo como yo o, quizá, incluso un poco más si eso es posible. Traía la cuenca del ojo derecho vacía y el otro ojo o bien miraba escasamente o bien, de plano, estaba ciego. Un prototipo de los desgraciados de este mundo. Iba por el pasillo en medio del carro del metro. Subió en la estación Isabel la Católica y se puso a cantar. Con un bote pedía una moneda a los que ahí viajábamos. Era una imprudencia la pretensión de caminar entre tanta gente exigiendo que le dieran permiso de pasar, había demasiada gente, pero los ciegos suelen abusar de su condición. Cuando llegó junto a mí me hice a un lado para que pasara. Pero era tanta la apretura que se me aproximó mucho. Algo sentí. El ciego me estaba bolseando y lo empujé con el antebrazo. En ese momento una muchacha que iba exactamente a mis espaldas me tocó el hombro. Al mismo tiempo el pequeño viejo ciego negro me dijo “No me aviente, señor”. Le respondí “Me estás robando”. La muchacha me hizo mímica afirmativa con su dedo índice. Pero pensé que el ciego había metido la mano a mi mochila. No, me había trasculcado el bolsillo izquierdo. Me robó el dinero que traía y que era el producto de algún tiempo de dar clases en Perote, Veracruz y en Tecamachalco, Puebla. Se abrieron las puertas del metro y el ciego se largó rápidamente. Se llevó mi dinero.
Era un pobre hombre. Su pequeña estatura me hace pensar en desnutrición aguda. Su edad, arriba de los sesenta años, sin embargo, puede ser mucho menor. Pero la miseria, el sufrimiento y las drogas, sin duda, lo habrán avejentado prematuramente. Además era ciego o al menos débil visual. Y simula pedir limosna para robar. Pues espero que el dinero que me robó le sirva de algo.
El convoy avanzó y no pude hacer nada. Regresé al lugar de los hechos y, por supuesto, el viejo ladrón se había esfumado. Fui a la agencia del ministerio público que se encuentra en las instalaciones del metro Pino Suárez. Denunciar, pensé, era más bien un desahogo. Mi dinero está perdido. Entré al lugar propio de la autoridad judicial con mis amigos que me acompañaron generosamente todo el tiempo. No había nadie que atendiera. Por allá adentro se veían varios hombres comiendo. Esperamos unos minutos y llegaron dos mujeres que nos preguntaron qué pasaba. Les dije que quería denunciar un robo y ellas fueron a avisar, ¿a ordenar?, que alguien viniera a atendernos.
Un pobre hombre

Me metieron con un policía a que le contara cómo fue el caso. Le narré muy aproximadamente lo que está líneas arriba. Era un policía simpático, corrupto y con muy buena memoria. Me preguntó que qué hacía yo y le contesté que enseñaba matemáticas. interrumpía su trabajo para decirme cosas como “Cristo le dijo a sus apóstoles ye es igual a equis cuadrada. Y nadie le entendió”. Le dije es que los judíos no conocían la parábola que abre hacia arriba y tiene vértice en el origen. Me contó que en la prepa resolvió todo el Baldor y que no le sirvió para nada más que para cobrar a sus compañeros que no sabían álgebra presentando el examen de manera fraudulenta, suplantándolos. Corrupto el policía desde que era muy joven. Escribió que el viejo que me robó llevaba una “playera de color roja”. Le dije que debía decir de color rojo. Me arguyó que playera era femenino. Le aclaré que el rojo se atribuye al color de género masculino, que en tal caso debía decir “playera roja” o “playera color rojo”. Dijo que los matemáticos somos muy obsesivos. En un momento le dije que era muy frustrante que le robaran así a uno y el señorito me dijo que diera gracias porque no me habían puesto una pistola en la cara ni me habían golpeado. Ah, bueno y entonces ¿ellos, la justicia para qué están? ¿Para eso?, ¿para decirnos que podía habernos ido mucho peor? Luego me pasaron con el ministerio público. Un licenciado que se llama José López Varela. Éste escribió el acta de denuncia con exactamente 60, sesenta faltas de ortografía, redacción, concordancia o simples errores de dedo. Él también escribió, faltaba más, “Playera color roja”.
Entre otras de las lindezas del acta está la de que “ME COMPROMETO A PRESENTAR LA DOCUMENTACIÓN PARA ACREDITAR LA CAPACIDAD ECONOMICA (sic) DE LO ROBADO”, así, todo en mayúsculas y con la redacción coja. Es decir, salvando la fallida redacción, la justicia considera que soy mentiroso y/o defraudador. Que incluso quizá ni siquiera me hayan robado o bien me robaron menos, o mucho menos del dinero que digo.
Así, el viejo ratero negro me robó dinero y la justicia me robó más de dos horas de mi tiempo para decirme que no me creen, que tengo que comprobar que sí puedo traer una cantidad de billetes como la que declaré que me robaron. Me pareció que esa es una ley que tiene muy poca madre. Y también adolece de la presunción de inocencia, pues a priori está considerando mentiroso y defraudador a la víctima o bien que el dañado compruebe lo contrario: que no es mentiroso ni defraudador. Cree el león que todos son de su condición. Qué poca madre…
Luego le pregunté al licenciado MP que qué pasaba si encuentro al diminuto viejo ladrón y le digo a un policía del metro, agarre a este señor porque me robó tal cantidad de dinero. Me dijo que no, que ya no es posible. Sólo pueden ser detenidos en flagrancia. En otras palabras, la policía está para hacerse pendeja y el que se chingó se chingó. La justicia no puede ni quiere reparar al perjudicado y, más todavía, la justicia juzga a priori como mentiroso al que fue víctima.
Y luego quieren que asista una vez más a ratificar mi denuncia. También que vaya a otra oficina a describir al maleante para que hagan el retrato hablado. ¿Creen que voy a perder más tiempo para que ellos no resuelvan nada? Dice el refrán que no hay que echarle dinero bueno al malo. Igual, no hay que invertir más tiempo del ya perdido en algo que no dará buen resultado. ¿Suponen que yo tengo alguna esperanza de recuperar mi dinero? Pues no, ya sé que la policía no sirve para eso y casi para nada. ¿Para qué sirven estos “servidores públicos” que viven del dinero que el gobierno nos extrae como impuestos? Siempre han servido para extorsionar inocentes. ¿No saben que yo sé que cuando recuperan lo robado se lo quedan ellos y esos bienes jamás vuelven a manos de la víctima? Sé que son rateros de rateros y aparte son rateros. ¿Piensan que yo no sé que la policía es brutalmente corrupta y que con frecuencia está coludida con los ladrones? Pero no sólo la policía, hasta el último funcionario de la más alta jerarquía del poder judicial ha incurrido en actos de corrupción.
Ya ni llorar es bueno.
El viejo ratero es un paria, un olvidado del destino. Un hombre que en toda su vida no ha recibido ni siquiera lo mínimo para ser una persona normal. Infiero con la posibilidad de que esté en un error― que ese hombre mide un metro con cincuenta centímetros porque sufrió de desnutrición grave en su infancia y por eso no alcanzó a crecer hasta donde debía. Que perdió la vista hasta la ceguera o al menos la debilidad visual aguda por enfermedad porque no parecía ser ciego de nacimiento. Que vive en medio de una pobreza aplastante en algún barrio bajo de la periferia. Que fuma mariguana (porque sólo alguien que fuma mariguana tiene tanta imaginación como para atreverse a robar como él lo hace: se simula un cieguito que canta en el metro para que nadie desconfíe de él y en realidad es un astuto metemano); que se droga de alguna otra manera mucho más dañina, porque sin duda, a veces no tiene suficiente dinero para comprar mariguana, quizá inhale algún solvente que es mucho más barato que la canabis. Que a veces no tiene dinero ni siquiera para comer y que no sabe, ni puede, hacer otra cosa para ganarse algo de dinero, que robar. Tantas desgracias en un sólo ser humano me consuelan un poco. Porque mi dinero servirá para que ese pobre hombre viva unos días con la inmensa felicidad del que es tan pobre que el sólo hecho de tener que comer y medio kilo de mota para muchos días le harán menos dura su existencia. Aunque sea sólo por unos días.
60 faltas gramaticales. Un récord

Lo que me molesta mucho es que los policías y los “licenciados” del ministerio público sean tan baquetones, ineptos, desobligados y pendejos. ¿Cómo les voy a creer si elaboran un acta con 60 faltas de redacción? Es decir, como si lo hubiera hecho un mal estudiante de secundaria.
Es muy triste lo que pasa en México. La nuestra es una sociedad que ya se descompuso. Y no es por echarle la culpa de todo al gobierno, pero nadie puede negar que es un sistema altamente corrupto y corruptor. Apenas se difundió por las redes sociales la declaración de un delincuente confeso llamado Mario Tzintzun quien dijo que “El PRI haría todo lo que fuera necesario para ganar las elecciones. Desde pegar un botón hasta matar un cabrón”. Además se autonombró mapache, aunque ahora se hacen llamar operadores políticos. Ese cinismo, esa inocente actitud criminal, esa prepotencia estúpida, esa corrupción intrínseca es lo que carcome al cuerpo de la nación, es lo que ha terminado por pudrir por completo al sistema.
Creo que el sistema, el gobierno, los tres poderes de la Unión, me ha robado mucho más durante mucho más tiempo. Esos policías que no sirven para nada y esos ministerios públicos que supuestamente fueron a la universidad y no saben escribir, me siguen robando. Porque no hacen su trabajo ni de lejos bien y lo poco que hacen lo hacen mal. Con sus gloriosas salvedades, los diputados, los senadores, los secretarios de estado, los presidentes con la sola excepción de uno, mi general Cárdenas―, nos han robado de manera permanente.
Es el momento de cambiar el sistema, acabar con la corrupción, desterrar el cinismo, combatir la prepotencia, eliminar la ineptitud de los que se dicen servidores públicos y para lo único que sirven es para cobrar del dinero que nos quitan. El país se nos cae a pedazos.
No debe haber en México un pobre ratero ciego y tan desamparado que tiene que robar en el metro sin que el gobierno haga algo por él.
Tenemos que recuperar nuestro orgullo de mexicanos. Muy pocos países del mundo pueden jactarse de ser descendientes de 30 siglos de arte y cultura. Casi no hay nación en el mundo con raíces históricas tan profundas y tradiciones de orden filosófico-religioso de tanta trascendencia. No hay un solo país en el mundo que haya resistido por más de dos siglos la vecindad inmediata con el imperio que mayor capacidad destructiva ha acumulado en la historia de la humanidad.
Y la posibilidad de cambiar el sistema está a tres meses. Hay elecciones el 1 de julio. Los que roban desde el aparato público tienen que ser expulsados del poder. México ya no es el mismo. La única opción para que el cambio se inicie es ya sabes quien.

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