domingo, 21 de octubre de 2007

El FIC tiene vocación callejera

El Festival Internacional Cervantino empeñado en su vocación callejera


Pterocles Arenarius



Es el último día del Festival Internacional Cervantino. La asistencia rebasó el número del año pasado. La huracanadas turbamultas pueblan la pequeña ciudad y la convierten en un hervidero, es una erupción inacabable; la gente, en su gran mayoría jóvenes, pareciera ir y venir sin fatiga, como si hubieran aparecido cien mil extraviados de pronto en Guanajuato. Y eso no es lo peor, sino el hecho de que un alto porcentaje (¿el 60, el 70?) de ellos se encuentra en un voluntario y más que bien logrado estado etílico. Y más aun, no pocos se alcoholizan con singular entusiasmo en la vía pública.
Miles de personas embriagadas recorren la ciudad y no muchas de ellas cuentan con los medios económicos para pasar el tiempo con decoro en la ciudad. No hay duda de que muchos de ellos carecen de dinero incluso para regresar al lugar de donde llegaron, pues duermen al amparo de los muretes de las fuentes en las plazas y en las bancas de los jardines debajo de prolijas mantas y al abrazo de la pareja hetero u homosexual, después de beber cerveza por lapsos de diez a doce horas sin parar y comer sardinas de diez pesos y bolillos de dos.
Esos muchachos se mean en los callejones, se cagan en los rinconetes, se embriagan en las calles y hacen cualquier “gracia” –desde tocar guitarra, tambores, “actuar”, vender besos, hacer trencitas, dibujar, pintar escenas planetarias con pinturas de espray, ejecutar acrobacias o los intentos en el baile conocido como breakdance o de plano, las muchachas bonitas, “talonear”, es decir, pedir dinero a cambio tan sólo de una sonrisa coqueta; muchos de tales servicios sin exceso de talento, aunque otros, sorpresivamente, son verdaderos artistas–, lo que sea para obtener moneda tras moneda de la gente que sí ostenta poder adquisitivo.
Los hoteles, de cualquier manera, están a tope, incluso los lugares que en realidad son casas habitación y que brindan alojamiento pirata y hasta los hostales para estudiantes. Casa llena. Del público asistente al Cervantino, sin duda la mayoría tiene el dinero para permanecer aunque sea un tanto precariamente en la ciudad y una minoría que no deja de ser considerable, estaría totalmente desamparada si no se las arreglara para sacarle el dinero de alguna manera a los que sí lo tienen. El gasolinazo y la inflación esperada para enero no importan.
Además del Festival Internacional Cervantino (FIC) oficial, ocurre otro no totalmente artístico, pero sí, sin duda, mucho más vital que aquél. Al festival que no es oficial tendríamos que llamarlo el FIC callejero. Este no asiste a los lujosos (y relativamente caros) teatros que presentan los espectáculos del FIC oficial y tiene como eje de actividad la embriaguez, principalmente de dos tipos: la alcohólica y la mariguana. Esto a pesar de que desde hace tres o cuatro años las autoridades panistas han hecho traer a la Policía Federal Preventiva (PFP) a reprimir a los asistentes al Cervantino (y este año actuaron disfrazados de civiles para espiar –traicioneramente– a los que violen los reglamentos). Lo cual, a pesar de todo, ante las ingentes masas que arriban al festival, suele resultar al menos inoperante, si no es que completamente inocuo: de un millón de visitantes durante las tres semanas, son detenidos unos 400 por semana, mil 200 en total, debido a que cometieron faltas administrativas. El número de detenidos es mínimo con respecto a los visitantes y también con respecto de los que cometen las mencionadas faltas administrativas –que van desde realizar las deyecciones fisiológicas en vía pública, beber en tránsito, pelear a golpes e incluso fornicar en descampado– son un número mucho más grande que los detenidos.
La capacidad hotelera de la ciudad, por supuesto, no llega ni al diez por ciento del total de visitantes que en algún momento de las tres semanas de festival se encuentran en Guanajuato. La ciudad es una fiesta multitudinaria y los excesos de toda índole no dejan de presentarse, como en cualquier fiesta y el festival se empeña en volcarse a las calles. Su vocación es callejera, de hecho siempre lo ha sido.
Una peculiaridad de este XXXV FIC fue que el país invitado, China, potencia económica emergente como ninguna, podemos decir que desairó nuestro festival. Sólo hubo seis, se leyó bien, seis grupos de China. ¿Con seis grupos se representa el arte de la cuarta parte de la humanidad que son los chinos? China, sin duda, son muchas Chinas y seis grupos nos dieron, por más que fueron formidables espectáculos, una minúscula visión de ese país descomunal.
La asistencia a los grandes eventos culturales de la gran variedad de países que asistieron no es masiva. Lo cierto es que los teatros raramente se llenan y eso que hay un buen número de boletos que se otorgan como cortesía, más los reporteros y fotógrafos que no dejan de ser un buen número. ¡Pero las calles de Guanajuato están atestadas, al grado que el tráfico vehicular se cierra y no es posible caminar libremente por el centro de la ciudad!
El Festival Internacional Cervantino tiene vocación callejera. A pesar de que no sólo no hay apoyo para los grupos callejeros y, más aun, se desalienta su presentación pues se les cobra doble derecho de piso que en época normal. Lo cierto es que a pesar de todo, hay músicos, mimos, payasos, teatreros, acróbatas, malabaristas, bailarines y hasta merolicos, por supuesto. Y la gente les hace rueda tanto que a los artistas o seudoartistas, les conviene, puesto que cada año aquí están.
Los problemas son los de siempre: las molestias que causa la congestión de las calles por tanta gente, las que provocan muchachos embriagados, cantando, gritando, bailando y luego durmiendo en las calles y el meadero interminable que baja por los callejones, producto de miles de cervezas que han circulado por los organismos de aquellos jóvenes.
Quizá debieran las autoridades –pero no lo esperamos de gobiernos estatal y municipal panistas– elevar la calidad del Cervantino paralelo, el callejero. De acuerdo, desalentar, incluso reprimir (sin violencia) la ingestión alcohólica y la insuflación mariguanesca, pero contratar grupos profesionales que actuaran en las calles y plazas.
Y es que para los habitantes comunes y corrientes de Guanajuato, el FIC es más bien un conjunto de molestias e invasiones de su ciudad. El pueblo raso poco disfruta de los “grandiosos eventos de alta cultura” durante el Cervantino. Su ventaja es que los visitantes, aunque beban cerveza en la calle, aunque duerman en las plazas y jardines, aunque coman poco y traten de ganar dinero aquí mismo, sí realizan una sensible derrama de billetes en la ciudad.
Las élites guanajuatenses se afanan en ser vistos –politiquillos, caciques que tienen detentando el poder municipal degeneración en degeneración, a través de un partido o del otro–, están siempre ávidos que la “gente de su clase” los note en el mejor evento en el Teatro Juárez, of course, aunque, como las lumpenburguesías de todas partes, no sepan ni a qué fueron al teatro ni de qué se trató, pero sí saludaron a los compadres, aliados, secuaces y cómplices.
Pero aún más, Guanajuato es un pueblito que sin duda estaría olvidado si no fuera por el FIC. Muchas ciudades del estado de Guanajuato son más importantes demográfica y económicamente que la capital, pero ninguna puede jactarse de un festival semejante ni del movimiento cultural que éste genera ni del cosmopolitismo que ha adquirido Guanajuato capital gracias al Festival Internacional Cervantino anualmente realizado.
Finalmente un permanente reclamo al FIC es su desequilibrio en el sentido de que se presentan actos culturales en las diversas disciplinas artísticas: música, danza, teatro, cine, artes plásticas, pero, como siempre, el FIC está huérfano de literatura, aunque se haga también anualmente, aunque en otra época del año, un Coloquio Cervantino que generalmente transcurre con un poquito más de pena que gloria.

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