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Este blog está dedicado a difundir ideas políticas del suscribiente, además, obras literarias del mismo.

viernes, 27 de diciembre de 2019

Premio del Museo del Pulque, Mupyp






Premiar a Eterno Femenino




Pterocles Arenarius




Queridos amigos todos:

El conocimiento de la naturaleza es la ciencia. El conocimiento del alma es el arte. Ciencias y artes son las dos más grandes hazañas de la especie humana sobre este planeta. La ciencia, por desgracia, suele servir para el sometimiento de los pueblos, para imponer hegemonías imperiales de las naciones más poderosas. Pero el arte siempre nos hará más civilizados, más sensibles, más humanos y compasivos.

Pterocles, Noemí, Castrillón

Cuando ocurre un acto de cultura se está dando un paso más hacia la mejor convivencia de la humanidad, hacia una civilización capaz de mucha mejor convivencia. En palabras más simples y en esta época del año, se avanza hacia una mayor fraternidad humana y a lo que se pregona en esta etapa del año: el amor al prójimo. Al final el arte es la manifestación de eso. Toda obra de arte es un acto de amor, de seducción en términos espirituales. El artista trata de ganarse el amor de su espectador a través de su obra. La obra no se realiza si no existe quien la disfrute o la sufra para hallar en ella la sagrada catarsis, la emoción estética que es, sin exageraciones, el encuentro de dos almas. La salvación. Un camino al éxtasis. La gloria del arte. El engrandecimiento de la cultura y, lo repito, el refinamiento de la civilización.

Eso estamos realizando hoy. Estamos en un sitio en el que se practican los placeres dionisiacos pero también se ofrece para actos de alta cultura. El Museo del Pulque y las Pulquerías cumple así una de las más altas misiones de que es capaz cualquier institución. Reunir a los creadores, a los que intentan o realizan el arte y, más aún, premiarlos es un acto que vuelve a Mupyp un sitio privilegiado, un lugar en donde se promueve aquello que hemos llamado con palabras tan grandes: el arte, la cultura, el amor, la seducción.

La banda EFE

Hoy damos gracias al Museo del Pulque por este concurso, por esta convocatoria, por esta premiación y, en general, por todos los actos de cultura que se llevaron a efecto entre sus paredes.

Felicito a mi editorial Eterno Femenino Ediciones por su descomunal trabajo editorial, por sus más de doscientos títulos publicados, por sus sobrados nueve años de existencia y por la promoción y publicación de tantos autores literarios. Sin lugar a dudas, la historia de la literatura mexicana registrará las hazañas de la directora de Eterno Femenino en sus lides editoriales y en su arduo, simple trabajo de hacer libros desde la nada hasta concretarlos a la gloria de la lectura de un ser humano desconocido por el autor.

Muchas gracias a la inmensa generosidad del Museo del Pulque y las Pulquerías y sin duda aquí estaremos tan en lo inmediato como se presenten las circunstancias y tan a largo plazo como lo hemos deseado.

Porque al final la salvación de los pueblos, lo han dicho los auténticos próceres de las naciones, es la educación, única vía a través de la cual es posible el refinamiento de la cultura y el real progreso de la civilización.

Digamos salud con el néctar de nuestros dioses ancestrales, muestra también de nuestra gran cultura originaria: el pulque y, una vez más, muchas gracias al Museo.
Publicado por Pterocles Arenarius en 13:49 No hay comentarios:
Etiquetas: Discurso de agradecimiento, La cultura y la ciencia, Museo del Pulque y las Pulquerías, Noemí Luna García, Premio a Eterno Femenino Ediciones, Pterocles Arenarius

domingo, 15 de diciembre de 2019

La realidad y la historia

La realidad y la historia

Pterocles Arenarius

Épica de muertos para vivos, Fernando Beltrán-Nieves
Editorial Ex Libris, 2019.

La inmensa realidad en que vivimos es absolutamente incapturable. Gran parte de los logros humanos en el arte como en la ciencia y en la filosofía son los tremendos esfuerzos por plasmar la realidad, por fijarla. Y todos concluyen en que es imposible. La realidad fluye, es como el dios Proteo, cambia de forma a cada instante y va corriendo, llevándonos con ella en su transformación, permanente, eterna y completa. En todo ámbito, en toda disciplina, en todo territorio la realidad se desplaza y se modifica.
Hagamos el intento más simple para entender la incapturabilidad del infinito universo. En el siglo III antes de nuestra era, en Siracusa, hoy Italia pero en aquel entonces parte de Magna Grecia, Arquímedes, usando el método exhaustivo, calculó el valor del número Pi aproximándolo hasta diezmilésimos. Una precisión más que suficiente para casi cualquier cálculo. Una tremenda hazaña del sabio de Siracusa. Con la aproximación hasta centésimos sería más que suficiente para cualquier trabajo en este mundo; construir lo que quieras, fabricar cualquier objeto que tenga que ver con la circunferencia, con el círculo, con la esfera. Sin embargo, por ejemplo en astronomía actual se estudian objetos que se encuentran a distancias tan lejanas que las mediciones y las observaciones se pueden comparar con “observar la cabeza de un alfiler desde América hasta Europa”, salvando, pero por supuesto, por medio de algún artificio, la curvatura de la Tierra. Es entonces cuando nos damos cuenta de que el cálculo de Pi hasta diezmilésimos no era en absoluto ocioso. Las aproximaciones suelen tener que llegar a los millonésimos y más allá. Hace unos años conocí a una persona que me presumió que tenía en un libro impreso el cálculo del mismo número Pi con un millón de cifras. Era un tabique de más de 500 páginas llenas de números. Empezaba con 3.14159... y simplemente continuaba con números que nadie podía garantizar que fueran parte de Pi. Pero más todavía, si en la cifra número cien mil se hubiera cambiado un número, eso no afectaría al valor de Pi. Pensé que eso sí era una ociosidad imperdonable, un gasto de recursos y energías sin sentido. Y además fallido, porque Pi es eterno, continúa para siempre. Así es de incapturable la realidad.
Anoto lo anterior porque cualquier hecho ocurrido siempre tendrá decenas, si no es que cientos de versiones, tantas como testigos de primera, luego de segunda y de más categorías que existan. Es imposible saber los detalles más minúsculos de cualquier suceso. Sin embargo, al igual que una medición, hay hechos que son incontestables, aunque los detalles sean incognoscibles.
El edificio donde vivo mide 8 metros con 75 centímetros de altura. Con eso es más que suficiente. Pero si se pretende ser extremadamente riguroso se descubrirá que en realidad mide 8 metros con 743 milímetros y 7 décimas de milímetro; aproximación completamente inútil pero además engorrosa. Pero hay más. Siendo rigurosos, el edificio no mide lo mismo de altura en la esquina noroeste que en la suroeste ni en la noreste, en cada una tiene alturas diferentes. ¿Entonces cuál es la altura del edificio? Tendremos que contentarnos con el promedio de tales alturas, porque ninguna es más importante que las otras. ¡Es imposible saber la altura exacta de mi edificio! Pero lo que sí podemos decir con toda la seguridad es que no llega a 8.80 metros, pero sí pasa de los 8.65 metros. Es decir, salvando las precisiones exageradas, hay un hecho incontestable. Así es también la historia.
Y anoto esto porque la historia es también un arma política. El devenir humano en este planeta se va plasmando con tremenda inseguridad, con grandes dudas, con inagotables y hasta terribles controversias. Y así como es imposible saber la altura exacta del edificio donde vivo, también es imposible conocer con sus mínimos detalles los hechos históricos. Pero hay sucesos inocultables, hay cosas que ocurrieron y que, a rasgos grandes o medianos, se conocen con certeza.
La historia es un arma política y en los años del neoliberalismo en México se usó de manera sistemática y masiva el hecho de que los detalles son incapturables para eliminar páginas, sucesos o tergiversarlos. Se pretendió destruir la base histórica del orgullo mexicano. Hubo “historiadores” que negaron lo que hemos conocido siempre, Los Niños Héroes o El Pípila o El Niño Artillero. Trataron de destruir el prestigio de Juárez, el de Zapata, el de Villa y hasta con Hidalgo y Morelos fueron a meterse. Reivindicaron a Porfirio Díaz, hicieron lo mejor que les fue posible con Miramón, le quitaron hasta donde más se pudo las culpas al chacal Victoriano Huerta y hasta justificaron a Antonio López de Santa Anna. Por supuesto, no podían dejar de ensalsar a Maximiliano y Carlota y todos los que les sirvieron de sátrapas. El método para mentir fue frecuentemente la imposibilidad para conocer los pequeños detalles de los hechos.
Bueno, todo esto lo anoto porque llego por fin al punto en que venimos a tratar. Este ensayo que se llama Épica de muertos para vivos, en donde el autor Fernando Beltrán-Nieves hace una si bien rápida semblanza y no menos veloz análisis de la obra de Paco Ignacio Taibo II, también establece conceptos fundamentales para aproximarse a la obra del citado autor.
Épica de muertos para vivos da claves muy firmes para la lectura de la obra historiográfica de Taibo; hace un recuento rápido pero exahustivo de la obra del autor con notas muy breves pero de gran poder descriptivo de cada libro; hace una historia sucinta pero muy reveladora como escritor del que escribió uno de los mejores libros sobre Pancho Villa. Pone sobre la mesa los terribles avatares que padeció Paco Ignacio Taibo II, tránsfuga de tres universidades, escritor, historiador, sociólogo trunco y, necesariamente, sin titulación. Militante de izquierda, agitador sindical con harta frecuencia perdidoso y escritor desesperado, acérrimo, infatigable. Beltrán-Nieves nos da la imagen de un buscador incesante que se probó en una gran cantidad de géneros y nos demuestra que lo hizo con una enjundia sin límites y con una pasión que llamaríamos de desesperado si no fuera porque no es extraña la calidad ni la total honestidad en sus escritos.
Así, gracias a Fernando Beltrán colegimos que Taibo terminó encontrando su verdadera veta como creador al incidir en la historia utilizando los recursos de la literatura, diríamos la retórica en el mejor sentido de la palabra, por un lado, pero por otro se hizo no menos del rigor documental y la crítica tanto social como de las fuentes. Tan la encontró que ha terminado por convertirse en el escritor mexicano que, en este momento, más libros vende. Y en ello conste que Taibo no incurrió en el afán de vender a como diera lugar ni hizo desbarrar su obra en aras del bestselerismo.
He dicho antes que la historia se ha vuelto, en realidad lo ha sido siempre, un instrumento político, en especial, la que Beltrán-Nieves llama la Historia de Bronce, la que los gobiernos encargan a sus intelectuales orgánicos e historiadores a sueldo. Lo cual es, sobra anotarlo, una de las peores formas de prostituir a la historia. Bien, en Taibo tenemos a un auténtico destructor de la historia de bronce y un desenmascarador de aquellos falsos historiadores que han servido al terrible régimen que padeció nuestro país por casi un siglo, el que ahora tendríamos que llamar el prianerredismo, pero no sólo ésos, fueron exhibidos, sino también los que tergiversaban la historia desde el neoliberalismo y están empeñados en la destrucción de los íconos de lo que podríamos llamar nuestra patria. Los que pretendían dejarnos sin identidad ni asideros. Si hoy un mexicano se siente orgulloso es por mi general Zapata y mi general Villa; por nuestros curas, Hidalgo y Morelos, brutalmente condenados al infierno, excomulgados por la iglesia. Hay que leer el Edicto de Excomunión para Miguel Hidalgo: una siniestra joya del odio y la maldición contra un ser humano. Y recordemos, como una de las obligaciones de la historia, que la Iglesia católica jamás se ha retractado de aquella florida maldición.
Taibo, como lo anota Fernando Beltrán-Nieves, recupera la historia a partir de un rigor documental tan incansable como detallado a lo que le agrega una extraordinaria virtud de narrador, la agilidad, una extensa variedad de recursos retóricos, la extraordinaria velocidad narrativa y una notable destreza para hacer amena la historia.
A partir de ello Taibo ha construido lo que a mi juicio son tres auténticos monumentos, tanto de la historia y, aunque parezca sorprendente, también de la literatura. El primero es Ernesto Guevara, también conocido como El Che. Una biografía entrañable en la que lo que más sorprende es el hecho de que desde la primera página el autor no oculta sus simpatías, incluso su amor y su admiración por su biografiado. Sin embargo, a todo lo largo de la obra nos convence de la honestidad de sus apreciaciones y sus certezas en cuanto a los sucesos sustentado en su documentación que resulta abrumadora e intachable.
Un segundo libro monumental, no sólo por la gran extensión, casi mil páginas, es Pancho Villa, una biografía narrativa; un libro en el que hace una exhaustiva revisión de la vida del general revolucionario. Libro que constituye la más grande reivindicación del llamado Centauro del Norte, pero no menos la puesta en la mesa de los terribles hechos en que incurrió en su etapa final. La heroicidad y la grandeza de Villa se vuelven incontrovertibles a pesar de todo, por esta inmensa biografía.
Y una tercera obra, puesto que no es un libro, es La gloria y el ensueño que forjó una Patria, a pesar del título kilométrico se convierte en un trabajo descomunal; inusitadamente documentado, con anécdotas que de tan maravillosas casi parecieran incomprensibles y que se asemejan más bien a hechos de poetas del romanticismo europeo y tendrían que hacernos sentir henchidos de orgullo por seres humanos como Vicente Riva Palacio, Guillermo Prieto, Melchor Ocampo, Ignacio Zaragoza, Santos Degollado, Ignacio Ramírez, incluso Jesús González Ortega y hasta el Porfirio Díaz de aquel momento y sin olvidar, por supuesto, al central de todos, el indio de Guelatao.
Al final de esta Épica de muertos para vivos, encontramos una amena crónica de cierta conferencia que Paco Ignacio Taibo II llevó a cabo en la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM. En ella se muestra una faceta más del gran escritor mexicano, su absoluta falta de ―¿cómo decirlo?― rigor, seriedad, elegancia, para vestir. Su despreocupación por la corbata y el saco es proverbial. ¿El más exitoso escritor mexicano ni siquiera usa un saco? Y la corbata ni soñando.
Taibo II es un gran recuperador de la consciencia mexicana. Su obra como historiador va a imponerse sobre los destructores de nuestra identidad y nuestra consciencia, los Krauzes, los Castañeda y los Aguilar Camín entre otros; a los que otro gran historiador dedicado a la misma tarea, Pedro Salmerón, llamó “Los falsificadores de la historia”.
Tanto Taibo como Salmerón han sido ferozmente atacados por la derecha más hipócrita, la más mentirosa, atrabiliaria, enfermiza e histérica que hayamos visto en la historia. Con Pedro Salmerón lograron su objetivo cuando llamó valientes a los héroes guerrilleros que intentaron el secuestro de un empresario de esos insaciables y siniestros, Eugenio Garza Sada. Eso no se lo perdonaron a Salmerón, uno de los más importantes y lúcidos historiadores jóvenes mexicanos.
Y Taibo también estuvo a punto de ser condenado y defenestrado por el bárbaro crimen de decirles una verdad que les ardió en donde corresponde, aquella de que “Se la metimos doblada” y yo agrego “Y se la desdoblamos adentro”. Taibo no nació en México, pero, por su desparpajada manera de vestir, por su rudísimo lenguaje y sus actitudes, carga más barrio que la gran mayoría de los mexicanos pero también acumula más cultura que cualquiera de nuestros paisanos.
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Etiquetas: conceptos históricos., Ernesto Guevara también llamado el Che, Paco Ignacio Taibo II, Pancho Villa, Patria de Taibo II

martes, 10 de diciembre de 2019

Emiliano Zapata

 Acá, Zapata; muy hasta allá, las locas

Pterocles Arenarius

Bueno, pues ocurre que un hartista (con h, porque lo único que logra es hartarnos), en realidad un pintor muy abajito de lo regular, pero eso sí, hambriento de fama se puso a perpetrar un adefesio que señala a mi general Emiliano Zapata como un jotito de ésos que se disfrazan de locas. No pongo la imagen porque la mencionada porquería no merece un espacio en mi muro.


La imagen forma parte del material gráfico del libro. Retrato de Emiliano Zapata (óleo sobre tela), de Adolfo Best Maugard. EL UNIVERSA  /
Zapata, según Adolfo Best Maugard
Imagen relacionada
Che-Zapata
La mencionada pintura es chafa, es el trabajo de un pintor bastantito mediocre, el que, sin embargo, sí muestra algo descomunal a través de este "trabajo" (de alguna manera hay que llamarlo): su monstruosa hambre de notoriedad.
Con tal de llamar la atención este insigne pordiosero de fama es capaz de hacer una burla sanguinaria en contra de quien en vida se mostró como la antítesis de tan lamentable imagen.

La supuesta "obra de arte" no va más allá de las caricaturas que le han hecho al Comandante Borolas cuando le pusieron una casaca que le quedaba grande. Los caricaturistas lo llevaron hasta el extremo porque esas caricaturas eran un ataque al mencionado Borolas, su objetivo era burlarse y ponerlo en ridículo con un objetivo claramente político pues aquellos caricaturistas consideraban nefasto, terrible, asesino, al gobierno de Borolas.
Entonces ¿qué busca este caricaturista? (ya quisiera dibujar como Helguera o como Hernández, los autonombrados moneros de La Jornada), sedicente pintor. Su objetivo está más que a la vista: llamar la atención, cobrar sus quince minutos de fama mediante una provocación, un ataque a un ícono de lo mexicano, una burla contra uno de los hombres más limpios de la Revolución y de la historia. Claro que la burla, el ataque gratuito, no hace mella a mi general Zapata. Emiliano es inmortal y en alguna medida a él se debe este país. El que lo ofende es un aspirante a caricaturista, un hombrezuelo, una persona muy menor que quiere subirse en los hombros de un gigante mediante una provocación bastante vil. Frente a esta "obra", en realidad una caricatura malhechona, no podemos hablar de arte.
Foto intervenida de mi general

Creo que sería bueno que encontraran una admisible manera legal de sancionar a este provocador.
Ciertamente en alguna página de la historia se habla de que mi general Zapata sostuvo alguna relación homosexual con Ignacio de la Torre y Mier (el yerno de su suegro). Si esto es cierto, mi general asumió tal suceso como el gusto de un hombre y jamás como un amanerado o lo que hoy suele llamarse una “loca”, es decir, un hombre, con aspecto masculino y con parafernalia ―maquillaje, ornamentos, peinados y colores― femenina.
La libertad de expresión tiene que tener un límite. La burla, el escarnio, también. ¿Permitiremos que cualquier imbécil que esté urgido por llamar la atención ponga a Hidalgo, Morelos, Juárez, Villa, Cárdenas, o a quien se le antoje como objeto del más estúpido ridículo? Aquí uno ya empezó con Zapata. ¿Qué le parecería a este sedicente caricaturista que dibujáramos desnuda a su madre y publicáramos la obra? El primer límite que debe tener la libertad de expresión es el respeto. El que no respeta autoriza a que no se le respete.
Por eso hay una ley de los símbolos nacionales. Los constructores de este país, los hombres que dieron su vida para que lo que hoy es México, sus imágenes, deben estar protegidas también por la ley.
Los mediocres que quieren fama a través de la provocación que reciban la sanción de la ley. Si no, todo será objeto de burla y de ridículo. ¿Y quiénes seremos los mexicanos si nada nos justifica y todo es objeto de sometimiento a la estupidez?
Con Borja y la argentina Griselda Gómez
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miércoles, 27 de noviembre de 2019

Mi general Felipe Ángeles


Felipe Ángeles cien años después


Pterocles Arenarius


Felipe de Jesús Ángeles Ramírez fue sin duda el más humanista de todos los generales de la Revolución. En su momento, bajo el mando del presidente Francisco I. Madero, le tocó combatir a las fuerzas de Emiliano Zapata. Varios años después, cuando eran aliados, Zapata reconoció que Ángeles había sido un noble contrincante, respetuoso de las leyes de la guerra, misericordioso con los zapatistas prisioneros y muy cuidadoso para no violar los derechos de los pueblos bajo la protección del Ejército Liberador del Sur. Muy diferente al criminal Victoriano Huerta y su achichincle Juvencio Robles, quienes lucharon también contra Zapata antes que Ángeles pero éstos usaron el método de tierra arrasada, asesinato masivo y destrucción total de pueblos por el fuego, el fusilamiento y la violación. Su resultado fue fortalecer el odio contra el gobierno de Madero y también al ejército de Emiliano.
Pancho Villa y Felipe Ángeles

Varios datos muy interesantes de Ángeles son aquellos de que era un gran lector del Bhagabad Gita. Este general, por lo demás, educado como militar en Francia y director del Colegio Militar, salvó milagrosamente la vida cuando Francisco I. Madero fue asesinado. Ángeles compartió con Madero sus últimos días hasta el momento en que fue llevado al sacrificio por los asesinos al mando del chacal Victoriano Huerta. Posteriormente, exiliado en Europa, decidió regresar a México e incorporarse a las fuerzas de la revolución bajo el mando de Venustiano Carranza. Los celos de Obregón hicieron que Carranza lo mandara a colaborar con Francisco Villa a Chihuahua. Ambos traidores, Carranza y Obregón, pensaban que el villismo no tenía futuro, pero no sospechaban que Ángeles y Villa harían una mancuerna áurea.
Los historiadores dicen que, en buena medida, las formidables victorias de Pancho Villa en la segunda toma de Torreón, Paredón y Zacatecas, entre otras, fueron gracias a la colaboración de Felipe Ángeles. También sostienen que las terribles derrotas del Villismo en el Bajío se debieron a que Francisco Villa desatendió los consejos de Ángeles. Krauze hizo una aceptable alegoría al caracterizar al jefe de la División del Norte como: Pancho Villa, entre el ángel y el fierro, en alusión a que dos de los más cercanos generales a Villa fueron Rodolfo Fierro y Felipe Ángeles. El primero como el lado oscuro de Villa y Ángeles el luminoso, que también tenía el gran general Villa.
Rodolfo Fierro y Pancho Villa

Francisco Villa pensaba en Felipe Ángeles para presidente de México, en caso de que ellos, los convencionistas triunfaran. Cuando Carranza notó que la mancuerna Villa-Ángeles era más exitosa que sus propias huestes, se empeñó en separarlos y así se lo ordenó al general Villa. Éste, acatando la orden, mandó al artillero hidalguense a ponerse bajo las órdenes de Carranza, pero antes le organizó una ceremonia de despedida. Los cronistas narran que en su momento Villa pronunció un discurso para que seguidamente Ángeles partiera y recuerdan que sin pudor alguno, frente a sus soldados, el General de la División Francisco Villa interrumpió su discurso y se puso a llorar por la partida de su colaborador y, para entonces, ya entrañable amigo.
Cuando se escriben estas líneas se cumplen cien años del asesinato de Felipe Ángeles, fusilado por consigna, quien lo duda, del presidente cuyo nombre, Venustiano Carranza, se convirtió, al crearse como verbo, en sinónimo de robar: carrancear.
Los priístas, por décadas autodesignados herederos de la Revolución, se mostraron también hijos de las malas mañas de los vencedores de aquella terrible contienda. Obregón era tremendamente corrupto y lo reconocía él mismo; astuto en el peor de los aspectos y asesino empedernido. Carranza, ya está dicho, generó el verbo carrancear. Los priístas fueron raterazos y asesinos. Aunque, con el tiempo, aprendieron que salía más barato cooptar, corromper o incluso chantajear que cometer asesinatos, aunque no especulaban demasiado para decidirse antes de matar a alguien.
Emiliano y Pancho entrando a la Ciudad de México, 1914

La memoria histórica del pueblo mexicano le enseñó que la Revolución había sido una etapa espantosa de nuestra historia. El país contaba con unos 12 millones de habitantes y en el lapso revolucionario, la población no sólo no aumentó, sino que disminuyó en un millón de personas. Las hambrunas y grandes sufrimientos azotaron a todos los mexicanos. Los de las generaciones nacidas entre los años 40, 50 y aún 60 del siglo XX conocieron muy bien los relatos de sus padres y abuelos sobre los hechos de grandes sufrimientos y hambruna que se padeció en aquel tiempo. Y la izquierda entendió. Nunca más otra guerra civil, pareció ser la consigna. Y el pueblo sufrió ahora las arbitrariedades, la corrupción, el encarcelamiento, el autoritarismo, la desigualdad, la ineptitud, la estupidez, la soberbia y muchos otros oprobios de los gobiernos priístas. El pueblo lo soportó bien cuando hubo, cómo no, épocas de bonanza, cuando se hablaba en el mundo del “milagro mexicano” y el país crecía a tasas del 7 por ciento anual. Se aguantó con gran estoicismo cuando el sistema priísta recurrió al asesinato, el encarcelamiento y la arbitrariedad de los años 60 y 70, en que cometieron dos de los más vergonzosos crímenes políticos de la historia: las matanzas de Tlatelolco y la de San Cosme. Con indignación se callaba contradictoriamente aquel secreto a voces de la guerra sucia en la que el gobierno cometió atrocidades sin nombre desapareciendo, torturando y también asesinando con toda brutalidad a los inconformes con las matanzas del 2 de octubre y del 10 de junio.
Bajo la égida de mi general...

Los latrocinios descomunales de Echeverría y López Portillo eran mal menor frente a la posibilidad de incurrir otra vez en la violencia generalizada, aunque fuera revolucionaria. Así llegamos a uno de los peores gobiernos que se ha padecido en México. En la espiral descendente, pues cada presidente designaba como sucesor al peor de su gabinete, llegó el momento en que De la Madrid, el peorcito de todos, impotente, vio crecer y agigantarse y ser devorado por aquel hombre de prominente inteligencia criminal, un auténtico demonio del mal: Carlos Salinas de Gortari, quien terminó gobernando el sexenio infame de Miguel de la Madrid. Luego Salinas impuso el más grande fraude electoral que se hubiera vivido hasta entonces para usurpar la presidencia de la República. Pero, para el pueblo, no valía la pena levantarse en armas. Y el mexicano soportó más de treinta años de depredación, de robo al erario por parte de quienes debían cuidarlo, de asesinatos, de mentiras.
Luego engañaron a los mexicanos con una alternancia que demostró ser más de lo mismo: los dos sexenios panistas Fox-Calderón. Si bien Fox fue el colmo de la extravagancia, el servilismo a Estados Unidos, la estupidez e incluso la locura, se quedó chico ante las monstruosidades que se alcanzó el hoy llamado Comandante Borolas, Felipe Calderón. Lo que no había ocurrido antes, desde los tiempos desdichados de la Revolución. El fatalismo histórico se hizo presente: 1810-1821, una gran masacre de mexicanos como costo de la Independencia; 1910-1921, la décima parte de la población exterminada para combatir a un régimen que traicionó a los humildes; 2010-?, a pesar del trauma histórico de los mexicanos que se pronunciaron por la no violencia, que aguantaron Tlatelolco, 10 de junio, Acteal, Aguas Blancas y muchos crímenes más, llegó un borracho estúpido y desató una guerra que nadie quería y bañó en sangre al país y, de cereza en el pastel, trajo nuevamente al poder a los peores gobernantes de la historia de México y lo hizo traicionando a su partido, a sí mismo y a su tradición familiar. Ayudado por Borolas, además de un gran fraude económico que soportó al electoral regresó el PRI al gobierno a continuar las políticas del susodicho Comandante Borolas. Pero el pueblo mexicano, ni así quiso la violencia.
El 1 de julio de 2018, el pueblo mexicano le aplicó una derrota histórica al sistema prianista. Ellos hicieron fraude, como siempre, pero el aplastamiento del sufragio popular los puso en situación de desesperación. La victoria del pueblo fue esplendorosa y pacífica. Como los mexicanos lo han querido desde siempre en estos tiempos: sin derramar sangre por parte de los revolucionarios. Ellos sí asesinaron, ellos sí reprimieron, ellos sí cometieron crímenes de lesa humanidad. El representante del pueblo, Andrés Manuel López Obrador, llega al poder con las manos limpias de sangre y de robos. Por primera vez en la historia actual de México.
Y luego dicen que el pueblo no es sabio.
He hablado del trauma histórico de la Revolución. Fue una lección espantosa, pero la hemos aprendido. En este momento sabemos que aunque abominemos a los panistas, aunque no podamos soportarlos, aunque nos parezca que lo peor del mundo habita en la mente de los racistas, los clasistas, los que han venido a este mundo a explotar a sus semejantes para hacerse ricos, para acumular poder económico de una manera absurda y enloquecida aunque perjudiquen a millones de personas. Aunque sean criminales en potencia o incluso en acto... tenemos que vivir juntos en el mismo país. Los que cometan actos fuera de la ley que vayan a la cárcel y que ahí se pudran. Pero no podemos, no debemos matarlos. “En el momento en que incurramos en crímenes como los que ellos han cometido, en ese momento nos habrán derrotado”: Pablo Gómez.
La gente de la derecha quisiera eliminar a los indios excepto porque sin ellos, quién les serviría y a quién iban a robar mediante la explotación de su trabajo pagándoles sueldos miserables a cambio de que engorden sus cuentas bancarias. Los llaman el plebeyaje, los llaman la indiada, los llaman el infelizaje.
Pero aún así, aunque sus actitudes nos parezcan bajezas inhumanas, tenemos que vivir juntos, aunque carguen en su cabecita esa podredumbre. Tenemos que vivir juntos. Y somos ciudadanos de un país con riquezas inmensas que dan para que vivamos todos. El PRI nunca entendió la lección. Ellos asesinaban a quien no les gustaba por su manera de pensar, lo hicieron desde su origen mismo, como cuando Obregón mandó matar a su hijo putativo Francisco Serrano, o Salinas a su no menos hijo putativo Colosio. Si eso hacían con sus aliados ¿qué nos podíamos esperar sus rivales! Los priístas nunca entendieron.
El PAN tampoco entendió como lo mostró el Comandante Borolas. Y si me apuran un poco están peor. Además de que prefieren el uso de la fuerza y ordenar que vayan a matar a los miembros del crimen organizado, quieren todavía imponer reglas que ya no son de este siglo. El PAN anda viviendo como uno o dos siglos atrás, pero con las costumbres de este siglo XXI. Ah, porque eso sí, les encanta la concupiscencia, los placeres actuales que incluyen la libertad sexual extrema con respecto a tiempos pasados, la tecnología e incluso la embriaguez. Como me dijo un panista, un familiar muy cercano, lamentablemente panista, pero a la vez muy querido (algo así como un hijo descarriado y malacabeza): “El PAN se quedó sin banderas. Hoy no defendemos la moral cristiana; no defendemos, salvo excepciones no muy recomendables, a la familia; no defendemos la decencia. Nos hemos vuelto iguales que la gente de izquierda”. Pero sí quieren el exterminio.
Los únicos que, al parecer, hemos entendido la lección somos los de izquierda y también el pueblo mexicano en general. Estamos juntos en este país y tenemos que convivir todos. Incluso los criminales porque no hay pena de muerte en México, así que todos tenemos que vivir mientras nuestro cuerpo dé para ello. Los que merezcan la pena máxima por los más terribles crímenes que hubieran cometido, que vayan a la cárcel; la pérdida de la libertad es semejante a la pérdida de la vida.
México perdió a muchos de sus más grandes hombres en la época de la Revolución. Y es muy de lamentar que no los mejores, no los más humanistas, no los que amaban al pueblo fueron los que ganaran la Revolución (con la excepción luminosa de mi general Lázaro Cárdenas).
Y el pueblo mexicano soportó la terrible hecatombe que fue la Revolución. Luego soportó un gobierno terrible, ladrón y asesino, a pesar de que las consignas para los levantamientos armados no fueron escasas (las guerrillas urbanas de los años 70 y 80, los levantamientos campesinos de Genaro Vázquez y Lucio Cabañas, el movimiento armado del EZLN, entre otros), el pueblo escogió la vía pacífica y la aplicó de la manera más contundente. Morena tiene una misión histórica, vamos a ver si está a la altura del reto.
Y nuestros grandes hombres que vivan y que aporten a la patria. No más las muertes prematuras de los Felipe Ángeles, de los Emiliano Zapata, de los Pancho Villa, de los Flores Magón y tantos más que hubieran hecho de México una nación más grande y mejor para todos los mexicanos.
Por lo pronto, deshagámonos de toponimias oprobiosas; no más vergüenzas para los lugares que habitamos como la de Venustiano Carranza, Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles, Gustavo Díaz Ordaz, Carlos Hank González, Luis Echeverría Álvarez, José López Portillo, Carlos Salinas de Gortari, et al.
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miércoles, 13 de noviembre de 2019

Texto de agradecimiento por el reconocimiento de la I y B Sociedad de Geografía y Estadística del Edo. Méx.



Bueno, ayer 12 de noviembre, en Toluca, nos entregaron un reconocimiento por la trayectoria en el ámbito de la creación (y la publicación) de obra literaria. Se le agradece a Sergio García, secretario general de talleres literarios del Estado de México, por habernos propuesto a Jorge Arturo Borja y a un servidor. Pues algo de lo más bonito es que esto ocurra en el día del natalicio de nuestra madre literaria en español, Sor Juanita. El siguiente es el texto, no leído, en el acto de recepción de este reconocimiento.
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Nuestra madre, al hablar de literatura en español.

Señores y señoras, amigos todos:
Lo único que es posible en momentos como este es agradecer. Recibir un reconocimiento es como ingerir un alimento altamente proteínico, te alimenta de formidable manera, te nutre y te fortalece. Las proteínas terminan formando parte de ti mismo, son tus músculos, las fibras más fuertes de tu cuerpo; pero también estos alimentos provocan la más intensa acumulación de colesterol en las venas que, si uno se abandona, puede matarlo. Los honores alimentan al alma, al ego. Pero llegan a provocar la egolatría o peor, la egomanía, que es peor que el colesterol y que si este residuo tapa el corazón, las alabanzas pueden obstruir los canales por los que circula la sustancia del arte.
Los honores y los amores deben aceptarse siempre ―cierto, habría que rechazarlos alguna vez, cuando son tóxicos, cuando vienen envenenados―; pero cuando son desinteresados hay que aceptarlos siempre, aunque no siempre estemos convencidos de que los merecemos.
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Con Jorge A. Borja entonando el himno nacional en plena ceremonia.

En el caso de los amores alguna vez habrá habrá uno llegado a decir “¿Pero por qué esta mujercita me ama?, no sé si lo merezco. Pero que bueno que ocurre”.
En el de los honores es casi igual. “No sé por qué me quieren dar un reconocimiento, no sé si lo merezca, pero qué bueno que así ocurre”. Y lo argumento...
Con el pergamino.

Hemos dedicado más de la mitad de nuestra vida a la creación, a pergeñar la obra de arte. Diría Robert Graves, a servir a la Diosa Blanca. Y, no exagero, hemos puesto el tiempo de nuestra vida en juego para eso. En la cultura del narco, que nada tiene que ver en el contexto en que nos encontramos, se dice que “El que se juega la vida en un momento, tiene derecho a pedirlo todo”. Las similitudes son grandes con la salvedad del tiempo. Ellos se juegan la vida en un momento, prefieren morir muy jóvenes, nosotros nos la jugamos en todo el transcurso vital, hasta que, como en mi caso, nos hemos hecho viejos lidiando; buscando y, entre más viejos y más corridos y más hemos buscado, ahora encontramos mucho más frecuentemente que antes.
Pero si bien idealmente, como poeta del romanticismo, servimos a la Diosa Blanca, en el mundo terrenal servimos a nuestra gente, a nuestra patria. Las destrezas acumuladas, el conocimiento que hoy nos habita, el virtuosismo que hemos generado en nosotros lo ponemos en manos de todo aquel que lea uno de nuestros libros, que asista a alguna de las charlas o conferencias o escuche nuestras clases.
Publicado por Pterocles Arenarius en 12:24 No hay comentarios:

martes, 24 de septiembre de 2019

Jorge Arturo Borja, escritor


Doce razones para leer Cualquiera puede matar

Jorge Arturo Borja

Conocí a Pterocles Arenarius hace casi 35 años, en el taller de Edmundo Valadés, y desde entonces hemos mantenido una entrañable amistad, resistente a las diferencias y sinsabores de la vida. Tal vez por eso y porque realmente he ponderado el valor de su obra desde que empecé a leerlo, sea yo el menos indicado para hablar de sus libros de manera objetiva. Sin embargo en esta ocasión, el reconocimiento y la valoración que autores de la importancia del Maestro Agustín Ramos, el Historiador y poeta Sergio García Díaz o el Doctor en Sociología Fernando Beltrán, han hecho acerca de su más reciente novela, me incitan a sumarme al aprecio general que está obteniendo su literatura.
En principio quisiera mencionar que aunque los libros de Pterocles se hallan al margen de la gran industria editorial, este escritor se ha ido colocando como un autor de culto para quienes buscan en sus obras el realismo y las emociones fuertes, mezcladas con la serena experiencia de la sabiduría que caracteriza la narrativa de Arenarius, una especie de mensaje de pasión y sobrevivencia que un viejo desengañado deja a las nuevas generaciones llenas de escepticismo y desidia. 
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Eusebio Ruvalcaba, Jorge A. Borja
 
Cualquier puede matar, cuyo subtítulo El episodio Balandrán, la hace aún más sugestiva, es una novela de muy variados registros, por lo cual resulta difícil encasillarla dentro de un subgénero literario. Esta combinación que en otro autor hubiera resultado un desastre y una franca desorientación para sus seguidores, en el caso de Arenarius da como resultado una novela con cierta densidad filosófica pero ligera como un divertimento.
Podría hacer un análisis más detallado de esta narración o intentar ubicarla en su justa medida dentro de la obra de un polígrafo que lo mismo ha publicado ensayo, crónica, cuento que novela. Sin embargo, soslayando las intenciones críticas, en esta ocasión voy a ceder el espacio a las preferencias lectoras para enumerar las razones por las cuales recomiendo Cualquiera puede matar.

1.- Porque de primera impresión se puede decir que esta novela es un thriller, una novela negra, y de esta manera pueden disfrutarla los lectores afectos a este subgénero que se caracteriza porque en la búsqueda de castigar un delito individual se descubre la podredumbre social. Así en Cualquiera puede matar, las palabras de un asesino que hace del antihéroe perfecto se pueden interpretar como protesta y denuncia en contra de un sistema criminal, basado en la expoliación de los más débiles, una sociedad en que las grandes fortunas, como se afirma en el texto, se fundan en “(…) grandes crímenes o al menos descomunales latrocinios. Los más ricos del mundo saben bien que sus inmensas riquezas siempre son resultado del despojo”.
Jorge A. Borja, Pterocles Arenarius

2.- Porque en esta novela se asiste a la sólida construcción de un protagonista, Casimiro Rual, quien actualizando la ruta del héroe mítico, parte de ser un individuo mediocre, un contador de existencia poquitera que se casa con una empleadita de tienda, para convertirse sin proponérselo, en asesino, fugitivo, teporocho y taquero; y para culminar de manera decidida como chamán y filósofo, todo por el mismo boleto de matar a su cuñado. Este periplo evoca sin duda aquella antigua sentencia del terrible Nietzche: “Al final, todas tus pasiones se convirtieron en virtudes y tus demonios en ángeles.” (Federich Nietzche. Así habló Zarathustra, I,64).

3.- Porque entre sus capítulos también puede encontrarse una realidad aparte, en que la magia y las enseñanzas esotéricas son la puerta final hacia el cumplimiento del destino del protagonista, quien recibe el apoyo y las lecciones de un Juan Matus que ejerce de matancero en plena sierra.
Fernando Beltrán, Pterocles, Borja y esa novela

4.- Porque también se habla de los abismos a donde conduce el amor, no como un camino de redención, sino como un instinto, como un demonio de transformación que lleva muy lejos las intenciones de quien lo experimenta a fondo y que puede acabar convertido en un santo o una bestia. Casimiro Rual mata por Laura Adela y después vive por Camila.

5.- Porque la firme estructura del texto redondo, que lo mismo recurre a la prolepsis que a la analepsis (flash back o flash forward para los videófilos), permite encarrilar al narrador en una montaña rusa de emociones que, de acuerdo con las exigencias de cada episodio, va adaptándose a los distintos tonos y convenciones de los subgéneros que se presentan.
Portada, El hijo desobediente, técnica mixta, Iván Villaseñor

6.- Porque las personas, como es mi caso, que conocen de las delicias y desdichas de los excesos etílicos, pueden encontrar un magnífico reflejo y la sabiduría de un “maestro bebedor” que ha visitado las glorias del alcohol y el inframundo de las crudas para obtener de ese viaje un conocimiento inestimable formulado en certeros aforismos. Aquí van algunos…

  • “(…) los ojos de Dios observan al mundo a través de los ojos del borracho y le regalan a éste tal visión. La embriaguez consiste en que el espíritu divino te hace su posesión y te provoca el gozo que sólo los dioses viven.”
Seis escritores: Lailson, Román, Montelongo, Borja, Santoyo, Pterocles

  • “Sin duda el Supremo Hacedor vive pedísimo siempre, por eso no le aterra la eternidad. Y lo más maravilloso de todo es que Él no tiene crudas.”

  • “El peso de la embriaguez es monstruoso, pero sólo cuando no está en su esplendor, porque cuando el alcohol recién ha hecho estallar la gloria, la alegría, dentro de uno, el niño que siempre se ha llevado dentro y que el chínguere deja salir, viene a divertirse.”
(Pterocles Arenarius. Cualquiera puede matar. Página 88).

  • “Casi todo lo que es nuestra vida es la cruda de Dios. ¡Chínguese cabrón!”

  • “(…) después de la peda viene el peso, el aplastamiento, el precio a pagar por el goce divino, el negro desquite del trago. Es en la cruda donde se ve de qué está hecho un hombre.”

  • “El que tiene los tamaños para crear la alegría en medio de la agonía que es la cruda, ese es un verdadero gran hombre.”
Max Rojas, Pterocles, Borja

7.- Porque retrata con singular realismo, con esa nítida verdad que componen las mentiras de la literatura, los laberintos del albañal en que repta la mayor parte de la policía mexicana y los abogados y jueces que “administran la justicia”, quienes siempre se han dedicado a defender los derechos de los privilegiados y a extorsionar a los ciudadanos que no cuentan con recursos ni influencias; además de reprimir, matar y desaparecer a quienes protestan por esta infame situación.

8.- Porque la lectura apasionada de esta novela puede justificar ese oscuro atavismo que impele al buen salvaje, al antihéroe, al enemigo de la modernidad que habita en cada uno de nosotros, a destruir las instituciones o exterminar a los seres que las representan cuando ya se hallan totalmente corrompidas.
Pterocles, por Zurbaran

9.- Porque desenmascara esa búsqueda de “La Felicidad” que los libros de autoayuda y los cursos de coaching han convertido en mercancía. Y afirma con conocimiento de causa que una sociedad enferma, como la que vivimos, jamás dará felicidad a sus ciudadanos, y que por el contrario, su naturaleza despiadada e individualista acabará destruyéndolos si no logran adecuarse a sus brutales injusticias.

10.- Porque detrás de las desdichas y desvaríos de Casimiro Rual siempre se halla la misma pregunta que se hace cada conciencia: “¿para qué se viene a esta vida tan absurda y llena de dolor?” Y el protagonista la responde de diversas maneras.

11.- Porque Pterocles Arenarius demuestra en su escritura oficio en las letras y experiencia en la vida. Demuestra oficio para contar una historia de principio a fin, entreteniendo y combinando de manera muy solvente varios subgéneros. Y porque entre la sucesión de escenarios sórdidos va dosificando reflexiones que sirven para generar la anagnórisis (toma de conciencia) del personaje, pero también las claves con las que se puede interpretar la realidad del mundo circundante.

12.- Y al final, vale la pena leer Cualquiera puede matar, simplemente porque es una buena novela, de esas que aun cuando el autor desaparezca de esta tierra, sus palabras quedarán crepitando en la memoria con el fuego frío que solo alcanza el arte verdadero.

Publicado por Pterocles Arenarius en 11:34 No hay comentarios:

viernes, 20 de septiembre de 2019

Texto de Fernando Beltrán, doctor

Fernando Beltrán Nieves 


Algunas coordenadas mínimas para entrarle a la nueva novela de Pterocles Arenarius


Fanático de las ciencias matemáticas, Edgar Allan Poe trasladó el espíritu geométrico a la narración en 1841 con “Los crímenes de la rue Morgue” y, con ello, Poe fundó un nuevo género literario: el policial, también conocido como clásico policial o novela policial de enigma. Tanto en francés como en español la palabra morgue alude a la muerte. Si lo observamos más de cerca, no es ocioso preguntarse por las conexiones que existen entre los que estudian matemáticas y los que se interesan por el crimen. Ya ven aquí, entre nosotros y en la Venus. Pterocles Arenarius estudió ingeniería en el Politécnico y ahora resulta que escribió otra novela sobre crímenes.
Autor de Cualquiera puede matar
 
El corazón del clásico policial se concentra en las lecturas, frecuentemente inesperadas o heterodoxas, que hace el detective sobre indicios desperdigados, a menudo ocultos, en aras de dar con los culpables. El policial cree por encima de todo en la reflexión y en la investigación, muestra cómo un detective hace uso privado de la razón para resolver un enigma.
Walter Benjamin, por otra parte, observó que el crecimiento de las urbes y el anonimato que favorecía ese crecimiento no sólo impulsó el desarrollo de la fotografía y la numeración de las calles, el fichaje y la tecnología que hacía posible la identificación de las huellas dactilares, sino que fue la atmósfera social para la producción de los relatos policiales.
Resultado de imagen de edgar allan poe
Poe, fundador del subgénero policíaco
Poe inventó el género en Estados Unidos cuando Estados Unidos era una periferia cultural, pero fructiferó en Inglaterra. La legalidad y las aventuras, aspectos medulares de la tradición cultural de la isla, cobijaron al género y lo potenció. Sin embargo, los límites eran claros: para redoblar los efectos del enigma, las motivaciones al crimen eran gratuitas o estaban sublimadas y el género no cuestionó jamás las instancias de la procuración de la justicia, creyó ciegamente en la policía y los tribunales.
El género, sin embargo, no pudo neutralizar la parodia porque tiempo después hubo relatos, manufacturados por la mancuerna Borges y Bioy Casares escondidos bajo el autor ficcional de Bustos Domecq, que inventaron al personaje Isidro Parodi quien resolvía las charradas desde una fatigosa habitación de una penitenciaría. Borges difundió con gran eficacia el género policial y quizá fue el mejor exponente del género escrito en español. “La muerte y la brújula”, publicado en 1942, en el libro Ficciones me parece, es quizá un monumento al género policial.
Fue en los Estados Unidos de los años de 1920, particularmente alrededor de la crisis mundial del 29, unos años tenebrosos y en ascenso de las mafias, la prohibición del alcohol y los gánsteres, que los escritores estadounidenses del género lo modificaron sustantivamente hasta el grado tal de crear otro, conocido ampliamente después de la segunda guerra mundial, como el género negro. Las motivaciones al crimen eran claramente explícitas. El dinero y el poder siempre despiertan las bajas pasiones, que muy a menudo concluyen en sangre y muerte.
La portada, obra de Iván Villaseñor Castañeda

Este género postula que sobre el crimen es posible comprender lo que realmente está en juego en sociedades como las nuestras: desiguales, polarizadas, capitalistas. Bajos las exigencias del realismo más puro y denso, los antiguos límites del género policial fueron trastocados, tanto más si el escritor se proponía trabajar con los nodos de la sociedad capitalista.
Bajo la óptica del género negro, uno fácilmente puede contrastar el abismo que existe entre lo que la sociedad dice sobre sí misma (todos somos libres, todos tenemos las mismas oportunidades, etcétera) y lo que el crimen desnuda sobre ella: nadie está a salvo, el peligro nos ronda a todos, dude de todo y de todos, particularmente de los más cercanos.
A diferencia del género clásico policial, el género negro sufre tensiones. Petros Markaris, escritor griego de policiales, observa que la novela policial suele rondar más bien la pregunta por el quién y la novela negra se cuestiona por el por qué. ¿Por qué sería un crimen, digamos, el asalto violento a un banco? Muy cerca de lo que había dicho Bertolt Brecht: “Robar un banco es un delito, pero más delito es fundarlo”. ¿Quién se convierte en criminal desde los ojos del Estado? Juan Sasturáin, autor argentino del género, ha hecho notar que hay muchas novelas negras en las que el detective está ausente, pues no se desarrolla ninguna investigación. La identificación del lector no se produce con un detective sino con las víctimas. Es el caso del escritor David Goodis. Y hay otras ficciones del estilo de Jim Thompson, en las que están contadas desde el asesino, que suele ser un policía.
La imagen puede contener: Fernando Beltrán, sonriendo, barba y primer plano
Dr. Fernando Beltrán
En resumen, el género negro sabe que el sistema no castiga a sus hombres, sino que los premia. El negro sabe que los encargados de hacer guardar la ley son los que muy a menudo la impugnan. Sabe que los que deben aplicarla, son potenciales asesinos.
Si el género negro ha funcionado siempre como una llave maestra en la narrativa para entrarle a los núcleos fundamentales de las sociedades capitalistas, ya se imaginarán lo que los escritores contemporáneos postulan o encuentran en sociedades subdesarrolladas y pobres, latinoamericanas en suma, la mexicana en particular.
Estas son algunas coordenadas mínimas para entrarle a esta nueva novela de Pterocles Arenarius. Nos ofrece un nuevo pretexto para seguir interesados en la literatura, para agudizar nuestros sentidos y problematizar y conversar del hoyo negro donde nos encontrábamos y quizá de dónde hemos salido.
Autor y su producto
 
No me resta decir que siempre es un triunfo la publicación de un nuevo libro. Un libro es una réplica de la eterna disputa entre la civilización y la barbarie.





Publicado por Pterocles Arenarius en 12:05 No hay comentarios:

domingo, 1 de septiembre de 2019

Tomar la palabra, Agustín Ramos (Cualquiera puede matar)

Cualquiera puede matar

Agustín Ramos
(La Jornada Semanal 1 septiembre 2019)

Nuestra historia, como todos saben, la hacen los vendedores, el bien y el mal lo escriben y describen los dantescos pedantescos transnacionales, el arte y el pensamiento vencedor y exportador lo ejecuta una élite, los valores todavía soplan en una bolsa financiera volátil y bursátil, más enferma ridícula y más momia global que los linajes de sangre azul... Sin embargo: ¡Alerta sísmica, en la República Bananera de las Letras, acaba de aparecer Cualquiera puede matar en el sello de Eterno Femenino Ediciones (efe)! Al margen de los diseñadores de la moda, la complacencia histórica y el canon literario, Pterocles Arenarius cuenta vidas con materiales reales, con conocimiento-de-causa. Estamos de nuevo ante la estética de la humildad, que no consiste en hacer apología de la pobreza, sacar agua potable del subsuelo de la miseria y tampoco en usufructuar la derrota, la sordidez ni el tremendismo. La estética de la humildad no ensalza al pendejo bueno y recontra jodido, tampoco contrasta o le hace el juego a los valores del mercado, este ajedrez de Arenarius es de otra clase. En Demoníaca (Historia de una maldita perra) (EFE), le pasa el espejo inmisericorde a la lujuria de las jerarquías altas. En Una muerte inmejorable (De Otro Tipo, Editorial), ilustra la victoria posible, redonda, sobre la provincia moral. Y en sus cuentos y crónicas saca brillo al calumniado, a esa santa nobleza que aparece como rata en fiesta fresa, a la ternura amiga y residual que ocupa el vacío del amor desfigurado.
No hay descripción de la foto disponible.
La novela de marras en la Feria del Poli

Cualquiera puede matar comienza con el diálogo filosófico (todo filosofar es monólogo) de un matancero a mitad de su vida con un cerdo en plenitud. Esta novela fantástica se pudo titular “Tribulaciones de un mexicano en México”, porque al infierno se llega a pie y en transporte colectivo. El protagonista no es el norteño sácale punta y sentimentaloide, ni el bibliófilo impostado que “fatiga” los lugares comunes de la erudición y la intriga, no es el James Bond simpaticón y atractivo que sale un poco (sólo un poco) de los anuncios de desodorante y ropa de marca, sino un simple mexicano. Como piedra en el zapato, este mexicano se cuela a la Historia, no para cometer magnicidio ni mucho menos para estropear la maquinaria del Estado, sino para algo peor, ejecutar minimicidios (decir hominicidios sería más exacto) y revelar con ello el funcionamiento de Leviatán. Sólo por enamorarse, este oficinista desafía no a la muerte –eso es lo de menos, cualquiera puede–, sino a la célula primordial de la sociedad, la familia. Su heroísmo es fortuito y nace de una valentía término medio, de la inexperiencia juvenil, de la fe en salir indemne de donde se ha metido: una madriguera de policías de tercera y última generación; judiciales de abolengo, pues. Desde ahí, como indigente y matancero, padecerá al agente del Ministerio Público traga tortas, al juez incalificable subastador de amparos, al cortejillo de magistrados sin vergüenza igual de ruines que los ensotanados de la otra Ley.
La imagen puede contener: 5 personas, incluido Pterocles Arenarius
Cualquiera puede matar es la radiografía completa del aparato estatal de seguridad (la garante de la inseguridad ciudadana), desde donde se instrumenta hasta donde se le da carpetazo a la barbarie planificada. Y lo que mueve a este mexicano en su recorrido es el amor, un amor cada vez más deteriorado. Novela fantástica, sí, pero también de aventuras, no la típica de policías y ladrones, sino de policías y alguien sin más pretensiones, que no requiere de metamorfosis para encarnar material, puntual, insólitamente en nuestra literatura, al individuo social y corriente capaz de hacer lo que cualquiera en sus circunstancias, en una atmósfera de violencia, crímenes y demás vías hacia el progreso económico, político y social. Así que sin quererlo, sin decidirlo, sin pensarlo, reducido al anonimato extremo, el matancero la hará de vengador en un país lesionado por guerras ajenas en las que cualquiera puede matar.

Agustín Ramos, Pterocles Arenarius

Publicado por Pterocles Arenarius en 21:23 No hay comentarios:
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Pterocles y el famoso Pteroclitos

Pterocles y el famoso Pteroclitos
En el aeropuerto de la Ciudad de México, una foto de Pteroclitos que aprovecha el viejo Pterocles

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