lunes, 13 de octubre de 2025

Libro 35

 Posiblemente habrá quien —si lee lo que sigue— diga que soy un pinche viejo presumido. Pero, no li’aunque. Así que va como ejercicio de inmodestia. Llevo 35 libros leídos en el año. A modo de justificación digamos como Borges “Que otros se jacten de lo que han escrito, yo me jacto de lo que he leído”. 6857 páginas (en 286 días: casi 24 páginas diarias en promedio. Perdón pero vive en mí una leve obsesión por las cifras. Deformación académica). Bueno, digamos que es mi chamba, leer antes que nada y luego, escribir aunque no tuviera nada que decir. Pues el libro 35 del año (y conste que voy un poquito atrasado, porque es la semana 37 y la pretensión es la lectura hebdomadaria de un libro), digo, el libro 35 es Raíces, de Alex Haley. Lectura tardía porque esta novela histórica se publicó en 1977 en español. Lo vengo a leer hasta ahora por, lo confieso, un prejuicio. Raíces llegó a ser un llamado best seller y suele ocurrir que los libros muy vendidos suelen ser grandes vulgaridades. Pero esos libros también nos llegan a dar agradecibles sorpresas. Y, por otra parte, confieso una de mis manías de viejo: a cada libro que leo le hago una breve reseña (es que a estas alturas la memoria de corto plazo se va deteriorando aceleradamente. Los viejos recordamos nuestros tiempos de infancia, de adolescencia y acaso de juventud, pero lo que nos va ocurriendo en las proximidades temporales se nos escapa casi masivamente). Lo que sigue es lo que suscitó Raíces de Alex Haley.

Que otros se jacten...


35. Raíces, Alex Haley. Título original Roots. Traducción de Rolando Costa Picazo. 1976, Alex Haley. 1977, Emecé Editores, Buenos Aires. 1984, por la edición Best Sellers Origen/Planeta. 470 pp. 13 de octubre de 2025, 11:00. Casita.
Una de las grandes novelas leídas en este año. Demostración de que, para crear la gran obra, se requieren, imprescindiblemente, oficio (que desarrolló el autor como un inmenso lector, como periodista y luego como cuentista a lo largo de muchos años); tremendas emociones (las que le inculcaron desde que era un crío con las historias de su antepasado africano y que redescubrió en algún momento de su madurez) y la sabiduría (la propia que hizo él mismo (la que hacemos todos en la vida) y la no menos importante de su investigación de doce años que incluyó viajes a África, entrevistarse con el libro viviente —un ser humano que se dedica a memorizar la historia de su pueblo: una reminiscencia de los tiempos en que el lenguaje escrito no existía— llamado Griot en el lenguaje de los Mandinkas, investigar en Nueva York, en Washington, en el puerto gringo en que desembarcaron a su antepasado Kunta Kinte, en las plantaciones donde estuvo trabajando como esclavo, etc.). La novela describe uno de los grandes crímenes gringos de la historia: el tráfico de personas que llevaron a cabo durante quizás un siglo, los ingleses, los españoles, los portugueses y posiblemente los franceses y holandeses. Raíces está escrito con una inmensa rabia que surgió en un escritor negro que estaba incorporado de la manera más plena al sistema gringo, incluso había participado como soldado norteamericano en el final de la Segunda Guerra Mundial y hasta en la Guerra de Corea. Cuando nos enteramos de la verdad del tráfico de negros no puede surgir más que indignación y dolor. Se nos prende un sentimiento de vergüenza ajena. Pero los gringos deben varios crímenes monstruosos que serían oprobio de lo humano. Quizá el primero sea el exterminio y discriminación de los indios de Norteamérica. El segundo sería la esclavitud de los negros a lo largo quizá de un par de siglos. El tercero de sus crímenes inhumanos sería las bombas atómicas contra Hiroshima y Nagasaki. Y no hay que dejar de anotar la guerra de rapiña contra México para que nos robaran más de la mitad del territorio que era parte de nuestro país. Más lo que ya han acumulado y siguen (la guerra de Vietnam, la destrucción de Irak, el genocidio contra el pueblo palestino, etc.) y lo que pudieran agregar en su acelerada y espectacular decadencia actual. Por último no puedo dejar de anotar las denuncias que hubo en contra del autor Alex Haley (por cierto su apellido es igual al nombre del cometa que llegó a ver Isaac Newton). Pues ocurre que un escritor negro, Harlod Courlander escribió una novela que se llama El Africano y aquél acusó a Haley de que 81 fragmentos de Raíces fueron evidentemente tomadas de El Africano. Habla de que muchos de los episodios de la vida en África fueron plagiados. En Wikipedia se dice que el asunto se arregló con 650 mil dólares que Haley le dio a Courlander, además de aceptar que hay coincidencias entre los dos libros; y no olvidemos que Raíces terminó por hacer famoso a El Africano. Haley dijo que él no había leído esa novela sino hasta después de haber escrito Raíces. Pero otro güey desmintió a Haley y le dijo que ambos habían comentado aquella novela en 1970. No es tan raro que haya plagios inconscientes. Uno ha leído de pronto demasiados libros que, en estado de vigilia, se olvidan, pero su huella queda en uno sin que lo sepa de manera consciente. De cualquier modo, todo apesta a que, primero, los gringos güeros encontraron a un negrito domesticado que quería escribir la historia genealógica de su familia. Como era domado les pareció perfecto —Haley incluso había ido a la guerra con el ejército gringo— Pero termina la novela y la publica; pero el país gringo no sólo sale muy mal puesto, sino que Haley habla de crímenes espantosos, asesinatos, inhumanidad y genocidio en contra de los negros. Entonces los gringos se enfurecen y tratan de hacerle la vida un infierno al negro que los puso tan mal. Luego se anota, ya en otro ámbito, que algunos historiadores gringos (¿blancos?, no se dice, pero seguramente así es) establecen que Kunta Kinte, el héroe protagonista de la primera parte de Raíces sí existió, pero llegó a EU mucho después, unos 80 años posteriores a la época en que la novela narra la vida del negro que fuera secuestrado y esclavizado para el resto de su vida. Luego dicen que no era Gambia la tierra de origen de Kunta Kinte, como dice la novela y que el Griot fue entrenado especialmente para que le dijera a Alex Haley lo que él quería oír. Es decir, le desbaratan toda su novela o al menos pretenden quitarle todo lo histórico. No es nuevo que los gringos WASP intenten destruir a un negro que hubiera logrado el éxito en su propio estilo de los racistas güeros. Lo hicieron con el gran peleador Joe Louis a quien condujeron a la miseria a punta de impuestos; lo hicieron con Muhammad Alí al suspenderlo para que no pudiera pelear durante cuatro años cuando era el mejor peleador del mundo. ¿Sería raro que lo intentaran con Alex Haley? Al final, no importa. Raíces termina siendo un terrible (y extraordinario) documento, además, una notable obra de arte, para la historia de los Estados Unidos y lo peor para el imperio: es altamente verosímil, es decir, ni siquiera importa que fuera verdad o no, parece verdad. “Toda gran fortuna tiene detrás un gran crimen” (o muchos). Por último, Raíces es la mejor demostración de que las grandes obras se escriben con el corazón y con el cerebro, trabajando ambos al máximo.