sábado, 7 de julio de 2007

FElipe CALderón, toma cercana

Pterocles Arenarius


–Oye ¿puedo hablar contigo? –me dijo Gladys Boladeras, una de las principales miembros del equipo de comunicación social de FElipe CALderón durante su campaña electoral. Era alrededor del 5 de julio y Calderón estaba en el ex Hotel de México, hoy Centro Mundial de Comercio que algunos imbéciles se empeñan en llamar World Trade Center. El llamado ya masivamente FeCal iba a reproducir uno más de sus bien aprendidos discursos. El reportero aludido que esto escribe se sacó de onda por el requerimiento.
–Sí, claro –le contesté a Gladys y me preparé para una alegar en contra de una “civilizadísima” reconvención porque, supuse, me dirían que ya no me dejarían entrar en lo sucesivo a las conferencias de prensa de Felipe Calderón porque siempre me presentaba con mi moño tricolor colocado en el frente izquierdo de mi camisa. Pero si lo hacen así, pensé, me voy a negar, y si se empeñan les haré un escándalo. Pero no era eso. Y Gladys Boladeras me llevó a hablar con Maximiliano Cortázar, el mero jefe de comunicación social de FeCal. Cortázar me dijo algo así como lo que sigue:
–Mira, Jesús, tú sabes que nosotros somos muy respetuosos de sus ideas y de sus tendencias. Pero pasó algo que no podemos aceptar. Tu fotógrafo le gritó “presidente espurio” a Felipe. Tú entenderás que eso no lo podemos permitir. –Me quedé en silencio, asombrado. No creía que mi fotógrafo, cuya identidad conservaré en el anonimato, hubiera hecho eso. ¡Merecía una inmensa felicitación!
–¿¡Eso le gritó?! Se me hace increíble…
–Yo te lo digo a ti para que hables con él, mano. Para no llegar a un problema más grande.
–Sí, yo hablo con él. –Dije y pensé ¿qué le pasaría a este cabrón? ¿Cómo se atreve a gritarle espurio al espurio? Y fui directamente con mi fotógrafo que estaba en el Salón Olmeca del Centro que se hace llamar Mundial de Comercio y lo hace en inglés; estaba enfrascado en su trabajo, retratando a FElipe CALderón.
–Oye, güey, ven tantito.
–Qué pedo, cabrón.
–¿Por qué le gritaste espurio al güey este?
–¿A cuál güey?
–Pues al espurio. A Felipe Calderón, no mames.
–Ah chingá, yo no le grité nada.
–Pues Gladys y Max Cortázar me dijeron que te vieron y oyeron gritarle.
–Hiiijo, qué poca madre. ¿Tú crees que soy tan pendejo como para gritarle espurio a este hijo de su chingada madre?
–Ya sé que no. No lo creí. Pero ellos me dijeron eso.
–Mira, lo que pasó fue que lo estaba enfocando y se me movió y sí dije, “ay, presidente espurio, no te me muevas”, pero estaba hablando solo, estaba pensando en voz alta.
–Pues ya te chingaste, mi carnal, porque dicen que le gritaste y de ahí no los vas a mover. –En fin, tuvimos que explicar y mi fotógrafo se disculpó, pero no dejó de aclarar que entre los fotógrafos y los reporteros se dicen cosas como esa o peores de FElipe CALderón.
Lo cierto es que después de estar unos cinco meses viendo y oyendo casi diariamente al hoy llamado presidente legal (que no legítimo), trabajando para una agencia de noticias norteamericana, Press One, tengo que decir que FElipillo CALderón es un tipo decepcionante. Sin más. No es ocurrente, jamás ha demostrado inteligencia de alguna manera notable, carece de simpatía y también adolece de los elementales rasgos de nobleza de espíritu y generosidad.
Recuerdo otro episodio penoso cuando FElipe CALderón se presentó ante la comunidad judía en una escuela donde estas personas hacen educar a sus hijos. Antes de entrar al auditorio de la escuela, en la calle (o lo que los reporteros creímos que era la calle) nos apostamos a esperar la llegada del entonces candidato. Los guaruras de la escuela judía se nos acercaron y un joven especialmente agresivo nos dijo que no podíamos estar ahí que debíamos retirarnos. Los periodistas son una raza terca y retobona. De hecho nadie le hizo caso al muchacho judío, medio altanero, medio prepotente, bravo, pero uno de los fotógrafos fue más allá del simplemente no hacerle caso y le dijo que “por esa intolerancia tenían tantos problemas en la franja de Gaza”. El muchacho judío se puso furioso a preguntar a los demás reporteros quién era ese atrevido y lo hacía de manera casi amenazante. Nadie le dijo. Entramos al acto político. Una vez más vimos al ya bien conocido como FeCal, o presidente espurio, el muñeco recitando el casete que le programaran. Un acto político normal.
Al día siguiente corrieron al fotógrafo de Notimex, que era el medio para el cual trabajaba el fotógrafo de marras. La explicación fue sencilla y nadie tuvo que preguntar por ella: los judíos le dijeron a Calderón “este fulanito nos cayó gordo”, o quizá le dirían “este es un maldito nazi o al menos antisemita y queremos que lo perjudiques” y Calderón de inmediato se lo tronó. Las anécdotas de ese estilo se han repetido con mayor envergadura cada vez con las presiones contra Jorge Gutiérrez Vivó, Ricardo Rocha, la revista Proceso, Carmen Aristegui y otros. Es decir, Felipe Calderón y los lindos chicos (y chicas) que lo acompañan son una banda de gente de lo más mezquino y vengativo que podamos imaginar.
Por lo que a este tundeteclas corresponde, en una ocasión, en una conferencia de prensa hice una pregunta a César Nava, vocero del entonces pretenso ganador de las elecciones sin decisión. La pregunta fue algo así como “¿cuál será la reacción del PAN ante la decisión de López Obrador y el movimiento que encabezaba de movilizar al país contra la imposición?”. La respuesta del cejijunto joven Nava fue tan violenta que se hizo digna de ser considerada por Carlos Monsiváis en su columna Por mi madre, bohemios que se publicó en la revista proceso. Al final, en octubre de 2006, de pronto y en una decisión sorpresiva e inopinada, nuestro patrón nos informó que la empresa Press One para la que venía trabajando como reportero, opinador y columnista desde mayo, prescindía de mis servicios junto con los de otros dos reporteros. Es posible que sea cierto lo que nos dijeron nuestros patrones gringos, residentes en Los Angeles, California: que tenían que restructurar la compañía, que para ello necesitaban cuatro o cinco meses, que no nos podían tener sin sueldo esos meses, etcétera. Pero para como se han venido dando las cosas, no dudo ni tantito que el equipillo del FElipillo CALderoncillo se haya comunicado con mis patrones angelinos y les hayan hablado horrores de mí y mis dos compañeras y por supuesto los hayan amenazado como amenazaron a Gutiérrez Vivó (si se atrevieron a amenazar a Gutiérrez Vivó) con aquello de que “si te portas bien te perdonaremos”.
Por último, creo que vale la pena que diga la impresión en lo personal que me dio FeCal.
Como ya he anotado, FEelipe CALderón es un hombre con escasas virtudes para exhibir físicamente y tampoco demuestra demasiadas que lo abrillanten (aparte del continuo y pertinaz sudor sobre su cara) en el amplio territorio de lo intelectual. Más bien parecía un muñeco al que le iban poniendo un casete que repetía incluso con las mismas frases en cada ocasión. Eso sí, siempre bravucón y agresivo, simulador y (ahora sabemos) también mentiroso.
La impresión de que FElipe CALderón es una especie de muñeco se siente al verlo caminar. Un observador fino se dará cuenta de que se mueve con singular torpeza, como si estuviera muy gordo. Está regordete, pero su sobrepeso no es tan grande, apenas es normal en el promedio de los mexicanos de su edad, pero FElipe CALderón se mueve como si fuera un tipo que tuviera unos 30 kilos de sobrepeso. Ojalá que quienes lean estas líneas observen un día con detenimiento la forma de moverse de FeCal para que noten estas apreciaciones.
Una vez, en la campaña, FeCal se puso a jugar futbol y ahí fue más que evidente su torpeza de movimientos. Mueve los brazos en forma circular con respecto al torso y sacude las piernas como pataleando con enorme esfuerzo para correr. Mirando con mucho cuidado, hace exactamente lo mismo cuando camina, pero no es fácil de notar porque los movimientos son mucho menos prolongados. Es ridícula la forma en que FeCal se mueve y quizá se deba a la estructura de su osamenta o bien a la debilidad de sus músculos.
Varias cosas más llaman la atención en FeCal. Una es la de que es un hombre de aspecto brillante, casi como Guillermo Ortiz: me refiero a que suda mucho y siempre le brilla el rostro de sudor. La otra es que bebe agua en demasía, lo que delata su ya afamado alcoholismo. Durante los casi seis meses que “me deleitó” con sus brillantes (de sudor) discursos y su arrolladora personalidad, no dejó de sorprenderme que se bebía más de un litro de agua en los 20 o 25 minutos –casi nunca llegaba a 30 minutos– de discurso. Se dice que antes de cada rollo (eso sí lo hace bajo las más rigurosas y estrictas medidas de seguridad, de tal manera que esto sólo lo verán sus muy cercanos allegados) se “aclara la garganta” con dos o tres pegues de coñac. Y no pocas veces, al iniciar sus discursos parecía estar medio borracho o hasta un poco más que eso.
Algo que siempre me llamó la atención fue aquella campaña de “las manos limpias”. FeCalillo aparecía en las fotos y en la televisión mostrando sus manitas. Sí, sus manitas, porque son unas manos ridículamente pequeñas. Las de alguien que nunca ha trabajado manualmente ni hecho deporte, actividades ambas que provocan que las manos se vuelvan recias, musculosas y venudas. Calderón tiene unas manitas casi femeninas. Debí saludarlo alguna de las varias veces que ofreció su mano a todos los reporteros, para sentir sus manitas femeninas, pero nunca me dejé manosear, ni siquiera en el saludo, disimuladamente me pasaba al otro lado, donde estaban los que ya lo habían saludado.
Ese chaparrito, pelón, de lentes, con frecuencia medio briago, torpón, debilucho, sudoroso, vengativo, mezquino y rencoroso es el que (dicen) nos gobernará durante seis años. Haremos todo lo posible por que no lo haga.
Mientras que a Andrés Manuel hay mucha gente que lo quiere y lo adora (muchas veces, en el plantón Zócalo-Reforma, veíamos como las viejitas le besaban las manos o, más frecuentemente, le echaban bendiciones), yo no sé si haya en este país o en este mundo alguien que sea capaz de besarle las manos a FeCal, quizás aparte de sus hijos. Pero en fin, esto –el sexenio pues– apenas lleva seis meses.

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