jueves, 26 de julio de 2007

Carta abierta a Felipe Calderón

Carta abierta al

Señor Felipe Calderón:

Tengo que decirle, señor Felipe Calderón, que inicio este mensaje de manera formal, como debe empezar un mensaje, hablando de usted respetuosamente a quien se dirige, pero también le digo, públicamente, señor Calderón, que no lo llamaré presidente, porque yo no lo reconozco como tal y también le digo que usted no merece mi respeto, por lo tanto, en lo subsiguiente de este recado te hablaré como a un cualquiera, no como a alguien de confianza, porque tú no mereces mi confianza, Felipe; mucho menos te hablaré como a un amigo, porque no nos tratas ni nos has tratado como amigo, sino como enemigo y en general, te hablo porque es mi obligación hacerlo ante las barbaridades que has cometido y sigues cometiendo; no te hablaría, pero no tengo otro remedio y, además, en general, no creo nada de lo que dices, Felipe Calderón.
Públicamente tengo que decirte que no admito que seas tú, Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, el presidente de mi país. Yo no te reconozco como tal.
Y no te reconozco presidente porque procuraste, ayudaste, impulsaste, realizaste y buscaste ayuda para que se hiciera un fraude con mi voto, un voto más que fue emitido para que no fueras tú el responsable del cargo de presidente de la república que entre algunos grupos se robaron para entregártelo.
No te reconozco como presidente de mi país porque hiciste una campaña electoral virtual en la que siempre engañaste haciendo creer por televisión que tenías muchos más seguidores de los que en realidad tenías. Porque los medios de difusión, como las televisoras y los periódicos y revistas más grandes se coludieron para engañar a todos los mexicanos y hacernos creer que tu popularidad subía. Si subió tanto, ¿por qué, entonces, Felipe, en este momento no eres capaz de mostrarte ante la gente? Te lo voy a responder, porque casi nadie te quiere en la presidencia y es que casi nadie te eligió, Felipe. Te eligieron los que tienen mucho dinero y los que militan en tu partido y algunos engañados y otros espantados con tus mentiras, Felipe, es decir, unos cuantos, por eso no eres capaz de mostrarte ante la gente sin la protección de miles de policías y soldados, Felipe. Qué triste para ti. Pero bueno, allá tú.
No te reconozco porque hiciste alianza con lo peor de la política mexicana para burlar la decisión de millones de mis compatriotas, la mayoría, que no votamos por ti, Felipe.
Y para llegar al poder te apoyaste en la fuerza corrupta de una mujer que está acusada de todos los delitos de corrupción posibles y también de crímenes, como el asesinato del profesor Misael Núñez Acosta, Felipe, ¿no lo sabías?, por favor, claro que sí lo has sabido siempre. Ella es Elba Esther Gordillo, Felipe.
Te has hecho del poder gracias a ponerte en alianza con gángsters de la política como Manlio Fabio Beltrones, Emilio Gamboa Patrón, gobernantes criminales como Ulises Ruiz o como Mario Marín. ¿Eso es poder, Felipe? ¿Tú lo crees?
Felipe, desde la campaña electoral te haz hecho llamar el hijo desobediente, por favor, Felipe, con eso sólo degradas e infamas aquel famoso corrido, una obra de arte popular mexicana, pero, Felipe, lo más grave no es eso, sino el hecho de que tú sabes que no debes llamarte desobediente, sino al revés, te has portado abyecto, agachón, rastrero, servil, sumiso con los poderosos, los que invirtieron millones de pesos para llevarte al gobierno aunque sea de manera espuria, fraudulenta. ¡¿Desobediente tú, Felipe?! Ni con el burro con botas, tu protector, Vicente Fox.
Felipe Calderón, tú no eres desobediente, tú eres, en todo caso, traidor.
Mira, Felipe, tú traicionaste a lo mejor de tu partido, te entregaste a aquello contra lo cual habías luchado cuando pertenecías a los grupos honestos de tu partido –que, aunque hoy parezca increíble, los hay–, parte de tales grupos lo fue tu padre, Luis Calderón, quien prefirió salir de tu partido que ya iba corrompiéndose aceleradamente y hasta hoy ha preferido corromperse en todos los sentidos y hasta la médula, con tal de alcanzar el poder y antes que dignificar la política. Y tú en primer lugar, Felipe.
Felipe de Jesús, has preferido –lo voy a decir con tus propias palabras– ser “el continuador de las políticas del presidente” más estúpido, el más ignorante y uno de los más corruptos que hemos padecido, ese sujeto, llamado Vicente Fox (que recibió más de 370 mil millones de dólares extras por petróleo y los malgastó o se los robó). Sí, Felipe, te agachaste ante Fox antes que actuar honesta y democráticamente en las elecciones de 2006.
No es posible confiar en ti, Felipe, si fuiste capaz de mentir, de acusar con toda la mala fe del mundo, de llamar un peligro para México al político más honesto y comprometido con los pobres que ha habido en la historia reciente. Sin duda Andrés Manuel era un peligro para el México que tú, Felipe y tus amigos forman: los corruptos, los criminales de la política, los empresarios insaciables e insaciados, los periodistas farsantes. Sí, para ellos, Andrés Manuel era, es, sigue siendo y junto con nosotros, somos un peligro para ustedes.
Voy entendiendo tu proyecto de nación en los hechos, más allá de las palabras, Felipe: un presidente farsante, espurio; un congreso de farsantes, insaciables de dinero e ineptos para legislar en favor del país; una justicia farsante de sujetos que ganan cientos de miles de pesos por hacer fraudes con la justicia; un grupo de empresarios que no han desarrollado nuestra industria, que se han enriquecido escandalosamente, que sus mejores negocios los hacen con los políticos corruptos y el saqueo del resto de los mexicanos. Una policía criminal, torturadora y aliada con los narcotraficantes. Un ejército de asesinos y de imbéciles que obedecen a un pobre tipo, como tú, Felipe. Ya entiendo qué país quieres, Felipe, un país de farsantes. Pero por lo mismo estás fracasando, Felipe, porque la mayoría de los mexicanos están, estamos en contra de tu infame y desgraciado proyecto. Porque aunque seas de otro partido, continuaste con el mismo sistema, la misma porquería que nos ha llevado a la desgracia. Antes fue el PRI, hoy es el PRIAN.
Tú, Felipe de Jesús, provocaste la confrontación entre los mexicanos. La división entre las familias, la fractura del país… con tus mentiras y las mentiras de tus aliados. No somos un peligro para México, somos un peligro para ti, Felipe, para los farsantes. Para tu país de farsa.
Felipe, tú sabes bien que llegaste al poder no por tus talentos, ni por su simpatía, ni por tu inteligencia, ni por su habilidad política, ya no digamos por tu visión de estadista, por lo menos quisiéramos que tuvieras un mínimo ya no de grandeza de espíritu, desearíamos que fueras mínimamente honesto, porque si lo fueras, Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, Felipillo, hubieras reconocido que nada tienes que hacer frente a Andrés Manuel.
Llegaste al poder por hambre, por hambre de poder y demostraste estar dispuesto a saciarla a cualquier precio. Y tal precio, por el momento, es, Felipe, el de tu abyección, tu sometimiento, tu servilismo a los que tienen el dinero y a los que han ostentado el poder a cualquier precio, incluso el precio del asesinato y la traición. Tus alianzas no te hacen mejor que esos políticos, los de siempre.
Y paradójicamente, tristemente, Felipe –te aclaro tu verdadera situación–: no tienes el poder, Felipe, tú eres el servidor de los más ricos, de los saqueadores del país y eres el cómplice de los delincuentes políticos o más bien eres el rehén de los peores políticos, los del PRI, los que, por otra parte, no te dejarán gobernar como quizás hubieras querido gobernar, de acuerdo con la ideología (retardataria, trasnochada, decimonónica, pero finalmente honesta) de tu partido. Pero no, Felipe, no tienes el poder allá arriba entre los ricos, eres su empleado. Pero tampoco lo tienes acá abajo. Felipe, no eres capaz de mostrarte ante el verdadero pueblo mexicano. ¿Entonces cuál es tu poder? ¿Cuál es el objetivo de presentarte de la manera como lo haces si no tienes el poder arriba –donde eres el gato de los ricos– y mucho menos lo tienes abajo –donde eres el enemigo de los pobres?
Y ¿cómo te vas a sostener en la presidencia espuria que ostentas? ¿Con el ejército siempre amenazando en la calle? ¿Te vas a pasar los seis años escondiéndote de los mexicanos? ¿Nunca vas a visitar el Palacio Nacional?
Felipe, te reitero, por si no lo has terminado de entender, que no tienes poder, porque cuando los priístas se lo propongan te quitarán de la presidencia. Esos cínicos, esos gángsters. ¡Ellos son tu apoyo, Felipe! ¿No te das cuenta? Te están usando, te están obligando a proteger a criminales como Ulises Ruiz, a enfermos pederastas como Manuel Marín y sus socios Kamel Nacif y Jean Succar Kuri, a raterazos y protectores de raterazos como Enrique Peña Nieto y Arturo Montiel. La siniestra señora Gordillo te ha obligado, Felipito, a que le pagues a inmenso precio los favores podridos que te hizo para que, en tu favor, nos defraudara a todos los mexicanos en la elección en que ella y otros cuantos más te hicieron presidente. Por eso no eres mi presidente. Mi presidente se llama Andrés Manuel.
Felipe, no puedes hacer nada. No vas a tener el poder nunca. Simplemente no te dejarán los de arriba y no lo permitiremos los de abajo. ¿A qué le tiras, Felipe?
Felipillo, por último te voy a recordar el mito griego de Minos, el legendario tirano de la antiquísima ciudad de Creta, rey que originalmente no fue un déspota, llegó a ser el rey porque su pueblo lo admitió. El padre de los dioses, Zeus, le hizo un regalo a Minos. Un toro sagrado, blanco como las nieves del Monte Olimpo, una bestia divina, un animal prodigioso que simbolizaba el poder, el que sólo el pueblo puede otorgar. Un monstruo que puede destruir cuanto se le oponga, pero también una noble bestia capaz de realizar los más descomunales trabajos. El poder del pueblo, irracional, monstruoso, indomable, terrible, invencible. El rey Minos tenía que devolver el toro sagrado a su pueblo, así lo designó Zeus. El sagrado toro blanco tenía que ser sacrificado en honor del pueblo. Pero Minos dijo que el pueblo no merecía recibir el honor del sacrificio de tan inefable y prodigioso animal. Y despreciando al pueblo y desobedeciendo al dios, Minos se apropió del toro sagrado. Y empezó a vivir maravillado con el milagroso animal, su esposa, Pasifae, también, tanto que se enamoró de la maravillosa bestia y la mujer llegó a disfrazarse de vaca para que el toro sagrado la poseyera sexualmente. Y así ocurrió. Entonces, según el mito, ella dio a luz a un monstruo aun peor que el toro. De su vientre surgió el Minotauro, feroz bestia irracional con cabeza de toro y cuerpo de hombre.
Y las monstruosidades continuaron. Porque algo que empieza con una monstruosidad (por ejemplo con un monstruoso fraude electoral) no puede continuar de otra manera que monstruosamente. El toro sagrado murió. El Minotauro se convirtió en el símbolo de la opresión del tirano Minos sobre su pueblo, al que luego de engañarlo una vez, tuvo que engañar siempre, al que tuvo que reprimir después porque jamás es posible engañar al pueblo que se entera del engaño y se opone a su gobernante; pueblo al que Minos tuvo que asesinar entregando jóvenes al monstruo que él creo con su desobediencia al pueblo, o al dios según el mito. Porque los pueblos a los que se intenta engañar se rebelan y cuando los pueblos se rebelan los tiranos los reprimen y tienen que asesinarlos luego y al final Minos tuvo que vivir escondido y cuidarse de su propio pueblo, siempre, igual que tú, Felipe.
Felipe, ya soltaste a la bestia. Los soldados asesinaron a una familia inocente, violaron a una anciana indígena. ¿Qué más sacrificios vas a exigir a tu pueblo? Felipe, las monstruosidades –no podía ocurrir de otra manera, porque con el fraude tú las inauguraste–, ya comenzaron. ¿Hasta dónde vas a llegar? Puedes llegar hasta donde quieras, o intentar hacerlo, la gente, el pueblo siempre irá más lejos.
La historia del tirano Minos concluye cuando aparece el héroe del pueblo, Teseo que enamora a la hija de Minos, Ariadna, la que traiciona a su padre y da a Teseo los elementos para que extermine a su hermano el Minotauro. No espero que entiendas la lección, Felipe, los tiranos y los enfermos de poder jamás lo han hecho. Y siempre han obligado a su pueblo a pagar altos precios, incluso con sangre por la opresión que intentan –y fracasan– contra sus pueblos.
Eso es un tirano, Felipe, el que trae la desgracia para su pueblo y para sí mismo. adelante, presidente espurio. Adelante, más temprano (en unos cinco años y cacho cuando más) irás al basurero de la historia, como tu antecesor, protector y amigo Vicente Fox, como Zedillo, como Salinas, como de la Madrid y casi todos los antecesores.
Buen provecho, Felipito, y, como dicen en mi pueblo, allá te lo haigas.

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