lunes, 30 de marzo de 2009

Juan Camilo y el modo panista

Juan Camilo y el modo panista


Juan Camilo Mouriño Terrazo, hoy desaparecido, fue un político hábil, astuto, oportuno no menos que oportunista aunque llegó a su “nivel de incompetencia”, según el Principio de Peter, cuando accedió al cargo de secretario de Gobernación. En parte por la exhibición de él y sus negocios al menos deshonestos, si no es que fuera de la ley.
Juan Camilo era presidente de la Comisión de Energía de la Cámara de Diputados en la LVIII Legislatura. Y a la vez era representante legal de las empresas del señor Carlos Mouriño Atanes, su padre. Una de las empresas se llama Ivancar, Iván es el nombre que cariñosamente otorgaban a Juan Camilo sus familiares y amigos más cercanos. Por supuesto que eso no es prueba de nada. Pero, para las autoridades, tampoco fueron prueba las decenas de contratos que fueron exhibidos, en los que aparecía la firma de Juan Camilo Mouriño. Contratos que jamás fueron desmentidos con pruebas de algún tipo en ningún momento.
Luego Juan Camilo Mouriño Terrazo fue secretario particular de Felipe Calderón y, antes, miembro prominente de su equipo de campaña electoral. Ganaron la Presidencia de la República mediante un proceso fuertemente cuestionado ―un porcentaje cercano (o quizá por arriba) al 30 de los mexicanos consideran que el 2 de julio de 2006 el gobierno federal, varios gobiernos estatales, el Instituto Federal Electoral, el Sindicato de Maestros bajo el mando de Elba Esther Gordillo, el Tribunal Electoral de Poder Judicial de la Federación, un grupo importante de empresarios, algunos intelectuales privilegiados por los diferentes gobiernos recientes y algunos otros organismos y personajes― se coludieron para llevar a efecto un fraude electoral que sólo es comparable al ―hoy aceptado fraude― de Carlos Carlos Salinas de Gortari contra Cuauhtémoc Cárdenas. Pero este escrito está referido a Juan Camilo, volvamos.
Todavía como secretario particular de Calderón, Juan Camilo firmó contratos como representante de sus empresas (o las de su familia). Cuando fue públicamente denunciado por eso, sólo se justificó de manera poco convincente y sin presentar pruebas en contra, sino más bien admitiendo que sí habían ocurrido los hechos de los que se le acusaba, pero que eso no era delito y además él había renunciado a sus múltiples empresas para servir a la nación, entendamos para servirnos a todos. En lo personal siempre quise decirle “Oye, Camilo, por mí no te preocupes, vuelve a tus empresas”.
Lo cierto es que las denuncias lo debilitaron sensiblemente y lo colocaron en una difícil situación, en la que llegó casi al ostracismo imposibilitado para realizar interlocución con los diversos actores políticos y cuantimenos con los opositores.
Juan Camilo perpetró abundantes actos de corrupción, pero la justificación fue que no fueron mayores que los que realizó Diego Fernández de Cevallos, por ejemplo y mucho menos que aquellos con los que victimaron a México tanto los hermanos Bribiesca o la señora Martha Sahagún de Fox.
Luego Juan Camilo murió.
Un lamentable pero muy sospechoso accidente lo quitó del mundo. Y eso lo volvió un héroe. Felipe Calderón le rindió homenajes de estadista. Bueno. Pero eso no lo exculpa, y es que, como dijo el poeta Díaz Mirón, “El mérito es el náufrago del alma/ vivo se hunde, pero muerto flota”. En su momento, es decir, en fechas muy cercanas a la muerte de Mouriño, publiqué en el blog http://www.pterocles-arenarius.blogspot.com un artículo llamado Las raterías de Juan Camilo Mouriño.
Varios meses después, algún valiente, anónimo por supuesto, publicó un comentario en el blog llamándome mentiroso, listillo, mediocre, deficiente o retardado mental y finalmente mediocre con derecho a voto.
Me sorprende que con tanta vehemencia me insulte por tan sólo ejercer mi derecho de opinar sobre sucesos que probablemente fueron hechos delictivos que afectan a todos los mexicanos y en los que al parecer, se ha creado una protección de impunidad y, peor aun, han tratado de convertir a Mouriño en un mártir, cuando que, en realidad, no fue mucho más allá de ser un político corrupto, como la gran mayoría de los políticos mexicanos.
Con Mouriño se aplicó la que ya se está volviendo frase común para la justicia mexicana: “Sí se violó la ley, pero no tanto”, así se pronunció la Suprema Corte (más bien Tremenda Corte) de Justicia en el caso del confeso pederasta y gobernador de Puebla, Mario Marín, cuando éste, para proteger a su amigo igualmente pederasta Kamel Nacif Borge, cuando ambos coludidos ordenaron violar los derechos humanos de la periodista y defensora de derechos humanos Lydia Cacho.
Así se procedió igualmente en el caso del Fobaproa hace ya más de diez años, lo que ha costado miles y miles de millones de pesos al erario (30 mil millones sólo en 2008), es decir, a todos nosotros. Y todavía antes, se justificó el anatocismo, es decir, el cobro de intereses sobre intereses (o el robo legalizado). O bien, el colmo fue en las elecciones de 2006, en que la justicia prefirió dejar a un presidente sumido en el limbo de la ilegitimidad o del franco rechazo de millones de mexicanos, antes que investigar profundamente o acceder a la sentida demanda de revisar “Voto por voto y casilla por casilla” para legitimar perfectamente a Calderón o bien para establecer al verdadero triunfador. Y luego de aquello, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación nos hizo saber su veredicto: “Sí, se violó la ley, pero no tanto”, nada más cuando Fox intervino en el proceso electoral gastando miles de millones de pesos para promover a Calderón, los empresarios hicieron una sañuda y mentirosa campaña no menos ilegal, el Partido Acción Nacional hizo intervenir a extranjeros en nuestro proceso electoral al traer al político fascistoide español José María Aznar y a los asesores Antonio Solá y Dick Morris, gachupín el uno y gringo el otro. La intervención de una compañía de sofware de uno de sus cuñados, Hildebrando Gómez del Campo, en el padrón del Instituto Federal Electoral, un hecho del que hasta el momento no se ha probado la no intervención del familiar de Calderón a través de sus compañías y en cambio sí sabemos que Hildebrando y sus empresas hicieron trabajos para el IFE. Igualmente no se ha aclarado el hecho de que las actas fueron de manera reiterada (y seguramente) masiva alteradas ya en pleno proceso electoral. Tampoco se han aclarado las múltiples denuncias que hace Luis Mandoki en su película México Fraude 2006. No menos recordamos que Elba Esther Gordillo colocó en la calles a cientos o quizá miles de sus operadores para llevar a efecto el fraude electoral in situ, para lo cual la profesora tiene amplia experiencia como presidenta vitalicia del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación.
El país se encuentra estancado desde hace un cuarto de siglo sin crecer económicamente. Una pandilla de sujetos poderosos se han apoderado de todas las instituciones, las han prostituido. Mediante la justificación de que la libre competencia es lo ideal para el país, han impedido toda competencia y han creado lo que en el extranjero llaman una “Economía de compadres”, donde los únicos que pueden ganar son ellos, los únicos que pueden violar la ley, pero no tanto, son ellos; los únicos que pueden quitar y poner gobernantes son ellos. Ellos pusieron a Calderón, por encima de la voluntad de la mayoría de los mexicanos.
Pero hoy México está al borde del colapso, por más que traten de ocultarlo. Los gobiernos panistas, del último de los cuales Camilo Mouriño fue conspicuo miembro, han hecho un papel peor que mediocre gobernando al país. Los datos que arrojan los periódicos son alarmantes. En México se están matando más personas que en Irak, país en guerra. Los mexicanos pobres tienen niveles de vida propios de los países pobres de Africa. La concentración de la riqueza es una de las peores del mundo. Y el PAN se encuentra en tan precarias condiciones que la gente ha estado votando por el bien conocido (por corrupto) PRI antes que refrendar el poder al PAN.
A todo eso colaboró Juan Camilo Mouriño Terrazo. Y lo seguiremos diciendo a pesar de los insultos y las agresiones. En 2004, por criticar (acremente, es cierto) a los diputados panistas del congreso local de Guanajuato, el que esto escribe, luego de un tortuoso procedimiento, fui expulsado de mi trabajo en el periódico Correo de aquel estado. Y en Guanajuato, toda expresión crítica es permanentemente acallada o al menos sometida a fuertes presiones desde el poder.
Y luego este sujeto (el anónimo insultándome en mi blog) considera, al decir que tengo derecho al voto, que no debiera tenerlo porque pensará que los que critican al gobierno no deben votar. Sin embargo, tenemos ese derecho, criticar a los gobiernos corruptos del partido que sean. Señalar sus infamias, aunque haya sujetos intolerantes que pretendan defender la corrupción sólo porque comparten creencias de alguna índole con los políticos corruptos.
El PAN tiene el deshonor de haber dado a México el presidente más tonto y a la vez el más ignorante de la historia: Vicente Fox Quesada. Para autoagraviarse más, no les importó refrendar la Presidencia mediante un fraude electoral histórico. Los lamentabilísimos resultados están siendo vistos. No importa que digan que la crisis viene del extranjero. Las advertencias fueron hechas desde el año 2007.
Hoy el país está a la deriva en medio de gravísimos problemas y no es con insultos ni amenazas como van a resolver los problemas que ellos mismos, los panistas, han colaborado a crear o se han negado a corregir. Finalmente, constantemente se ha denunciado que desde la Secretaría de Gobernación hay un grupo pagado por la institución para monitorear a los opositores y someterlos a insultos y amenazas, como ha ocurrido con mi blog.

1 comentario:

Manuel Mora dijo...

Yo lo que puedo decir es que igualito que Juan Camilo hizo medio transa -¿o transa y media?-, a mi prima la medio embarazaron. Nada grave.