viernes, 29 de agosto de 2008

La columna de Pterocles La Atenas de por aquí

In Naturalibus


La Atenas de por aquí


Pterocles Arenarius

Guanajuato es una de las más hermosas ciudades de nuestro país. Sin embargo, su historia está hecha por periodos de grave decaimiento –incluso en varios momentos se consideró que estaba a punto de convertirse en un “pueblo fantasma” como muchas otras ciudades mineras de México– y su salvación de semejante circunstancia se debió, en la última ocasión, a que los guanajuatenses tuvieron los alcances propios (y la suerte externa) de que fuera instituido el Festival Internacional Cervantino (FIC); gracias a este festival, Guanajuato salvó su decadencia y logró volverse una ciudad turística debido a que numerosos visitantes –tanto mexicanos como extranjeros– se vieron fascinados por la incontestable belleza de la ciudad.
Otro logro singular que permitió el resurgimiento de Guanajuato fue su declaración como patrimonio de la humanidad por parte de la Organización de las Naciones Unidas, a través de la UNESCO. Esto se logró gracias a que 1) Guanajuato fue un centro de gran importancia en diversos momentos de nuestra historia; a que 2) gran parte de sus edificios de otras épocas han sido conservados, no se construyó en Guanajuato por la misma decadencia de la ciudad y 3) que hubo guanajuatenses que se propusieron lograr la mencionada categorización por parte del mencionado organismo mundial.
Hoy la ciudad vive más bien del turismo, de su bien apreciada belleza y de su protagónico pasado histórico. Pero Guanajuato, a pesar de ser la capital del estado, es en realidad un pueblo, ni siquiera un pueblo grande, apenas mediano.
Sin embargo, Guanajuato tiene los problemas de toda ciudad mexicana: desempleo –agravado aquí por la carencia de industria y en general de negocios que den empleo a la gente–; derivados del la falta de fuentes de trabajo y a la vez paralelos con ello: marginación social que empieza a producir los problemas de delincuencia y miseria de grandes núcleos de la población.
En esta ciudad la población humilde ha padecido a una elite conservadora, rastacuera, mojigata y ensoberbecida que se han estado prestando el poder municipal durante un medio siglo o más entre las mismas familias. Tradicionalmente el PRI era el que imponía al edil, en algún momento lo hizo aquel partido de efímera existencia que se llamó Partido Demócrata Mexicano, que era “el del gallito colorado” que incluía a cristeros y sinarquistas; pero también llegó a ganar el PRD y en las elecciones del 2006, por fin, el PAN, que ha conducido al que parece el peor momento político de la ciudad. Pero todos los presidentes municipales son de las mismas familias.
En el estado hay al menos cinco ciudades más grandes, con mayor población y economías de mayor volumen y movilidad que Guanajuato: León, Salamanca, Celaya, Silao e Irapuato. En los hechos la verdadera capital económica es León.
Guanajuato capital en varias ocasiones en su historia ha estado a punto de volverse inviable. Paradójicamente eso mismo la salvó de volverse una ciudad monstruosa y mal remedo del Distrito Federal, como, en alguna medida, ya lo son las cinco ciudades mencionadas.
Guanajuato se ha salvado de tan nefasto destino por su desorden urbanístico premoderno, por sus insuficientes, estrechas y torcidas vialidades pesadilla del automóvil, por sus construcciones antiquísimas y disfuncionales, muchas de ellas, hermosas, ciertamente. Las desventajas también se han anotado, no hay (casi) nada que hacer en el pueblo a menos que se cuente con un negocio propio, se trabaje en la universidad (copada por El Yunque) o en el gobierno copado por el mismo El Yunque y el PAN que han superado al PRI hasta hacerlos ver como aprendices en patrimonialismo, corrupción, compadrazgos, amiguismo y recomendacionitis.
Recién, el presidente del PAN, el inefable político de los carrillos tan fuera de proporción como sus declaraciones, Germán Martínez Cázares habló –en una convención de ese partido en León– de “guanajuatizar” a México. Los que vivimos en Guanajuato decimos a todos los mexicanos que sálvese quien pueda si lo logran. Basten unos datos para demostrar la aberración: Guanajuato es el tercer estado en expulsar mano de obra (exiliados económicos) a Estados Unidos, por falta de empleo, de escuela y en general de oportunidades. En tal renglón el estado sólo está debajo de Michoacán y Jalisco, que lo superan por mucho en términos demográficos. Pero por arriba de Zacatecas, Estado de México y Puebla, por ejemplo. Este estado ocupa el lugar 28 en alfabetización entre los estados y tiene el deshonor de sufrir en su territorio, en el municipio de Salamanca, el lugar presuntamente más contaminado del país, con índices de polución superiores al DF.
Jorge Ibargüengoitia dijo una vez que Guanajuato era “La Atenas de por aquí”, con alguna ironía, por supuesto. Porque se dice que en Guanajuato se localiza el más efervescente centro cultural del estado. Pero Ibargüengoitia ironizaba porque desde entonces, cuando él vivía, eso era falso.
Se cree que Guanajuato es una ciudad cultural, lo cual se debe al Festival Internacional Cervantino. Ciertamente la ciudad se vuelve un centro cultural por tres semanas. El resto del año es un erial. Por ejemplo, en este momento, durante 2008, no ha funcionado ni un solo taller de literatura en toda la ciudad. Otro botón de muestra es el hecho de que –lo leímos en el diario AM de Guanajuato, en la columna Cácaro, del excelente cuentista y reseñista de cine Ricardo García Muñoz– tres joyas de la cinematografía guanajuatense: Amat Escalante, Arturo Chango Pons y Rolando Briseño, jóvenes creadores que han merecido premios internacionales por sus trabajos cinematográficos, están ninguneados, desconocidos, aquí en su propio estado. Briseño acosado por los funcionaretes yunquistas dedicados a detener, acallar, censurar y destruir todo trabajo de arte y cultura que surja en el estado de Guanajuato, como hicieran con el propio García Muñoz cuando fuera director de Radio Universidad.
Una más: se pretendió hacer una antología de narradores radicados en Guanajuato capital y, oh sorprais, no hay. Ricardo García Muñoz es quizá el único y dignísimo representante, ¿pero será el único? Sí hay escritores jóvenes, claro, estudiantes de la Facultad de Letras que prometen, sí hay viejos, como el que esto escribe, pero no hay un narrador antologable y que a la vez sea de la generación de los años 70. Lo cual es una monstruosa carencia. ¿Quién está registrando el espíritu de la ciudad? ¿Dónde están los que plasman el lenguaje del momento y los sueños de siempre, las aventuras y los deseos, las fobias, las locuras, las humoradas y los desencantos, los amores y las nuevas leyendas de Guanajuato, tierra de leyendas? Las civilizaciones humanas perduran por su arte, por su literatura; las lenguas trascienden en la historia por sus autores literarios, por sus grandes obras. Dios santo, ¿qué está pasando en Guanajuato en donde no hay ya no digamos grandes obras, ni siquiera obras porque no hay quien las escriba? Eso es monstruoso. Si Guanajuato fuera una persona es como si se hubiera quedado idiota, sin historia, sin sueños, sin testimonios ni de sí mismo, sin chiste, pues. ¿A eso se referiría aquel político cuando hablaba de guanajuatizar a México?
Guanajuato debería tener veinte casas de la cultura. Cinco escritores de primer nivel nacional. Diez grupos de teatro con estatura de profesionales. Veinte grupos de danza clásica y/o moderna de primera línea. Cinco artistas plásticos de primer nivel en el ámbito nacional. Dos orquestas sinfónicas o filarmónicas más.
Las casas de la cultura atenderían a cinco mil aspirantes a artistas, de todas las edades y en todas las disciplinas del arte, desde el nivel de diletante hasta el de artista. Los escritores, bailarines, cineastas, actores, artistas plásticos, atenderían a los jóvenes y niños en los diversos niveles; también a los adultos y a los viejos. Así los chavos que se la pasan en las esquinas del Cerro de los Leones y del Cuarto echando caguama y dándose un chubi o peor, un pericazo, es decir, preparándose para entrar en las filas de la delincuencia vulgar para después pasar al crimen organizado mucho mejor estarían tramando un poema o pergeñando un cuento para presentar en su taller, meditando, memorizando su parlamento teatral, practicando sus pasos de baile, imaginando una escultura, mirando al mundo para sacarle una foto única, discutiendo un guión para una producción en video. Y los artistas tendrían una chambita con la cual subsidiar al arte de una manera menos onerosa, dando su taller.
Todas las plazas se usarían para presentar a los grupos de bailarines y teatreros como se hace esporádicamente con la plaza de San Roque. El teatro Cervantes usado sólo en el Festival Cervantino, la biblioteca Emilio Uranga, hoy permanentemente desierta bien podría servir para presentar plaquetas que antologaran a decenas de poetas y narradores noveles; el teatro Principal que se usa una vez a la semana pero sólo en la temporada anual de la orquesta o en los fugaces festivales de cine; el teatro Juárez, la joya de la ciudad, que presenta algo una vez al mes. Todos serían foro de los artistas que habitaran en tan hermosa ciudad, quienes la harían realmente un centro cultural y artístico. Se harían publicaciones económicas pero dignas de los integrantes de todos los talleres de literatura, unos treinta al menos. Eso sería un centro cultural. Eso es como el paraíso terrenal. Eso es perfectamente viable y también eso es la salvación de Guanajuato, la sexta o séptima ciudad del estado en potencial económico, el pueblote en el que no hay nada que hacer si no es irse “al otro lado”, poner un negocio, o si no tienes dinero, a robar; si los gobernantes tuvieran un mínimo de amor al arte y fueran menos insaciables para saquear el erario. Eso sería un verdadero emporio cultural que atraería un turismo selecto, como se cansan en pedir los empresaurios guanajuatenses cuando se quejan de que al FIC viene sólo plebe a embriagarse.
Pero ¿qué hay en Guanajuato? Alguno que otro café que presenta a un grupito de estudiantes de música; uno que otro de los integrantes de la orquesta universitaria que han formado su grupo de jazz para divertirse porque para ganar dinero jamás. ¿Teatro? Dos veces al año en San Roque. ¿Música?, sólo durante el FIC. Danza, jamás. Literatura, de repente se presenta algún libro ante diez personas. Se hacen los coloquios Cervantino y otro en honor a Ibargüengoitia, asisten los ponentes y unos cuantos estudiantes de letras porque tienen que hacer la tarea sobre el simposio. Publicaciones de escritores autóctonos, nada. ¿Cine?, algunas de las películas, no todas, de la Muestra Internacional. Por cierto, aquí sólo hay dos cines comerciales y, curiosamente, no pasan las películas de arte, ni siquiera las películas con clasificación C que vemos en los carteles del DF. En sendas ocasiones se anunciaron dos presentaciones, Los monólogos de la vagina y Sólo para mujeres. Ninguna se presentó, ¿fueron censurados? Ni siquiera supimos. Simplemente fueron canceladas sin explicación.
Ah, pero eso sí, las autoridades municipales han destruido el piso del centro de la ciudad dos veces en cinco años, para ponerlo nuevo sin que sea necesario. Lo que apesta a corruptela millonaria.
La ciudad, por ser patrimonio de la humanidad, recibe un subsidio de la UNESCO, dinero que nadie sabe en qué diablos se usa.
Esta es la realidad de La Atenas de por aquí.
Por último, para que se note “de qué lado masca la iguana” en Guanajuato o qué entienden por cultura los pan-yunquistas que quieren guanajuatizar el mundo. En la hermosa plaza de San Fernando colocaron la exposición de fotos antiguas de la iglesia de Mellado, un centro religioso, hoy en ruinas, como se puede ver en la foto. La muestra se acompañó por una conferencia que trató sobre algunos de estos inmuebles. Un documento exhibido es un mapa de la ciudad, con sus templos como ejes de la vida de la ciudad en aquellos tiempos, estamos en 1750, en plena etapa colonial. Otro documento revelador es un edicto de la autoridad en el que se cede a la orden de los mercedarios un terreno para que construyan su templo, que después sería el que hoy está en ruinas. Está bien, eso es (también) cultura, los templos católicos de otros siglos. Pero la cultura no sólo es eso. Y es que el 27 de agosto se publicó una nota en La Jornada, firmada por el corresponsal de ese diario en Guanajuato, mi amigo Carlos García, en la que denuncia que el municipio de León destruyó una escuela para donar 600 metros cuadrados que se destinarán a la ampliación de un templo de aquella ciudad. ¿De qué religión? Adivinaron, católico. ¿Sería por eso que en la exposición de San Fernando mostraron el edicto de 1750? ¿Para que nos reacostumbremos a los usos y costumbres de la Colonia? Eso es lo que ellos entienden –y quisieran que todos lo avaláramos– por cultura. Los gobernantes de Guanajuato estado y capital viven en otro siglo, en la Colonia. Sin embargo, gobiernan peor que el PRI, porque a los peores vicios del viejo priísmo ultracorrupto, los yunquepanistas le agregan la mochería y la certeza de que ellos hacen lo correcto, como “Soldados de Dios” que dicen ser.

No hay comentarios: