martes, 24 de septiembre de 2019

Jorge Arturo Borja, escritor


Doce razones para leer Cualquiera puede matar

Jorge Arturo Borja

Conocí a Pterocles Arenarius hace casi 35 años, en el taller de Edmundo Valadés, y desde entonces hemos mantenido una entrañable amistad, resistente a las diferencias y sinsabores de la vida. Tal vez por eso y porque realmente he ponderado el valor de su obra desde que empecé a leerlo, sea yo el menos indicado para hablar de sus libros de manera objetiva. Sin embargo en esta ocasión, el reconocimiento y la valoración que autores de la importancia del Maestro Agustín Ramos, el Historiador y poeta Sergio García Díaz o el Doctor en Sociología Fernando Beltrán, han hecho acerca de su más reciente novela, me incitan a sumarme al aprecio general que está obteniendo su literatura.
En principio quisiera mencionar que aunque los libros de Pterocles se hallan al margen de la gran industria editorial, este escritor se ha ido colocando como un autor de culto para quienes buscan en sus obras el realismo y las emociones fuertes, mezcladas con la serena experiencia de la sabiduría que caracteriza la narrativa de Arenarius, una especie de mensaje de pasión y sobrevivencia que un viejo desengañado deja a las nuevas generaciones llenas de escepticismo y desidia. 
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Eusebio Ruvalcaba, Jorge A. Borja
 
Cualquier puede matar, cuyo subtítulo El episodio Balandrán, la hace aún más sugestiva, es una novela de muy variados registros, por lo cual resulta difícil encasillarla dentro de un subgénero literario. Esta combinación que en otro autor hubiera resultado un desastre y una franca desorientación para sus seguidores, en el caso de Arenarius da como resultado una novela con cierta densidad filosófica pero ligera como un divertimento.
Podría hacer un análisis más detallado de esta narración o intentar ubicarla en su justa medida dentro de la obra de un polígrafo que lo mismo ha publicado ensayo, crónica, cuento que novela. Sin embargo, soslayando las intenciones críticas, en esta ocasión voy a ceder el espacio a las preferencias lectoras para enumerar las razones por las cuales recomiendo Cualquiera puede matar.

1.- Porque de primera impresión se puede decir que esta novela es un thriller, una novela negra, y de esta manera pueden disfrutarla los lectores afectos a este subgénero que se caracteriza porque en la búsqueda de castigar un delito individual se descubre la podredumbre social. Así en Cualquiera puede matar, las palabras de un asesino que hace del antihéroe perfecto se pueden interpretar como protesta y denuncia en contra de un sistema criminal, basado en la expoliación de los más débiles, una sociedad en que las grandes fortunas, como se afirma en el texto, se fundan en “(…) grandes crímenes o al menos descomunales latrocinios. Los más ricos del mundo saben bien que sus inmensas riquezas siempre son resultado del despojo”.
Jorge A. Borja, Pterocles Arenarius

2.- Porque en esta novela se asiste a la sólida construcción de un protagonista, Casimiro Rual, quien actualizando la ruta del héroe mítico, parte de ser un individuo mediocre, un contador de existencia poquitera que se casa con una empleadita de tienda, para convertirse sin proponérselo, en asesino, fugitivo, teporocho y taquero; y para culminar de manera decidida como chamán y filósofo, todo por el mismo boleto de matar a su cuñado. Este periplo evoca sin duda aquella antigua sentencia del terrible Nietzche: “Al final, todas tus pasiones se convirtieron en virtudes y tus demonios en ángeles.” (Federich Nietzche. Así habló Zarathustra, I,64).

3.- Porque entre sus capítulos también puede encontrarse una realidad aparte, en que la magia y las enseñanzas esotéricas son la puerta final hacia el cumplimiento del destino del protagonista, quien recibe el apoyo y las lecciones de un Juan Matus que ejerce de matancero en plena sierra.
Fernando Beltrán, Pterocles, Borja y esa novela

4.- Porque también se habla de los abismos a donde conduce el amor, no como un camino de redención, sino como un instinto, como un demonio de transformación que lleva muy lejos las intenciones de quien lo experimenta a fondo y que puede acabar convertido en un santo o una bestia. Casimiro Rual mata por Laura Adela y después vive por Camila.

5.- Porque la firme estructura del texto redondo, que lo mismo recurre a la prolepsis que a la analepsis (flash back o flash forward para los videófilos), permite encarrilar al narrador en una montaña rusa de emociones que, de acuerdo con las exigencias de cada episodio, va adaptándose a los distintos tonos y convenciones de los subgéneros que se presentan.
Portada, El hijo desobediente, técnica mixta, Iván Villaseñor

6.- Porque las personas, como es mi caso, que conocen de las delicias y desdichas de los excesos etílicos, pueden encontrar un magnífico reflejo y la sabiduría de un “maestro bebedor” que ha visitado las glorias del alcohol y el inframundo de las crudas para obtener de ese viaje un conocimiento inestimable formulado en certeros aforismos. Aquí van algunos…

  • (…) los ojos de Dios observan al mundo a través de los ojos del borracho y le regalan a éste tal visión. La embriaguez consiste en que el espíritu divino te hace su posesión y te provoca el gozo que sólo los dioses viven.”
Seis escritores: Lailson, Román, Montelongo, Borja, Santoyo, Pterocles

  • Sin duda el Supremo Hacedor vive pedísimo siempre, por eso no le aterra la eternidad. Y lo más maravilloso de todo es que Él no tiene crudas.”

  • El peso de la embriaguez es monstruoso, pero sólo cuando no está en su esplendor, porque cuando el alcohol recién ha hecho estallar la gloria, la alegría, dentro de uno, el niño que siempre se ha llevado dentro y que el chínguere deja salir, viene a divertirse.”
(Pterocles Arenarius. Cualquiera puede matar. Página 88).

  • Casi todo lo que es nuestra vida es la cruda de Dios. ¡Chínguese cabrón!”

  • (…) después de la peda viene el peso, el aplastamiento, el precio a pagar por el goce divino, el negro desquite del trago. Es en la cruda donde se ve de qué está hecho un hombre.”

  • El que tiene los tamaños para crear la alegría en medio de la agonía que es la cruda, ese es un verdadero gran hombre.”
Max Rojas, Pterocles, Borja

7.- Porque retrata con singular realismo, con esa nítida verdad que componen las mentiras de la literatura, los laberintos del albañal en que repta la mayor parte de la policía mexicana y los abogados y jueces que “administran la justicia”, quienes siempre se han dedicado a defender los derechos de los privilegiados y a extorsionar a los ciudadanos que no cuentan con recursos ni influencias; además de reprimir, matar y desaparecer a quienes protestan por esta infame situación.

8.- Porque la lectura apasionada de esta novela puede justificar ese oscuro atavismo que impele al buen salvaje, al antihéroe, al enemigo de la modernidad que habita en cada uno de nosotros, a destruir las instituciones o exterminar a los seres que las representan cuando ya se hallan totalmente corrompidas.
Pterocles, por Zurbaran

9.- Porque desenmascara esa búsqueda de “La Felicidad” que los libros de autoayuda y los cursos de coaching han convertido en mercancía. Y afirma con conocimiento de causa que una sociedad enferma, como la que vivimos, jamás dará felicidad a sus ciudadanos, y que por el contrario, su naturaleza despiadada e individualista acabará destruyéndolos si no logran adecuarse a sus brutales injusticias.

10.- Porque detrás de las desdichas y desvaríos de Casimiro Rual siempre se halla la misma pregunta que se hace cada conciencia: “¿para qué se viene a esta vida tan absurda y llena de dolor?” Y el protagonista la responde de diversas maneras.

11.- Porque Pterocles Arenarius demuestra en su escritura oficio en las letras y experiencia en la vida. Demuestra oficio para contar una historia de principio a fin, entreteniendo y combinando de manera muy solvente varios subgéneros. Y porque entre la sucesión de escenarios sórdidos va dosificando reflexiones que sirven para generar la anagnórisis (toma de conciencia) del personaje, pero también las claves con las que se puede interpretar la realidad del mundo circundante.

12.- Y al final, vale la pena leer Cualquiera puede matar, simplemente porque es una buena novela, de esas que aun cuando el autor desaparezca de esta tierra, sus palabras quedarán crepitando en la memoria con el fuego frío que solo alcanza el arte verdadero.

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